Uruguay/ mujeres y sindicalismo: ¿y dónde están las compañeras? [Daiana García]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Jul 2 20:58:18 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

2 de julio 2016

Boletín Informativo

redacción y suscripciones

germain5 en chasque.net

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Uruguay

La escasa representación de las mujeres en el sindicalismo

¿Y dónde están las compañeras? 

La escasa presencia femenina en el gobierno, los partidos políticos y otros
espacios de poder no le es ajena al movimiento sindical. Hoy el Secretariado
Ejecutivo del Pit-Cnt está compuesto por 18 hombres, a pesar de que desde el
año 2003 el VIII Congreso resolvió aplicar una cuota de género que no se ha
implementado por razones administrativas. 

Daiana García

Brecha, Montevideo, 1-7-2016 

http://brecha.com.uy/

Los órganos de conducción de los sindicatos uruguayos están integrados en su
mayoría por hombres, y si bien en las bases participa un alto número de
militantes femeninas, en general no alcanzan a ocupar espacios de decisión
en sus gremios. Como consecuencia, esta realidad se ve reflejada tanto en el
Secretariado Ejecutivo del Pit-Cnt, que está integrado en un cien por ciento
por hombres, así como en la Mesa Representativa, que tiene 81 por ciento de
titulares masculinos y 78 de suplentes.

En charla con Brecha, Martín Pereira, presidente de la Confederación de
Organizaciones del Estado (Cofe) e integrante del Secretariado Ejecutivo,
hizo énfasis en el avance que ha tenido el movimiento en la inclusión de
“las compañeras”. Sin embargo, asumió como “un gran debe” su escasa
presencia en los órganos de conducción. Según Pereira la responsabilidad es
de los sindicatos, que desde las bases eligen hombres para su
representación. Confiesa que se han encarado muchos cambios desde el
discurso, pero que en la práctica el avance ha sido sutil.

Milagro Pau es dirigente de la Asociación de Empleados Bancarios del Uruguay
(Aebu) y lidera la Secretaría de Género, Equidad y Diversidad Sexual del
Pit-Cnt, una formación que participa del Secretariado Ejecutivo con voz pero
sin voto. Pau ensayó explicaciones funcionales a este fenómeno. Para ella
las lógicas machistas aún persisten en el movimiento, pero las
responsabilidades familiares de las mujeres evitan tanto que se postulen
como que se “permitan” votar a otras mujeres. Ilustró este concepto
explicando que las compañeras, “que también son madres”, probablemente voten
a un hombre “porque saben que podrá dedicarse en tiempo completo a la
militancia”, ya que sobre él no recaen las responsabilidades de los cuidados
familiares.

Lilián Abracinskas, activista feminista y directora de Mujer y Salud en
Uruguay (Mysu), cargó contra la central por esta realidad a la que define
como vergonzosa. Considera que la falta de representación de casi la mitad
de las afiliadas cuestiona la credibilidad de la central. A su criterio, los
avances que ha realizado el Pit-Cnt en esta temática consisten en “atender
los emergentes”, como la violencia de género, el acoso sexual laboral y las
cuestiones referidas a la maternidad, pero han sido muy escasas las medidas
que profundizan en la paridad desde lo medular.

Para ella el mérito de ser la única central de trabajadores del país, virtud
casi exclusiva en Latinoamérica, se debería empañar con esta coyuntura, pero
no sucede por la falta de presión de las mujeres que están dentro. Condena
que no hayan convertido a este asunto en una prioridad política y
reivindicativa, y dispara el concepto de que la ausencia de mujeres en la
representación sindical es también violencia de género.

En el VIII Congreso del Pit Cnt, en 2003, se aprobó una resolución a favor
de la cuotificación, de no más de 70 por ciento y no menos del 30, de
trabajadores del mismo género en los órganos de dirección. Esta resolución
fue propuesta por la secretaría que hoy integra Pau. La dirigente recuerda
la hazaña que significó esa jornada. Relata que varios compañeros se
quisieron retirar para no votarla y que fueron las mujeres quienes se
atrincheraron en la puerta para que no pudieran salir, demandándoles que al
menos tuvieran la valentía de pronunciarse en contra.

Hoy, a 13 años de esa resolución, la cuota no se aplica y no hay un
horizonte cercano para su cumplimiento. La razón, al menos en términos
formales, es que la central como convención de trabajadores no puede
mandatar, los sindicatos son autónomos y tienen libertad para elegir a sus
representantes. Pereira explica que la resolución se aprobó sabiendo que era
muy difícil poder aplicarla, y que la paridad depende de cada sindicato, ya
que son ellos quienes luego envían a sus representantes al Pit-Cnt. En esta
misma línea, Pau culpa a los sindicatos y a su falta de voluntad política
para aplicar la cuota.

Sin embargo, en un documento emitido por la central (1) al aprobarse esta
resolución, se reconoce que no hay una “evolución natural” hacia una mayor
representación femenina. Detalla cuánto se equivoca el movimiento si espera
que las mujeres sean quienes resuelvan solas esta situación, porque “eso
implica que el objeto de la discriminación sea su propio agente liberador”.
El texto compromete explícitamente a los dirigentes en el cumplimiento de la
cuota: “es a la dirigencia a la que le corresponde tomar conciencia de la
desigualdad y liderar el proceso político de transformación”.

Abracinskas denuncia que se explica el problema en términos burocráticos en
lugar de lo que es: “un problema ideológico y político”. Si bien comprende
los límites formales de la central para aplicar la cuota, los acusa de no
ser lo suficientemente enfáticos en promover la resolución. Ante la “excusa”
de la autonomía de cada sindicato ironiza: “Quisiera saber si los gremios no
fueran clasistas, si la central aceptaría que tuvieran representación en el
Ejecutivo”.

Martín Pereira confiesa a Brecha que hoy no está en la agenda del
Secretariado pensar las estrategias para el cumplimiento de esa cuota, ni
cómo resolver la subrepresentación de las mujeres. Ante esto, Pau alega que
no necesariamente no está en agenda, sino que “lo urgente supera lo
importante”. Para ella la estrategia es sensibilizar y educar en igualdad de
género a compañeros y compañeras. Ambos coinciden en que los cargos para
“repartir” siguen siendo los mismos con o sin cuota, lo que implica que
alguien ceda su lugar. El dirigente afirma que a pesar de la sensibilización
en la temática, el razonamiento es el mismo: “El sillón es mío y no lo
quiero soltar”.

La activista de Mysu, a su vez, aclara que se trata de espacios de poder y
que “nadie los cede gratuitamente”. Considera que hay un déficit en cómo
abordar la discusión, explica que la política y el sindicalismo son espacios
masculinos cuyas reglas de juego están pensadas por y para hombres. Al no
discutir este aspecto se espera una cierta masculinización de las mujeres
que llegan, y las responsabilidades domésticas y de cuidados no están en
ningún sentido conciliadas con la participación. Y denuncia que detrás de
esos hombres militantes dedicados en tiempo completo a la tarea hay un
descuido de las responsabilidades familiares. Propone entonces que la
discusión no sólo transite por cómo armonizar lo sindical con lo
reproductivo, sino también por cómo repartir estas responsabilidades.

Esta interpelación a las reglas de juego no es nueva, las feministas que
integraban la central sindical y los movimientos de izquierda en la apertura
democrática habían golpeado la mesa con estas cuestiones, con mucho más eco
que en la actualidad. Ana Laura di Giorgi, investigadora de la Facultad de
Ciencias Sociales (Udelar), cuenta a Brecha que ellas instalaron el reclamo
de que las sindicalistas trabajaban a triple jornada: en el sindicato, en el
espacio laboral y en el hogar, y que este último no sólo no era reconocido a
nivel salarial sino que limitaba e incluso impedía su participación.

La historia deja en evidencia que esta prédica no alcanzó para que los
hombres tomaran la causa como propia. Sin embargo la investigadora destaca
que esas activistas lograron que en el Primer Congreso Extraordinario del
Pit-Cnt se recibiera un documento firmado por ellas y que la central
reconociera en su agenda que la mujer ocupaba un lugar subordinado.

Di Giorgi identifica como un mérito de estos movimientos que el trabajo de
las empleadas domésticas sea considerado como calificado, ya que fueron
quienes convencieron a la central de que había que sindicalizar a estas
trabajadoras y exigir para ellas seguridad social. Esa batalla intrasindical
la dieron y ganaron estos movimientos de mujeres.

El discurso y la realidad

Pereira afirma que las resoluciones no necesariamente implican el cambio
cultural, que es más lento, y opina que a pesar de que la central hace más
de una década que tiene reglamentada la cuota, y más de dos que tiene
comisiones trabajando en temas de género, “en la práctica aún estamos muy
lejos”.

Beatriz Fajián formó parte del Secretariado Ejecutivo por más de un
quinquenio como miembro pleno –con voz y voto–, y en la Secretaría de Género
desde 2012 hasta 2015. En charla con Brecha relata que fue muy duro
participar en la central siendo mujer: “Somos siempre de segunda”. Recuerda
que en las discusiones le era muy difícil que sus opiniones fueran
escuchadas, pero que “luego un compañero repetía lo mismo y todos le daban
la derecha”. Fajián aclara que no era una cuestión de maltrato (“los
compañeros eran muy respetuosos y atentos conmigo”), sino que el problema
era no ser tratada como igual por sus pares.

Esta percepción es compartida por Milagro Pau: “Después de una reunión vos
les preguntas a algunos compañeros si saben lo que dijiste y no tienen ni
idea; si en lugar de hablar yo hablara un hombre eso no pasaría”. En
contraposición, resalta que asistió a la penúltima reunión que tuvo el
Pit-Cnt con Tabaré Vázquez, propuesta que surgió del presidente de la
central, Fernando Pereira. Fue la primera vez que una mujer asistió a una
entrevista con el presidente en representación de la central. La dirigente
recuerda el asombro tanto de sus compañeros con la propuesta como de Vázquez
al recibir a una mujer. Confiesa que en la interna hubo ciertas
resistencias, pero prefiere guardar para “la intimidad del movimiento
sindical” quiénes encabezaron la negativa. Sin embargo, Fajián recuerda que
nunca conseguía los consensos para ir a la Organización Internacional del
Trabajo (Oit) ni para lograr oradoras mujeres para el acto del Primero de
Mayo. Aunque, luego de “una dura batalla” desde la Secretaría de Género, se
consiguió que tuvieran asegurado un mínimo de 15 minutos.

Pero no siempre fue así: Di Giorgi relata que en el Primero de Mayo de 1986
subió Mabel Pizarro al estrado. No sólo se trató de una oradora mujer,
porque sus reclamos no eran únicamente en nombre del trabajador universal,
sino que su discurso tuvo una clara prédica desde las trabajadoras,
denunciando la doble situación de explotación de las mujeres.

El feminismo y la izquierda

Entender las demandas de igualdad de género como demandas burguesas es una
de las resistencias de la izquierda ante este movimiento. Abracinskas, a
quien le ha tocado ir varias veces a la Mesa Representativa, percibe una
desvalorización de la problemática tanto en la central como en la izquierda
en general. A su entender se la concibe como una “sofisticación de la
demanda social y de derechos”, y por eso no es considerada a la altura de la
agenda que se propone garantizar educación, salud y trabajo. Concluye que
para los sindicalistas esta agenda “tiene un tintillo de demanda burguesa,
nos ven como unas burguesitas”.

Esta asociación tiene tantos años como el movimiento. Di Giorgi resalta que
las feministas de los ochenta hicieron un notable esfuerzo por desmarcarse
de la etiqueta y embanderar a sus compañeros con este asunto. Pusieron
énfasis en explicar cómo la desigualdad de género es funcional al
capitalismo y a la desigualdad de clase, ya que todo el sistema de cuidados
que recae sobre la mujer implica un ahorro inmenso para el Estado y la
patronal, beneficiando así a las clases dominantes.

Al margen del escaso éxito de esta demanda, estos argumentos dan cuenta de
un estado de debate interno más intenso, que hoy parece haberse adormecido.
Según Abracinskas falta presión política desde dentro: “Falta un trabajo
mucho más argumentativo y de mayor peso ideológico en cómo confrontar
críticamente a la central sindical en su subrepresentación. Yo puedo pegar
de afuera, pero no importa, soy un agente externo”.

Hoy los principales reclamos de la central sindical con enfoque de género
son los que la activista denomina como “emergentes”, vinculados a las
medidas amortiguadoras de los efectos de la desigualdad para la mujer, con
un enfoque de protección. “Es más fácil ver a las mujeres como víctimas que
como sujetos de derecho –remarca–, y todavía ni la central sindical ni el
gobierno ni las fuerzas de izquierda ven a las mujeres como sujetos de
derecho.”

Los movimientos de las sindicalistas de la posdictadura, según Di Giorgi,
también habían debatido el riesgo de centrarse sólo en medidas inclinadas a
la protección. Argumentaban que las licencias y jubilaciones especiales, que
aseguraban que además de trabajadoras pudiesen ser madres y amas de casa,
las reinscribían en ese rol desigual.

Pau destaca entre las conquistas con enfoque de género la licencia por
violencia doméstica y la licencia paternal, aunque aclaró que sólo el 15 por
ciento la goza. Explica que aspectos como la equiparación salarial y el
acceso a cargos gerenciales son difíciles de monitorear, porque existen
“trampas” desde la patronal. En el ámbito bancario, ejemplifica, un hombre y
una mujer ganan lo mismo por el mismo cargo, pero el ascenso, que repercute
en el salario, es más rápido para los hombres. Enfatiza que desde la
Secretaría de Género hacen un control constante de los llamados laborales,
para que no limiten la postulación de mujeres, aunque muchas veces sin
decirlo explícitamente se ponen cláusulas con sesgo de género.

Según Abracinskas, la falta de un enfoque de este tipo en los reclamos de la
central se ilustra en la escala salarial: los trabajos peor pagos son los
que en cierto sentido funcionan como extensiones de las tareas
reproductivas, que son las menos valoradas: la limpieza, la docencia, la
salud, el sistema de acompañantes. La activista considera que si esta
perspectiva estuviera incorporada en las negociaciones salariales, los
reclamos serían otros. Pero “vivimos en un sistema que no le hinca el diente
a las desigualdades”, explica. No sólo en la central las mujeres están
subrepresentadas, dice, la Cámara de Comercio y la de Industria están
dirigidas cada una por seis y ocho hombres, respectivamente, y en las
negociaciones el Estado es generalmente representado con mayoría masculina.
Es en este marco que se toman las decisiones que afectan a toda la masa
trabajadora.

Se utiliza el término “techo de cristal” para referirse a esa línea
invisible que impide que las mujeres accedan a cargos jerárquicos en los
empleos. Pau enfatiza que sin duda existe un espejo de esta realidad en el
movimiento sindical. Mientras las mujeres de dentro apuestan a la
sensibilización y al largo plazo, feministas como Abracinskas exigen que
esta discusión sea llevada al límite, y no le preocupa que sea una amenaza
de fractura en el movimiento sindical.

Hoy, a 13 años de reglamentar la cuota y a 30 de aquel feminismo
efervescente de la posdictadura, no se divisa en un horizonte cercano la
paridad en los órganos de conducción. Hay quienes dicen que entre el
feminismo y la izquierda hay “un amor no correspondido”, porque las
feministas quieren más a la izquierda de lo que la izquierda las quiere a
ellas.

Nota 

1) “El movimiento sindical uruguayo, el camino hacia la cuota”. Departamento
de Género y Equidad, Pit-Cnt.

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Metiendo la cuchara

El último congreso del Sunca (Sindicato Único Nacional de la Construcción y
Anexos), celebrado semanas atrás, contó con una participación de 10,5 de
delegadas femeninas (200 en 1.900 congresales), presencia histórica, ya que
las mujeres conforman sólo el 4,1 por ciento del total de empleados del
rubro. Se trata de un sindicato único a nivel nacional, que a su vez tiene
direcciones departamentales y por rama, explicó a Brecha Daniel Diverio,
secretario general de ese sindicato (y también integrante del Secretariado
Ejecutivo del Pit-Cnt). Aseguró que en estos tres órdenes participan
mujeres, además de en los centros de trabajo donde hay delegadas.

La inserción de las mujeres es una línea de trabajo del Sunca. A partir de
algunas conquistas sindicales, el gremio, por ejemplo, pudo asegurar en los
convenios cupos por sorteo para mujeres jefas de familia (que reciben ayuda
del Mides) en obras públicas. Otra medida es que en cada centro de trabajo,
al elaborarse una plataforma, se explicita en ella la necesidad de insertar
mujeres y personas con discapacidades.

Diverio prefiere no hablar de cuotas, y alega que en el sindicato de la
construcción –con mayoría de trabajadores hombres– algunas medidas generaron
“naturalmente” que las mujeres ganaran su espacio, tanto en lo laboral como
en los órganos sindicales, aunque el proceso es aún “insuficiente”. 

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Puertas adentro

•La Secretaría de Género del Pit-Cnt ha incluido la perspectiva de género en
todos los cursos de formación sindical.

•Milagro Pau explicó que en Aebu hace 15 años que dan talleres de género a
los niños que concurren a la guardería del sindicato.

•La Ffsp, que preside Martín Pereira, hoy no cuenta con comisión de género.
El dirigente explicó que se disolvió cuando cambiaron las autoridades, y que
“se está armando”. Aclaró que mientras tanto funcionan con la de Cofe.

•El Pit-Cnt tiene como resolución desafiliar a cualquier compañero que sea
denunciado por violencia doméstica o de género, independientemente del cargo
que ocupe.

•El Pit-Cnt sostenía la casa Alma Fernández, cuyos usos tenían una
perspectiva de género: dar alojamiento a las trabajadoras que hubieran
vivido violencia doméstica, alojar a las empleadas rurales cuando venían a
la capital y a las empleadas domésticas que eran despedidas de sus trabajos.
Esa casa fue cedida en calidad de préstamo al gobierno para alojar a los
presos de Guantánamo; luego, la casa que era alquilada, se entregó a sus
dueños. Hoy el Pit-Cnt no cuenta con un espacio similar.

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