Argentina/ burocracia sindical: la columna vertebral de Macri [Fernando Rosso]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Jun 3 18:36:24 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

3 de junio 2016

Boletín Informativo

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Argentina

La quietud cómplice ante el veto a la ley antidespidos, el mayor aporte de
los dirigentes sindicales a la gobernabilidad del macrismo

Burocracia sindical: la columna vertebral de Macri

Fernando Rosso

La Izquierda Diario, Buenos Aires, 3-6-2016 

http://www.laizquierdadiario.com/

“La Gata Sylvestre, digo el Gato Sylvestre que hasta hace seis meses le
chupaba las medias y otras cosas a la expresidenta, ahora es la Tigresa
Acuña, dejate de joder”, chicaneaba Hugo Moyano un poco sacado a la salida
de la cumbre sindical que decidió no llamar a ninguna medida de fuerza luego
del veto del presidente Mauricio Macri a la ley antidespidos.

Con esa maniobra de bajo vuelo, Moyano pretendió correr el eje del debate
hacia un enfrentamiento mediático con el periodista que saltó del
hiperclarinista A dos voces a un kirchnerismo explícito no menos parcial. El
líder de un sindicato estratégico, intentando esconder la defección de una
pelea real con una escena de pobre batalla cultural pasada de moda.

Previamente y con mucha más convicción y vehemencia de la que tuvo cuando
hizo su opaco discurso en la marcha sindical del 29 de abril (29A), Antonio
Caló (UOM) aseguraba: “No hay medida de fuerza, no hay medida de fuerza”, y
una sonrisa cínica se le dibujaba en la boca.

Fue el jueves 26 de mayo, el día en que el grueso de la burocracia sindical
argentina dio muestras de su nivel de descomposición como organizaciones del
movimiento obrero. La caricaturesca y bochornosa salida de los jefes de
ambas CGTs de la reunión en la que se trataba la unidad fue una muestra de
la naturaleza reaccionaria de la casta que ocupa los sindicatos.

En abril, los principales dirigentes gremiales fueron al Congreso a
solicitar a los legisladores una ley contra los despidos. Poco antes, habían
realizado la importante movilización del 29A frente al Monumento al Trabajo.

Luego de que la limitada ley se aprobara y de que Macri ejerciera el poder
monárquico del veto para derogarla, los dirigentes salieron a informar que
van a organizar una jornada de ollas populares para que los sectores que
pasan hambre vayan a comer ese día. Una burla cómica si no fuera trágica y
además, una medida que aún no tiene fecha definida. La concentración del 29A
quedó ritualizada, como una escena que mostró al movimiento obrero como
símbolo de amenaza para ocultarlo inmediatamente después.

La movilización de las CTAs de este jueves 2 de junio, no sólo fue limitada
en convocatoria, sino también en programa y planteos: fueron contemplativos
con el resto de la dirigencia y no hablaron de las luchas de Tierra del
Fuego o Santa Cruz.

El giro en la situación política y el clima más “amable” para el gobierno
nacional, en relación a los complicados días en los que recibió el traspié
de la votación de la ley contra los despidos, mientras se extendía el
malestar social por los tarifazos, no puede entenderse sin esa decisión
clave de los jerarcas sindicales de los gremios estratégicos.

El decisionismo exitoso que pretendió mostrar Macri con el veto no se
comprende sin la cobardía oportunista de la casta sindical. El “bonapartismo
blanco” del líder de la CEOcracia reposa sobre la genuflexión de los que se
autodenominan jefes del movimiento obrero organizado.

En la Argentina, los sindicatos son las organizaciones masivas más
importantes de la sociedad civil, con la peculiaridad de que están
semiestatizadas. Hay en el país 1636 gremios con personería y 1623 con
simple inscripción, en total suman nada más y nada menos que 3259
organizaciones gremiales. Según datos el Ministerio de Trabajo, de 2003 a
2014 se conformaron más de 650 organizaciones. Sin embargo, casi todos estos
sindicatos nuevos son locales, de fábrica o con escaso peso. La “década
ganada”, lo fue ante todo para la gerontocracia que dirige las
organizaciones gremiales y que mantuvo y fortaleció su poder amparada por la
regimentación y los fondos estatales.

Pese a esto, los números ubican a la Argentina entre uno de los países con
mayor tasa de sindicalización del mundo, con un porcentaje que ronda el 37 %
aproximadamente. Y aunque no incluye a todos los trabajadores -que
alcanzaban los 12,4 millones, según el Indec, en octubre del año pasado-, la
fracción sindicalizada es muy significativa: más de 4 millones están dentro
del régimen de negociación salarial colectiva entre los trabajadores,
empresarios y el Estado.

En ese contexto, que el mayor problema político de Macri en la coyuntura
provenga de las diatribas ruidosas de “Lilita” Carrió lanzada a la temprana
campaña electoral, sólo puede ser posible porque la cuestión social o la
cuestión obrera, es meticulosamente pasivizada por el peso muerto del
“partido sindical”.

El potencial contenido que posee la clase trabajadora organizada en el país
es reconocido ampliamente. En una entrevista que se publicará en el próximo
número de la revista Ideas de Izquierda, el intelectual y ensayista
Alejandro Horowicz sentencia sobre el presente nacional: “En este momento si
hubiera un paro general y el tercer cordón decide moverse, el gobierno se
cae.” La caída puede quedar como una exageración polémica, no así la grave
crisis en la que entraría si ese potencial social se pusiera en movimiento.

La dirigencia sindical dejó pasar los miles despidos y el golpe al salario
que significaron los tarifazos y la inflación desde la devaluación. Hasta
ahora, con 70 % de las paritarias acordadas, los aumentos salariales han
oscilado entre 27 % y 31 % (con números optimistas, sin desglosar las
cuotas), cifras muy lejanas al 40 % que se calcula de inflación. Una
transferencia de entre 8 y 10 puntos desde los trabajadores hacia los
empresarios.

La ideología peronista de la casta dirigencial sólo puede entenderse en el
amplio sentido que le daba el sociólogo Ricardo Sidicaro al peronismo cuando
aseguraba hace unos años que el partido fundado por Perón es sólo una
"federación de dirigentes con recuerdos en común". La esencia de la (no)
ideología de la burocracia sindical está determinada por la defensa de sus
propios intereses materiales a cambio de los cuales cumple la función en la
garantía de la gobernabilidad. Por eso sus convicciones de lucha tímidamente
enunciadas en la marcha del 29A fueron cediendo de manera directamente
proporcional al flujo de fondos que Macri liberó para las obras sociales.
Sindicatos ricos y trabajadores pobres, fue la máxima que rigió la práctica
de los dirigentes sindicales en tiempos de crisis y podría sintetizar el
programa del “partido semiestatal” que gana autonomía de los trabajadores,
no así del poder de turno. Un conservadurismo que sólo rompen cuando corren
riesgo de ser superados por las bases.

El caso de Moyano es significativo: en el ocaso de su ciclo parasita cierto
prestigio de haber sido el que “luchó contra Menem", aunque luego pasó por
el oficialismo de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández hasta que fue casi
expulsado por el frepasismo rabioso que caracterizó a la administración de
la expresidenta.

Como se dijo, la “burocracia sindical constituye un aparato para-estatal que
actúa como ‘sociedad civil’ cuando tiene que contener y como Estado (banda
para-estatal) cuando tiene que apuntalar la represión”.

Los insultos provenientes de referentes del kirchnerismo hacia los
traidores, olvidan que fue bajo la administración anterior que se mantuvo
intacto el poder de los traidores: la “traición” fue acordaba en la sede de
UPCN (estatales nacionales) que junto al Suterh (empleados de edificio)
fueron pilares de las unidades básicas del FpV en Ciudad de Buenos Aires.
Antonio Caló, Ricardo Pignanelli (SMATA) y hasta el “Centauro” Andrés
Rodríguez (UPCN), posaban como los “muchachos” mimados en los años
kirchneristas.

El quietismo ante el veto a la ley antidespidos y el ajuste en curso, se
constituye como el primer acto participacionista en la era Macri. La
burocracia se postula como la columna vertebral de la gobernabilidad de
Cambiemos que avanza con su neoliberalismo posible. Un hecho de relevancia
política nacional y un acontecimiento del que sólo puede derivar una
conclusión: hay que recuperar los sindicatos para los trabajadores.

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