EEUU/ una reflexión sobre el triunfo de Trump [Rolando Astarita]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Nov 15 08:25:29 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

15 de noviembre 2016

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germain5 en chasque.net

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Estados Unidos

Una reflexión sobre el triunfo de Trump

Rolando Astarita

Buenos Aires, 11-11-2016

https://rolandoastarita.wordpress.com/

El triunfo de Donald Trump ha provocado un fuerte impacto en el mundo, y en
particular en amplios sectores de la izquierda. Trump es un racista,
machista y anti-inmigrantes, que ha recibido el apoyo de los grupos
fascistas y los defensores de la supremacía blanca; y de los elementos más
reaccionarios del exilio cubano. También tuvo el apoyo de amplias capas de
la clase media –pequeños y medianos empresarios, comerciantes, granjeros-,
muchos de ellos partidarios del Tea Party Movement; y de tradicionales
votantes del Partido Republicano. Los enemigos declarados de toda esta gente
son “la clase política” en general, Washington y su burocracia, Wall Street
y las grandes corporaciones, los altos impuestos (en primer lugar los costos
del programa de salud de Obama) y el endeudamiento público. Trump supo
darles cauce, al presentarse como un outsider (millonario, faltaba más).

Sin embargo, y desde una postura de defensa de las ideas socialistas, uno de
los temas más importantes es el voto a Trump de trabajadores, o desocupados,
blancos, y vinculados a la industria manufacturera.

Como se ha señalado en muchos estudios y encuestas, tal vez la razón
fundamental que explica el voto a Trump de estas franjas de la población
trabajadora es el descontento con la situación económica, la pérdida de
empleos y la baja de largo plazo de los salarios. Indudablemente, el sector
industrial ha sido profundamente afectado. Desde el pico alcanzado en 1979,
y hasta 2015, en EEUU se perdieron 7,2 millones de empleos, una caída del
37%. Pero la pérdida más rápida se dio en la última década y media: desde
enero de 2000 a diciembre de 2014 se eliminaron 5 millones de puestos de
trabajo en la manufactura. Si entre 1980 y 1999 la pérdida fue a un promedio
del 0,5% anual, entre 2000 y 2011 fue del 3,1% (véase R. D. Atkinson, L. A.
Stewart, S. M. Andes y S. J. Ezell, “Worse Than the Great Depression: What
Experts Are Missing About American Manufacturing Decline” ITIF, 2012,
http://www2.itif.org/2012-american-manufacturing-decline.pdf).

Además, el cierre de manufacturas fue acompañado por una larga caída de los
salarios de una amplia franja de trabajadores: según estadísticas oficiales,
los salarios (calculados en dólares de 2013) de las personas que completaron
4 años de colegio secundario, desde 1973 a 2013, cayeron 27,8%. La
compensación horaria salarial promedio solo aumentó un 15% desde mediados de
los 1970 hasta 2013, en tanto la productividad aumentó en ese lapso un 133%.
Otro dato clave: los trabajadores part-time, pero que desean un trabajo a
tiempo completo, son 6 millones, el nivel más alto de los últimos 30 años.
Aproximadamente el 25% de ellos vive en la pobreza. Los índices de
desocupación pueden ser bajos, pero millones están en la subocupación. Como
contrapartida, el 1% más rico de la población recibía, en 2014, el 21,2% del
ingreso total (en 1973 estos recibían el 8,9% del ingreso total). ¿No hay
razones para que los trabajadores rechacen el sistema, sus ideólogos y
políticos?

Sin embargo, los ideólogos del capital sostienen que la pérdida de empleos
industriales es un proceso “natural”, de transición hacia una economía “de
los servicios y el conocimiento”. También se dice que se debe solo al avance
tecnológico. Pero si bien hay algo de esto, no se trata solo de avance
tecnológico. Lo esencial es que desde la Gran Recesión de 2007-2009 la
economía tuvo un crecimiento extremadamente débil, y el producto industrial
ha disminuido. En ese marco, las importaciones de China, México u otros
países –con costos laborales más bajos-, y la sobrecapacidad de las
industrias de China, han puesto una fuerte presión a sectores de la
industria yanqui; o han acelerado la salida de capitales. Por eso, la
promesa de Trump de poner tarifas del 45% a las mercancías chinas fue vista
como una solución por muchos trabajadores. También su promesa de rechazar el
Tratado de Libre Comercio con México y Canadá (lo que representaría,
automáticamente, una suba del 25% de las tarifas).

Lo anterior explicaría también por qué las acusaciones a Trump no hicieron
mella en estos trabajadores. Por otra parte, las ciudades y regiones
devastadas por el cierre de empresas pueden explicar muchos votos
“inexplicables” (hubo voto femenino a Trump, a pesar de su sexismo; o voto
de inmigrantes, a pesar de su xenofobia).

La agenda de proteccionismo y xenofobia de Trump se inscribe, además, en el
ascenso de las propuestas derechistas, xenófobas y nacionalistas, que
también vemos en Europa, y a las que hicimos referencia en otras notas
referidas al Brexit (ver, por ejemplo, aquí, aquí, aquí). Se inscribe
también en una desaceleración que ha tenido el crecimiento del comercio
mundial en los últimos 4 años (aunque, en nuestra opinión, este hecho está
lejos de revertir la tendencia a la mundialización del capital). Estos
aumentos de las tensiones tienen su causa última en el semi-estancamiento
económico de grandes zonas –la zona del euro, Japón- y la agudización de la
competencia entre grandes corporaciones.

De todas formas, lo que nos interesa remarcar ahora es que el programa del
proteccionismo y el nacionalismo, no constituye una salida progresista para
la clase trabajadora. El nacionalismo de gran potencia –en este caso, de la
mayor potencia del mundo- es absoluta y totalmente reaccionario. En el caso
de EEUU ni siquiera existe la excusa –típica del marxismo nacionalista
latinoamericano- de decir “luchamos por la liberación nacional”. Por eso
también hay que decir que el proteccionismo “socialista” de Bernie Sanders
tampoco tiene un átomo de progresismo. Recordemos que Sanders también
propuso rechazar el Tratado de Libre Comercio con Canadá y México. Es un
discurso que allana el camino a los Trump y basuras por el estilo.

En definitiva, el más que justificado odio de los explotados y marginados a
Washington, Wall Street y las corporaciones –y por lo tanto, a Hillary
Clinton- no es argumento para considerar que el nacionalismo económico, sea
en versión Trump, o versión Sanders, constituya una solución para los
trabajadores de EEUU, o del resto del mundo (porque lo que sucede en EEUU
repercute en todos lados).

Aunque los socialistas se queden en total minoría frente a la corriente
dominante, hay que decir las cosas como son. Además, en tanto la clase
obrera confíe en el nacionalismo, no habrá posibilidad de construir una
agenda socialista. Y esta deberá adoptar, necesariamente, un enfoque
internacionalista.

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