Cuba/ Fidel Castro (1926-2016) [Samuel Farber]
Ernesto Herrera
germain5 en chasque.net
Mar Nov 29 00:11:46 UYT 2016
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Correspondencia de Prensa
29 de noviembre 2016
Boletín Informativo
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Cuba
Fidel Castro (1926-2016)
Samuel Farber *
26/11/2016
IN THESE TIMES, 26-11-2016
http://inthesetimes.com/
A l´encontre, 27-11-2016
http://alencontre.org/
Viento Sur, 29-11-2016
http://www.vientosur.info/
Tras una larga enfermedad que le obligó a renunciar a su cargo en julio de
2006, Fidel Castro murió el 25 de noviembre pasado. Castro había sobrevivido
antes a muchos intentos de EEUU de derribar su gobierno y eliminarlo
físicamente mediante el patrocinio de invasiones militares, numerosas
tentativas de asesinato y ataques terroristas. Ejerció el poder político
supremo en Cuba durante más de 47 años, e incluso después de retirarse
continuó políticamente activo durante varios años, reuniéndose con numerosas
personalidades extranjeras y publicando sus Reflexiones en la prensa del
Partido Comunista Cubano.
Fidel era hijo de la cubana Lina Ruz y del inmigrante gallego Ángel Castro,
quien llegó a ser un rico productor azucarero en la isla. Fidel estudió en
un colegio jesuita, considerado una de las mejores escuelas de Cuba. Después
de acceder a la facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, en 1945,
comenzó su actividad política colaborando con una de las diversas bandas que
asolaban la universidad. Como activista universitario combativo, Fidel
participó en 1947 en un intento de invadir la República Dominicana para
provocar un levantamiento contra Trujillo, y en el “Bogotazo” de 1948,
cuando una amplia ola de disturbios sacudió la capital colombiana tras el
asesinato del dirigente liberal Eliécer Gaitán. El carácter desorganizado y
caótico de estas empresas fallidas marcó de modo importante las ideas de
Castro sobre la disciplina política y la supresión de las opiniones y
facciones disidentes en el seno del movimiento revolucionario.
Después se unió al activo Partido Ortodoxo, dirigido por el carismático
senador Eduardo Eddy Chibás, donde llegó a ser candidato a la Cámara de
Representantes. El Ortodoxo era un partido reformista, democrático y
progresista, anticomunista declarado y centrado en la lucha contra la
corrupción política que hacía estragos en la isla. Fue la sección juvenil de
este partido la principal fuente de reclutamiento de Fidel Castro cuando
optó por la lucha armada contra la recién establecida dictadura militar del
general retirado Fulgencio Batista.
Batista había tomado el poder mediante un golpe de Estado el 10 de marzo de
1952, realizado para impedir las elecciones generales que debían tener lugar
el 1 de junio de ese mismo año y que él estaba seguro de perder. A finales
de 1956, poco más de dos años antes de derribar a Batista, el Movimiento 26
de Julio de Castro, así llamado por la fecha de su intentona armada
fracasada de 1953, comenzó a emerger como el polo opositor hegemónico a la
dictadura. Esto fue posible, en parte, gracias al colapso de los viejos
partidos políticos cubanos, incluido el Ortodoxo, y al fracaso de los
levantamientos dirigidos por otras organizaciones.
Por otro lado, su hegemonía en las filas revolucionarias también fue fruto
de sus propios talentos políticos. Castro era un astuto político
revolucionario y sabía utilizar con maestría los elementos clave de la
ideología política democrática predominante en el seno de la oposición a
Batista para atraer y ampliar el apoyo de todas las clases sociales del
país. Así, endosó repetidamente, antes de la victoria del movimiento
revolucionario, la constitución de 1940, una constitución progresista y
democrática que gozaba de gran popularidad. También rebajó, sin merma de su
combatividad política, el radicalismo social de La historia me absolverá, su
famoso discurso de 1953.
Fidel Castro era un consumado táctico que captaba al instante las cuestiones
clave del momento y actuaba en función de ellas. Por ejemplo, después de
salir de la cárcel y refugiarse en México en 1955, acuñó el lema de “en
1956, seremos libres o seremos mártires”. Sabía que con esta promesa estaba
obligado a volver a Cuba ese año, aunque no estuviera preparado desde el
punto de vista militar, pues de lo contrario corría el enorme riesgo de
perder la credibilidad. Sin embargo, decidió que aquella frase era necesaria
para diferenciar su grupo de sus competidores armados y revitalizar la
conciencia política, especialmente de la juventud, que se había visto muy
erosionada por la decepción. Cumplió su palabra y entró en Cuba junto con
otros 81 hombres a bordo del Granma a comienzos de diciembre de 1956, lo que
incrementó significativamente su prestigio.
Tras la victoria
La derrota total del ejército de Batista por parte de Castro y su tropa
abrió la vía a la transformación de una revolución política democrática
interclasista en una revolución social. En los dos primeros años que
siguieron a la victoria, Fidel Castro consolidó el aplastante apoyo popular
de que gozaba mediante una redistribución radical de la riqueza, que
posteriormente desembocó en una nacionalización completa de la economía,
incluidos los establecimientos minoristas más pequeños.
Esta economía eminentemente burocrática dio lugar a una fuerte caída del
rendimiento, agravada en gran medida por el criminal bloqueo económico
impuesto por EEUU sobre Cuba en 1960. Fue la ayuda masiva de la Unión
Soviética la que permitió al régimen mantener un nivel de vida austero que
aseguraba la satisfacción de las necesidades más básicas de la población,
especialmente en materia de educación y salud. Otro factor igualmente
importante que reforzó el respaldo popular del régimen castrista fue la
revitalización de un antiimperialismo popular que estaba latente en la isla
desde la década de 1930.
Control organizativo
El gobierno de Fidel Castro transformó el apoyo popular en movilización
popular. Esta fue la contribución más significativa del régimen cubano a la
tradición comunista internacional. Sin embargo, al tiempo que favorecía la
participación popular, Fidel evitó el control democrático desde abajo y
acaparó tanto poder político personal como pudo. Bajo su liderazgo, a
comienzos de 1960 se estableció el régimen de partido único, sancionado
legalmente en la constitución aprobada en 1976.
El Partido Comunista en el poder utiliza las “organizaciones de masas” como
correas de transmisión para las “orientaciones” del partido. Cuando se
establecieron oficialmente estas “organizaciones de masas”, en 1960,
quedaron eliminadas todas las organizaciones independientes que existían y
que podían competir con las instituciones oficiales. Entre ellas se
incluyeron las “sociedades de color”, que durante mucho tiempo habían sido
el cimiento de la vida organizativa de los negros en Cuba, numerosas
organizaciones de mujeres, en su mayoría dedicadas a actividades benéficas,
y los sindicatos, que fueron incorporados al aparato de Estado tras una
profunda purga de todas las disidencias.
El control personal ejercido por Fidel Castro desde la cúspide fue una causa
importante de irracionalidad económica y despilfarro. El balance global de
sus intervenciones personales en los asuntos económicos es bastante
negativo, desde la campaña económicamente desastrosa de la zafra de los diez
millones en 1970, que no logró alcanzar sus objetivos en la producción de
azúcar y distorsionó el resto de la economía, hasta la incoherencia
económica y la microgestión intrusiva de su “batalla de ideas” poco antes de
retirarse.
Manipulación y represión
Una característica destacada de los 47 años de ejercicio del poder de Fidel
Castro fue su manipulación del apoyo popular. Esto se puso especialmente de
manifiesto en los primeros dos años de la revolución (1959-1960), durante
los cuales nunca reveló, ni siquiera a sus seguidores, adónde pretendía
dirigirse políticamente. La censura sistemática que estableció su régimen a
partir de 1960 es inherente a la política manipuladora, y continúa bajo Raúl
Castro. Los medios de comunicación, de conformidad con las “orientaciones”
del Departamento Ideológico del Partido Comunista Cubano, solamente publican
las noticias que satisfacen las necesidades políticas del gobierno. La
censura es sumamente drástica en la radio y la televisión, que operan bajo
la batuta del ICRT (Instituto Cubano de Radio y Televisión), una institución
desdeñada por muchos artistas e intelectuales por sus prácticas abusivas.
La ausencia sistemática de transparencia en la actividad del gobierno cubano
se mantiene bajo el gobierno de Raúl Castro. Un ejemplo claro es el cese
repentino, en 2009, de dos altos dirigentes políticos, el ministro de
Asuntos Exteriores Felipe Pérez Roque y el vicepresidente Carlos Lage, sin
que el gobierno explicara suficientemente la decisión. Después se produjo un
vídeo en que se detalla la versión gubernamental de aquellos hechos, pero
solo se muestra a un público seleccionado de dirigentes y cuadros del
Partido Comunista Cubano. La censura y la falta de transparencia se ha
convertido ocasionalmente en mendacidad declarada, como en el caso de los
repetidos desmentidos por parte de Fidel Castro de los malos tratos físicos
en las cárceles cubanas, pese a que los hayan documentado varias
organizaciones independientes de derechos humanos.
Fidel Castro creó un sistema político que no duda en recurrir a la
represión, y no únicamente contra los enemigos de clase, para consolidar su
poder. Es un sistema que utiliza la policía y medidas administrativas para
solventar conflictos políticos. Ha aplicado la legalidad de manera
arbitraria para reprimir la disidencia política y a la oposición. Entre las
leyes que ha invocado para ello se incluyen las que castigan la propaganda
enemiga, el desacato a la autoridad, la rebelión, actos contra la seguridad
del Estado, impresión clandestina, divulgación de noticias falsas,
peligrosidad social precriminal, asociación, reunión y manifestación
ilícitas, resistencia, difamación y libelo. En 2006, Fidel Castro admitió
que en tiempos había habido 15 000 presos políticos en Cuba, si bien en 1967
habló de un número de 20 000.
Política exterior
Para muchos latinoamericanos y otras gentes del tercer mundo, no fue el
establecimiento del comunismo en Cuba lo que despertó su simpatía por el
dirigente cubano, sino su abierto desafío al imperio estadounidense y su
tenaz persistencia en esta actitud. Fidel Castro no solo afirmó la
independencia de Cuba, sino que también apoyó y patrocinó movimientos en el
extranjero contra las clases dominantes locales y el imperio de EE UU. El
gobierno cubano pagó el precio de ello con invasiones militares propiciadas
por Washington, intentos de asesinato y campañas de terror, además del
prolongado bloqueo económico de la isla. Plantar cara al Goliat
norteamericano no solo era cuestión de parar los pies a una potencia muy
superior, sino también a la arrogancia y al racismo del poderoso vecino del
norte. Como ha señalado el historiador Luis A. Pérez, Washington trataba a
menudo a los cubanos como niños a los que había que enseñar a comportarse.
Sin embargo, hay muchos malentendidos en la izquierda con respecto a la
política exterior cubana. Aunque es verdad que Fidel Castro mantuvo su
oposición al imperio estadounidense hasta su último aliento, su política
exterior, particularmente a partir de finales de la década de 1960,
perseguía más la defensa de los intereses del Estado cubano, tal como él los
concebía y a la luz de su alianza con la URSS, que no el impulso de la
revolución anticapitalista como tal. Puesto que la Unión Soviética
consideraba que América Latina formaba parte de la esfera de influencia de
EE UU, presionó a Cuba política y económicamente para que rebajara su apoyo
abierto a las guerrillas latinoamericanas. A finales de la década de 1960,
la URSS se salió con la suya y esto explica por qué en la década de 1970
Cuba puso el punto de mira en África con un vigor que se nutría de la
conciencia de que su política en este continente esta estratégicamente más
compatible con los intereses soviéticos, pese a sus numerosos desacuerdos
tácticos.
La alianza estratégica con la URSS ayuda a comprender por qué la política
africana de Cuba tuvo implicaciones muy diferentes para Angola y el
apartheid sudafricano, donde en general se situó en la izquierda, que en el
Cuerno de África, donde no fue este el caso. En esta parte del continente,
el gobierno de Fidel Castro apoyó una sanguinaria dictadura “de izquierda”
en Etiopía y le ayudó indirectamente en su esfuerzo por acabar con la
independencia de Eritrea. El principal factor que explica la política cubana
en esta zona fue el hecho de que el gobierno etíope se había puesto del lado
de los soviéticos en la guerra fría.
Esta fue también la razón de que Fidel Castro, para gran sorpresa y
decepción del pueblo cubano, apoyara la invasión soviética de Checoslovaquia
en 1968, aunque estaba claro que la antipatía de Castro hacia la política
liberal de Dubcek influyó de modo importante en su decisión de apoyar la
acción soviética. Fidel Castro también apoyó, al menos implícitamente, la
invasión soviética de Afganistán en 1979, pese a que lo hizo de mal grado y
con sordina, dado que casualmente Cuba acababa de asumir la presidencia del
Movimiento de los No Alineados, cuyos miembros criticaron abiertamente, en
su gran mayoría, la intervención soviética.
Por lo general, la Cuba de Fidel Castro se abstuvo, incluso en las primeras
etapas de su política exterior a comienzos de la década de 1960, de apoyar
movimientos revolucionarios dirigidos contra gobiernos que mantenían buenas
relaciones con La Habana y rechazaban la política estadounidense hacia la
isla, al margen del color ideológico de dichos gobiernos. Los casos más
paradigmáticos de esta actitud basada en “razones de Estado” son las
relaciones muy amistosas que mantuvo Cuba con el México del Partido
Revolucionario Institucional (PRI) y la España de Franco. Vale la pena
señalar asimismo que en varios países latinoamericanos, como Guatemala, El
Salvador y Venezuela, el gobierno de Fidel Castro favoreció algunos
movimientos guerrilleros y de oposición y se opuso a otros en función del
grado en que estaban dispuestos a apoyar la política de Cuba.
Fidel Castro desde la perspectiva histórica
El establecimiento de un régimen de tipo soviético en Cuba no puede
explicarse mediante generalizaciones sobre el subdesarrollo, la dictadura y
el imperialismo, que se han aplicado a toda América Latina. El principal
factor que explica la singularidad de la evolución de Cuba es el liderazgo
político de Fidel Castro, que resultó decisivo en el triunfo sobre Batista y
en la definición del rumbo que tomó la revolución cubana tras la toma del
poder. A su vez, el papel de Fidel Castro fue posible por la situación
socioeconómica y política particular de Cuba a finales de la década de 1950,
que incluía la existencia de clases económicamente sustanciales, pero
políticamente débiles: capitalistas, clase media y clase obrera; un ejército
profesional y en buena parte mercenario, cuyo mando mantenía escasos lazos
con las clases económicamente poderosas; y un sistema notablemente
deteriorado de partidos políticos tradicionales.
El legado de Castro, sin embargo, se ha tornado incierto, sobre todo desde
el colapso de la URSS. Bajo Raúl Castro, el gobierno, particularmente
después del sexto congreso del Partido Comunista en 2011, prometió cambios
significativos de la economía cubana que apuntan en general hacia el modelo
chino-vietnamita, que combina la apertura al mercado capitalista con
autoritarismo político. El restablecimiento de relaciones diplomáticas con
EEUU, anunciado en diciembre de 2014 y aceptado a regañadientes por Fidel
Castro algún tiempo después, favorecerá probablemente esta estrategia
económica, en especial en el caso ahora improbable de que el Congreso de
EEUU modifique o anule la ley Helms Burton promulgada en 1996 (con el
consentimiento del presidente Clinton), que convirtió en ley el bloqueo
económico de la isla. Mientras tanto, la corrupción y la desigualdad van en
aumento, corroyendo la sociedad cubana y favoreciendo un sentimiento
generalizado de pesimismo y el deseo de muchas personas, especialmente
jóvenes, de salir del país a la primera oportunidad.
Dada la probable transición futura hacia un capitalismo de Estado y el papel
que puedan desempeñar los capitales y poderes políticos extranjeros, como EE
UU, Brasil, España, Canadá, Rusia y China, el porvenir de la soberanía
nacional cubana –tal vez el único elemento indudablemente positivo del
legado de Fidel Castro– parece sumido en la incertidumbre.
* Samuel Farber nació y se crio en Cuba y ha escrito numerosos artículos y
libros sobre dicho país. Su último libro se titula The Politics of Che
Guevara: Theory and Practice, publicado por Haymarket Press en 2016.
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