Colombia/ las caras detrás de la movilización [Juanita Vélez]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Oct 23 13:19:37 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

23 de octubre 2016

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Colombia

Las caras detrás de la movilización 

Juanita Vélez   

La Silla Vacía, 20-10-2016

http://lasillavacia.com/

Hoy en la noche (jueves 20) la ciudadanía va a marchar por tercera vez por
el centro de Bogotá, hasta la Plaza de Bolívar. Ya no será en silencio como
la primera vez, ni con un desfile de quienes más han sufrido el conflicto
armado como la segunda; esta es una marcha, organizada como las anteriores,
por estudiantes, y terminará en el centro de la Plaza, con una mesa que van
a poner al lado de la estatua de Bolívar para simular un diálogo. El plan es
que la gente se siente alrededor a esperar, con la paciencia de un
negociador, hasta que se prenda una antorcha. Su idea es que no se apague
hasta que haya un acuerdo.

¿Quiénes son los estudiantes?

Detrás de la marcha del silencio y de la marcha de hoy hay un grupo de 35
estudiantes de universidades de Bogotá. Desde Los Andes y la Javeriana,
hasta el Rosario, la Nacional, la Pedagógica, la Piloto y la Libre.

Antes de ser tantos un grupo chiquito venía haciendo pedagogía de los
acuerdos en los buses públicos. Eran Paula Salinas de Los Andes, Fabián
Murcia y David Sánchez de la Distrital, y Eduard Murcia y Luisa Anaya de la
Nacional. Todos estudiantes de pregrado que antes del plebiscito le
explicaban a la gente los acuerdos.

“Nos dimos cuenta que los buses eran perfectos para explicarle a la gente lo
que se estaba discutiendo y comenzamos”, le contó a La Silla Paula Salinas.

Tras la derrota del Sí empezaron a pensar qué hacer para presionar por un
acuerdo rápido desde donde fuera.

Fue entonces cuando apareció en el mapa Julián Carrero, estudiante de la
Maestría en Construcción de Paz de los Andes. Paula le escribió por Facebook
porque él publicaba varios comentarios diciendo que no era tiempo para
sentarse a llorar, que había que hacer algo.

Lo que siguió, como dice Julián, fue “totalmente espontáneo”: usaron el chat
que Paula  había creado con sus amigos del bus para agregar a los amigos de
Julián y a todos los que querían marchar.

Y comenzó a regarse la bola. Se reunían cuando podían. “Al principio no era
algo organizado. Éramos todos queriendo hacer algo como sumando esfuerzos.
La del silencio fue pura convocatoria por Facebook y Twitter que se
sintonizó con el sentimiento de la gente de hacer algo. Lo que fuera”,
cuenta Julián.

Lo más curioso es que después de esa marcha, que llenó periódicos y
pantallas de televisión, fue que comenzaron a entender que si querían seguir
movilizandose, tenían que organizarse todavía más.

Eso ha cambiado. Él ya tiene tan clara la organización, que la pinta para
explicarla. Pinta una bola con diez patas, que son los comités: Prensa,
Comunicaciones, Jurídico, Regiones, Relaciones externas, Innovación,
Pedagogía, Recursos Humanos y Financiero.

“Somos una organización descentralizada. Nadie tiene más poder que nadie”,
dice Paula. “Cada comité hace lo suyo y nos vamos contando por el grupo los
avances. Así juntamos la plata, nos conseguimos las tarimas, hablamos con
gente de otras ciudades”, agrega Julián.

Mientras estaban en eso, por otro lado, otro grupo de estudiantes quiso
hacer una marcha muy parecida a la de ellos. No tenían nombre. Eran solo un
grupo de amigos que luego de ver la derrota del Sí en el Parque de los
Hippies y llorar un buen rato, comenzaron a pensar en hacer algo. Ese algo
es la marcha de hoy.

El de la idea inicial fue Juan Pablo Medina, un estudiante de economía de
Los Andes que había trabajado con víctimas. “Me devolví a mi casa con una
tristeza inmensa, me dio por grabar un video contando lo que sentía que al
final nunca publiqué y después llamé a Maria Adelaida” le contó a La Silla.

Maria Adelaida es María Adelaida Melo, que ya se graduó de Ciencia Política
en los Andes y se conoce con Juan Pablo por la universidad. “Cuando me llamó
me dijo que quería hacer una marcha", cuenta. "Yo me reí al principio y
después me puse a armar el evento en Facebook.”

El problema, cuentan ambos, es que tenían todas las ganas pero no
experiencia en organizar marchas.

Pero en un almuerzo de La Silla Líder conocieron a Julián, el de la marcha
del silencio.

“Ahí comenzamos a hablar de unir esfuerzos y nos dimos cuenta que teníamos
una idea muy parecida de por qué movilizarnos”, cuenta Julián.

La primera reunión de ambos grupos, los de la marcha del silencio y los que
convocaron a la marcha de hoy, que llamaron “La Gran marcha Colombia
pacífica”, fue un sábado en el parque el Virrey.

Luego de ese encuentro Estefania Forero, también estudiante de los Andes y
quien estuvo en esa reunión, habló con su papá para que les prestara su
oficina para reunirse por las noches.

La Silla visitó ese “centro logístico”. Cuando llegamos, casi a las siete de
la noche, estaban todos sentados en una mesa de reuniones con sus
computadores abiertos, revisando el evento en Facebook y hablando de los
derechos de autor de una canción que habían usado para un video. 

De todo el diseño de la página y de las pancartas se encarga Natalia Suárez,
amiga del colegio de Juan Pablo y también estudiante de los Andes. 

“Ya vamos en cinco mil asistentes en el grupo, pero ojalá vayan más. Tenemos
toda la ilusión”, dice Maria Adelaida.

Los estudiantes de la marcha del silencio los apoyaron y terminaron
fusionados. Ahora comparten la estructura en comités y van todas las noches
a la oficina del papá de Estefanía. A veces les dan las 2 o 3 de la mañana
trabajando, dicen.

Cuentan que los han buscado políticos para sumarse, pero a todos les han
dicho que no. No dan nombres porque “no queremos polarizar más de lo que ya
estamos”, dice Juan Pablo. Y frente a la pregunta sobre de dónde sacan la
plata para coordinar todo, nos contaron que cada uno ha puesto lo que puede,
que no han recibido plata de nadie más.

¿Quiénes son los que acampan?

La idea de acampar, al igual que la de marchar, fue espontánea.

La noche de la marcha del silencio Katherine Miranda, una activista y que
trabajó con Antanas Mockus ayudándole a hacer la guerra de las almohadas,
decidió quedarse a acampar cuando todo el mundo se fuera.

“Me traje dos carpas que tenía en mi casa de mis viajes al Tayrona, las armé
y nos quedamos”, le dijo Miranda a La Silla.

Esa noche, se quedaron con ella Manuel Llano, un publicista; Juliana
Bohórquez, que es cineasta; Javier Escalada, a quien no le gusta que le
digan español sino vasco; Alejandro Díaz, un artista plástico; y Julián
Lozano, un ingeniero electrónico de 60 años. Los acompañaron en esa primera
noche dos habitantes de calle.

“Esa noche no dormimos. Nos la pasamos hablando sobre cómo nos íbamos a
organizar si esto se crecía y Javi, el vasco, que había participado en las
acampadas de la Plaza del Sol que dieron origen a ‘Podemos’ en España, nos
dijo que había que hacer un reglamento”.

Y entonces empezaron, desde lo más básico: no se puede fumar, ni tomar
trago, ni consumir drogas, ni tener sexo. Tampoco se pueden quedar a acampar
niños.

Por lo de los niños, varios indígenas que se querían quedar desde la semana
pasada no pudieron hacerlo.

Con el paso de los días fueron llegando más y más personas. Desde víctimas
de Soacha como Isaac, un afrodescendiente que fue desplazado por la
guerrilla y terminó viviendo en Cazucá; hasta una mujer que tiene el pelo de
todos los colores, le dicen ‘La Pola’, fue desplazada en Antioquia y cuando
vio las primeras imágenes de las carpas por televisión, se vino para Bogotá.

Hoy suman 16 días de acampar y ya son 200 personas durmiendo en 95 carpas.
No reciben a nadie más porque desde la marcha de los indígenas y víctimas la
semana pasada, un funcionario de la Alcaldía, según Katherine, les dijo que
por seguridad era mejor no agrandar más el campamento.

Tienen comités de todo tipo para asegurar la convivencia. Van desde el de
Comida y el de Donaciones hasta el de Convivencia y Felicidad’que, según
Katherine, “resuelve problemas como que alguien no le preste las llaves del
baño rápido a otro hasta si lo que debemos buscar es una Constituyente”.

Desde el tercer día hay una persona que les lleva jugo de naranja todas las
mañanas, y se comprometió a hacerlo hasta que paren de acampar.

“Cada media hora hay gente llevándonos cosas. Desde una cobija o una lata de
atún, hasta un abrazo”, cuenta Katherine.

Tienen además un perro callejero al que le pusieron Nobel porque llegó al
campamento el mismo día que el presidente Santos se ganó ese premio.

Fuera de las lluvias por las noches, que ya les ha inundado varias carpas, y
de tener que dejar todas las noches a su hija de 22 meses para irse a
acampar, Katherine dice que lo más increíble que le ha pasado en estas tres
semanas vino de alguien inesperado.

La semana pasada el sacerdote Antún Ramos, que estuvo en la iglesia de
Bojayá el día de la masacre de decenas de civiles por las Farc, llegó a la
Plaza sin previo aviso. Se le acercó a Katherine con algo enrollado en las
manos. Eran 200 mil pesos. Le dijo que había recolectado esa plata entre las
víctimas del pueblo donde arrasó el Sí.

Katherine no se los recibió y quedaron con el trato de que el padre usara la
plata para comprar flores blancas y entregárselas a todos los que hicieron
la vaca.

Hoy esperan a los estudiantes para que hagan su marcha. Hasta donde pudo
confirmar La Silla, los estudiantes y los que están acampando no solo se van
a encontrar allí, sino que quieren hacer un manifiesto conjunto sobre el
significado de estas movilizaciones.  Así no lo firmen, ya tienen un
significado: son la muestra de una sociedad civil que no quiere parar de
movilizarse.

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