Nicaragua/ el salmón, los millones, el sandinismo y la dictadura [Fernando López D'Alesandro]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Oct 28 17:46:47 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

28 de octubre 2016

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Nicaragua

El salmón, los millones, el sandinismo y la dictadura 

Fernando López D’Alesandro *

La Diaria, Montevideo, 26-10-2016

http://ladiaria.com.uy/

El sandinismo se define como el gobierno de los pobres. Sin embargo, exoneró
de impuestos los helicópteros, los yates y el salmón rosado, pero gravó el
pollo y otros productos de consumo popular. La señal es demasiado obvia
sobre los beneficios y los beneficiados. Liberar los consumos lujosos
siempre fue para pocos y, siempre, esos pocos son los que gobiernan.

La cúpula dirigente nicaragüense sufrió una extraña transmutación. Aquellos
muchachos que entregaron lo mejor de sí para derrocar al dictador Anastasio
Somoza no tuvieron la misma entrega para devolver los bienes que ocuparon,
aprobando sendas leyes a las apuradas al final del primer gobierno de Daniel
Ortega para apropiarse de los patrimonios que, en todo caso, le pertenecen
al pueblo. La “piñata” -así se llamó al despojo- fue un quiebre en la ética
revolucionaria que no tuvo retorno. Luego todo estuvo permitido.

La victoria de la oposición liderada por Violeta Chamorro en 1990 fue,
también, una victoria para la democracia instalada por el sandinismo. Los
hechos, no las palabras, demostraron que las garantías y la rotación de
partidos eran reales y, en consecuencia, el sandinismo, a pesar de su
derrota, se fortaleció al fortalecer la democracia. La sucesión de hechos
luego de la “piñata” pervirtió al Frente Sandinista de Liberación Nacional
(FSLN) y pasó a ser un grupo logrero, más cercano a la mafia que a un
partido político. Como tales, gobiernos de derecha y sandinistas pactaron el
reparto del poder y de las prebendas. El sistema político nicaragüense
sufrió un inmenso retroceso.

Los pactos entre el ex presidente Arnoldo Alemán y Daniel Ortega habilitaron
reformas que facilitaron el retorno al poder del sandinismo. La versión más
simple presentó el acuerdo como necesario para que Alemán tuviera fuero
parlamentario eterno y evitar así la cárcel, en tanto que el sandinismo se
beneficiaba también de la impunidad y de la rebaja de los requisitos para
salir electos en primera vuelta. Pero nada es tan simple ni tan torpe. La
derecha no fue tonta en el pacto por el que perdió el poder, ni el
sandinismo fue sagaz. Simplemente fue un acuerdo de rotación entre miembros
de la misma rosca, y en el caso del gobierno actual es la familia Ortega,
como nueva dinastía, la que controla los resortes desde la política y la
economía.

El poder económico

Los Ortega controlan 33% de las televisoras, la mayoría de las
radioemisoras, y otro tanto vale para las tierras, amén del control de la
riqueza desde el gobierno. Mientras tanto el modelo -felicitado por el Fondo
Monetario Internacional con frenesí tecnocrático- tiene a 80% de sus
trabajadores en la informalidad. La tierra, en ese país campesino, se
distribuye hacia la riqueza. El 47% de los productores posee apenas 2,6% de
las tierras agropecuarias, mientras que 3% concentra la propiedad de 38,5%
del total de la superficie explotable. El sandinismo sostiene y reproduce la
concentración y el poder de la oligarquía terrateniente, de la cual, además,
forma parte.

El núcleo duro del gobierno se apropió de las remesas venezolanas
transformándose así en el principal grupo económico nicaragüense y, tal vez,
de toda la región. Los datos muestran cómo Ortega y sus compinches se
apropiaron de 4.400 millones de dólares de la “regalera” bolivariana, “una
suma colosal para ser gestionada privadamente en una economía del tamaño de
la nicaragüense”, objeta, bien, el economista Enrique Sáenz en su estudio
sobre el “despilfarro” y la pérdida de oportunidades. Obviamente, los
controles brillan por su ausencia, así que Nicaragua es el festival de los
negocios para toda la oligarquía, tanto la vieja como su nueva versión
liderada por el poder familiar y burocrático. La gestión de fondos chavistas
se triangula por medio de dos empresas, Petronic y Albanisa. El presidente
de la primera es el vicepresidente de la segunda y, a la vez, es el tesorero
del FSLN...

Los dólares bolivarianos tuvieron sus consecuencias; la compra de políticos
al mejor postor mejoró la situación “parlamentaria” del gobierno, permitió
la ruptura con Alemán y copar definitivamente las instituciones. De ahí a
imponer reelecciones y fraudes como el de 2008 hubo un paso que no
intranquilizó a la casta gobernante. Cuando la Unión Europea y Estados
Unidos cancelaron programas y ayudas en protesta contra el robo electoral de
2008, la chequera chavista compensó largamente la falta. Todo siguió y fue
peor. Así llegamos a un presente maravilloso en el que la desgravación del
salmón, de los yates y otros lujos responde a que la Nicaragua sandinista
tiene 210 multimillonarios, una cifra que supera, larga, la de los
multimillonarios de Costa Rica, Salvador, Uruguay y Panamá, el paraíso del
lavado. La fortuna de los nicas “asquerosamente ricos” creció a una tasa de
11% en 2014, mientras que el promedio centroamericano fue un poco más bajo
de 5%.

Una economía en la informalidad, dependiente de las remesas -que llegan
tanto desde Venezuela como desde Estados Unidos-, no se diferencia en nada
de la clásica república oligárquica latinoamericana. Sumado a esto, el
gobierno personal y personalizado basado en una dinastía familiar cierra
definitivamente el círculo del atraso. El régimen de Ortega empujó a
Nicaragua hacia la premodernidad. Es, históricamente, reaccionario.

La familia es lo primero

El gobierno anuló la participación. El FSLN es una caricatura de sí mismo, y
sus organismos -ya sean congresos o direcciones- responden en exclusiva a la
familia del poder. El nepotismo de Ortega raya lo insólito. Su esposa es
candidata a vicepresidenta y sus hijos dirigen la economía. Uno de ellos,
Laureano Facundo Ortega, con ínfulas operísticas, construyó un teatro para
hacerse oír y aplaudir y trajo la inversión china a cargo del misterioso
señor Wang Jing para un canal inviable que hipotecó la soberanía del país,
pues a pesar de que la obra no se haga, las concesiones son tan amplias que
transformará a Nicaragua en una factoría china, si no lo es ya. El otro,
Rafael Ortega, controla el negocio petrolero. La Distribuidora Nicaragüense
de Petróleos (DNP) es administrada por su esposa Yarida Leets. No hay una
gota de combustible que no termine en la cuenta bancaria familiar. El
control mediático quedó para los otros críos. Juan Carlos dirige canal 8;
Maurice, el 4; Daniel Edmundo, el canal 9, y Carlos Enrique, el 6. La
pequeña Camila se dedica a la pasarela y dirige Nicaragua Diseña, donde
opera como “arbiter moda” para la sociedad chic sandinista.

La dupla gobernante buscó no sólo el acuerdo con la oligarquía tradicional,
sino con los poderes simbólicos. Los pobres, cuando reciben alguna prebenda,
agradecen a dios, al comandante y a su señora. Una nueva trinidad de esta
tierra que dice tener un gobierno “sandinista, cristiano y socialista”, pero
que poco tiene de cada cosa. La paz con la iglesia, en concreto con el
cardenal Miguel Obando y Bravo, se selló con una nueva boda religiosa de la
pareja gobernante, en la que renovaron votos mientras desde el gobierno
bloquean el aborto, instalan la enseñanza religiosa y desalientan el
divorcio.

Obando y Bravo fue proclamado, además, “Prócer de la Reconciliación y la
Paz”. El acercamiento comenzó en 2002 cuando el principal protegido del
cardenal, el magistrado del Consejo Supremo Electoral (CSE), Roberto Rivas
Reyes, fue acusado de fraudes millonarios en la Comisión de Promoción
Arquidiocesana. Cuando Obando pactó con Ortega, los cargos de corrupción
fueron retirados y el bueno de Rivas no sólo fue reelecto magistrado, sino
además nombrado presidente del CSE, donde aún permanece haciendo el fino
trabajo de mantener la pureza electoral.

La dictadura

La paradoja es que todo este sistema económico, político y simbólico se
instala desde un discurso radical, pretendidamente socialista y
revolucionario. En realidad, el gobierno de Ortega es una dictadura y aspira
a la permanencia a base de una transformación original: imponer el unicato
como si fuera revolucionario, creando una situación como si fuera de
consenso, en un sistema como si fuera un socialismo que, en realidad,
mantiene intacto el poder económico y político de los grupos que encontraron
en Ortega, su familia y en la perversión del sandinismo la mejor manera de
instalar y mantener un sistema conservador. En lo político, la compra, el
chantaje y el fraude más que demostrado, para llegar en realidad al objetivo
último: la instalación del partido único. Maravilla analizar cómo el
discurso de Ortega mantiene el estilo revolucionario a pesar de que la
infraestructura que sostiene y promueve recrea un sistema de explotación y
clasista. “El pluripartidismo no es más que una manera de desintegrar a la
nación. Ese es el pluripartidismo: desintegrar a la nación, confrontar a la
nación, dividir a la nación, dividir a nuestros pueblos”. Y el ejemplo,
obviamente, es “Cuba [que] tiene un modelo donde no se divide al pueblo
[...]”. Quizá esto explique la desesperación por instalar en todas las
izquierdas latinoamericanas el rechazo a la democracia representativa, tal
como intentaron imponer en la última reunión del Foro de San Pablo en El
Salvador, sin mucha suerte pero sí con mucho ruido.

Ese es el camino de la Nicaragua sandinista. El golpe de Estado que terminó
con la exclusión de los diputados opositores de la Asamblea Nacional y, por
tanto, transformando el Parlamento en un órgano monocorde, no es más que el
sueño del unicato hecho realidad, pero no en clave sesentista, sino para la
plena satisfacción de los poderosos y los oligarcas. Un zigzag ideológico
digno de un análisis mucho más profundo del que podemos siquiera esbozar
aquí. ¿Estamos, entonces, ante una nueva modalidad de dominación de clase
que de manera obscena se apropia de símbolos, discursos y estilos radicales
para ponerlos a su servicio? Sin duda, y el unicato deriva en la dictadura.

Los compañeros del mundo

No es casual, tampoco, “la multialianza inconcebible” que pactó el
sandinismo a escala planetaria. Putin y su nacionalismo ultramontano, la
iglesia, tanto católica como ortodoxa, y por tercería la extrema derecha
radical europea apoyada y financiada por Rusia, son poderes conservadores
que sintonizan con esta izquierda bolivariana que visualiza el liberalismo,
el pluralismo y la democracia representativa como anatema, y que con un
discurso -sólo discurso- seudo radical, supone que puede atraer y dominar a
la sociedad. Por supuesto, en esa dinámica aparecen los más extraños
compañeros de camino. Así, por ejemplo, el embajador de Nicaragua en Uruguay
es el italiano Maurizio Gelli, hijo de Lucio Gelli, fundador y gran maestro
de la logia Propaganda Dos. El diario El Mundo lo acusó de querer lavar
1.200 millones de dólares de la fortuna paterna. Tal vez por eso la
República de San Marino no aceptó sus cartas credenciales cuando el ex
presidente Enrique Bolaños lo nombró cónsul.

Incluso el enemigo histórico se transforma en ayuda o cómplice. Estados
Unidos decretó en setiembre la “Nica Act”, que busca sancionar al gobierno
de Ortega por sus violaciones a la democracia. Si bien, por un lado, los
estadounidenses hacen gala de su habitual torpeza prepotente victimizando al
gobierno, ahora “agredido por el imperialismo”, no deja de llamar la
atención que la “Nica Act” se haya aprobado en el Congreso a toda velocidad
y de forma unánime. ¿Está preocupada la Casa Blanca por la democracia o
porque ve que sus intereses en Nicaragua corren peligro? ¿Hasta qué punto la
provisión de armas desde Moscú no precipitó la aprobación de sanciones
debido a la pérdida de un mercado? ¿O es una advertencia para poder tener
beneficios en los negociados nicaragüenses?

¿Elecciones?

El 6 de noviembre habrá elecciones en Nicaragua. Los partidos opositores
están desmembrados, comprados o sin permiso para participar. Nicaragua vota
pero no decide, y todos sabemos lo que va a suceder, no hay que ser un
analista muy avezado.

Ortega logró transformar al sandinismo en un régimen, un sistema
absolutamente articulado con control mediático y simbólico, donde el
autoritarismo tomó las riendas, criminalizando la protesta, manipulando la
realidad e instalando un sistema reaccionario utilizando las palabras que
parieron las revoluciones. Asombroso, increíble e indecente.

Sin embargo, aún queda un tramo de la historia desde donde esa patria de
poetas y revolucionarios tiene mucho para dar. Todavía hay en Nicaragua esa
gente de buena madera, incorruptible, que saben y denuncian la dictadura
familiar, la instalación de un totalitarismo oligárquico sin parangón.

Aquellos que han hecho de la democracia un principio y una forma de vida,
del ser de izquierda una opción y del socialismo un camino no pueden
quedarse callados. Liberales auténticos, creyentes en la democracia de todas
las cepas y todos los rumbos, no pueden hacerse los distraídos. Callar es
ser cómplice, y la complicidad nos transforma, también, en criminales.
Nosotros no somos eso ni queremos esas compañías, pues Ortega y su régimen
hace mucho, mucho tiempo que dejaron de ser nuestros aliados y nuestros
compañeros. 

* Docente e historiador uruguayo.  

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