Brasil/ las prisas de Michel Temer: nuevo gobierno impulsa cambios "radicales" [Agnese Marra]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Sep 9 12:22:45 UYT 2016


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Correspondencia de Prensa

9 de setiembre 2016

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Brasil

Nuevo gobierno brasilero impulsa cambios “radicales”

Las prisas de Michel Temer

En su primera semana como presidente, Temer fue a China a presentar en el G
20 sus planes de ajuste fiscal. En las principales ciudades de Brasil miles
de personas exigían su salida y pedían nuevas elecciones. Pero el nuevo
equipo no se intimida y tiene urgencia en aprovechar sus dos años de
gobierno para dar un giro de 180 grados a la política del país.

Agnese Marra, desde San Pablo.

Brecha, Montevideo, 9-9-2016

http://brecha.com.uy/

La ceremonia de toma de posesión del gobierno apenas duró diez minutos.
Temer había pedido que fuera rápida. Lo fue. Desde hacía dos meses, todavía
como presidente interino, planeaba el viaje a China, y la reunión del G 20
sería su gran estreno como jefe de Brasil. Por eso había hablado con los
senadores para que aceleraran los discursos del cuarto día del juicio
político contra Dilma Rousseff, y le garantizaran que asumiría el mandato el
día 31, como muy tarde a las 15 horas. Tres horas después tomaba un avión
rumbo a Shangai.

En el vuelo lo acompañaban los tres escuderos de la nueva era Temer, quienes
más le han ayudado en la tarea de convertirse en el tercer vicepresidente
(después de José Sarney e Itamar Franco) que alcanza el máximo cargo del
Ejecutivo sin haber sido electo. El primer invitado fue su mano derecha, el
ministro de Hacienda, Henrique Meirelles, director del Banco Central en los
dos gobiernos de Lula. Le seguía el ministro de Relaciones Exteriores, José
Serra, que hasta el momento está siendo más conocido por los conflictos
internacionales que crea que por sus dotes diplomáticas. Y el tercero, uno
de los grandes instigadores del impeachment, siempre en la sombra pero
hilando más fino que nadie, fue el presidente del Senado, Renan Calheiros.

Las prisas no impidieron que, antes de partir, tanto Temer como Meirelles
dejaran listo el presupuesto para 2017. El documento –completamente
reformado con respecto al que había planeado Rousseff– llegó a la mesa del
Congreso nacional tan sólo unas horas después de que se sentenciara a la
petista. Temer estaba ansioso por ejecutar sus planes, y el ministro
Meirelles, con el mercado internacional sobre sus espaldas, también.
Necesitaban demostrar puertas afuera que las cosas estaban cambiando. Y
mucho.

El nuevo presupuesto, como ya se preveía, pasa la tijera por todo lo social.
Temer propone una reducción del 30 por ciento (considerando el reajuste de
la inflación) para los 11 programas principales de esta área, lo que supone
casi 30.000 millones de reales menos de lo que pensaba gastar su antecesora.
Al contrario de lo que preconiza el ministro Meirelles, la lectura del
presupuesto deja claro que no es simplemente un ajuste fiscal para desahogar
la economía. Las decisiones tienen un claro cariz ideológico. El gasto total
aumenta 158.000 millones de reales respecto de lo previsto por la petista.
Sólo cae el presupuesto destinado a las áreas sociales. En “vivienda digna”
la caída es de 56,7 por ciento, los fondos para reforma agraria se reducen
en 52,6 por ciento, los de desarrollo regional en 82 por ciento, los
destinados a cuestiones de género en 40 por ciento. Otros rubros aumentan:
agronegocio (7 por ciento), defensa nacional (1,3) política espacial (22,5)
y aviación civil (67 por ciento).

Sin lugar en la foto

Con todos estos cambios en la maleta (pendientes de aprobación en el
Legislativo) llegó a China el nuevo líder del país. Michel Temer y Henrique
Meirelles se reunieron con empresarios chinos para cerrar acuerdos
bilaterales y convencerlos de que el país saldrá de la recesión en que cayó
en los últimos años. Pero la visita en la que el canciller Serra había
puesto tantas esperanzas quedó en segundo plano por una serie de anécdotas
muy elocuentes sobre la recepción del nuevo equipo brasileño entre las
naciones más ricas del mundo.

La primera tuvo que ver con la forma de nombrar al presidente en la página
web del G 20: en vez de referirse a él por su nombre (como se hizo con el
resto de los jefes de Estado) lo llamaron “líder de Brasil”. Medios tan
tradicionales como el Estado de São Paulo se preguntaban esta semana hasta
dónde ese gesto daba a entender el “poco respeto” por el nuevo mandatario.

No fue la única anécdota jugosa del viaje. Varios diarios destacaron el
lugar que ocupaba Temer en las fotos oficiales, alejado del grupo de jefes
de Estado, cuando sus antecesores Rousseff y Lula da Silva siempre estaban
en el centro y en primera fila. Tampoco sentó bien que Temer apareciera
comprándose unos zapatos chinos. La industria de zapateros de Brasil (en
grave recesión) escribió una carta al nuevo jefe de Estado criticando su
actitud. Lula viajó a distintas cumbres del grupo de los más ricos munido de
zapatos nacionales, para promover la industria brasileña.

Pero si algo nubló el esperado viaje a China fueron las manifestaciones que
hubo en Brasil contra el nuevo gobierno. El mismo día que comenzaba la
reunión del G 20 estaban convocadas protestas en todo el país bajo las
consignas “Fuera Temer” y “Por elecciones directas ya”. Ese mismo día Temer
declaró que “no estaba preocupado” porque eran “inexpresivas, no más de
cuarenta personas quemando coches”, según declaró en la televisión china.
Pero en la Avenida Paulista, en San Pablo, gritaron contra el mandatario al
menos 100 mil personas. Mayores, jóvenes, clases medias y también gente de
la periferia salieron a las calles para llamar “golpista” al nuevo líder del
país y para pedir elecciones directas. No se quemó nada, pero la policía sí
que disparó balas de goma y gases lacrimógenos cuando las personas volvían
pacíficamente hacia sus casas.

Ataque a la Constitución

El lunes Henrique Meirelles reconocía que las manifestaciones habían reunido
una “cantidad sustancial” de gente pero que representaban a una “parte menor
de la población” y que en cualquier caso las protestas no cambiarían los
planes de ajuste fiscal previstos. El equipo económico de Temer se prepara
para estos cambios desde hace meses. Meirelles, que esgrime la confianza
total de los mercados como aval, aceptó el cargo de ministro con la
condición de cambiar uno de los pilares de la Constitución de 1988: la
obligatoriedad de mantener el gasto social al menos en el nivel del
presupuesto anterior.

La mayor recesión del país de los últimos 20 años, con una nueva caída del
0,6 por ciento del producto en el tercer trimestre del año con respecto al
segundo, y de 3,8 por ciento en relación con el mismo período de 2015, es
una de las justificaciones de Meirelles para este nuevo enfoque. Las otras
son un nivel de desempleo que alcanza el 11 por ciento, y el eterno dolor de
cabeza brasileño: la inflación, situada por encima del 7 por ciento desde
hace meses. El instrumento con el que el ministro pretende cambiar las
estructuras de la Carta Magna, y que según el politólogo André Singer sería
uno de los “motivos del impeachment”, es la propuesta de enmienda
constitucional (Pec) 241\16.

La polémica propuesta impone un nuevo régimen fiscal en el que se fija un
techo a los gastos sociales, de modo que sólo puedan ser reajustados en
relación con la inflación del año anterior. Esta medida acabaría con las
disposiciones constitucionales de obligatoriedad de invertir en áreas
básicas como educación y sanidad. También afectaría a la asistencia social y
al seguro de desempleo. La Pec 241\16 es el proyecto más importante del
nuevo Ejecutivo. Ya ha sido aprobada en la Cámara de Diputados, y antes de
diciembre le tocaría el turno al Senado, para que pueda entrar en vigor en
enero de 2017.

Esta Pec tiene el beneplácito del Congreso desde hace meses, pero Michel
Temer todavía tendrá que garantizar el apoyo del Legislativo para medidas
tan antipopulares como la reforma del sistema de pensiones. El Psdb de Aécio
Neves y José Serra es su principal aliado, pero este partido está más
preocupado por tener buena figuración en las elecciones de 2018 que en
llevar a cabo grandes cambios que desgasten su imagen.

Además, la decisión de última hora de quienes promovieron el juicio político
a Rousseff de no inhabilitar a la presidenta para asumir cargos públicos y
sólo retirarla del cargo de mandataria generó desconfianza entre el Psdb y
el propio partido de Temer (Pmdb). Ahora es Temer el que comenzó a sentir
algunas de las tiranteces, presiones y amenazas que sufrió su antecesora.
Por ahora el 60 por ciento del Congreso está de su lado.

No sucede lo mismo con la población del país. Tan sólo el 9 por ciento de
los brasileños considera bueno que Temer sea el nuevo presidente de Brasil.
En julio, un 62 por ciento de los ciudadanos pedía elecciones directas en
octubre, para celebrarlas junto a los comicios municipales. El pasado lunes
92 por ciento de los encuestados en la web Ciudadanía, del Senado Federal,
se mostraba favorable a una propuesta de enmienda constitucional que pide el
adelanto electoral para el próximo mes. Una idea en principio inviable, ya
que necesita del apoyo de dos tercios del Congreso.

Mientras, Lula intenta resucitar al Partido de los Trabajadores (PT) a
través de una alianza de centroizquierda. Este jueves el ex presidente y
líderes de otras agrupaciones de izquierda se reunieron por primera vez para
empezar a pensar en 2018 y promover una iniciativa parecida a la del Frente
Amplio uruguayo. Pero el PT está más dividido que nunca  a la hora de pensar
cómo enfrentar a las oligarquías, que han vuelto a tomar las riendas del
Congreso.

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