Argentina/ el giro "kirchnerista" de Macri [Fernando Rosso]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Sep 24 11:39:57 UYT 2016


  _____

Correspondencia de Prensa

24 de setiembre 2016

Boletín Informativo

redacción y suscripciones

 <mailto:germain5 en chasque.net> germain5 en chasque.net

  _____

Argentina

El giro “kirchnerista” de Macri

La realidad impone a Cambiemos avanzar hacia menos de lo mismo. El 2017 como
la nueva madre de todas las incógnitas.

Fernando Rosso

La Izquierda Diario, Buenos Aires, 23-9-2016

http://www.laizquierdadiario.com/

"El Presupuesto del año que viene no tiene grandes cambios respecto a la
política populista de Cristina Kirchner", afirmó recientemente el economista
Guillermo Nielsen en declaraciones a radio El Mundo.

Según varios analistas que reconocen granos de verdad en la sentencia del
exsecretario de Finanzas de Roberto Lavagna, esta continuidad en el cambio
se produce porque el Gobierno optó por subordinar la política económica a la
contienda electoral de 2017. De ahí que el Presupuesto proponga más gasto en
obra pública y un déficit fiscal similar al actual.

La realidad es que medido con su propia vara, el oficialismo está fracasando
en todos los terrenos del plan original: no logró bajar el déficit fiscal,
la inflación ahora moderada a golpes de enfriamiento terminará en un
porcentaje alto cuando cierre el año y licuó parcialmente las supuestas
ventajas “competitivas” de la devaluación, el salario real perderá alrededor
de 10 puntos porcentuales promedio, pero la pauta fijada por el macrismo a
principios de su gestión (25 %) fue superada. La principal medida de
disciplinamiento fue el temor a los despidos, a partir de la campaña contra
los estatales de principios de año y ataques varios en empresas privadas.

La propuesta más estratégica de un supuesto cambio de paradigma: del
consumidor al inversor, fue un ostentoso relato que se desvanece con la
realidad de los números crudos.

El jefe de Gabinete, Marcos Peña, afirmó semanas atrás que desde la salida
del default hubo anuncios de inversiones por más de 25 mil millones de
dólares a desembolsarse en los próximos años.

El periodista del sitio Chequeado.com, Matías Di Santi, revisó ese dato en
fuentes oficiales y constató que del ranking de los diez principales
anuncios (que suman 17 mil millones de dólares), el 50 % se hizo antes del
balotaje, el 23 % entre el balotaje y la salida del default y sólo el 27 %
se produjo pos acuerdo con los buitres.

Para el consultor Dante Sica, cercano al macrismo, en Argentina "de 2008 a
2016, las inversiones promediaron 82.690 millones de dólares anuales, lo que
representa el 16,4 % del PBI". Según Sica, el país necesita 131 mil millones
de dólares para alcanzar un crecimiento más o menos equilibrado. Conclusión:
faltan unos 50 mil millones anuales de inversiones nuevas. Lo anunciado es
escaso para el “crecimiento equilibrado”. Último dato no menos importante:
todavía son anuncios y todo el mundo conoce la distancia que puede separar a
las palabras y las cosas en el universo del capital.

Cuando se apagaron las luces del esplendoroso Mini-Davos, se enciende el
frío de la realidad argentina y cuando las promesas se pasan a valores se
conoce la verdad que subyace al marketing.

Este contexto impulsó a Macri hacia un giro que configura un proyecto
peculiar: la narrativa ortodoxa combinada con el reimpulso a una política
económica “kirchnerista”, con la impronta de Cambiemos. Anclar el tipo de
cambio, estimular el consumo y la obra pública como ariete para algún tipo
de reactivación de una economía en recesión que acaba de ser confirmada por
el propio INDEC (3,4 de caída del PBI en el segundo trimestre).

Esto da como resultado un déficit casi igual al de la administración
anterior, con inflación más alta. La diferencia específica es que reemplaza
la emisión monetaria por un violento endeudamiento. Toda semejanza con el
plan de Daniel Scioli no es pura coincidencia (y ahí están sus asesores,
Miguel Bein y Mario Blejer festejando los “éxitos” del plan de Cambiemos).

Hay cálculos que estiman que tras los canjes de deuda y luego de las
sucesivas devaluaciones, en los últimos cuatro años la deuda pública total
aumentó en 50.000 millones de dólares y subió de 38,7 % al 55,5 % del PBI.
Nación, provincias y empresas iniciaron un nuevo festival de endeudamiento
que hipoteca al país.

Para esto, Cambiemos usufructúa la “herencia recibida” de los pagadores
seriales que entregaron cerca de 200 mil millones de dólares en una década y
bautizaron el tremendo desembolso como un… “desendeudamiento soberano”. No
se puede negar que fueron audaces en las licencias poéticas para hablar de
economía.

Hay que tener en cuenta que este camino “al mundo” lo abrió el kirchnerismo
a billetazo limpio con los acuerdos con el Ciadi, el pago indemnizatorio a
Repsol y el acuerdo con Club de París. La “sintonía fina” (quita de
subsidios para nuevos tarifazos) fue un intento frustrado de Cristina
Fernández en 2012 y debió frenarlo por imposición de las circunstancias. En
2014, Axel Kicillof devaluó y produjo un alza inflacionaria y una pérdida
del poder adquisitivo del salario (también despidos). Su ensayo de “lluvia
de inversiones” se produciría en Vaca Muerta, para lo cual firmaron acuerdos
secretos con Chevron.

El macrismo tomó el bastón de mariscal de las frágiles manos kirchneristas y
aseguró al establishment que ellos sabían cómo hacer las cosas. Intentó una
“sintonía gruesa” y la realidad le impuso una sintonía media (fallos
judiciales mediante, que olfatearon el peligro del malestar social), pagó
con generosidad a los buitres residuales, devaluó -como Kicillof en 2014- y
congeló la economía con tasas por las nubes para controlar la inflación, que
de todos modos superará el 40 % anual.

Otra diferencia específica es que abrió impetuosamente las puertas a las
importaciones en los primeros meses y empujó a la crisis a una parte de la
industria golpeada también por los tarifazos, la recesión, el bajón del
consumo y el encarecimiento del crédito.

Incluso, el Estado “neoliberal” mantiene nichos de dirigismo estatal: un
precio sostén para el petróleo (por arriba del precio internacional) y
aprobó un aumento en el gas, mediante el método de una contabilidad creativa
que dolariza la tarifa y triplica el valor real de extracción, producción y
distribución. El Estado ausente está más presente que nunca a los pies de
las petroleras.

El impasse y el 2017

Desde el punto de vista político, el macrismo aplica un clásico de los años
kirchneristas: el bonapartismo de caja.

El republicanismo de Cambiemos utiliza el método de premios y castigos a los
gobernadores e intendentes -además de la burocracia sindical-, quienes
garantizan la gobernabilidad con la aprobación de leyes en el Senado y el
control regimentado del conflicto social, que puede incluir o no un paro
dominguero. La democracia del toma y daca, otra continuidad sin cambios.

Las causas de fondo que explican esta situación radican en que el
kirchnerismo gobernó determinado por la impronta de la crisis y el contexto
que dejaron las jornadas del 2001. Su intento de configurar un proyecto
político que permitiese avanzar con el ajuste, cuando se agotaron las
condiciones especiales que habilitaron su esquema, nunca pudo concretarse.
Daniel Scioli fue el nombre de la última esperanza blanca que terminó en
derrota.

Pero el macrismo tampoco pudo congregar las condiciones políticas para el
ajuste que necesitan y exigen los dueños del país y el capital
internacional. Cambiamos, pero no tanto.

Por eso, en la cumbre “económica” del Mini-Davos, la principal preocupación
fue política: el mayor interrogante que invadía a los CEO que colmaron el
Centro Cultural Kirchner, fue sobre la gobernabilidad y las eventuales
alianzas para las elecciones del año que viene. El pliego de demandas
patronales fue claro: ponerle el cascabel al gato del movimiento obrero y
producir una baja significativa de las conquistas que garanticen una
recomposición de la tasa de ganancia. El macrismo tiene proyectos para este
objetivo, pero también debe ir con pie de plomo.

Para garantizar la continuidad de su proyecto político el año que viene y
luego de varios traspiés, Cambiemos da un giro hacia menos de lo mismo.

La cuestión de fondo que expresa el debate sobre la gobernabilidad y las
elecciones de medio término es que ni el kirchnerismo ni el macrismo, con
las diferencias específicas por las fracciones empresariales que intentan
representar, lograron cambiar cualitativamente la relación de fuerzas.

Por eso colocan al 2017 como la nueva madre de todas las batallas: unos
(Cambiemos) para asentarse y apretar el acelerador del ajuste y los otros
(los muchos peronismos) para “volver” con la promesa de terminar la tarea
inconclusa.

El autor de la denuncia que encabeza esta nota (Nielsen) revista en las
filas del Frente Renovador de Sergio Massa, de quien Cristina Fernández
acaba de asegurar que “no es el enemigo” y mandó a borrar millones de tuits
a todo el planeta K. Con su propuesta de amplia “nueva mayoría”, los
nacionales y populares conducidos por la jefa llegan bancar hasta a los que
corren por derecha a Macri.

Es claro que ninguna de estas dos opciones, de estos dos “partidos”
expresados en diferentes coaliciones en construcción, será favorable a las
mayorías obreras y populares que deben conquistar una alternativa, un
“tercer partido” de la clase trabajadora, para evitar pagar los platos rotos
de una crisis aún sin resolución.

  _____





---
El software de antivirus Avast ha analizado este correo electrónico en busca de virus.
https://www.avast.com/antivirus


------------ próxima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: http://listas.chasque.net/pipermail/boletin-prensa/attachments/20160924/96aeb2be/attachment-0001.htm


Más información sobre la lista de distribución Boletin-prensa