Ecuador/ Un agónico triunfo [Decio Machado]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Abr 7 22:36:32 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

7 de abril 2017

Boletín Informativo

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Ecuador

Un agónico triunfo

El oficialista Lenín Moreno ganó las elecciones presidenciales con estrecho
margen, tras una campaña electoral poco apasionante. El sucesor de Rafael
Correa enfrenta el desafío de reactivar la economía y responder a los
pedidos de regeneración democrática.

Decio Machado *

Brecha, 7-4-2017

http://brecha.com.uy/

En la tarde del martes 4, 48 horas después del cierre de las urnas, el
Consejo Nacional Electoral declaraba oficialmente y de forma “irreversible”
al candidato oficialista Lenín Moreno como nuevo presidente electo de
Ecuador.

El poco margen con que alcanzó su victoria el oficialismo –menos de 230 mil
votos en un país con 12,8 millones de electores– le permitió a la oposición
conservadora desarrollar una campaña declarando como fraudulentos los
resultados de la elección. Su lógica es agudizar la polarización social
existente, en la búsqueda de escenarios similares a los ya conocidos en
Venezuela.

Mientras los seguidores de Alianza Pais celebraban durante la noche del
martes, frente a su sede en Quito, el agónico triunfo de su candidato, a una
distancia de apenas diez cuadras la oposición se concentraba por tercer día
consecutivo intentando rodear las instalaciones del Consejo Nacional
Electoral.

Si entendemos el liderazgo político como una transferencia de entusiasmo
hacia las masas respecto de un proyecto de sociedad, ideas o el rumbo que
debe tomar un país, cabe indicar que durante esta segunda vuelta ninguno de
los dos candidatos fue capaz de demostrar dicha vocación.

Ambos cumplieron con reglas básicas del manualillo más barato existente en
las librerías de técnica política para hacer campañas electorales: ambas
candidaturas prometieron cuanto más mejor a los electores y explicaron lo
menos posible sobre cómo lograrían cumplir dichos compromisos. Usando medios
de comunicación que tienen profundas limitaciones profesionales y un claro
sesgo partidista que se divide en función de su carácter público o privado,
se evadieron los temas más polémicos de la campaña mediante la negación y la
acusación al contrario. Temáticas como la escasa liquidez del Estado, las
estrategias para atraer inversión extranjera o dinamizar la inversión
nacional, las políticas destinadas al fomento y dignificación del empleo,
así como cuáles eran las diferencias reales entre los distintos planes
anticrisis, y sobre las espaldas de qué estrato social recaería el peso de
éstos, quedaron indefinidas en el marco de la generalidad y las vaguedades
discursivas.

Estos comicios no significaron un enfrentamiento entre dos modelos de
gestión económica y social claramente diferenciados, sino que funcionaron
más bien como un termómetro que midió el nivel de agotamiento de un régimen
de marcado perfil personalista que se ha ido deteriorando junto con la
situación económica, y permitieron percibir sus carencias éticas.

El conservador  Guillermo Lasso se limitó en esta segunda vuelta a intentar
sumar el voto de los restantes partidos políticos apeados de esta
competencia tras la primera cita en las urnas, y cuyos líderes le brindaron
públicamente su apoyo. Por su parte, la estrategia oficialista remarcó las
contradicciones dentro de esta nueva gran alianza opositora, aludió al
riesgo de la tan cacareada vuelta al pasado y a la falta de legitimidad de
un rival involucrado en la gestión de anteriores nefastos gobiernos
neoliberales, y denunció sus affaires en distintos paraísos fiscales.

Agotamiento

En términos de comunicación estratégica y de marketing político, Alianza
País se caracterizó durante esta década por haber desarrollado una narrativa
exitosa basada en el antagonismo de lo plebeyo frente a sus elites. Sin
embargo, en la presente campaña ese discurso careció de la efectividad del
pasado, mostrando signos de agotamiento tan evidentes como los del mismo
régimen que lo puso en marcha.

En el estricto marco de la aritmética electoral, Alianza País recibió en la
primera vuelta –dato representativo de la identificación de la sociedad con
sus partidos políticos– tan sólo 28,91 por ciento de los votos, frente al
42,13 por ciento recibido en las últimas presidenciales. Es más, ni siquiera
en la segunda vuelta el partido de gobierno alcanzó los resultados logrados
en 2013, pese a que 1,3 millones de ciudadanos más le prestaron su apoyo
para evitar el triunfo conservador. Estos resultados demuestran el estado de
deterioro del régimen correísta.

Luces y sombras ha tenido la gestión del presidente Correa durante la última
década, pero es un hecho indiscutible que Lenín Moreno recibirá un país en
una coyuntura económica muy delicada.

Desafíos

Ecuador tendrá dificultades para afrontar a corto plazo las obligaciones
derivadas de la agresiva política de endeudamiento público que ha
caracterizado los últimos años del gobierno. Política que ha resultado en
que se esté desembolsando más en los servicios de deuda que en inversión en
salud y educación. De igual manera, la economía nacional sigue mostrando
escaso dinamismo tras cerrar el pasado año en recesión, no visualizándose
signos de recuperación en el consumo interno en lo que va del año. Las
reservas del Banco Central en este momento son insuficientes para cubrir los
pasivos a corto plazo y, fruto de la contracción económica, la recaudación
de impuestos tampoco se recupera tras el bajón sufrido a partir de 2015,
momento en que se agudizaron los efectos en la economía nacional de la caída
del precio del petróleo. Cabe señalar también que la sociedad ecuatoriana
vive momentos de deterioro en su capacidad adquisitiva, consecuencia –entre
otras cosas– de que apenas cuatro de cada diez trabajadores tienen acceso a
un “empleo adecuado” (con un salario que alcance o supere el mínimo
establecido de 375 dólares).

En el ámbito de lo institucional, la falta de independencia entre los
distintos poderes del Estado y la aparición de múltiples casos de corrupción
vinculados a altos funcionarios públicos están generando un crescendo de
deslegitimación del sistema. Es precisamente sobre ese hecho que la
oposición conservadora articula su actual campaña de desprestigio del
Consejo Nacional Electoral, en teoría el órgano rector de la democracia en
el país.

Por último, la tendencia autoritaria del actual gobierno se ha ido
incrementando con el paso del tiempo, lo cual ha dejado un saldo hasta ahora
de aproximadamente 850 activistas condenados por la justicia por distintas
acciones de protesta social.

Vicepresidente

Lenín Moreno adquirió protagonismo nacional al ejercer como vicepresidente
de la República durante los seis primeros años de mandato de Rafael Correa.

Durante ese período desarrolló con éxito la Misión Solidaria Manuela Espejo
y el Programa Joaquín Gallegos Lara. La primera está destinada a censar y
atender a las personas que sufren algún tipo de discapacidad, y el segundo
dota de una asignación económica a las personas con discapacidad severa para
que puedan cubrir la atención de sus cuidados. Ambos proyectos
gubernamentales marcaron un hito en el país, pues era la primera vez que
desde la cúpula gubernamental se prestaba atención a un sector
históricamente tan olvidado. Que un hombre que se movilizaba en silla de
ruedas ocupara el segundo puesto del escalafón del Estado y se preocupara
por esa franja vulnerable de la sociedad generó entre la población una
amplia simpatía sobre la que posteriormente se articularía su candidatura
presidencial.

Durante su período de gestión, y a diferencia del resto del gabinete
correísta, Moreno fue capaz de marcar puntuales diferencias respecto de
Rafael Correa, como en su relación con los medios de comunicación privados o
con diversos actores políticos contrarios al régimen.

Los éxitos de la gestión de Moreno lo llevaron a las Naciones Unidas, donde
fue nombrado por Ban Ki-moon como su enviado especial en discapacidad y
accesibilidad. Esto le permitió estar fuera de Ecuador desde finales de 2013
hasta poco antes del inicio de la campaña electoral, precisamente el momento
de mayor desgaste político vivido por el régimen.

La Puja

Una vez descartada la postulación presidencial de Correa, dentro de Alianza
Pais se abrió la lucha por el “delfinazgo”, que terminó con la
oficialización de la candidatura presidencial de Moreno a inicios de
octubre. Todo ello no sin resistencias internas y la imposición –siempre
negada– de su compañero de fórmula, Jorge Glas, acusado de corrupción desde
diferentes esferas, lo que le trajo más problemas que apoyo electoral.

Las facciones de Alianza País que han apoyado la candidatura de Lenín Moreno
durante la puja de poder interno y posteriormente durante su campaña
electoral no responden estrictamente a su liderazgo. El carácter ponderado
de Moreno, su estilo dialogante y su estancia fuera del país durante los
últimos dos años no permitieron que su figura lidere grupúsculo alguno en
una organización política de escaso funcionamiento democrático y donde las
decisiones del partido han venido hasta ahora definidas por el fuerte
liderazgo de Rafael Correa.

A diferencia de otros aspirantes a la candidatura presidencial oficialista,
Moreno ni siquiera forma parte de los 22 miembros que componen la directiva
nacional de Alianza País, y no ha cumplido funciones orgánicas dentro del
partido. Cabe señalar a este respecto que las direcciones de Alianza País
nunca han sido orgánicamente votadas por la militancia del partido, sino
respaldadas a mano alzada en diferentes convenciones nacionales por sus
delegados territoriales tras la presentación de listas únicas por parte del
presidente Rafael Correa. Todo ello sin actas congresuales, propuestas
programáticas alternativas, debate interno alguno o conformación de
corrientes y/o tendencias diferenciadas. Alianza País se construyó en torno
a un líder que ya no lo será, y está por verse la evolución de esta
organización política.

La oficialización de la candidatura de Moreno en la última convención
nacional puso en marcha una maquinaria electoral donde la cúpula del partido
trabajó intensamente en favor de su campaña. Con excepción del candidato
presidencial, fueron las mismas figuras políticas de siempre las que
asumieron las funciones en el buró de campaña, lo cual no permite visualizar
si habrá cambios significativos en el futuro gobierno.

Descorreización

Más allá de eso, son múltiples las voces en torno a Moreno que hablan de la
necesidad de “descorreización” del Estado, de que el nuevo gobierno rompa
con el estilo heredado e intente significar más cambio que continuidad.

En paralelo, el discurso de Moreno a lo largo de la campaña electoral se ha
caracterizado por llamar al diálogo a sectores que inicialmente apoyaron o
formaron parte de la alianza correísta, pero que con el paso del tiempo y
las derivas del régimen tomaron posiciones críticas. “Tengo mi mano tendida
para quien la quiera tomar”, fue quizás la frase más relevante y repetida
por Moreno durante su campaña. Esto ha generado expectativas de un cambio de
estilo en su futuro gobierno, especialmente en sectores disidentes que
fueron catalogados por Rafael Correa como traidores. En el ámbito de los
movimientos sociales, especialmente entre los sectores más represaliados,
existe también cierta expectativa de que puedan gestionarse de forma
diferente los conflictos entre Estado y sociedad.

En el ámbito económico, durante la campaña electoral Moreno habló de la
necesidad de un gran pacto entre el Estado y sectores del capital privado,
para dinamizar la producción y el empleo hoy estancados. Esta formulación
causa preocupación en las anquilosadas estructuras sindicales que aún
subsisten en el país, pues la patronal basa sus condiciones de diálogo en la
necesidad de reducir sus costos de producción y flexibilizar aún más el
mercado laboral. En un país donde la carga fiscal sobre las elites
económicas apenas alcanza el 3 por ciento, son estos sectores los que exigen
que sean las y los trabajadores quienes asuman sobre sus espaldas el peso de
la salida de la crisis.

Difícil regeneración

Lenín Moreno debería proceder con un proceso de regeneración democrática en
el ámbito de la institucionalidad, que en principio aparece como poco
creíble para amplios segmentos de ésta. Todas y cada una de las
instituciones del Estado han ido quedando en entredicho por su dependencia y
cercanía con el partido oficialista, y requieren, para su adecuado
funcionamiento, un marco de independencia y/o autonomía respecto del Poder
Ejecutivo. Por poner tan sólo unos ejemplos: los vocales del Consejo
Nacional Electoral tienen vínculos y en algunos casos hasta carné del
partido de gobierno; el fiscal general del Estado es un familiar de Correa;
el presidente del Consejo de la Judicatura ejerció como secretario personal
del mandatario…, y así podríamos seguir enumerando una larga lista de
desencuentros entre la ética y las funciones del Estado. Sin cambios en este
sentido, difícilmente será creíble la tan anunciada lucha contra la
corrupción planteada por Moreno, y menos aún factible soldar la fractura
social que atraviesa la sociedad ecuatoriana.

Es de suponer que la estrategia política conservadora se concentrará en
agudizar la actual polarización social, buscando acumular las fuerzas de la
derecha para la próxima disputa electoral: en 2019 habrá elecciones
seccionales. No está en la estrategia del candidato opositor reconocer los
resultados electorales, sino que el gobierno investido sea considerado como
ilegítimo por una parte importante de la ciudadanía.

Moreno tendrá también que lidiar con las presiones internas de los sectores
correístas aferrados al anillo de poder heredado, un establishment político
que ha gozado de privilegiadas relaciones con grandes grupos del capital
nacional y extranjero y que será poco permeable a la transición política
aperturista que el nuevo gobierno pretende poner en marcha.

Los retos de Lenín Moreno y su futuro gobierno son muchos, ya no sólo por
las estrategias opositoras de desestabilización, sino por las resistencias
internas ante una necesaria transición hacia un modelo de gobierno superador
de aquello que nació bajo el liderazgo de Rafael Correa y que se eclipsa a
la par de su figura.

* Sociólogo y periodista.

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