Uruguay/ Una historia de infamias: Fernández Huidobro y el MLN-tupamaros [Neves - Urruzola - Pereyra - Zabalza]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Abr 29 16:27:35 UYT 2017


  _____

Correspondencia de Prensa

29 de abril 2017

Boletín Informativo

 <https://correspondenciadeprensa.wordpress.com/>
https://correspondenciadeprensa.wordpress.com/

redacción y suscripciones

 <mailto:germain5 en chasque.net> germain5 en chasque.net

  _____

Uruguay

Con María Urruzola

Un ñato, dos ñatos, 33 ñatos…

Entrevista con María Urruzola sobre su libro “Eleuterio Fernández Huidobro.
Sin remordimientos”. “Quizá mi único aporte fue ir a buscar a los
protagonistas, plantearme que si acá había habido grupos operativos que
hicieron finanzas, sus integrantes en algún lado tenían que estar.”, asegura
la autora.

Salvador Neves

Brecha, 28-4-2017

http://brecha.com.uy/

La polémica empezó antes de que el libro saliera de imprenta, algo que no
sucedía desde la edición de Pepe coloquios (libro sobre José Mujica, de
Alfredo García, Fin de Siglo, Montevideo, 2009). Eleuterio Fernández
Huidobro. Sin remordimientos (Planeta, Montevideo, 2017) se terminó de
imprimir el jueves 20 y ya esa noche Guillermo Garat debía escoger con
cuáles de las opiniones vertidas acerca del libro de la periodista María
Urruzola comenzaría la reseña que publicó el viernes 21 en La Diaria.

Eso sí, la discusión giraba sobre algo que era, como ya observaba Garat,
“sólo una anécdota en la biografía del polifacético Eleuterio Fernández
Huidobro”, sobre un capítulo, el que trata de cómo los asaltos habrían sido
una de las fuentes de financiación del Mln en los años noventa. Pero esa
manera de recortar los debates seguramente no es novedosa. En 2006, con
Donde hubo fuego, el libro del politólogo Adolfo Garcé sobre la adaptación
del Mln a la legalidad, había pasado otro tanto: una argumentación
interesante acerca de la influencia real de las ideas en la acción política
se redujo a los elementos que el libro aportaba acerca del desarrollo de
entrenamientos militares por esa organización cuando ya la democracia había
sido recuperada.

Tal vez sean esas las reglas de juego del mercado de las ideas. En la
primera entrevista que la autora concediera sobre el libro, que le hizo
Daniel Figares en El Espectador y que duró 32 minutos, los primeros 20 se
ocuparon de ese asunto, y ya verá más abajo el lector cómo la autora
introduce el tema en este diálogo y el significado que le otorga.

Al cabo no hay periodismo sin titulares, pero tal vez sí haya cosas
preocupantes en este debate: “Naturalmente, no leí el libro. Ni lo leeré”,
informó Leandro Grille en la columna destinada exclusivamente a denostarlo
que publicó en Caras y Caretas, también el viernes pasado.

Grille se lo pierde, pero es cierto que es sal sobre la herida.

—¿Era un traidor el “Ñato”?

—No. No, no. Sin duda que no. Supongo que cada organización tendrá su
acepción del término “traidor”, pero en lo que a mí respecta, de lo que yo
investigué para nada surge que haya sido un traidor. No tiene nada que ver
con Amodio, que canjeó su libertad y la de su mujer vaya a saber por qué. El
Ñato desde su inicio tuvo una postura acerca del trabajo dirigido a los
militares con la que fue básicamente coherente a lo largo de su vida. La fue
modificando, la fue elaborando, la fue mejorando, él y su concepción se
fueron transfigurando, pero traidor, no. Se comió más de una década de cana.
En mi acepción del término, no lo fue.

—Hay momentos en que el libro parece sugerirlo. El primero es la cita de
Primo Levi del comienzo: “Los que sobrevivimos a los campos de concentración
no somos verdaderos testigos […]. Formamos parte de aquellos que, gracias a
la prevaricación, la habilidad o la suerte, no llegamos a tocar fondo”.

—Lo que está en discusión ahí, lo de la cita de Primo Levi, es quién escribe
la historia. Y me parece que esa reacción de barrabrava que hay en las redes
se refiere a eso, a quién escribe la historia. Los dirigentes tupamaros se
han arrogado el derecho de escribirla sólo ellos, incluso respecto de otros
tupamaros. Parece que los tupamaros de base no tienen derecho. E incluso se
podría pensar que las diferentes generaciones de tupamaros que se fueron
yendo del Mln, que se fueron separando del movimiento como las capas de una
cebolla, tampoco tienen derecho a dar su versión. Me parece que lo que quiso
decir Primo Levi es que haber estado directamente involucrado no te da
credenciales para ser la única voz autorizada. Al final del libro hablo de
las legitimidades que han amordazado a tanta gente: la que da haber sido
víctima, la que da haber sido testigo, y a eso, sumada, la de haber sido
guerrillero y haberse jugado la vida. Esas tres legitimidades juntas
amordazan a todo el resto. Nadie puede decir nada.

—Otra categoría que al final parece sugerirse es la de impostor…

—No creo, tampoco. En realidad yo fui atrás de una pregunta que ha hecho
Samuel Blixen desde estas páginas: “¿Cuántos Ñatos hay y cuál es el
verdadero?, si es que hay uno verdadero”. Para responderla primero
reconstruí su biografía política de los últimos 50 años, que no tenía clara.
Y a partir de ahí traté de responder cuál de los sucesivos Huidobro era el
verdadero o si en realidad todos formaban parte de una sola persona que fue,
con el paso del tiempo, tal vez transfigurando lo que eran posturas
colectivas y políticas en posturas personales y… ahí ya no sé si políticas.
No sabría definir el acuerdo o la colaboración que él terminó teniendo con
los militares. Pero hay un eje en su pensamiento, desde los primeros
documentos del Mln hasta el final. O desde su adolescencia, como él mismo
contó en una entrevista con Tagliaferro. Es que el principal portavoz de la
historia de Huidobro fue el propio Huidobro, y tal vez lo que yo hice fue un
trabajo de filigrana o una arqueología de sus textos y sus dichos. A mí
también me sorprende que pareciera que digo cosas nuevas cuando ya han
estado más o menos dichas o sugeridas desde hace tanto tiempo. Tal vez lo
único nuevo, no en el sentido de que no se lo sospechase, sino en el de que
a ese respecto yo fui a buscar protagonistas, fue en el tema de las
“finanzas irregulares”, como las llamó Zabalza, o, como ellos las llamaban,
el tema de las “expropiaciones”. De eso se viene hablando hace años en el
mundillo político. Es más, yo reproduzco en el libro una respuesta que
Huidobro da en la Cámara de Senadores a una pregunta que hace un dirigente
colorado, justamente sobre cómo se financiaba el Mln. Quizá mi único aporte
fue ir a buscar a los protagonistas, plantearme que si acá había habido
grupos operativos que hicieron finanzas, sus integrantes en algún lado
tenían que estar.

—Tiempo, espacio y recursos son siempre limitados, y en una investigación
uno siempre debe elegir algunos temas y sacrificar otros, pues piensa que
por ahí debe ir la cosa. Tú elegiste este.

—En realidad yo fui atrás de cuál había sido el cisma que ocurrió en el Mln
entre los años 95 y 98. De entender qué había pasado ahí. El Mln vivió una
situación de tirantez entre dos líneas políticas durante muchos años: los
que consideraban que la organización debería seguir siendo político-militar
y que lo que había delante era un horizonte insurreccional, y los que se
fueron corriendo a una opción electoral, de alianzas político-electorales.
Si los tupamaros no tuvieron candidatos propios en el 89, cuando la
izquierda llegó a la Intendencia de Montevideo, fue por una decisión
política. Ellos no creían que el terreno electoral fuese aquel en el que
tenían que competir. Pero eso cambió. ¿Cómo había sucedido ese cambio?
Diferentes generaciones se habían ido yendo. Hay cartas públicas de cuando
se fue Alba Antúnez, de cuando se fue Edmundo Canalda, el Frente Juvenil…
Todo ese cisma ¿a qué había respondido? Y uno se hace preguntas, tira del
hilito, pero el hilito te va llevando adonde te va llevando. Y yo encontré
la manera de llegar a protagonistas de los asaltos y ellos quisieron hablar.
Y también yo me pregunto: ¿por qué no debería haberme ocupado de eso?

—Es también inusual la imagen que das de la “tregua armada” que habría
habido entre tupamaros y militares entre mayo y agosto de 1972. La visión
que sugiere la cronología contenida en el capítulo sexto es que no hubo
realmente ninguna tregua.

—A veces es necesario ir a buscar las palabras en el diccionario o en la
jurisprudencia para ver de qué estamos hablando. Hay una definición de las
Naciones Unidas de lo que es una tregua. La palabra no quiere decir
cualquier cosa. Si por tregua entendemos un momento en el cual cesan las
hostilidades, callan las armas, se entablan negociaciones y esas
negociaciones tienen la presencia de terceros, que son un poco los garantes
de las condiciones, la respuesta es no. No hubo esa tregua, porque no
callaron las armas, porque cayó un montón de gente presa durante ese
período, porque hubo muertos durante ese período, porque siguieron
torturando salvajemente durante ese período y porque además las
conversaciones fueron de algunos dirigentes con mandos medios de las Fuerzas
Armadas, y además había una ambivalencia sobre si los mandos altos avalaban
o no avalaban, y nunca se terminó de saber si el gobierno sabía, si estaba o
no de acuerdo. Creo que el tema de la tregua surgió de una intervención que
hizo Michelini en aquel momento en el Parlamento, en la que sostuvo que
estaba habiendo una “tregua”, y a partir de ahí quedó la palabra. Pero en
esta acepción de tregua, no la hubo.

—Supuse que en el libro iba a encontrar algo sobre la participación de
tupamaros en interrogatorios a empresarios sobre ilícitos económicos durante
el período de la llamada “tregua”. A partir del libro de Leonardo Haberkorn
Milicos y tupas se ha señalado que eso ocurrió, y más de una vez se ha
sugerido que Fernández Huidobro había estado involucrado.

—A mí no me interesó buscar en el pasado más allá de lo que fue el papel de
Fernández Huidobro en esa insistencia en la rendición incondicional del Mln.
Él insistía en eso y Raúl Sendic se oponía. Ahora Jorge Zabalza decía que el
propio Mujica también había estado en contra… Me interesó más darme cuenta
de que no hubo tregua. También ellos cuentan, y es una cosa aceptada, que
formaron las llamadas “escuelitas” con los militares, donde hacían análisis
de las informaciones que el Mln había ido recogiendo sobre los ilícitos
económicos. Entonces: hubo colaboración, hubo un trabajo conjunto, tipo de
oficina, en los mismos cuarteles donde tres celdas más allá estaban
torturando gente. De eso hay sobrados testimonios.

—¿No te pareció que despejar eso hubiera sido una gran cosa para conocer
humanamente al biografiado?

—No sé. Ya el documento que los militares filtraron en el 97 con la
descripción que Fernández Huidobro hace de una cantidad de compañeros suyos
que estaban sueltos, estando él como rehén, ya te pinta…; las conversaciones
en el Batallón Florida, el hecho de que saliese a la calle con un capitán,
no sólo torturador, sino responsable del asesinato de Andrés Martirena y su
mujer en la calle Amazonas… Si además participó en interrogatorios, no sé.
Tal vez para vos eso cambie algo de cantidad a calidad. A mí no me cambia
mucho. En todo caso él, después de que salió, siguió hablando con los
militares, estableció un teléfono rojo y así sucesivamente. Por eso digo que
en realidad hay una gran coherencia en su historia.

—Es objeto de polémica la divulgación de los documentos como el que los
terroristas de Estado filtraron en el 97.

—Un viejo dilema del periodismo que lo tengo resuelto desde siempre.
Primero, la inmensa mayoría de la gente que divulga cosas no lo hace por
amor a la patria sino por algún interés espurio particular, que vos no sabés
cuál es. Y segundo, que la fuente tenga algún interés espurio no quiere
decir que la información no sea válida. Ahí está el trabajo del periodista.
Nuestro trabajo consiste en eso: tomar el dato que llega de ese modo y
contrastarlo, chequearlo, determinar si esa información es válida. ¿Quién
sino los militares pueden filtrar declaraciones de la época de la dictadura?
¿Quién otro que alguno que haya estado en una estafa bancaria puede filtrar
documentos sobre esa estafa bancaria?

—Tu libro incluye enfoques novedosos de los que se habla bastante menos.
¿Por qué era necesario recordar a Lenin y a Rodney Arismendi para entender a
Fernández Huidobro?

—Porque en realidad la única peculiaridad que el Mln tuvo en los años
sesenta fue desarrollar la lucha armada. Cuando uno lee los “Documentos”,
del uno al cinco, las “Actas tupamaras”, los comunicados a la población, el
plan de gobierno, cuando uno lee todo ese conjunto documental descubre que
en realidad planteaban más o menos lo mismo que el resto de la izquierda
(reforma agraria, nacionalización de la banca, etcétera), y que la única
diferencia que tenían con el resto de la izquierda era que ellos decían que
eso se conseguía solamente por la lucha armada. Y polemizaban con los
comunistas. Además de tratarlos de patrinqueros decían que la política de
acumulación de fuerzas que éstos, entre otros, defendían, era más de lo
mismo. Y es Fernández Huidobro el que en su libro Historia de los tupamaros
habla del dúo Arismendi-Quijano (como representante de la visión combatida).
Fue realmente una sorpresa para mí darme cuenta de que los tupamaros no
tenían ninguna peculiaridad político-ideológica. Sólo los diferenció la
lucha armada. Entonces, después de que abandonás la lucha armada, ¿cuál es
tu peculiaridad política? Yo creo que no la tienen.

— Sobre todo para los jóvenes debe resultar una sorpresa leer en tu libro
que para los comunistas no podía considerarse revolucionaria la organización
que no asumiera la tarea de realizar una propaganda “sistemática y decidida”
dentro del ejército.

—Eso debe responder a que soy vieja y me acuerdo todavía de cuando íbamos a
las manifestaciones y gritábamos “Soldado, soldado, vos también sos
explotado”. No me olvido de mi pasado y tengo presente que los partidos
comunistas tenían la famosa “cuarta dirección” (dirigida a incidir en las
Fuerzas Armadas) y que en realidad ya estaba formulada en las 21 condiciones
para ingresar a la Tercera Internacional que tenían que asumir los que
querían ser comunistas, dividiéndose por eso de los socialistas… Y por eso
me parece que el debate, este, mediático, es muy de barrabravas y de poca
fundamentación política. Porque también las expropiaciones anarquistas
forman parte de la historia de toda la izquierda, no sólo del Mln. Todos
nosotros nos formamos abrevando en posiciones de esa naturaleza. En el libro
pongo el texto de un anarquista que fusilaron en Argentina donde el tipo
reivindica el derecho a la expropiación, incluso individual. Son debates que
se llevó la vida. Porque la revolución era la consigna hasta los ochenta,
después fue la democracia y ahora parece que es la transparencia… La gente
entonces puede desconocer estos orígenes. Pero no los intelectuales que han
salido a opinar sin leer el libro, que son varios. Es una vergüenza; denotan
que el nivel del debate político en Uruguay ya ni reconoce lo que es la
historia. No tiene fundamento teórico.

—Entonces, en principio, la línea de Fernández Huidobro encuadra dentro de
esa línea de trabajo revolucionario.

—Empieza como una postura colectiva, como la que también llevaban adelante
los comunistas. La peculiaridad del Ñato es que él, a una postura colectiva,
fundada ideológicamente, la va transformando en una cuestión personal. En
qué momento él deja de hacer las cosas avalado por su orgánica y pasa a ser
él la representación de esa orgánica no lo sé, pero eso fue lo que pasó.

—El libro apunta a que la prueba decisiva del acierto o desacierto de esas
relaciones complicadas debía haber sido su gestión como ministro de Defensa,
y el balance que de ella se hace en Sin remordimientos no es precisamente
bueno.

—Él mismo termina reconociendo su fracaso en una sesión de la Comisión de
Defensa de la Cámara de Senadores que yo cito. Él había asegurado que iba a
hacer la gran reforma del Estado porque iba a unificar a las Fuerzas
Armadas, y terminó reconociendo que ni siquiera había logrado poner un mando
conjunto en las misiones de paz. Yo reproduzco sus palabras: dice que tiene
tres ejércitos enfrentados entre ellos. Él se propuso un objetivo, dentro de
su propia visión del mundo. Logró que se hiciera un debate nacional sobre
defensa, logró que se votase una ley marco de defensa, pero después cuando
la quiso aplicar no pudo y el ministerio quedó de nuevo en manos de los
militares. Y algo hay que tener presente: una cosa es decir “todas las
izquierdas se planteaban trabajar con los militares”, así en abstracto, pero
después cuando los hechos suceden, cuando viene la dictadura, cuando durante
11 años asesinan, secuestran, torturan, ya no son los militares en
abstracto. La transformación del Ñato es que antes de los militares en
abstracto pasó a colaborar o a dialogar con militares concretos, y después
terminó protegiendo a militares concretos. Hay un cambio sustancial desde la
definición de la Tercera Internacional hasta como él la terminó aplicando en
este momento y en este lugar. No es lo mismo dialogar con los militares para
que entiendan “las posturas del pueblo”, que dialogar con Casella o Gavazzo.
Esa práctica no es la aplicación de esa teoría.

—¿La responsabilidad de ese fracaso en la transformación de lo militar le
cabe personalmente o corresponde a los gobiernos del Frente Amplio que lo
tuvieron como ministro?

—Creo que en realidad hay un fracaso general de la izquierda en que treinta
años después de la dictadura no se haya resuelto una cantidad de cuentas
pendientes, que los archivos no se conozcan, que las cuentas de la
impunidad, como escribió Roger Rodríguez, sigan dando que de 167 casos de
desaparición se hayan recuperado sólo 24 cuerpos (y, en realidad, sólo cinco
de ellos en Uruguay), eso es un fracaso global.

***

El general retirado Pedro Aguerre Albano, frenteamplista, preso por los
golpistas ya desde la maniobra de febrero de 1972, apuntó también a señalar
responsabilidades compartidas. Durante el primer gobierno del Frente,
recordó Aguerre a Brecha, la ley orgánica del Ejército fue modificada para
que el presidente pudiera designar generales entre todos los coroneles en
condiciones de ascender, y no sólo entre los del primer tercio de la lista,
generalmente integrado “por familiares o allegados a la jerarquía del
Ejército”. “Si eso quedaba así, solamente iban a ascender gorilas, porque
los gorilas dejaban gorilitas en esos lugares”, aclaró. Y aunque la reforma
se hizo y el presidente había recobrado la libertad de elegir a quien
quisiera, después de la aparición de los restos del escribano Fernando
Miranda los ascendidos fueron, según Aguerre, “cinco gorilas”. “Para mí ahí
hubo un agradecimiento o algo… y ahí no estaban el Ñato y ni el Pepe, yo
creo que hay cosas que vienen de más arriba. Es muy complicada la relación
entre Fuerzas Armadas y democracia, cada vez que se salió de una dictadura
ha pasado lo mismo”, observó el general.

Por su parte el politólogo Julián González Guyer, especialista en política
militar, ofreció a este semanario la imagen de una reforma militar
estancada, que no logró avanzar en el camino trazado por la ley marco de
defensa.

Después de ese impulso “hubo como un gesto de recoger la línea, pero eso
plantea un problema muy serio”, advirtió. Para el politólogo, “cuando a una
institución tan corporativa, tan cerrada, tan separada de la sociedad, se le
plantea el desafío de seguir un rumbo de apertura y, sin embargo, cuando
después de esa especie de amague hay una vuelta atrás, es como la
confirmación de que lo que siempre hicieron está bien, que ser de hecho, no
de derecho, quienes dirigen la política de defensa nacional se reafirma, y
eso no es bueno para la democracia ni para la institución militar. Y no
estoy diciendo que la culpa sea de los militares. Es culpa de los
gobiernos”. Pero ¿por qué habría sido así? “Aquí encuentro un elemento que
le quita algo de responsabilidad al Ñato. Cuando uno mira lo que se hizo y
lo que no se hizo va a encontrar una regularidad casi con el carácter de una
ley: se hizo aquello que no requería mayor inversión, inversión en términos
económicos pero también políticos”, postuló González Guyer.

Pero para la autora de Sin remordimientos hay algo en lo que la
responsabilidad de su biografiado no se puede disminuir: “Dentro de ese
fracaso global de la izquierda hubo y hay protagonistas muy particulares.
Cuando Fernández Huidobro, haciendo uso de su brillantez política, convence
al congreso del Frente Amplio en el año 2003 de que no se puede llevar como
plataforma la derogación de la ley de caducidad y se enfrenta con Hugo Cores
y le gana esa polémica, y entonces el Frente decide en su congreso no asumir
eso, bueno, ahí el protagonista esencial es él pero también un congreso que
decidió seguir su postura. La ciencia política se preguntará sobre esa
tensión entre la historia colectiva y las individualidades, supongo que hay
un ida y vuelta”.

  _____

Sin tregua

En Una historia de los tupamaros (Montevideo, Fin de Siglo, 2009) el francés
Alain Labrousse había consignado, sin embargo, que “la única condición
previa a toda prosecución de las negociaciones por parte de los dirigentes
tupamaros (…) fue que se detuvieran las espantosas torturas a las que tanto
ellos como sus compañeros eran sometidos” y –lo más importante– que “durante
este período las torturas en los cuarteles fueron interrumpidas en gran
parte” (páginas 119 y 121). “La tortura continuó exactamente igual contra
los presos que no participaban de las negociaciones. Es decir, la mayoría de
los prisioneros, en la mayoría de los cuarteles”, replicó otro académico
especializado en el período consultado por Brecha a este respecto. “No sé
tampoco cómo se podría verificar esa afirmación”, interpuso un tercer
historiador, y explicó: “Por lo que hemos visto de la dinámica represiva
(autonomía de acción de los grupos de tareas, descentralización de los
operativos, escaso control en los escalones más bajos), pudo haber ocurrido
que delante de la mirada de los tupas la tortura hubiera menguado, pero que
no haya forma de saber si eso era un fenómeno generalizado o solamente un
hecho local, mientras que en otros cuarteles las cosas seguían como antes”.
Consigna Urruzola en el capítulo sexto: “28 de junio (de 1972): muere por
torturas Juan Fachinelli”.

  _____

Uruguay

MLN-Tupamaros

Los traidores del MPP y la más repugnante de las mentiras

El libro sobre Fernández Huidobro y su papel en la construcción de la
historia oficial

Gabriel Pereyra

El Observador, 27-4-2017

http://www.elobservador.com.uy <http://www.elobservador.com.uy/>

Cuando el ex tupamaro Héctor Amodio Pérez me dijo que iba a venir a Uruguay
a decir su verdad, le comenté que sería en vano, que nadie le iba a creer.
Con el paso del tiempo, esa "bestia negra" que el MLN pintó como el traidor
entre los traidores que contribuyó con su felonía a la derrota de la
guerrilla en 1970, demostró que tenía parte de razón. Quizás no convenció o
convenció a pocos sobre sus delaciones, pero incorporó una nueva voz que
contrastaba con la verdad oficial tupamara, y que con el paso del tiempo se
va afianzando en base a testimonios e investigaciones de personas a las que
parece difícil atribuirle posiciones pro Amodio.

En estos días la periodista María Urruzola, conocida simpatizante de
izquierda, presentó "Eleuterio Fernández Huidobro: sin remordimientos...
(Planeta), un libro sobre el periplo guerrillero-político del extinto
ministro de Defensa.

El libro –que en una parte recoge un documento militar que registra cómo
Eleuterio Fernández Huidobro (EFH) delató a varios compañeros- tiene pasajes
que perfectamente se confunden con afirmaciones realizadas en su momento por
Amodio Pérez.

Sobre el final del libro, Urruzola, a modo de reflexión, califica a EFH como
"el rey de la imprecisión histórica".

EFH no actuó solo en la elaboración de esta fábula, y no estoy hablando de
su compadre Mauricio Rosencoff, otro al que los propios le han señalado
pecados revolucionarios similares. En realidad por acción u omisión buena
parte de la izquierda, pero también de otros sectores del sistema político y
de la ciudadanía, dieron por buena esa historia oficial plagada de medias
verdades cuando no de mentiras completas.

Urruzola cita en su libro al escritor español Javier Cercas y su obra "El
impostor": "La investigación sobre la vida real de un gran mentiroso, que
convenció durante mucho tiempo a mucha gente de algo que no había sido
verdad". Y añade que la mentira solo funciona si está amasada con retazos de
verdad.

Una cosa que siempre recuerdo no sin cierta sorpresa es la anécdota ocurrida
en 1972 cuando estando detenido en el Florida, Amodio Pérez hizo una especie
de conferencia previa a la cual los militares le permitieron reunirse con
dirigentes políticos. Uno de ellos, Dardo Ortiz, de la derecha del
nacionalismo, calificó de "traidor" a Amodio Pérez y este le retrucó que si
así fuera, su accionar beneficiaba a las fuerzas de la ley que luchaban
contra la sedición y que el senador debía expresar beneplácito en vez de
condena.

Durante la dictadura los tupamaros, a fuerza de soportar las peores
condiciones de reclusión, lavaron su imagen y el agua barrió buena parte de
la sangre que derramaron. Antes y después del golpe de Estado la imagen de
Robin Hood y la valentía, entre otras virtudes rebeldes, impidió que se
dijeran algunas verdades dolorosas para aquel sueño que devino en pesadilla.
Del sector más fierrero y duro del MLN surgieron las primeras voces críticas
de la historia oficial.

Se le atribuye al líder histórico de los tupamaros Raúl Sendic (1925-1989),
haber dicho que si alguna vez necesitaba un guardaespaldas elegía para eso
"al Mejicano" en alusión a Ricardo Perdomo Perdomo (1949-2013). En su libro
"Yo soy Rufo y no me entrego", Perdomo Perdomo escribió: "Lo repetiremos
para que no haya dudas, no fue solo Amodio (Pérez) el que entregó
infraestructura, armas y hombres".

Y se pregunta cómo quienes salían a contactarse con compañeros fuera del
cuartel –entre los cuales destaca a EFH-, ignoraban que podían ser
descubiertos: "La verdad es que para la Inteligencia Militar, aunque
hubiesen sido los más estúpidos del mundo, ¡unos prisioneros como estos
daban gusto!". Dijo que el "equipo Huidobro" salía "con milicos a las calles
para apuntalar compañeros que se resistían".

El también ex tupamaro integrante de la activa columna 15 del MLN, Esteban
Pereyra Mena contó sobre EFH: "En prisión me planteó la rendición y le dije:
'Ñato no solo me parece que lo que vos planteás es una traición; ¡vos sos un
traidor!'".

"¿Por qué defiende Huidobro tanto a los milicos? Porque él es un traidor
condenado; la izquierda revolucionaria sabe que lo va a ejecutar; a Rosencof
lo mismo", dijo Pereyra Mena.

Cuando Amodio Pérez reapareció, trató de darle un contexto al relato de su
pacto con los militares en procura de evitar la tortura y liberar a Alicia
Rey Morales, el amor de su vida por entonces. "Fernández Huidobro sale a
negociar la rendición incondicional del MLN en junio de 1972. Sale a
plantear que el MLN se tiene que rendir porque está liquidado. Compañeros,
estamos deshechos, dice, la caída de gente es imparable. Eso yo lo había
dicho al día siguiente del 14 de abril, que debíamos replegarnos, salir de
la calle, que era una locura lo que se estaba haciendo. Y por eso me
pusieron en la mira, porque me opuse a todos los planes", dijo Amodio Pérez
a su regreso.

Cuando uno hurga en las declaraciones concretas de personas que dicen haber
sido entregadas por Amodio Pérez, no superan la media docena. El documento
militar en el que aparecen las declaraciones de EFH dando pelos y señales de
sus compañeros incluye 41 nombres. Pero con su ingenio y afilada pluma, EFH
se las ingenió para incluir al personaje de Judas dentro del evangelio
tupamaro. Amodio había desaparecido, lo que alimentaba el mito, a diferencia
de Mario Píriz Budes, de quien todos sabían que había entregado a todos los
tupas del interior del país, que era su área de influencia, pero vivió todos
estos años tranquilamente en el departamento de Rivera. Con los años el
propio José Mujica admitió que Píriz Budes causó más daño al MLN que Amodio.
Pero ya era tarde para cambiar el dogma.

En los tramos finales del libro Urruzola cita un tramo de "El pozo" de Juan
Carlos Onetti: "Se dice que hay varias maneras de mentir; pero la más
repugnante de todas es decir la verdad, toda la verdad, ocultando el alma de
los hechos".

  _____

Siempre mentiroso

Jorge Zabalza

Voces, 26-4-2017

http://www.voces.com.uy/

Libro serio, afirmaciones documentadas. Nada nuevo. Todo lo que recoge María
Urruzola es público y conocido desde hace diez años, desde que el Fito Garcé
publicó ‘Donde hubo fuego’ (2006). El libro es mucho más que su capítulo
‘Meter el caño’. ¿Por qué en aquél momento no hubo cacería de brujas o, más
bien de brujos? ¿Por qué no hubo sensacionalismo ni amarillismo? ¿por qué no
acosaron al politólogo con la misma dureza que lo hacen con la periodista?
Antes de leer la primer frase algunos ya estaban peleando por un pedacito de
carroña. Hay que leerlo primero y opinar después.

El libro destaca varios aspectos muy interesantes que contribuyen a una
historia ‘no oficial’ de los tupamaros y, por consiguiente, despertó la
irritación de los adscriptos a la historia ‘oficial’. A esta altura de mi
vida, luego de dar a la revolución lo más valioso que tuve, no puedo dejarme
amedrentar porque algunos viejos leones hagan muecas y muestren sus
desgastados dientes amarillentos. Ya no atemorizan los ataques de los
desdentados, el escudar la culpabilidad negando estúpidamente los hechos.
Todo lo miden en votos: digo la verdad pierdo tantos votos, miento y
mantengo los que ya tengo. Son unos sacanalgas.

El perfil

Más que una biografía, el libro presenta una semblanza de la personalidad de
Eleuterio Fernández Huidobro (EFH). Hay varios Ñatos en la historia del
Ñato, escribió Samuel Blixen, pero María los ensambla a todos ellos para
darnos la globalidad: el Ñato de todos los Ñatos. Y nos ayuda a entender que
el tipo fue un gran mentiroso. Escribiendo y hablando con brillante estilo,
pero nos mentía en los ‘60 y nos mintió en el 2000. Siempre mintiendo, puro
verso. Mentiroso es su obituario. ¿Éste gusano fue aquella mariposa que
todas y todos los tupamaros reconocíamos como segundo jefe?, ¿este mentiroso
contumaz fue el que tantas y tantos seguimos ciegamente? Y...bueno, sí, esa
es la triste realidad.

‘No podemos pedirle a nadie que sea un héroe en la tortura’, me escribió
Perico desde Barcelona. Es una verdad a medias sin embargo, pues había a
quienes debíamos exigir no entregarse al torturador, enfrentarlo con el
coraje de Rufo y del Ché, del gauchito Marín, el Caudillo Lerena, Jessie
Macchi o Frutos Berreta, de tantas y tantos. Comportarse como un héroe en la
tortura fue la responsabilidad asumida por quienes convocaron a la lucha
armada, en especial los primeros en llamar a dar la vida por la revolución,
la punta del ovillo como dijo alguna vez el Ñato.

Ya sabíamos que se entregó sin pelea cuando Calcagno y Castiglioni
asesinaron a Ivette y Luis Martirena. Ya lo sospechábamos, pero ver ahí, en
las páginas escritas por María, que EFH, Mauricio Rosencof y Lucía
Topolansky colaboraron con el enemigo, provoca escalofríos, espanto y
horror. La cobardía de la calle Amazonas estuvo conectada con la
colaboración, una realidad redondita, inocultable, contundente. Con toda
seguridad hay otros viejos guerrilleros cuya colaboración quedó en la
penumbra, en esos archivos que no acaban de hacerse públicos.

Callar la boca es consentir. El silencio de algunos ya es complicidad. En lo
personal, no me deja nada tranquilo que Graciela Jorge, compañera de EFH
durante medio siglo, haya estado a cargo del cuidado y clasificación de los
archivos incautados por la Dra. Azucena Berruti. La verdad siempre es
revolucionaria pero...¡cuánto cuesta llegar ella cuando los custodios están
interesados en tapar la mierda!

De guerrillero a milico

En el tramo final de su vida el Ñato se desdijo de muchas cosas que había
sostenido en los ‘60 pero, entre ellas, hay una muy sugerente. EFH ayudó a
nacer la guerrilla tupamara reafirmando la tesis de que es posible tomar el
poder ‘contra’ las FFAA, derrotándolas como habían hecho los barbudos
cubanos. Sin remordimiento alguno pasó a la tesis contraria, al dogma de la
III Internacional: sólo se puede hacer una insurrección contando ‘con’ las
fuerzas armadas. En 1971 concibió su propia versión: había que apostar a
convertir el ejército en el partido político del desarrollo nacional y, por
consiguiente, es preciso convencer políticamente a sus oficiales. Para
lograr ese objetivo, en el Batallón Florida (1972) propuso la rendición
incondicional de los que continuaban luchando. Después que fracasara su
tentativa el Ñato, muy criticado en la interna, dijo haberse equivocado, era
una ilusión su estrategia de volcar hacia el pueblo sectores importantes de
las fuerzas armadas. “Éstas están concebidas y concebidas de tal modo que la
rosca dominante nunca va a perder su control”, escribió en ‘La Tregua
Armada’.

Pese a todo, impulsado vaya a saber por qué secreta aspiración, terminó en
el 2003 convertido en un ‘militar, irregular, pero militar al fin’, en
abogado de la inocencia de los criminales del terrorismo y obstáculo a
quienes pretendían llegar a la

Verdad y la Justicia. Bien podía haberse afiliado al partido comunista en
lugar de instalar un foco guerrillero en el Uruguay de 1965. ¡Cuánta sangre
compañera se habría ahorrado!. ¿Cómo no compartir el sentimiento de haber
sido traicionados que abruma a la mayoría de las y los tupamaros irredentos?


Las expropiaciones

¿No es cierto que roban cada día a los asalariados? ¿Qué instalar un banco
es la manera legal de robar? ¿No es cierto que las corporaciones como UPM
(transnacional de celulosa) rapiñan los recursos patrios? No habrá
democracia mientras sean unos pocos los que toman las decisiones económicas,
los que deciden para quién se produce, adónde van a parar las riquezas
producidas. Es bueno refrescar los viejos conceptos básicos en estos tiempos
de la apología a la democracia desprendida de las clases sociales, elevada
al Olimpo de las verdades abstractas.

¿En nombre de qué democracia condenan a los revolucionarios que expropian a
los expropiadores? ¿De esos edificios jurídicos construidos por los
explotadores nuestros de cada día? ¿De las formalidades de un Estado de
Derecho que protege a los poquitos que expropian legalmente a los
muchísimos? ¿De los principios éticos que amparan la masacre de los rebeldes
por la violencia institucionalizada?

La flagrante inmoralidad de este mundo indigna, llena de bronca los
espíritus, los insurrecciona y los impulsa a luchar por su emancipación
desafiando a los aparatos policíaco-militares. La revolución será, en
definitiva, una gigantesca y masiva expropiación a los dueños del mundo. El
pueblo insurrecto expropiando a los violentos defensores de su propiedad
abusiva de la tierra y del capital.

No me horroriza pues que haya quienes se adelanten a ese día glorioso de la
gran expropiación. Es un acto de justicia, un derecho individual y
colectivo, el del pobre que va por pan. En particular el de aquellos que se
organizan para acumular las fuerzas sociales que harán la revolución.
Comparto totalmente en lo ideológico la expropiación de los poderosos para
financiar insurgencias. Ideas que se entendieron muy válidas en los ‘70 y en
1985, pero hoy negadas tres veces por los apóstatas del arrepentimiento. 

No sé de nadie que lo haya hecho y no haya pagado en años de cárcel o de
exilio su actitud irreverente hacia las leyes y las instituciones de la
clase dominante. Los comprendo y no los condeno ni ética ni moralmente. No
condené nunca a Ricardo Perdomo cuando, según contaba a quién quisiera
escucharlo, en el año 1991 tomó su decisión de expropiar a los expropiadores
en acuerdo con José Mujica

  _____





---
El software de antivirus Avast ha analizado este correo electrónico en busca de virus.
https://www.avast.com/antivirus


------------ próxima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: http://listas.chasque.net/pipermail/boletin-prensa/attachments/20170429/b29ff5a5/attachment-0001.htm


Más información sobre la lista de distribución Boletin-prensa