Argentina/ Lo que calma es el grito: organización popular La Poderosa [Azul Curdo]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Abr 30 22:07:21 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

30 de abril 2017

Boletín Informativo

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germain5 en chasque.net

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Argentina

Organización popular La Poderosa

Lo que calma es el grito

El colectivo nuclea a 44 asambleas villeras en Argentina y se encuentra en
plena expansión latinoamericana, con presencia en Cuba, Bolivia, Colombia,
Brasil y Uruguay. De visita en Montevideo, referentes de la organización
conversaron con Brecha sobre torturas, gatillo fácil, urbanización de las
villas, construir la patria grande, sentirse en casa en una favela y hacer
comunicación popular.

Azul Curdo

Brecha, 28-4-2017

http://brecha.com.uy/

La tortura solía usarse para que el torturado “cantara”, “buchoneara”,
“escupiera” información, además de sangre y bilis. Desde hace un tiempo (o
quizá, para los pibes de la villa, desde siempre) es sólo para sufrir,
matar, desaparecer.

Iván y Ezequiel fueron torturados por policías. Cuando el primero vio cómo
“verdugueaban” al segundo –que caminaba por la única avenida por la que
pasan colectivos en la Villa 21– y se acercó a ver qué pasaba, lo recibieron
con una trompada en la boca. La Policía Federal argentina, que nunca
registró esa detención, llamó a la Prefectura, los subieron a un patrullero
y se los llevaron a una garita donde los insultaron, les pegaron, los
encapucharon, los llevaron luego hasta la vera del Riachuelo y amenazaron
con arrojarlos al agua podrida. Les pusieron un revólver en la nuca, les
hicieron rezar el padrenuestro por sus vidas, les apagaron cigarrillos en
sus cuerpos, los obligaron a hacer flexiones de piernas y brazos, los
esposaron a una valla (por lo cual perdieron la sensibilidad de las manos
durante un mes). Les hicieron jugar una carrera en la que el que perdía se
moría. Correr rápido para salvar su vida. Correr lento para que la salvara
el otro. Correr para salvarse los dos.

“Iván y Ezequiel sufrieron las prácticas denunciadas en el Nunca Más”,
afirma Nacho Levy, referente de La Poderosa. “Toda esta situación nos obligó
a denunciar los hechos a través del canal C5N, pero ponerlos de espaldas
resultaba inverosímil, no le daría entidad a sus testimonios. Entonces ellos
se pusieron de frente, se hicieron cargo de la denuncia. Automáticamente el
nivel de riesgo y de amenazas crecía sobre ellos. Nosotros convencimos a la
abuela de Iván de que él tenía que salir en televisión porque eso lo iba a
poner a resguardo, lo contó en televisión en horario pico y, en lugar de
protegerlo, cuando volvió al barrio lo corrió la Prefectura hasta la puerta
de su casa. Ahí entendimos que esa responsabilidad que estaba asumiendo Iván
la teníamos que asumir nosotros. Por eso decidimos empezar a ocupar los
espacios que no ocupábamos y capitalizar un espacio que reclamamos un montón
de años en los medios. Hay panelistas ricos, altos, bajos, rubios, morochos,
gordos, flacos, gays y heterosexuales, pero no hay panelistas pobres”, dice.

En estos 14 años de existencia, al dar una entrevista los referentes de La
Poderosa guardaron el anonimato, como una forma de resguardar el colectivo,
de “domar nuestros propios egos” frente al circo mediático, de buscar que
los vecinos se apropiaran solidariamente de la organización. Fortalecidos en
la lucha y en la resistencia desde los pasillos de chapa, nailon y cartón,
muchas veces tapados de mierda que brota de las cloacas porque la
urbanización se sigue haciendo esperar por parte de los gobernantes,
decidieron cambiar la pisada y dar sus nombres. Bajo la condición de que
quienes hablan en nombre de La Poderosa son quienes viven en los barrios, no
otros vecinos que apoyan sus reivindicaciones, ni intelectuales u
organizaciones de derechos humanos que los acompañan.

“Cuando los medios individualizaban una figura en nuestros barrios,
enseguida le asignaban una carga negativa. Mantener el anonimato nos
permitió en todo este tiempo resguardar el colectivo, que excede cualquier
individualidad. No sólo somos muchos más de los que estamos acá, sino que
somos muchos más de los que estamos hoy: las luchas de todos estos años no
empezaron con nosotros. Pero estuvimos obligados a plantearnos que esa
visibilidad había que asumirla con responsabilidad y compromiso político”,
agrega Levy, vecino del barrio Zavaleta, como Alejandra Díaz, redactora de
La Garganta Poderosa, y Daniela Mérida, vecina de Villa Fátima y fotógrafa
de esa revista, los tres elegidos para ser voceros ante los medios de
comunicación y en la serie de charlas que brindaron esta semana en
Montevideo en el centro cultural Entre y las facultades de Ciencias Sociales
y de Comunicación.

Encandilar

Javier Mascherano, referente de la selección argentina de fútbol, viste
delantal rojo y gorro blanco de chef. Celebra la inauguración del comedor
popular Gargantitas, que alimentará a 300 niños. Su rostro está en la tapa
de La Garganta Poderosa de junio del año pasado. Clarín lo toma como
noticia. Se visibiliza la apertura del comedor. De repente se activan
alarmas en el gobierno porteño y las autoridades homologan el permiso
oficial para regularizar ese espacio que saca el hambre por un rato cada
día.

Para llegar a que en la tapa estuvieran Kevin, Luciano Arruga, Kiki Lescano,
antes tuvieron que estar Maradona, Riquelme, el Indio Solari, Galeano. “Para
que nos vieran tuvimos que poner lucecitas de colores.”

De la resistencia en los barrios “puede salir algo mucho más grande que sólo
sobrevivir”. Ante la falta de vivienda digna, la necesidad de urbanización
en las villas es identificada como una problemática que atraviesa a todos,
como parte de los derechos y garantías que no se les otorgan. Esa violencia
institucional permanente en la que viven la distinguen de la represión
policial.

“Violencia institucional no son los palos que nos da la policía, o las balas
que matan a los chicos en nuestros barrios. Eso es represión estatal. Para
nosotros la violencia institucional no se resuelve con policías, se resuelve
con urbanización”, afirma Nacho.

“Por violencia institucional murió Facundo cuando se le cayó un árbol sobre
el techo de su casa, que su mamá había denunciado tres veces; o cuando
María, de 5 años, murió en un incendio en la villa Rodrigo Bueno, que no
hubiera sido mortal si el barrio estuviera urbanizado como indica la ley; o
Pascual, que murió en la Villa 31 mientras su amigo lo llevaba al hospital
en un carro de cartonear porque la ambulancia nunca pasó a buscarlo; o
Gastón, en Costanera Sur, que volviendo de la secundaria quiso rescatar a su
gatito que cayó en un pozo ciego y murió ahogado, literalmente, en la
mierda.” Todas son violencias ejercidas por parte de instituciones “que
deberían acompañarnos pero nos hostigan, desde el día en que nacemos en un
barrio hasta que morimos”, continúa.

“Cuando nosotros empezamos no nos planteamos como uno de nuestros ejes la
lucha contra la represión del Estado: la cotidianidad de nuestros barrios o
la coyuntura nos puso en ese lugar. De golpe nosotros fuimos quienes
denunciamos la muerte de Kevin (en setiembre de 2013), la de un chico de una
murga baleado (por gendarmes) en la Villa 1.11.14 (en febrero de 2016),
compañeros de 15 y 18 años de la Villa 21 torturados con prácticas macabras
el año pasado, ahora la represión a un comedor infantil. Y no es casualidad
que sólo hayan aflorado los casos que involucran a la ternura inapelable de
los niños. La realidad es que, si la bala que le pegó a mi ahijado (Kevin)
le hubiera pegado a mi compadre, hubieran dicho que él era un jefe narco. Si
en vez de reventar un comedor infantil hubiera reventado un centro cultural,
hubieran dicho que desbarataron una banda del cártel de Zavaleta. Habernos
convertido en un movimiento de referencia contra la represión del Estado
supuso operaciones de inteligencia y hacernos llegar amenazas a través de un
canal de Youtube”, entre otros hostigamientos cotidianos.

En 2007 Macri ganó las elecciones para jefe de gobierno de la ciudad de
Buenos Aires prometiendo que iba a erradicar la Villa 31, en la zona de
Retiro, y ganó por segunda vez en 2011 prometiendo que la iba a urbanizar,
porque había entendido que un barrio de 60 años, donde habita el ejemplo del
padre Mugica, no iba a ser desterrado por un señor de traje y corbata. Levy
analiza que “la represión policial atiende el desborde que no atienden sus
políticas públicas desde siempre. Con este gobierno es más notorio”.

Formación

Lo que aprendimos fue por nuestra experiencia en el barrio. Disputamos el
sentido de la universidad dentro y fuera de los barrios, el sentido de la
construcción y circulación de saberes. Nos vienen a hablar de ‘dar’
educación popular y a traernos cajas de herramientas, como si no tuviéramos,
o con poca predisposición a traer sus herramientas y tener espacio para
llevarse algunas de las nuestras”, recrimina Levy. Por eso a lo largo de la
charla destaca la postura y el diálogo que ha establecido el Consejo
Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) con La Poderosa, que les
brindó recursos para cubrir el mundial en Brasil desde dentro de una favela,
para viajar por América Latina para compartir la experiencia de su
organización y poder interpelar a los académicos.

Hay que contemplar los saberes que no están en la universidad: “Si el mundo
funciona para la mierda, y no lo manejamos los villeros, lo manejan los
académicos, tal vez no esté tan bueno que me traigas tu bolso lleno de
herramientas para el barrio para que nosotros podamos manejarlo para la
mierda también. Traete el bolso por la mitad y llevate algunas de las
herramientas que hemos desarrollado en estos barrios para no perder la
costumbre de aprender a través de una asamblea, que te aseguro que te va a
dar mucha más formación que la que recibiste vos, que gobernás como
gobernás. Exigimos instancias de participación en los medios, en la
universidad y en la política, porque no es casualidad que sean blancos
universitarios los que hablan desde arriba del escenario y negros villeros
los que abajo sostienen las banderas”.

Mientras que en las facultades la comunicación popular sigue siendo una
materia optativa, “nosotros la hacemos todos los días”, exclama Nacho.
Daniela sentencia: “Queremos dejar de ser objeto de estudio y ser sujetos de
la universidad. No es sólo conocer cómo nos pensamos a nosotros mismos, sino
que se enteren qué pensamos” y que se reconozca, desde el autodenominado
mundo académico, que “nosotros producimos conocimiento y tenemos un método
de investigación que es nuestro, que parte de nuestra coyuntura, nuestras
experiencias y territorios; coordinamos un grupo de Clacso, por ejemplo”.

Levy interpela una vez más: “Ahora nos invitan las universidades, las mismas
que no contienen a ninguno de los vecinos que viven en nuestros barrios. A
veces la universidad llama ‘extensión’ a cuando estira la uña y toca la
villa. Estamos en contra de ese concepto. Tu familia no hace una extensión
de la mesa para que vos te sientes con ellos en Navidad. Vos sos parte de la
mesa. Nosotros no somos una extensión de la universidad, somos parte del
universo que constituye a la universidad. Por eso no decimos ‘gracias por
invitarnos’, sino ‘¿por qué tardaron tanto en invitarnos a venir?’. Y vamos
a poner en tensión por qué la educación para todos es un punto de llegada,
en lugar de un punto de partida. La universidad pública no te cobra un
canon, pero te cobra un estatus, que para nosotros es imposible de sostener,
es inviable”.

Frentes

“No soy feminista, me estoy formando, al igual que mis vecinas”, dice
Daniela, que integra el Frente de Géneros de La Poderosa, como Alejandra. La
fotógrafa dice que entre sus filas todavía “no tenemos revolucionarias
feministas”, sino vecinas que se reúnen a pensarse y deconstruir mandatos
sociales, a desnaturalizar la violencia de cada golpe propinado por el
marido, como parte de la formación política que se brinda en las asambleas.

Están empezando “a ver esa violencia que sufre la vecina por el marido, pero
también a ver que sufrimos violencia machista desde que nacimos hasta que
vamos a parir. Porque sos boliviana, paraguaya, pobre, sabemos lo que es la
violencia obstétrica y lo que es la violencia institucional, cuando vamos a
parir y no todas salimos con el bebé en brazos porque murió, ante la falta
de atención médica a tiempo o por una ambulancia que no llegó porque no
entran a la villa”, ejemplifica Mérida.

“Son violencias que empezamos a desnaturalizar, mientras pensamos cómo
acompañar a la vecina que denuncia al marido, cómo construir independencia
económica a través de cooperativas, como la del armado de muebles”, cuentan.

“En el espacio de mujeres, muchas tienen varios hijos y no tienen tiempo
para juntarse y charlar, porque tienen que cocinar, cuidar y darles de comer
a sus hijos, estar con el marido. Y eso es muy difícil de romper. Estamos
dando la discusión de armar jardines comunitarios, espacios donde se queden
los chicos mientras las mujeres asisten a las asambleas. Para que la mujer
pueda tener su espacio y liberarse.”

Por ello la compañera de La Poderosa de Uruguay, testigo y cómplice de este
encuentro, agrega: “Queremos dar la dispu­ta dentro del feminismo, con
espacios nuevos en construcción, y empezar a pensar un feminismo popular
desde los barrios”. Para Levy “el feminismo es el movimiento de masas de la
época”.

Otros frentes están en marcha dentro de la “orga”. En esta puesta a punto
con Brecha, a dos años de la primera entrevista con el semanario (véase
Brecha, 2-X-15), La Garganta Poderosa cuenta que propuestas como el control
popular de las fuerzas de seguridad está tomando forma de proyecto
legislativo, para que se cree desde el Estado un esquema de personería
jurídica que dé estatus a esta organización que ya se da entre los barrios y
organizaciones de derechos humanos. Su función es la de relevar denuncias de
los vecinos frente a abusos policiales, y entregarlas a los organismos
competentes. “Que permita saltar la trampa de la comisaría”, señala Levy.

Kevin recibió una bala perdida, resultado de los más de 150 tiros disparados
en un tiroteo entre narcos, mientras se resguardaba bajo la mesa del comedor
de su casa. Su madre lo llevó en brazos con la masa encefálica chorreando
porque ni el 911 ni las ambulancias acudían al llamado de los vecinos. Por
eso se ha creado una cooperativa de ambulancieros, manejada por el
movimiento popular La Dignidad, que asegura el ingreso de ambulancias en las
villas. No es para nada suficiente, pero es algo. Nacho asegura: “Perdimos a
muchos vecinos por la negativa de este gobierno a mandarnos ambulancias,
decisión amparada también por el imaginario mediático –con medios de los que
ellos mismos son dueños– que pesa sobre nuestros barrios. Nos niegan las
ambulancias por ‘cuestiones de seguridad’, dicen. ¿De seguridad de quién? Si
nuestra inseguridad es que no nos manden ambulancias”.

También armaron algunas cuadrillas de recolectores de basura dentro del
movimiento, y Alejandra propuso recientemente que ampliaran sus funciones
para brindar servicios de mantenimiento en el saneamiento, como forma de
resolver esto con los vecinos y así presionar para que el Estado se haga
presente. “Si ellos no tienen la iniciativa, la tendremos nosotros. El
problema es que nuestra plata la tienen ellos, y de alguna manera tenemos
que lograr que la pongan acá.”

La defensa de la escuela pública y de la lucha docente es una bandera
sostenida mucho antes de la Escuela Itinerante (que visitaron y que es la
tapa de este mes, con el rostro de René, de Calle 13, vistiendo una túnica
blanca). Porque las problemáticas de los barrios las conocen sus vecinos y
sus maestros. “Nuestras escuelas enseñan luchando”, reza la bandera del
recientemente creado Frente de Maestrxs Villerxs.

“El faro fue siempre el ejemplo del pueblo cubano”, señala Levy. Por eso la
latinoamericanización de este movimiento tendrá su primer Foro Internacional
de La Poderosa, organizado por Casa de las Américas, en Cuba, en setiembre
de este año, y el segundo Foro Internacional será en mayo de 2018 en Brasil.

“Esto no es una construcción filosófica y abstracta, sino que tiene que ver
con que nuestra conexión se da desde lo que desayunamos en nuestros barrios.
En mi casa es pan con manteca, en la de al lado chipá, y en la otra arroz,
porque venimos de distintos lugares, pero compartimos las mismas
problemáticas que Pelusa en Isla de Gaspar (1) o con vecinos de Colonia de
Guadalupe en México, u Oasis en Medellín –dice Nacho–. Para construir la
patria grande tenemos que reencontrarnos.”

Nota

1) Véase Brecha, 14-X-16.

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