Uruguay/ Derribando mitos: "las mujeres y los hombres son iguales de violentos" [Cívico - Cotidiano Mujer]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Dic 3 18:15:10 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

3 de diciembre 2017

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Uruguay

Derribando mitos: Género *

“Las mujeres y los hombres son igual de violentos”

La Diaria, 2-12-2017

https://findesemana.ladiaria.com.uy/

La cuestión de la violencia es ciertamente compleja e implica una serie de
conceptos que puede resultar difícil de abarcar. Sin embargo, la idea de que
hombres y mujeres son igual de violentos está extendida a lo largo de la
sociedad. Como frecuentemente se repite que el ser humano es biopsicosocial,
quizás se encuentre una respuesta analizando estas tres bases que están
ligadas a la esencia de mujeres y hombres.

El plano biológico

Desde un punto de vista estrictamente biológico existen algunas regiones del
cerebro y algunas hormonas vinculadas con conductas violentas. Si bien
ninguna explica por sí sola los comportamientos violentos, varios estudios
sostienen que altas segregaciones de testosterona (hormona que prima en los
varones) están presentes al momento de exhibir conductas violentas o de bajo
autocontrol, como indica el artículo “Cerebro y violencia. Un acercamiento
desde la neuropsicología”. En dicho artículo se explica que en la
adolescencia el nivel de testosterona se eleva considerablemente en los
hombres, lo que explica parcialmente las conductas violentas que muchos de
ellos exhiben en este período.

Si bien este no es el único indicador neuropsicológico involucrado en el
comportamiento violento (hay una influencia importante del cortisol, la
sustancia gris, la corteza prefrontal, el sistema límbico y el
dopaminérgico, por nombrar algunos), el estudio “Gender Differences in
Physical Aggression: A Prospective Population-Based Survey of Children
Before and After 2 Years of Age” (Diferencias de género en agresiones
físicas: un estudio de prospectiva basado en poblaciones de niños de antes y
después de los dos años de edad) sugiere que estas diferencias se
manifiestan incluso antes de los dos años de edad, cuando por cada niña
físicamente agresiva había cinco niños que presentaban este tipo de
conductas.

El hecho de que así “funcionen” los cerebros masculinos pareciera indicar
que para que la violencia se manifieste hace falta algo más. El doctor en
psicología William Pollack comentó en una entrevista de 2012 que “hay una
propensión a la agresión en los hombres que es biológica, pero hace falta un
disparador social para desencadenarla”. En conclusión, si bien no hay
marcados factores biológicos que justifiquen las conductas violentas, a los
hombres se les permite ser más violentos y a las mujeres no.

El plano psicosocial

Ya dijo Freud hace casi 100 años que “toda psicología individual es
simultáneamente psicología social”, por lo que abordarlas por separado
sería, como mínimo, cometer una ingenuidad. Erik Erikson postuló en 1968 que
la identidad surgía como conjugación de los procesos biológico, psicológico
y social. Es así que las nociones del mundo que cada persona construye son
tan importantes como la forma en que el mundo le es presentado por otros. En
este sentido, el artículo “Desarrollo de la identidad de género desde una
perspectiva psico-socio-cultural: un recorrido conceptual” comenta que
varias de las teorías psicosociales comparten una visión: las percepciones
que otros tienen del mundo refuerzan la forma en que nosotros lo vemos. Esto
no aplica únicamente para la niñez y adolescencia, sino que es una constante
que se da a lo largo de toda la vida.

La violencia, las violencias

Hemos visto que existen fundamentos biológicos y psicosociales que respaldan
la idea de que los varones tienden a ser más violentos que las mujeres.
También que ninguno por sí solo explica el desencadenamiento de estas
conductas. Sin embargo, para lograr una discusión realmente abarcativa
también haría falta incluir otros tipos de violencia que no pueden ser
aprehendidos por herramientas de recolección de datos.

Es difícil establecer si los hombres son más violentos que las mujeres o
viceversa mediante datos, ya que las situaciones violentas no siempre
ocurren en contextos o de maneras aprehensibles por herramientas de
recolección de datos.

*Estos artículos se trabajaron en un taller abierto organizado por Cívico y
Cotidiano Mujer, llevado a cabo en la Facultad de Ciencias Sociales el 13 de
julio en el marco de las IV Jornadas de Debate Feminista.

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“Los hombres necesitan (por razones biológicas) tener más relaciones
sexuales que las mujeres”

Al igual que la conducta violenta, la cuestión de la sexualidad relativa al
género es sumamente compleja e implica tener en cuenta muchas variables. Un
estudio sobre sexualidad y estilo de vida llevado adelante en Reino Unido
hace algunos años consultaba sobre el acuerdo con la afirmación “los hombres
naturalmente tienen más deseo sexual que las mujeres”. Mientras que hombres
y mujeres –de entre 16 y 74 años– se manifestaron en desacuerdo y muy en
desacuerdo en igual proporción (23%), el acuerdo fue mayor en las primeras
que en los segundos (51% versus 43%).

La biología

Letitia Anne Peplau afirma en “Human Sexuality: How Do Men and Women
Differ?” (Sexualidad humana: en qué difieren hombres y mujeres) que existen
diferencias entre hombres y mujeres tanto en interés como en plasticidad
sexual (la capacidad del deseo sexual de ser alterado según situaciones
socioculturales). Estos dos conceptos engloban resultados de diferentes
estudios que indagaron no sólo sobre pensamientos sexuales, sino también
sobre sentimientos, fantasías y comportamiento.

Por otro lado, el artículo “Is There a Gender Difference in Strength of Sex
Drive? Theoretical Views, Conceptual Distinctions, and a Review of Relevant
Evidence” (¿Hay diferencia de género en el impulso sexual? Apreciaciones
teóricas, precisiones conceptuales y relevamiento de evidencia relevante) da
cuenta de estas mismas diferencias, pero hace la salvedad de que si bien su
conclusión es meramente que en promedio los varones presentan deseos
sexuales de manera más intensa y frecuente, la evidencia sugiere que hay
influencias biológicas y culturales en este proceso, y que es altamente
improbable que la respuesta a la cuestión del impulso o el deseo sexual se
encuentre exclusivamente en la naturaleza o en la cuestión cultural.

Los factores psicológicos y los estereotipos

El doctor Santiago Cedrés, presidente de la Sociedad Uruguaya de Sexología,
escribió un artículo titulado “Influencia de los estereotipos de género en
el placer sexual”, en el que afirma que “a partir del sexo las sociedades
establecen modelos de conducta específicos y distintos para las personas”,
los cuales indican lo esperable para mujeres y varones. Y agrega: “El
estereotipo de género está vinculado a un discurso socio-político y cultural
que pauta ‘lo normal’, lo esperable, dejando todo el resto fuera de la
norma, por ende anormal, diferente, rechazado, incomprendido, discriminado”.
Por su parte, la antropóloga mexicana Marta Lamas, en un trabajo publicado
en el año 2000, recogía las palabras de Pierre Bourdieu y señalaba que cada
cultura les otorga cierto significado a los cuerpos de las mujeres y de los
hombres, y añadía: “Mujeres y hombres no son un reflejo de la realidad
‘natural’, sino que son el resultado de una producción histórica y cultural,
basada en el proceso de simbolización”.

En este sentido, los varones son criados, en su mayoría, bajo la concepción
de que está aceptado desplegar su sexualidad y deseo, al tiempo que estas
nociones son reforzadas no sólo por la publicidad (que asocia la idea de
éxito a la cantidad de parejas sexuales que tengan) sino también por las
propias ideas que se retransmiten de manera transversal en la sociedad. Si
cuanto más relaciones y más parejas tenga un hombre mejor visto será por sus
pares, es de esperar que su sexualidad se manifieste más (más aún en un
contexto social que así lo permite). Al mismo tiempo las sanciones sociales
(en términos de lo que está “bien” o “mal” visto) presentes si las mujeres
tienen los mismos comportamientos que los hombres no hacen más que sesgar la
discusión.

En adelante, si existen o no diferencias biológicas deja de ser relevante,
dado que el factor social influye profundamente en estos comportamientos. A
tal punto que resulta muy difícil determinar si lo biológico influye en lo
social o viceversa. Esta dinámica “del huevo y la gallina” da cuenta de la
peligrosidad de repetir estos estereotipos de género.

* Estos artículos se trabajaron en un taller abierto organizado por Cívico y
Cotidiano Mujer, llevado a cabo en la Facultad de Ciencias Sociales el 13 de
julio en el marco de las IV Jornadas de Debate Feminista.

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