Memoria/ Rosa Luxemburgo, la rosa roja del socialismo [Josefina L Martínez]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Ene 16 15:02:04 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

16 de enero 2017

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Memoria

En el 98 aniversario de su muerte

Rosa Luxemburgo, la rosa roja del socialismo...

Josefina L. Martínez *

Ctxt, contexto y acción, 15-1-2017

http://ctxt.es/es/

Mehring dijo una vez que Luxemburgo era “la más genial discípula de Carlos
Marx”. Brillante teórica marxista y polemista aguda, como agitadora de masas
lograba conmover a grandes auditorios obreros. Uno de sus lemas favoritos
era “primero, la acción”, estaba dotada de una fuerza de voluntad
arrolladora. Una mujer que rompió con todos los estereotipos que en la época
se esperaban de ella, vivió intensamente su vida personal y política.

Era muy pequeña cuando su familia se muda desde la localidad campesina de
Zamosc hacia Varsovia, donde transcurre su niñez. Rozalia sufrió una
enfermedad de la cadera, mal diagnosticada, que la deja convaleciente
durante un año y le produce una leve renguera que dura toda su vida.
Perteneciente a una familia de comerciantes, siente en carne propia el peso
de la discriminación, como judía y como polaca en la Polonia rusificada.

La actividad militante de Rosa comienza a los 15 años, cuando se integra al
movimiento socialista. Según su biógrafo P. Nettl, tenía esa edad cuando
varios dirigentes socialistas fueron condenados a morir en la horca, algo
que impactó profundamente en la joven estudiante. “En su último año de
escuela era conocida como políticamente activa y se la juzgaba
indisciplinada. En consecuencia, no le concedieron la medalla de oro por
aprovechamiento académico, a la que era acreedora por sus méritos escolares.
Pero la alumna más sobresaliente en los exámenes finales no solo era un
problema en las aulas; para entonces era, de seguro, un miembro regular de
las células subsistentes del Partido Revolucionario Proletariado”.

Alertada de que había entrado en el foco de la policía, Rosa emprende una
huida clandestina hacia Zúrich, donde se convierte en dirigente del
movimiento socialista polaco en el exilio. Allí conoce a Leo Jogiches, quien
será amante y compañero personal de Rosa durante muchos años, y su camarada
hasta al final.

Después de graduarse como Doctora en Ciencias Políticas -algo inusual para
una mujer en ese entonces-, finalmente decide trasladarse a Alemania para
integrarse en el SPD, el centro político de la Segunda Internacional. Allí
conoce a Clara Zetkin, con quien sella una amistad que dura toda la vida.

La batalla por las ideas

En Berlín desde 1898, Rosa se propone medir sus armas teóricas con uno de
los integrantes de la vieja guardia socialista, Eduard Bernstein, quien
había comenzado una revisión profunda del marxismo. Según él, el capitalismo
había logrado superar sus crisis y la socialdemocracia podía cosechar
victorias en el marco de una democracia parlamentaria que parecía
ensancharse crecientemente, sin revoluciones ni lucha de clases. El “debate
Bernstein” sumó muchas plumas, sin embargo, fue Rosa Luxemburgo quien
desplegó la refutación más aguda en el folleto “Reforma o Revolución”.

La Revolución Rusa de 1905, la primera gran explosión social en Europa
después de la derrota de la Comuna de París, fue sentida como una bocanada
de aire fresco por Luxemburgo. Escribió artículos y recorrió mítines como
vocera de la experiencia rusa en Alemania, hasta que logra introducirse de
forma clandestina en Varsovia para participar de forma directa en los
acontecimientos. Es el “momento en que la evolución se transforma en
revolución”, escribe Rosa. “Estamos viendo la Revolución Rusa, y seríamos
unos asnos si no aprendiéramos de ella”.

La Revolución de 1905 abrió importantes debates que dividieron a la
socialdemocracia. En esta cuestión, Rosa Luxemburgo coincidía con Trotsky y
Lenin frente a los mencheviques, defendiendo que la clase trabajadora tenía
que jugar un papel protagónico en la futura Revolución Rusa, enfrentada a la
burguesía liberal. El debate sobre la huelga política de masas atravesó a la
socialdemocracia europea en los años que siguieron. El ala más conservadora
de los dirigentes sindicales en Alemania negaba la necesidad de la huelga
general mientras que el “centro” del partido la consideraba como una
herramienta únicamente defensiva, válida para defender el derecho al
sufragio universal. Rosa Luxemburgo cuestiona el conservadurismo y el
gradualismo de esa posición en su folleto “Huelga de masas, partido y
sindicatos”, escrito desde Finlandia en 1906. Este debate reaparece hacia
1910, cuando Luxemburgo polemiza directamente con su anterior aliado, Karl
Kautsky.

Socialismo o regresión a la barbarie

La agitación contra la Primera Guerra Mundial es un momento crucial en su
vida, un combate contra la defección histórica de la socialdemocracia
alemana que apoya a su propia burguesía, en contra de los compromisos
asumidos por todos los Congresos socialistas internacionales.

En su biografía, Paul Frölich señala que cuando Rosa se entera de la
votación del bloque de diputados del SPD, cae por un momento en una profunda
desesperación. Pero, como mujer de acción que era, rápidamente responde. El
mismo día que se votaban los créditos de guerra, en su casa se reunían
Mehring, Karski y otros militantes. Clara Zetkin envía su apoyo y poco
después se suma Liebcknecht. Juntos editan la revista La Internacional y
fundan el grupo Spartacus.

En 1916 Rosa Luxemburgo publica “El folleto de Junius”, escrito durante su
estadía en una de las tantas prisiones que se han transformado en residencia
casi permanente.

En este trabajo plantea una crítica implacable a la socialdemocracia y la
necesidad de una nueva Internacional. Retomando una frase de Engels,
Luxemburgo afirma que si no se avanza hacia el socialismo solo queda la
barbarie. “En este momento basta mirar a nuestro alrededor para comprender
qué significa la regresión a la barbarie en la sociedad capitalista. Esta
guerra mundial es una regresión a la barbarie.” En mayo de 1916, Spartacus
encabeza un mitin del 1 de mayo contra la guerra, donde Liebknecht es
arrestado, pero su condena a prisión provoca movilizaciones masivas. Se
anuncia un tiempo nuevo.

1917: atreverse a la revolución

La revolución rusa de 1917 encontró en Rosa Luxemburgo una firme defensora.
Sin dejar de plantear sus diferencias y críticas sobre el derecho a la
autodeterminación o acerca de la relación entre la asamblea constituyente y
los mecanismos de la democracia obrera -sobre esta última cuestión cambia de
posición después de salir de la cárcel en 1918-, Luxemburgo escribe que “los
bolcheviques representaron todo el honor y la capacidad revolucionaria de
que carecía la socialdemocracia occidental. Su Insurrección de Octubre no
sólo salvó realmente la Revolución Rusa; también salvó el honor del
socialismo internacional.”

Cuando la sacudida de la revolución rusa impacta directamente en Alemania en
1918 con el surgimiento de consejos obreros, la caída del káiser y la
proclamación de la República, Rosa aguarda impaciente la posibilidad de
participar directamente de ese gran momento de la historia.

El Gobierno queda en manos de los dirigentes de la socialdemocracia más
conservadora, Noske y Ebert, dirigentes del PSD -este partido se había
escindido con la ruptura de los socialdemócratas independientes, el USPD-.
En noviembre de ese año, el gobierno socialdemócrata llega a un pacto con el
Estado mayor militar y los Freikorps para liquidar el alzamiento de los
obreros y las organizaciones revolucionarias. Rosa y sus camaradas,
fundadores de la Liga Espartaco, núcleo inicial del Partido Comunista Alemán
desde diciembre de 1918, son duramente perseguidos.

El 15 de enero, un grupo de soldados detuvieron a Karl Liebknecht y a Rosa
Luxemburgo cerca de las nueve de la noche. Rosa "llenó una pequeña valija y
tomó algunos libros”, pensando que se trataba de otra temporada en la
cárcel. Enterado del arresto, el gobierno de Noske dejó a Rosa y a Karl en
manos de los enfurecidos Freikorps -cuerpo paramilitar de exveteranos del
ejército del Kaiser-. Se organizó una puesta en escena: al salir de las
puertas del Hotel Eden, los dirigentes Espartaquistas fueron golpeados en la
cabeza con la culata de un rifle, arrastrados y rematados a tiros. El cuerpo
de Rosa fue tirado al río desde el puente de Landwehr a sus sombrías aguas.
Fue encontrado tres meses después.

Un año antes, en una carta desde la prisión dirigida a Sophie Liebknecht, en
la víspera del 24 de diciembre de 1917, Rosa escribía con un profundo
optimismo sobre la vida: "Es mi tercera navidad tras las rejas, pero no lo
tome a tragedia. Yo estoy tan tranquila y serena como siempre. (…) Ahí estoy
yo acostada, quieta y sola, envuelta en estos múltiples paños negros de las
tinieblas, del aburrimiento, del cautiverio en invierno (...) y en ese
momento late mi corazón con una felicidad interna indefinible y desconocida.
(…) Yo creo que el secreto no es otra cosa más que la vida misma: la
profunda penumbra de la noche es tan bella y suave como el terciopelo, si
una sabe mirarla.”

Clara Zetkin, tal vez quien más la conocía, escribió sobre su gran amiga y
camarada Rosa Luxemburgo, compartiendo ese optimismo después de su muerte:
“En el espíritu de Rosa Luxemburgo el ideal socialista era una pasión
avasalladora que todo lo arrollaba; una pasión, a la par, del cerebro y del
corazón, que la devoraba y la acuciaba a crear. La única ambición grande y
pura de esta mujer sin par, la obra de toda su vida, fue la de preparar la
revolución que había de dejar el paso franco al socialismo. El poder vivir
la revolución y tomar parte en sus batallas, era para ella la suprema dicha
(…) Rosa puso al servicio del socialismo todo lo que era, todo lo que valía,
su persona y su vida. La ofrenda de su vida, a la idea, no la hizo tan sólo
el día de su muerte; se la había dado ya trozo a trozo, en cada minuto de su
existencia de lucha y de trabajo. Por esto podía legítimamente exigir
también de los demás que lo entregaran todo, su vida incluso, en aras del
socialismo. Rosa Luxemburgo simboliza la espada y la llama de la revolución,
y su nombre quedará grabado en los siglos como el de una de las más
grandiosas e insignes figuras del socialismo internacional”.

* Josefina L. Martínez es historiadora y periodista. Pertenece a la
redacción de La Izquierda Diario y es miembro del Colectivo Burbuja.

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