Cuba/ Marcha atrás de Trump: un daño incalculable a la población que fortalecerá a las fuerzas antidemocráticas [Samuel Farber]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Jun 25 17:53:10 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

25 de junio 2017

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Cuba

Trump da marcha atrás con Cuba

La decisión de Trump sobre Cuba va a hacer un daño incalculable a la
población cubana y sólo fortalecerá a las fuerzas antidemocráticas en la
isla.

Samuel Farber *

Jacobin, 20-6-2017

https://www.jacobinmag.com/

Traducción de Enrique García – Sin Permiso

http://www.sinpermiso.info/

El 16 de junio, en el Teatro Manuel Artime - nombre de un líder de la
invasión de Playa Girón de 1961 - en la Pequeña Habana de Miami, el
presidente Trump anunció la derogación parcial de las políticas de Obama
para normalizar las relaciones económicas entre los Estados Unidos y Cuba.

Trump dio a la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) treinta días
para publicar las normas necesarias para impedir los viajes individuales no
autorizado a la isla. Solamente los cubano-estadounidenses con familiares en
Cuba y turistas de viajes en grupo, organizados por empresas con
autorización gubernamental, podrán visitar la Isla.

Además, Trump prohibió todas las transacciones de negocios con cualquier
entidad asociada con los militares cubanos. Esta orden implica a más de la
mitad de la economía de Cuba, incluyendo muchas compañías involucradas en la
industria turística de la isla.

La derecha cubano-americana ha conseguido mucho menos de lo que quería de
Trump, pero esta derogación parcial, sin embargo, representa para ellos una
victoria significativa: una fuerza política local relativamente pequeña ha
logrado acabar con la política de acercamiento de Obama, posponer
indefinidamente el fin del bloqueo y la normalización de las relaciones.

Preparando relaciones

El proceso de normalización comenzó a finales de 2014, más de cincuenta años
después de que Eisenhower rompiese relaciones diplomáticas con Cuba e
iniciase el bloqueo económico contra la isla, cuando los presidentes Barack
Obama y Raúl Castro anunciaron la reanudación de las relaciones diplomáticas
entre sus respectivos países.

Evitando cuidadosamente cualquier violación de la ley Helms-Burton de 1996,
que fortaleció y extendió el bloqueo económico, Obama procedió a firmar una
serie de medidas que incluyen la eliminación de límites en el tamaño de las
remesas que se permite a los cubano-americanos enviar a sus familiares y la
reanudación de los vuelos comerciales regulares a Cuba.

El turismo seguió formalmente prohibido, pero los estadounidenses podrían
visitar Cuba sin necesidad de obtener la autorización del Gobierno, siempre
que cumplieran uno de los doce criterios establecidos por Washington. Una de
esas categorías, viajar en “apoyo del pueblo cubano”, es aplicable casi a
cualquier persona que, en circunstancias normales, habría sido considerado
un turista.

Como Granma , el diario del Partido Comunista de Cuba señaló, Obama no
adoptó otras medidas de flexibilización del bloqueo, como permitir a los
ciudadanos de EE UU pagar tratamientos médicos en Cuba.

A pesar afirmó en múltiples ocasiones que el bloqueo económico era
“obsoleto”, Obama decidió no gastar su capital político en la difícil tarea
de persuadir al Congreso derogar la Ley Helms-Burton. Sin embargo, en los
últimos días de su administración, concedió una de las viejas peticiones del
gobierno cubano suspendiendo la Ley de Ajuste Cubano de 1966.

Esta ley permitía a cualquier ciudadano cubano permanecer legalmente en los
Estados Unidos después de llegar a suelo americano y obtener residencia
legal plena un año más tarde. Los inmigrantes no tenían que demostrar que
habían sido víctimas de persecución política, que la legislación sobre asilo
político por lo general exige.

La suspensión de la Ley de Ajuste Cubano probablemente se mantendrá dada la
política anti-inmigración de Trump y su visión del mundo xenófoba, pero
puede ser una victoria pírrica para el gobierno cubano. Durante décadas, la
emigración sin cuotas a los Estados Unidos ha constituido una importante
válvula de seguridad frente al descontento interno.

Matemáticas electorales

A diferencia de muchas de las decisiones de Trump, su derogación de estas
medidas no parece estar motivado por rencillas personales o intereses
comerciales. Como informó el The New York Times, sus empresas gastaron
68.000 dólares en un viaje en 1998 para explorar oportunidades de negocios,
en clara violación de la ley estadounidense y prueba evidente de que el
presidente, al menos entonces, no tenía reparos en invertir en Cuba.

Trump explicó su reciente decisión invocando violaciones de derechos
humanos. Pero esta excusa es de risa a la luz de su reiterada afirmación de
que la política exterior de Estados Unidos debe promover los “intereses
nacionales” no la defensa de los derechos humanos. Su elogio de los
déspotas, de Rodrigo Duterte a Vladimir Putin , y la evidencia de que no
permitirá que la represión se interponga en el camino de un buen negocio,
ilustran aún más su indiferencia ante este problema.

En su lugar, Trump basó su decisión en un cálculo puramente electoral
destinado a ganar el apoyo de la derecha cubano-americana, encabezada por el
senador Marco Rubio y el congresista Mario Díaz-Balart, cuyo padre y abuelo
apoyado la dictadura de Batista.

Ambos políticos republicanos provienen de Florida, un estado muy disputado
donde los cubano-estadounidenses representan más del 5 por ciento del
electorado. La derecha cubano-americana tiene un considerable poder
político, como los muchos funcionarios electos de este origen demuestran.
Asimismo tiene una influencia sustancial en los principales medios de
comunicación en el sur de Florida, incluyendo radio y televisión, así como
en El Nuevo Herald, edición en español del Miami Herald. Pero su influencia
se ha deteriorado desde hace algún tiempo.

De acuerdo con las encuestas, un poco más de la mitad del electorado
cubano-estadounidense votó a favor de Romney en 2012, y un porcentaje
similar a Trump en las elecciones de 2016. Una proporción mucho mayor de
jóvenes votantes cubano-americanos es demócrata.

Además, los resultados del vigésimo séptimo distrito del Congreso en
Florida, en gran medida cubano-americano, representado por Ileana
Ros-Lehtinen, la congresista cubano-americana más veterana, sugieren un
cambio notable en la actitud política de la comunidad.

Ros-Lehtinen ganó la reelección con un margen de 54,9 a 45,1 por ciento,
pero Hillary Clinton venció a Trump en el mismo distrito por veinte puntos,
la mayor mayoría en cualquiera de los veintitrés distritos republicanos del
Congreso que Clinton ganó en noviembre pasado.

La segunda mayor victoria de Clinton en un distrito republicano fue en el
vigésimo sexto distrito de Florida, otra área mayoritariamente
cubano-estadounidense, representada por Carlos Curbelo. Allí, Clinton se
impuso con un 57 a 41 por ciento.

Estos resultados sugieren una tendencia a la división del voto según las
elecciones, de manera que el apoyo a Ros-Lehtinen y Curbelo no es
necesariamente señal de acuerdo con su política de derecha. Los votos a
estos representantes pueden, en cambio ser muestra de agradecimiento por la
ayuda de sus oficinas en el acceso a los servicios sociales o quizá de un
sentido de lealtad a un conciudadano cubano.

El apoyo a la derecha cubano-americana puede seguir erosionándose a medida
que más inmigrantes recientes adquieren la ciudadanía y se registran para
votar. Estos exiliados, que provienen de estratos mucho más pobres que los
que llegaron en los años sesenta y setenta, parecen más preocupados por el
bienestar de sus familiares en Cuba que con la política del exilio.

Por otra parte, como Alex Portes ha señalado, los cubanos que han llegado a
los Estados Unidos desde 1980 - y que constituyen una mayoría creciente en
la comunidad - son apenas distinguibles en términos socioeconómicos de otros
inmigrantes latinoamericanos. De hecho, las encuestas de opinión públicadas
muestran que una mayoría sustancial de la población cubano-americana de la
Florida apoya el acuerdo firmado por Obama y Castro.

Fuerzas asimétricas

Un número creciente de capitalistas americanos y la mayor parte de la prensa
de negocios apoyan ahora flexibilizar el embargo cubano. La Cámara de
Comercio de Estados Unidos viene impulsando desde hace tiempo la plena
reanudación de las relaciones económicas.

El New York Times informó el 5 de junio que Engage Cuba, una asociación de
grupos empresariales, economistas y expertos en Cuba, estima que revertir
las políticas de Obama le costaría a la economía de Estados Unidos 6.600
millones de dólares y afectaría a más de doce mil puestos de trabajo en
Estados Unidos.

Las comunidades rurales que dependen de la agricultura, la manufactura y
sectores del transporte marítimo, así como Florida, Luisiana, Texas,
Alabama, Georgia y Mississippi - todos ellos estados que apoyaron a Trump en
las elecciones de 2016 - serían los más afectados.

Es poco probable, por lo tanto, que la agroindustria de la bienvenida a las
medidas punitivas de Trump. Después de todo, como Granma señaló , estas
empresas han ganado más de 5 mil millones dólares en exportaciones agrícolas
a Cuba desde 2001, cuando el Congreso otorgó una excepción al bloqueo. Este
cambio de política convirtió a los Estados Unidos en una de las principales
fuentes de importaciones de Cuba, y la cifra habría aumentado mucho más si
el Congreso no hubiese estipulado que la entrega de los productos sólo puede
tener lugar después de que las empresas estadounidenses hayan sido pagadas
en efectivo.

Es revelador que la secretaria de agricultura de Trump, Sonny Perdue,
expresase su apoyo a la reanudación de las relaciones durante su audiencia
de confirmación en el Congreso el pasado mes de marzo. Perdue alentó al
Congreso a aumentar el acceso al mercado cubano para los productos agrícolas
de Estados Unidos y aprobar medidas que permitiesen financiar las
exportaciones agrícolas con créditos privados.

Su testimonio fue una gran sorpresa: cuando fue gobernadora de Georgia,
Perdue encabezó una delegación agrícola a Cuba, al igual que numerosos
políticos republicanos y demócratas, sobre todo del sur, medio oeste, y los
estados montañosos.

Con sólo once millones de habitantes y un territorio del tamaño de
Pensilvania, Cuba no está entre las prioridades estadounidenses. Los Estados
Unidos están mucho más interesados en trabajar con China y otros países ex
comunistas en Asia y Europa.

Pero su proximidad, recursos naturales, y su educada fuerza de trabajo hacen
que Cuba sea atractiva no sólo para las empresas agrícolas, sino también
para la industria del turismo. Otras empresas estadounidenses quieren
reformar la pobre infraestructura de telecomunicaciones de Cuba o llegar a
acuerdos con las prometedoras industrias farmacéuticas y biotecnológicas de
la Isla.

La importancia económica relativamente pequeña de Cuba explica la asimetría
entre las fuerzas que apoyan y se oponen la reapertura de las relaciones
económicas con la Isla. El apoyo a la normalización es generalizado -
incluye a las grandes empresas, los políticos de ambas partidos, y el
público en general - pero también es débil.

A ninguno de estos grupos le preocupa lo suficiente Cuba como para tener una
guerra con Trump sobre ella. Y mientras que la oposición a poner fin al
bloqueo es bastante limitada - confinada al bloque de poder de la derecha
cubano-americana en el sur de Florida y Nueva Jersey - pero muy fuerte. El
mantenimiento del embargo es la máxima prioridad de los conservadores
cubano-estadounidenses.

Esto explica, por ejemplo, por qué Díaz-Balart se comprometió a apoyar el
plan sanitario de Trump, a cambio de una línea dura sobre Cuba. Lo que
podría llegar a ser una apuesta costosa, teniendo en cuenta lo impopulares
que son los esfuerzos para derogar Obamacare, especialmente en un distrito
como el suyo, que depende de los beneficios médicos proporcionados por el
gobierno.

A pesar de su relativa debilidad, sin embargo, las fuerzas que esperan
normalizar las relaciones con Cuba parecen tener poca influencia en Trump
para contrarrestar la presión de la derecha.

Mientras tanto, una serie de proyectos de ley bipartidista han sido
presentados en la Cámara y el Senado para liberalizar el comercio con Cuba,
especialmente en el sector agrícola. Otro proyecto de ley, tal vez el más
prometedor, se refiere al derecho a viajar a la isla.

El senador republicano Jeff Flake de Arizona y el senador demócrata Patrick
Leahy de Vermont han propuesto una Ley para viajar a Cuba libremente, lo que
eliminaría las restricciones a las visitas turísticas a Cuba. Hasta ahora,
cincuenta y cinco senadores de ambos partidos han respaldado el proyecto de
ley.

El impacto en Cuba

La agresiva política de Trump contra Cuba, sin duda, afectará negativamente
a la economía de la isla, especialmente a su sector turístico en auge. Al
año siguiente de las relaciones se reanudasen, 161.000 estadounidenses
visitaron Cuba - casi el doble del número de los que fueron en 2014. Las
cifras aumentaron aún más en 2016, cuando casi doscientos mil
estadounidenses viajaron a la Isla.

Con el aumento del turismo de otros países también, Cuba tuvo un récord de
cuatro millones de visitantes el año pasado. (Como el destacado economista
cubano Carmelo Mesa-Lago ha señalado, es imposible determinar las ganancias
netas del país gracias a esta creciente industria, ya que una proporción
sustancial de los bienes necesarios para sostener el turismo, en especial la
alimentación, son importados.)

El auge de los viajes de turismo, por desgracia, no ha aliviado las otras
presiones económicas que enfrenta la Isla.

La crisis en Venezuela ha hecho daño a la economía cubana, y el suministro
de petróleo se redujo significativamente. La venta de servicios
profesionales - incluyendo médicos, enfermeras, maestros - ayudó a mantener
los ingresos después de la caída dramática de la industria azucarera, pero
ahora muestra signos de debilidad también. Los beneficios del níquel, una
importante exportación de Cuba, han disminuido como consecuencia de la caída
de los precios de las materias primas a nivel global. Como resultado de
estos avances, el crecimiento del PIB de Cuba en 2016 fue negativo en un 0,9
por ciento. Es probable que las políticas de Trump depriman aún más el
crecimiento.

La productividad es baja, y Cuba no tiene suficiente inversión de capital
para mejorar y reemplazar sus equipamientos. La prohibición de Trump de la
inversión estadounidense en entidades asociadas con el ejército tendrá un
impacto directo en este sector de la economía.

Además, la incapacidad del gobierno para introducir la prometida moneda
única, después de diez años de preparación, ha contribuido a crear un clima
de incertidumbre económica.

Los salarios reales de los empleados estatales todavía se sitúan
sustancialmente por debajo de los niveles alcanzados antes del colapso del
bloque soviético en 1989. Como resultado, aproximadamente el 65 por ciento
de la población depende de las remesas de los miembros de la familia y
amigos en el extranjero.

Mientras que las nuevas medidas de Trump han dejado el flujo de remesas
abierto, el declive económico de la inversión extranjera y el turismo va a
reducir aún más el nivel de vida de la isla.

Por desgracia, las políticas económicas de Raúl Castro es probable que sólo
empeoren las cosas. Desde que asumió el poder - provisionalmente en 2006 y
formalmente en 2008 - Raúl Castro ha orientado al país hacia el modelo
chino-vietnamita de capitalismo de Estado. Bajo este sistema, el gobierno
conserva el monopolio del poder político a través del régimen de partido
único. También controla los sectores estratégicos de la economía, como la
banca, mientras que comparte el resto con capital privado, tanto nacional
como extranjero.

Pero este ha sido un camino muy contradictorio, en el que el gobierno cubano
ha tratado de “hornear su pastel y comérselo también”, y acompaña muchas de
sus medidas de liberalización económica con restricciones que limitan su
eficacia con el fin de mantener su control político de la Isla.

Contra el imperialismo norteamericano

El hecho de que Donald Trump haya manipulado cínicamente el discurso de los
derechos humanos para justificar su agresión económica no disminuye la dura
realidad de las violaciones regulares del estado cubano de las libertades
civiles y políticas.

El actual gobierno ha cesado en gran medida la práctica de Fidel Castro de
condenar a los disidentes no violentos a largas penas de prisión. En cambio,
como Amnistía Internacional ha señalado, utiliza menos condenas y más
cortas, intimidando a la oposición con miles de detenciones de corta
duración cada año.

Este cambio - junto con otras medidas importantes, incluyendo las reformas
emigratorias de 2012, que facilitaron considerablemente la circulación de
los ciudadanos dentro y fuera del país - es paralelo con la estrategia de
Raúl Castro de liberalización de la economía y la sociedad, sin
democratización del Estado.

Las medidas recientemente anunciadas por Trump aumentan la probabilidad de
una grave crisis económica y política, y contribuyen a alimentar una
mentalidad de asedio. Van a hacer un daño incalculable a la población cubana
y sólo fortalecerán a las fuerzas antidemocráticas en la isla.

La izquierda debería apoyar plenamente la normalización de las relaciones
económicas con Cuba, no sólo por estas consideraciones prácticas, sino
también porque estamos a favor de la autodeterminación de todas las naciones
contra la presión del imperialismo norteamericano.

* Nota de Correspondencia de Prensa: Samuel Farber, historiador, se crió en
Cuba. Autor de numerosos análisis sobre la realidad política y económica en
la isla desde una perspectiva socialista crítica. Colabora regularmente en
la revista marxista International Socialist Review. Su último libro es The
Politics of Che Guevara: Theory and Practice, Haymarket Books, Chicago.

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