Debates/ La teoría marxista de la dependencia revisitada [Jaime Osorio]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Mar 24 00:56:56 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

24 de marzo 2017

Boletín Informativo

redacción y suscripciones

 <mailto:germain5 en chasque.net> germain5 en chasque.net

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Debates

La teoría marxista de la dependencia revisitada

Jaime Osorio *

Viento Sur, 22-3-2017

http://www.vientosur.info/

I

Frente a la dificultad de ofrecer una respuesta sobre las particularidades
del capitalismo en América Latina, el camino asumido por corrientes diversas
en el seno del marxismo es considerarlo un capitalismo “joven”, o
“atrasado”, teniendo como modelo el capitalismo industrial y desarrollado,
con lo que acelerando su “madurez” se considera contar con una solución al
atraso. De esta forma se elude explicar los procesos que lo atraviesan y de
manera reactiva se cuestiona aquello que se aleje del modelo asumido. Aquí
discutiremos estas posiciones, y otros equívocos recurrentes, para destacar
que el capitalismo dependiente latinoamericano es una forma original de
capitalismo, plenamente madura, y que la dinámica de reproducción que genera
no sólo no lo acerca, sino que lo aleja de las rutas seguidas por el
capitalismo desarrollado.

II

Para diversas corrientes marxistas, el sistema mundial capitalista debe ser
concebido como el espacio en donde operan economías con diversos niveles de
desarrollo científico y tecnológico, con diversas composiciones orgánicas de
capital y diferentes niveles de productividad1. Esto explicaría que unas
economías sean desarrolladas y que otras permanezcan en el subdesarrollo.
Pero esto no deja de ser una constatación de lo inmediato, de lo
perceptible. Así es como el capitalismo se manifiesta.

Desde esa atalaya, que lo explica todo y no explica nada, no aparecen
preguntas sobre las razones por las que economías diversas, formalmente
independientes, iniciaron relaciones en el siglo XIX desde puntos de partida
muy diferenciados en materia de productividad. ¿No plantea esta situación
consecuencias para lo que sigue?

Más aún: ¿qué hace posible que el capitalismo “joven” o “atrasado” no
realice o sólo haga débiles esfuerzos por elevar su productividad, en sus
intentos, si los hay, por aproximarse a los niveles avanzados? ¿Acaso la
competencia no lo impulsaría en tal sentido? Y si ello no ocurre u ocurre
débilmente ¿por qué no opera en este capitalismo la fuerza y compulsión que
impondrían la concurrencia?

III

El recurso a las diferencias de productividad, de composición orgánica y
tecnología constituye una formulación que “naturaliza” el desarrollo de unas
economías y regiones y el subdesarrollo de otras2, al asumirlos como
resultados normales devenidos de aquellas diferencias, y no como problemas3.

Para este marxismo el desarrollo y el subdesarrollo se explican a su vez de
manera aislada e individual. El desarrollo es el resultado de esfuerzos y
capacidades internas alcanzadas por capitales y naciones, y la ausencia o
debilidad de esfuerzos y capacidades es lo que explica a su vez el
subdesarrollo de otros. En el sistema mundial capitalista no existen
relaciones en el sentido fuerte del término, esto es, relaciones con
consecuencias sustantivas en las economías que interactúan. Hay intercambio
de productos, existen inversiones de capitales de unas en otras. Pero nada
de esto, o cualquier otra relación, tiene consecuencias en materia de
desarrollo o subdesarrollo4.

De esta forma el sistema mundial capitalista aparece como un espacio abierto
en el que cualquier economía, en cualquier tiempo, puede alcanzar el
desarrollo, haciendo lo pertinente (¿qué?’ ¿en qué condiciones históricas?
¿en qué espacio de fuerzas en el sistema mundial?). Subyace el supuesto,
además, que todas las economías son estructuralmente homogéneas, y que la
heterogeneidad visible sólo es la expresión del estadio de desarrollo o de
subdesarrollo en que se encuentran. Es por esa homogeneidad estructural que
en el mediano o largo plazo se puede (o no) llegar a las mismas metas, ya
que las diferencias de productividad se pueden reducir, mantener o
amplificar.

Es desde una mal entendida ortodoxia y de premisas como las anteriores de
donde proviene el malestar de estas corrientes con la teoría marxista de la
dependencia (TMD, en adelante). En sus formulaciones el capitalismo
dependiente no tiene nada de natural, y establece con claridad los procesos
que permitieron su gestación y que lo constituyen y reproducen. Como tampoco
no tiene nada de natural el capitalismo desarrollado. Ambos son el resultado
de procesos históricos en el seno del sistema mundial capitalista, que no
sólo permite sino que favorece que capitalismos con muy diversos niveles de
composición orgánica y de productividad se requieran y se reproduzcan en sus
diferencias.

IV

El hecho que el capitalismo reclame extracción de valor por medios
económicos y no políticos, no puede llevar a que la historia y procesos
previos de apropiaciones de riqueza por medios políticos entre imperios y
colonias o semicolonias, y que permiten que emerjan economías industriales y
economías agro-mineras, sea presentado como un asunto insignificante, un
simple antecedente, porque para la historia que sigue no es un detalle
irrelevante.

Si en el siglo XIX se relacionan economías formalmente independientes en la
situación señalada, ello es resultado de procesos de despojo operados por
los centros imperiales sobre sus colonias, que hacen posible que esa
acumulación de riquezas favoreciera condiciones para la multiplicación de
intercambios comerciales y posteriormente de procesos de industrialización
en ciertos espacios del planeta, y el auge de producción primaria en otros,
requerida por los primeros.

En otras palabras, antes del siglo XIX existieron procesos de acumulación y
de desacumulación que establecen puntos de partida radicalmente
diferenciados en ese siglo entre las economías que se interrelacionan y que
participan de la división internacional del trabajo. Que todo esto se haya
propiciado por mecanismos políticos y extraeconómicos, no implica que no
tuvieran consecuencias económicas a la hora de iniciarse las relaciones
entre economías “independientes” en el siglo XIX5.

La excepcionalidad de unas pocas economías que desde el atraso productivo
inicial han gestado procesos de desarrollo en el último siglo del
capitalismo, en las que no aparece por cierto ninguna de América Latina, y
teniendo en cuenta el amplio número de economías subdesarrolladas y
dependientes, alimenta la hipótesis que un sistema mundial capitalista
maduro no constituye un espacio que incremente las posibilidades para el
desarrollo, y mucho menos cuando se constata que las distancias iniciales,
allí donde el capitalismo se ha hecho presente, se reproducen y se
incrementan.

V

Desarrollo y subdesarrollo son procesos relacionados que emergen no sólo de
manera simultánea, sino imbricados. Son resultados del despliegue, expansión
y madurez del sistema mundial capitalista y de las relaciones que lo
constituyen. Sólo en ese campo de estrechas y condensadas relaciones entre
diversas economías es que desarrollo y subdesarrollo, o que capitalismo
desarrollado y capitalismo dependiente, alcanzan explicación y sentido6.

En las relaciones establecidas en el siglo XIX, para cuando economías
formalmente independientes de América Latina se interrelacionan con
economías industriales en el mercado mundial se debe destacar que se
establece una clara división internacional del trabajo entre estas
economías, las de la región en tanto productoras y exportadoras de materias
primas y alimentos, y las economías industriales, como productoras y
exportadoras de bienes industriales. No es un asunto menor el punto de
partida cualitativamente diferenciado sobre los valores de uso posibles de
producir por unas y otras economías.

La producción de valores de uso industrial reclama y potencia el surgimiento
de nuevas ramas y de sectores productivos complementarios y más complejos7.
La producción industrial liviana requiere de industrias intermedias y ambas
del desarrollo de industrias productoras de bienes de capital, como máquinas
y herramientas y de máquinas que produzcan máquinas.

En tiempos en que no había a quien comprar estos bienes, la
industrialización operó como locomotora que arrastró el desarrollo de
sectores industriales cada vez más complejos y de un denso tejido
productivo, comercial y bancario interrelacionados. A ello se añaden redes
de comunicación, de medios de transporte, de bodegas, de conglomerados
industriales, comerciales y bancarios que potenciaron las múltiples
dinámicas desatas por el capital.

Si agregamos que el consumo de los trabajadores tiende a entroncar en el
siglo XIX cada vez más con valores de uso industrial, además de la demanda
sobre estos bienes que generan los sectores sociales que viven de renta y
plusvalía, amén de lo demanda productiva, el cuadro de dinamización interna
que el capitalismo desarrollado genera alcanza mayores significados, sin
desconocer las importaciones proveniente de las colonias o excolonias.

Si en un momento los conocimientos ayudaron a potenciar tecnologías, más
tarde fue la propia dinámica del capital la que reclamaba potenciar
conocimientos, a fin de generar nuevas tecnologías8. El constante desarrollo
de las fuerzas productivas se constituye en tendencia inscrita en el modo de
ser del capitalismo desarrollado: plusvalías superiores a la ordinaria van
de la mano de los procesos que incrementan la productividad.

La producción de materias primas y alimentos para el mercado mundial, por el
contrario, no reclama la expansión de actividades productivas complejas que
la acompañen e impulsen. No se gesta entonces una locomotora interna que
expanda el desarrollo de otros sectores productivos que sean fundamentales
para sostener la producción exportadora. Por ello el tejido productivo y la
red de relaciones internas en general serán reducidos. El capital local
privilegia sus relaciones con capitales en el mercado mundial. De esta forma
la infra que favorecen las exportaciones, como caminos, ferrocarriles,
puertos, bodegas, frigoríficos, tendrán prioridad. Emergerán talleres que
trabajan la plata, el cuero, etc., pero con una fuerza expansiva limitada.

Por otro lado el tipo de valores de uso generados reclama niveles bajos de
desarrollo de las fuerzas productivas, comparados con la ebullición que
opera en el mundo industrial. El crecimiento de los bienes exportados se
sustenta en lo fundamental en extender jornadas laborales, multiplicar el
número de brazos abocados a la producción, y más tarde, cuando se reclame
infraestructura más compleja (como ferrocarriles, frigoríficos y
herramientas diversas) esta será adquirida en el mundo industrial.

Importa destacar que esta modalidad de inserción al mercado mundial y de
expansión del capitalismo en la región no desata el empuje de un aguijón
productivista, como en las economías industriales. Hay elevaciones en la
productividad, pero siempre a la zaga y con creciente distancia de lo que
acontece en el mundo desarrollado. Esto es así porque la propia producción
de los valores de uso que se lleva a cabo no lo reclama, como no lo reclama
el peso de los mercados exteriores como espacio de realización fundamental.

La brecha creciente que se establecerá entre unas y otras economías, como
podemos apreciar, arranca desde el tipo de valores de uso que unas y otras
producen e intercambian, el cómo los producen y para quiénes los producen.

VI

Pero la significación de los valores de uso es mayor en el curso posterior
del capitalismo en unas y otras economías. La masiva exportación de
alimentos desde América Latina favorece que una parte sustancial de la
población que labora en el campo en los países que ponen en marcha procesos
de industrialización, puedan trasladarse a los centros urbanos e
industriales.

Por otra parte la importación de alimentos desde las economías industriales
-que incluye desde postres (azúcar, cacao, frutas) hasta productos
fundamentales en la canasta de consumo (como carne de res y trigo)- propicia
el descenso del valor de la fuerza de trabajo, lo cual hará posible que en
siglo XIX el capitalismo europeo pueda culminar un giro fundamental en su
proceso de maduración, pasando de una producción que reposaba en mecanismos
de la plusvalía absoluta a otra en donde el peso fundamental será ahora la
plusvalía relativa9.

Esto implicó que el capitalismo industrial logró la solución para una
ecuación vital: compatibilizar la elevación de la cuota de plusvalía con la
expansión del mercado interno por la vía del incremento del consumo de los
trabajadores. La masiva incorporación de la población trabajadora de las
economías industriales al mercado potenciará el desarrollo industrial de
bienes de consumo y de bienes de capital y con ello del capitalismo en
general. El ciclo del capital industrial encontraba así un eje de dinamismo
y articulación interno.

La expansión industrial y el abaratamiento de bienes industriales también se
vio favorecida por la cuantiosa oferta de materias primas (capital
constante) desde América Latina, lo que incidió por otro lado en atemperar
las tendencias a la baja de la tasa de ganancia.

Junto a la importación de productos industriales complejos, como
ferrocarriles, el grueso de las importaciones industriales que realizan las
economías latinoamericanas son bienes de consumo durables, como muebles,
vajillas y demás valores de uso para el hogar, así como ropa, bebidas y
otros bienes no durables. Dichos productos van dirigidos básicamente a los
mercados locales de alto poder de consumo, que operaban como una extensión
de los mercados industriales, ajenos a la producción artesanal o
semimanufacturera local de bienes salarios diversos.

Lo contradictorio de esta relación en términos de los valores de uso que
unas y otras economías intercambian y de sus efectos en el giro que propicia
en las economías industriales, de la plusvalía absoluta a la plusvalía
relativa, y de la elevación de la dimensión civilizatoria que puede
presentar el capitalismo, es que tiene en América Latina una contracara
radicalmente distinta.

La producción de la región -que incide en aquellos cambios en el mundo
industrial- tenderá a sustentarse en la extensión y profundización de
mecanismos de explotación que reposan en el mayor desgaste físico de los
trabajadores, y en fórmulas en donde los salarios serán insuficientes para
preservar el fondo de consumo, con el fin de acrecentar el fondo de
acumulación del capital10.

Preguntarnos por los valores de uso diferenciados que intercambian las
economías latinoamericanas con las economías industriales pone de manifiesto
que el problema entre unas y otras economías no es simplemente de
diferencias en los niveles de productividad, sino que ellas arrancan de los
valores de uso posibles de producir y que seguirán marcando diferencias en
las modalidades de reproducción del capital.

VII

Esto se hace más ostensibles si a los temas derivados de los valores de uso
se añaden los propiciados desde el valor implicado en las relaciones y las
consecuencias que ello propicia en unas y otras economías.

El sólo hecho que las economías desarrolladas produzcan con niveles
tecnológicos superiores y con más elevadas productividades que las que
presentan las economías dependientes, permite que se produzcan modalidades
de intercambio entre naciones en donde unas, las dependientes, entregan
productos con más horas de trabajo, a cambio de productos con menos horas de
trabajo11.

Importa detenernos en esta modalidad de intercambios, porque al estar
regidos por la ley del valor, parece que no reclaman interrogantes y no
plantearan problema alguno. Todo es simple resultado de la ley del valor, se
sostendrá.

Pero el sistema mundial capitalista no es un territorio abierto en donde el
capital ubicado en cualquier región del planeta y en cualquier economía
nacional, puede generar transformaciones científicas y tecnológicas y
producir bienes sobre la base de elevar la productividad del trabajo. La
producción de diferentes bienes no reclama las mismas modalidades y los
mismos niveles de elevación de la productividad. Por tanto, las diversas
especializaciones productivas a nivel del sistema mundial generan
condiciones para que el intercambio de más horas de trabajo por menos horas
se mantenga y se reproduzca.

Aquí la visión de Ricardo sobre el comercio internacional y las ventajas
comparativas, que harían posible que las diferentes economías, cualquiera
sea la especialización productiva, podrán acceder al desarrollo, no tiene
cabida.

El sistema mundial capitalista y las divisiones internacionales de trabajo
que en su seno se presentan generan especializaciones productivas que no
propician ni conducen a todas las economías al desarrollo. Por el contrario,
apuntan a generar especializaciones que favorecen la elevación de la
productividad de algunas regiones y economías, y que limitan las opciones de
actividades que potencian la elevación de productividades en otras.

Es necesario además distinguir de qué especializaciones productivas
hablamos. No es lo mismo alimentar una especialización industrial con una
producción de bienes cada vez más diversificada y compleja, y que alienta el
desarrollo de conocimientos y nuevas tecnologías, que especializaciones
monoproductoras, o con una diversidad muy reducida, como las que
caracterizan a las economías latinoamericanas, y con complejidades
productivas reducidas.

Es con la división internacional del trabajo establecida en el siglo XIX
entre economías industriales y economías exportadoras de materias primas y
alimentos cuando se establece un punto de bifurcación en donde, en las
primeras, los procesos de capitales individuales tendientes a generar
ganancias desatan desarrollo  y condiciones para intercambiar menos horas de
trabajo por más, lo que favorece que la acumulación se sostenga no solo en
base a esfuerzos internos.

En las segundas, por el contrario, su lugar en la división internacional del
trabajo implica desatar procesos en que la búsqueda de ganancias por los
capitales locales no sólo no generará desarrollo, aunque sí ganancias
individuales, sino condiciones para reproducir los atrasos productivos, lo
que implicará una modalidad de capitalismo que intercambiará más horas de
trabajo por menos, mermando la fortaleza de la acumulación.

Los capitales en el mundo industrial, en los siglos XVIII y XIX, buscan
primordialmente ganancias y de manera casi inadvertida ese impulso
propiciará desarrollo. Y son las operaciones estatales las que les permiten
avances sustantivos en tanto los protege de competencias en el mercado local
e incrementa sus recursos por operaciones militares de conquista hacia otras
regiones, que aceleran la acumulación12. Los capitales posteriormente
desarrollados llegaron poderosamente asistidos a esa situación13. Sobre esta
base operan además la aguda explotación de su población local, la expansión
de la producción industrial, el creciente peso de la tecnología, la
elevación de la productividad, la incorporación de los trabajadores al
consumo industrial y los intercambios internacionales de menos por más horas
de trabajo.

Con la división internacional del trabajo gestada en el siglo XIX, esa
particular situación histórica que empató búsqueda de ganancias y
desarrollo, tendió a hacerse menos probable en periodos posteriores. Los
capitales que maduraban en América Latina buscaron ganancias y las
alcanzaron, pero también propiciaron subdesarrollo. La producción de valores
de uso con escaza demanda de conocimientos, una producción volcada a los
mercados exteriores, la superexplotación, intercambios internacionales de
más horas de trabajo por menos, son algunos de los procesos que se
encuentran en la base de esa situación.

En esta modalidad de intercambio entre economías la ley del valor pone de
manifiesto que la lógica del capital tiene poco o nada que ver con la
disposición y voluntad de los trabajadores, en tanto es el capital el que
define qué producir, con que equipos, tecnologías y organización de la
producción. Si su trabajo no es más “productivo” es al capital al que hay
que pasarle la factura.

Limitados a los intercambios entre economías en donde la ley del valor opera
con toda su fuerza, se hacen presente procesos que apuntan a reforzar el
desarrollo de algunas economías y regiones y la dependencia de otras.

Pero la ley del valor es posible de ser violentada en los intercambios entre
economías desarrolladas y dependientes, permitiendo transferencias de valor
y propiciando intercambios desiguales.

A ello se refiere Marx cuando señala que “en el mercado mundial, el trabajo
nacional más productivo se considera al mismo tiempo como más intensivo,
siempre y cuando que la nación más productiva no se vea obligada, por la
concurrencia, a rebajar el precio de venta de sus mercancías hasta el límite
de su valor”14.

Como señala Marini, “aunque la productividad reduzca el valor unitario de la
mercancía, ésta puede venderse por encima de su valor, si la concurrencia no
actúa en sentido contrario”15.

Sea por diferencias productivas que implican intercambios de más horas de
trabajo por menos horas de trabajo o por transferencias de valor, el
capitalismo dependiente sufre importantes pérdidas. Estos dos procesos se
encuentran en la base del deterioro de los términos de intercambio, en
perjuicio de los precios de los productos exportados por las economías
dependientes16.

A estos procesos que favorecen la profundización de tendencias y procesos
dispares en unas y otras economías, se agregan las transferencias de valor
vía repatriación de ganancias por inversiones de capitales de economías
desarrolladas en economías dependientes.17. Que esto es lo que hacen todos
los capitales no significa que no nos preguntemos por las consecuencias que
ello provoca donde se concentran las ganancias y desde salen los valores o
las mayores horas de trabajo.

VIII

Estos procesos no pueden ser asumidos como explotación de las economías
dependientes por economías desarrolladas. Hablamos de relaciones entre
economías formalmente independientes, por tanto no tenemos colonias o
semicolonias. Por otra parte si bien es cierto que Estados desarrollados
impulsan y protegen el accionar de los capitales allí asentado, en sus
operaciones en el exterior, ello plantea que Estados y capitales de naciones
desarrolladas explotan a trabajadores del mundo dependiente. Además debe
considerarse que los capitales de las economías dependientes intervienen de
manera directa o indirecta en estos procesos. En definitiva, capitales y
Estados de economías desarrolladas explotan a trabajadores de las economías
dependientes con el consentimiento de Estados y clases dominantes de estas
últimas economías. Y en conjunto estas transferencias de valor, por
procedimientos diversos, potencian el desarrollo de unas economías y
debilitan el de otras.

Aquí tampoco se puede hablar que los trabajadores del mundo desarrollado
explotan a naciones o a trabajadores del mundo dependiente18. Son capitales,
clases dominantes y Estados los que explotan. Esto no implica desconocer,
sin embargo, que las ganancias alcanzadas en las economías dependientes
permiten a los capitales de las economías desarrolladas y sus Estados elevar
el bienestar no sólo de las clases dominantes, sino también de las clases
dominadas del mundo desarrollado19.

IX

A la luz de los problemas que provocan los bajos niveles de productividad en
las economías latinoamericanas en términos de pérdidas de horas de trabajo y
de transferencias de valor, cabe preguntarse por las medidas puestas en
práctica por los capitales operantes en la región a fin de hacer frente a
una situación tan desfavorable. No es difícil entender que iniciar y
profundizar procesos de industrialización en el siglo XIX para elevar la
productividad no se correspondían con las condiciones existentes, sea en
materia de infraestructura, conocimientos y de capacidad de desarrollar
tecnologías.

En la reproducción del capital en las economías dependientes se hacen
presentes dos procesos que permiten comprender la respuesta que se terminó
gestando frente a esta situación. El primer proceso refiere a que la propia
dinámica del patrón agro-minero exportador sólo desata el aguijón
productivista en niveles muy precarios. La productividad tendió a crecer en
los ejes exportadores, pero en niveles inferiores a lo que se incrementaba
en las economías industriales. Bastaba aumentar el número de horas en las
jornadas laborales y el número de trabajadores para hacer frente a la
elevación de la demanda de materias primas y alimentos, o bien, para
compensar con mayor producción la baja de los precios en el mercado mundial.
Por otro lado la demanda de productos industriales, sea de bienes de consumo
suntuario como de bienes de capital, se satisfacía con las importaciones
desde las economías industriales.

El segundo tiene relación con el ciclo del capital que pone en marcha el
patrón agro-minero exportador en la economía latinoamericana en el siglo
XIX. En tanto el grueso de la producción está volcada a los mercados
exteriores, ello implica que la contradicción del capital frente a los
trabajadores, en tanto productores y potenciales consumidores, se tienda a
agudizar en la economía latinoamericana, al fin que los trabajadores no
cumplen un papel dinámico en la realización, permitiendo que el capital
pueda remunerar a la fuerza de trabajo por debajo de su valor, esto es
propiciando procesos de superexplotación, que aceleran su desgaste y limitan
su capacidad de consumo.

De esa manera, por la vía de apropiarse de parte del fondo de consumo de los
trabajadores para convertirlo en fondo de acumulación del capital, o por
prolongaciones de la jornada y en menor medida por la intensidad, el capital
logra incrementar la tasa de explotación y a su vez elevar la masa de
plusvalía.

La superexplotación no sólo se constituyó en un mecanismo que limitaba la
participación de los trabajadores en tanto consumidores. Pasó a ser un
mecanismo vital para para hacer frente a las debilidades productivas en la
competencia y compensar las transferencias de horas de trabajo y de valor en
el mercado mundial, así como la fórmula para elevar las ganancias de los
capitales operantes en la región.

Todo esto muestra la conformación de un capitalismo que se ve azuzado por la
búsqueda de ganancias, pero que en sus modalidades particulares de inserción
al sistema mundial capitalista genera mecanismos de reproducción que
respondiendo a aquella lógica, propicia procesos particulares: tenemos así
la conformación de un capitalismo sui generis. De allí la necesidad de
caracterizarlo como un capitalismo dependiente. A contrapelo de lo que se
sostiene, es necesario pero no suficiente conocer las leyes y tendencias del
capitalismo en general para explicar la dinámica del capitalismo
latinoamericano20.

X

La superexplotación, en tanto violación del valor de la fuerza de trabajo21,
es posible porque existe una masa enorme de población semiactiva e inactiva,
o flotante, latente e intermitente, disponible para las necesidades y
tiempos del capital.

En el capitalismo la fuerza de trabajo se ve confrontada por dos tendencias
contradictorias: una que apunta a elevar su valor por el incremento de
bienes que se incorporan a la canasta de los bienes salarios, sean para
necesidades indispensables o para satisfacer las necesidades sociales, como
resultado del propio desarrollo de las fuerzas productivas y de la
sociabilidad reinante. Otra que tiende a limitar la elevación del valor de
la fuerza de trabajo, porque el propio avance de la productividad lleva al
descenso de los valores unitarios de los bienes salarios, antiguos y nuevos.

En otras palabras, la tendencia es a que crezca la masa de bienes necesarios
(leche, pan, huevo, carne, frijoles, ropa) y sociales (refrigeradores,
celulares, radio, televisión, cine, educación, ocio, etc.), pero que ello no
se exprese en una elevación similar en términos del valor de la fuerza de
trabajo y por tanto en una elevación igualmente similar en salarios. La masa
de bienes salarios crece más que lo que crece su valor total.

En condiciones de superexplotación lo que tiende a producirse es que crece
la masa de bienes a consumir, pero en tanto el salario no permite cubrir los
bienes necesarios y los bienes sociales, alcanzar unos propicia reducir o
cancelar el consumo de otros. Se comprará un televisor, pero se gastará
menos en salud, ropa o alimentos diversos.

La superexplotación, por tanto, conduce a un incremento de la pobreza
relativa, pero en condiciones que afecta la reproducción normal de la fuerza
de trabajo. Esto, y sus consecuencias en la reproducción del capital en
general, como su peso como elemento para incrementar la plusvalía, o en
reducir el mercado de consumo que generan los salarios, son algunos puntos
centrales que debieran llamar nuestra atención.

Hablar que se superexplota de manera generalizada en una economía no es
entonces el asunto simple que se paga poco o se trabaja largas horas. No es
un simple adjetivo a la explotación. Es un elemento que tiene decisivas
consecuencias en la reproducción del capital y en las formas de inserción de
las economías latinoamericanas en el sistema mundial. Y es por esas
consecuencias que tiene un peso fundamental en la teoría que explica el
funcionamiento del capitalismo dependiente.

Para el pensamiento liberal es un escándalo que los trabajadores consuman
televisores, cuando –se señala- debieran destinarlo al consumo prioritario
de alimentos o de salud, sea de ellos o de sus hijos. Lo que ese pensamiento
no entiende es que las necesidades sociales, como contar con un televisor,
tiene enorme peso justamente porque son sociales, en el sentido de las forma
de existencia en un tiempo determinado.

Si en los lugares de trabajo se habla del último partido de futbol o en la
tienda de verduras o abarrotes se habla de la telenovela o del reality que
está de moda, los sujetos tenderán a consumir un bien que permite participar
de la sociabilidad reinante. En pocas palabras, reproducir la fuerza de
trabajo no es alimentar caballos, en donde con un fardo de alfalfa se
resuelve todo. La fuerza de trabajo reposa en el cuerpo de humanos que no
pueden vivir o reproducirse como en la época de las cavernas.
Superexplotación no puede confundirse entonces con pobreza absoluta22.

Además, en un mundo en donde se multiplica el trabajo femenino, y se reduce
la presencia de adultos por largas horas en el hogar, se reduce la
construcción de áreas verdes en los nuevos complejos habitacionales para
obreros, o en las autoconstrucciones populares, y se multiplica la
inseguridad, tener un televisor en casa (o ahora un ipad) es una forma
necesaria para mantener en casa, de tamaños cada vez más reducidas, a niños
y adolescentes, en tanto las nociones y modos de ocio de éstos se han
modificado.

El problema con la superexplotación es que para satisfacer necesidades
sociales, ello se tenga que hacer a expensas de reducir o dejar de consumir
bienes indispensables. Y esto genera consecuencias en todo el proceso de
reproducción del capital.

XI

Una crítica recurrente a la TMD y en particular a la superexplotación es que
se asume como una expresión de la teoría del subconsumo, formulada por el
economista suizo J. C. L. Sismonde de Sismondi y asumida por los populistas
rusos, en torno a la imposibilidad de la acumulación capitalista derivada de
la contradicción entre producción y consumo, en donde habría de manera
permanente un excedente de producción, por la debilidad del mercado interno
que sólo puede ser resuelto acudiendo a los mercados exteriores como
solución a la realización.

Lo que Sismondi y los populistas rusos manifiestan es su incomprensión qué
es la acumulación de capital, derivado de no considerar al capital
constante, y asumir sólo la plusvalía y los salarios en el valor total
creado23.

Sin dejar de reconocer que existe una contradicción entre producción y
consumo, que abordará posteriormente, Marx pone de manifiesto desde un
“modelo abstracto”, los esquemas de reproducción24, las condiciones de
funcionamiento en equilibrio de la producción capitalista, esto es, de una
reproducción que respetando el valor, establezca los valores de uso
necesarios para mantener el equilibrio de los intercambios entre el sector
I, de bienes de capital y el sector II, de bienes de consumo.

Hablamos de un esquema abstracto porque Marx establece una serie de
supuestos en las condiciones de equilibrio, como una economía capitalista
pura; la existencia de sólo dos clases sociales, capitalistas y obreros; la
misma duración e intensidad del trabajo; la no variación de la composición
orgánica del capital; y la exclusión del comercio exterior.

Desde esas premisas, la contradicción capitalista entre producir valor bajo
la forma de valores de uso encuentra una vía de solución, en donde “cada uno
de [los] sectores (I y II) debe velar (…) por la sustitución del valor de
sus elementos de producción, pero sólo puede hacerlo si toma una parte de
esos elementos de producción del otro sector, en una forma materialmente
apropiada”25.

Pero una vez que abandona algunos de los supuestos asumidos, Marx analiza
las crisis capitalistas y las contradicciones que se gestan, señalando que
“dentro de la producción capitalista, la proporcionalidad de las distintas
ramas de producción (y sectores I y II, J.O.) (aparece) como un proceso
constante derivado de la desproporcionalidad”26 entre ramas y sectores,
poniendo un alto a los que privilegian la proporcionalidad y el equilibrio
como el estado recurrente de la dinámica capitalista27.

En torno a la contradicción entre producción y consumo señala además que
“Las condiciones de la explotación directa y las de su realización no son
idénticas. (…). Unas se hallan limitadas solamente por la capacidad
productiva de la sociedad, y otras por la proporcionalidad entre las
distintas ramas de la producción y por la capacidad de consumo de la
sociedad”, y esta última “por la capacidad de consumo a base de condiciones
antagónicas de distribución que reducen el consumo de la gran masa de la
sociedad a un mínimo susceptible sólo de variación dentro de límites muy
estrechos”. Para rematar indicando que “cuanto más se desarrolla la
capacidad productiva, más choca con la angosta (base) sobre (las) que
descansan las condiciones del consumo”28.

En resumen, los seguidores de las propuestas sobre el subconsumo no
consideraban viable la acumulación capitalista ni el desarrollo del
capitalismo mismo a partir de no considerar el valor generado por la
producción de capital constante y la oferta y demanda que ese capital
genera. De allí que el mercado externo aparecía como el único camino para
resolver los problemas de realización. Con los esquemas de reproducción, en
un modelo abstracto, Marx pone de manifiesto las proporcionalidades posibles
entre sector I y sector II, considerando el valor y la reposición de valores
de uso para la oferta y demanda entre ambos sectores. Por último, en un
análisis menos abstracto y considerando las contradicciones en el
capitalismo entre producción y consumo pone de manifiesto los problemas de
realización a que se enfrenta el capital en tanto reduce el poder de consumo
de los trabajadores. A su vez señala que la proporcionalidad entre sectores
es derivada de constantes desproporcionalidades.

En síntesis “la solución dialéctica del problema de la realización sólo
puede residir en el progreso del modo de producción capitalista, en la
constante extensión de sus mercado interno y externo. Pero desde este punto
de vista, la reproducción ampliada del capital no es “imposible” (como le
parecía a Sismondi) ni puede proseguir hasta el infinito (como creían los
clásicos) puesto que el modo de producción capitalista mismo debe reproducir
sus contradicciones internas en una escala cada vez más elevada, hasta que
la “espiral” del desarrollo capitalista (…) toque a su fin”29.

En niveles de desarrollo más concretos, como es el despliegue del
capitalismo en el sistema mundial, las leyes del capitalismo pueden sufrir
alteraciones. Por de pronto está el hecho que el capitalismo dependiente en
el siglo XIX al volcar su producción hacia los mercados exteriores -y con
ello propiciar la superexplotación- establece la contradicción del
capitalismo entre producción y consumo en un nuevo nivel. Por otro lado, ya
en el siglo XX, la industrialización al no terminar de generar el sector I
de bienes de capital, obliga a replantearse lo que ello significa en
términos de la proporcionalidad y desproporcionalidad entre sectores. Y cómo
la carencia o debilidad de ese sector en el plano interno es resuelta por el
capital local vía importaciones o como productos que ingresan en paquetes de
inversión del capital extranjero. ¿Qué fuerzas tiene entonces el sector I en
la economía dependiente en cuanto oferta y demanda de equipos, bienes
salarios y bienes suntuarios en la economía local?

No hay subconsumo en el capitalismo dependiente, si con ello se quiere
sostener que la superexplotación impide la acumulación y reproducción del
capital en general. Por el contrario, esta es condición para que la
reproducción opere en el capitalismo dependiente. Pero una economía
sustentada en la superexplotación no permite cualquier acumulación ni
cualquier reproducción30. Favorece la desproporcionalidad entre ramas, como
la debilidad del sector I, y la mayor fortaleza del sector II. Pero también
la desproporcionalidad en el seno de los bienes de consumo, según sean
bienes salarios (IIa), o sean bienes suntuarios (IIb), en beneficio relativo
sobre estos últimos.

Pero además estas discusiones deben ubicarse en el contexto de la vigencia
de un patrón de reproducción del capital como el actualmente imperante en la
región, el de especialización productiva, en donde el sector industrial
juega actualmente en la región un papel secundario, -frente al peso del
sector primario, con la masiva producción de materias primas y alimentos
volcados a los mercados exteriores-, y sólo alcanza relevancia en algunas
economías, principalmente en México, en menor medida en Brasil y más abajo
en Argentina.

La expansión de la producción de autos en México en los últimos 30 años es
una buena muestra de los problemas que se hacen presente en los temas que
nos ocupan. Según la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz, en 2014
México se posicionó a nivel mundial como el octavo armador de autos,
alcanzando la cifra récord de 3 millones 219 mil 786 unidades, un 9.8 por
ciento de aumento respecto año anterior. De ese total, el 85 % se exportó,
particularmente a Estados Unidos, que recibió el 71 %31.

En el mercado mexicano, el automóvil es un bien suntuario, y por ello es
bajo el porcentaje de lo producido, poco más del 10 %, que se vende en la
economía local. Pero ese producto en el mercado estadounidense es un bien
salario. Por ello crecen tanto las exportaciones a esa economía.

No debe perderse de vista que son empresas extranjeras las que dominan la
industria automotriz en México, realizándose en esta economía las labores de
algunos segmentos productivos, los menos avanzados en materia tecnológica,
como armado, ensamble, maquila y producción de partes.

También debe considerarse que la demanda de la industria automotriz hacia
otras industrias locales es muy débil. En estas condiciones, con segmentos
productivos de bajo nivel tecnológico, sin mayores relaciones con otras
ramas de la industria local y ventas mayoritarias hacia el exterior, es
difícil que no operen desproporcionalidades entre ramas y sectores en las
economías dependientes.

XII

Con la marcha del patrón industrial en el siglo XX pareció abrirse un
proceso en que la ruptura del ciclo del capital y otros desequilibrios en la
reproducción del capital en América Latina tenderían a reorientarse,
aproximándose a las formas como el capital se reproduce en el mundo
industrial desarrollado. Este fue el mensaje de la Cepal y de las
principales burguesías industriales de la región. Sin embargo estas
ilusiones pronto se fueron desvaneciendo. En los países de mayor desarrollo
de la región las etapas de producción de bienes industriales no durables
(ropa y alimentos) y durables (muebles) avanzó con relativa facilidad. El
crecimiento de los empleos en el aparato estatal y en las fábricas ampliaba
por otro lado el mercado interno, favorecidos estos últimos por la baja
composición orgánica del capital. Pero aún en condiciones de procesos
relativamente simples ya se presentaban problemas con la balanza comercial,
por la importación de componentes para esta producción, sean materias
primas, herramientas y repuestos, y por las importaciones de bienes
suntuarios.

Pero los problemas serios comenzaron a hacerse presente cuando el proceso de
industrialización requirió pasar a fases más complejas, como la producción
de equipos, maquinarias y repuestos. El monto de la inversiones para estas
industrias debía ser mayor, lo que reclamaba reducir los montos destinado al
consumo suntuario de las clases dominantes, mayor control sobre los
salarios, mayores préstamos y reducción de intereses de la banca de
desarrollo y de la banca privada, y elevar las transferencias del sector
exportador hacia la industria, lo que alentaba conflictos entre clases y
sectores de las clases dominantes.

Pero en medio de estos problemas emergió una alternativa no contemplada en
los proyectos iniciales y que modificará de raíz el proceso de
industrialización.

Terminada la Segunda Guerra mundial, con una infraestructura productiva
intacta y alentada además por la aplicación de técnicas y conocimientos
bélicos empleados ahora en la producción, se produjo una pronunciada
reducción de la vida útil del capital fijo en la economía estadounidense,
dejando sobrantes equipos, maquinarias y repuestos todavía útiles, los
cuales pasarán a ser ofertados en generosas condiciones de pago en el
mercado mundial y en particular hacia el mercado latinoamericano.

Esta oferta empataba en el tiempo con las necesidades de la burguesía
latinoamericana de pasar a fases de mayor complejidad en la producción
industrial, lo que abrió las puertas para que se aliara con el capital
estadounidense, favoreciendo inversiones en el sector industrial o
simplemente adquiriendo los equipos que reclamaba la nueva fase de la
acumulación.

Pero junto a la asociación de la burguesía local con el capital extranjero,
otro asunto relevante refiere a que la industrialización dejó de constituir
un proyecto orgánico, que cubriría el conjunto de ramas industriales, para
quedar descabezado, al no desarrollarse las ramas del sector de bienes de
capital, apareciendo sólo algunas actividades ligadas a ese sector, y pasar
a depender de la importación de esos bienes de las economías desarrolladas.

Abandonar la producción de bienes de capital significó además dejar de lado
al sector que motoriza con mayor peso el desarrollo de conocimientos y de
nuevas tecnologías, con lo que la burguesía latinoamericana lanzó a la
basura la ¿débil? posibilidad de encabezar un proyecto de desarrollo.

Su antigua subordinación al capital extranjero y a sus Estados, el peso de
la superexplotación en el proceso de acumulación, la magnitud de impulsar
procesos de desarrollo científico y tecnológico y de propiciar el desarrollo
de ramas que reclamaban esfuerzos de acumulación que la obligarían a limitar
sus gastos suntuarios, entre otros, se hicieron presentes en aquella
decisión. La responsabilidad no compete al capital extranjero, sino a los
Estados, a la burguesía local y también a los sectores exportadores
regionales, que veían con rechazo y temor tener que incrementar sus aportes
para la industrialización.

XIII

Si bien los equipos y maquinarias importados constituían principalmente
bienes de capital para la producción de bienes salarios en el seno de la
economía estadounidense, en América Latina asumían otra condición, la de
bienes de capital para producir bienes de consumo suntuario, como
automóviles, por el peso de la superexplotación. Esto tendrá consecuencias
en el rumbo de la industrialización y en las dificultades de empatar con las
necesidades del grueso de la población trabajadora.

La asociación con el capital extranjero trajo consigo acelerar la división
de la burguesía industrial en dos fracciones, que comienzan a operar con
proyectos e intereses cada vez más contrapuestos: una, ligada a la
producción industrial liviana, menos dinámica, menos capitalizada, con baja
composición orgánica, y cada vez más ligada a la producción de bienes
salarios; otra aliada al capital extranjero, con mayores niveles de
composición orgánica, ligada a una producción industrial de bienes más
complejos y suntuarios, y que se erigirá en la fracción burguesa más
dinámica.

Esta división, que se acentuará muy rápidamente, propiciará disputas
interburguesas por la hegemonía del Estado y por la orientación de la
industrialización, logrando imponerse los proyectos de la burguesía más
dinámica. En tanto su producción se dirige básicamente al mediano y alto
mercado interno, alentará políticas económicas que tenderán a afectar el
poder de consumo del grueso de los trabajadores industriales y de la baja
burocracia estatal, y del resto de franjas proletarias urbanas peor
remuneradas y subempleadas, auspiciando las transferencias de ingresos a las
clases, fracciones y sectores con mediano y alto poder de consumo interno.
Al mismo tiempo buscará abrirse a los mercados regionales, por la vía de
sumar pequeños mercados de alto poder de consumo en diversas economías y, de
esa forma, ampliar el campo de la realización.

Todos estos movimientos y procesos terminan por poner fin a las ilusiones de
un proyecto de industrialización que lograría articular la producción y las
necesidades de consumo del grueso de la población trabajadora. Con ello la
ruptura del ciclo del capital manifestaba una nueva dimensión, ahora desde
la producción industrial y en el seno de la economía local, generado un
poderoso pero reducido mercado de alto poder de consumo, lo que reactiva las
pulsiones a incrementar la superexplotación, a concentrar ingresos en las
capas sociales de mayores ingresos y a iniciar aperturas al exterior como
forma de ampliar mercados, ante las restricciones operantes en los mercados
locales.

A estos problemas, que volvían a poner de manifiesto tendencias locales de
reproducción del capital que operaban con tendencias distanciadas de las
imperantes en el mundo desarrollado, se agregan otros, como el incremento de
la pobreza que se concentra en los cinturones de miseria que se expanden en
las grandes ciudades de la región, ante la elevación de la composición
orgánica en las industrias dinámicas y el débil crecimiento de las
industrias tradicionales, y la dificultad del sector industrial en general
de crear empleos a la altura de la oferta de brazos propiciadas por la
masiva migración campo-ciudad, y los problemas de la producción agraria de
retener a esa población, por la monopolización de la tierra en la mayoría de
las economías de la región.

XIV

La crisis mundial propiciada por la caída de la tasa de ganancia a fines de
los años sesenta del siglo XX, empató con la crisis del patrón de
reproducción industrial en América Latina, por el crecimiento de los
desequilibrios de la balanza comercial, ante las deudas por importaciones de
equipos y maquinarias, las dificultades de ampliar mercados internos y
externos para la producción industrial de bienes de consumo durable, el
descenso en los niveles de crecimiento y la agudización de la lucha de
clases.

Al calor de aquella crisis el sistema mundial capitalista sufrirá una
profunda readecuación que dará paso a la conformación de una nueva división
internacional del trabajo, en donde la región regresará como patrón
dominante a su condición exportadora de materias primas y alimentos, y en
pocas economías se mantendrán con peso algunas actividades de maquila
electrónica y de ropa, ensamble automotriz y producción de partes, con poca
tecnología.

La puesta en marcha del patrón exportador de especialización productiva se
apoya en ventajas naturales, como petróleo, minerales diversos, productos
agrícolas, como verduras, granos y frutas, carne y madera, y en productos
industriales como los antes señalados.

El nuevo patrón hace de los mercados exteriores su campo fundamental de
realización. Allí se presenta una división entre las economías de la parte
sur de América Latina que dirigen su producción principalmente a China, la
Unión Europea y otras economías del sudeste asiático y a la región misma, y
otras, como México y algunas economías centroamericanas que exportan
principalmente hacia los Estados Unidos.

La puesta en marcha del nuevo patrón fue acompañado de la masiva venta de
empresas públicas, que aceleró la acumulación de capitales, y de agresivas
políticas de reducciones salariales y de retiro de prestaciones sociales,
medidas estas últimas que favorecieron la capacidad de competencia de los
capitales y sus productos en el mercado mundial.

Estas pérdidas, unidas a la generalización creciente de la precariedad
laboral y la subcontratación han incrementado la superexplotación a niveles
que la región ya creía superados.

Importa destacar que los valores de uso producidos bajo el nuevo patrón de
especialización productiva no cuentan con la capacidad de dinamizar
actividades complementarias que complejicen la estructura productiva.
Producir soja, frutas, vinos o café y extraer cobre, petróleo o litio no
crean condiciones para industrias aledañas, encadenadas a esas producciones
o extracciones y fomenten nuevos empleos y nuevas demandas de producción
industrial. O cuando lo reclaman es de un nivel de complejidad tecnológica
que se accede a ellas adquiriéndolas en las economías desarrolladas o bien
exportando los productos para su procesamiento en el exterior.

A inicios del siglo XXI el capitalismo latinoamericano ahora bajo el patrón
exportador de especialización productiva vivió un periodo de bonanza
excepcional. Esta experiencia contó con la excepcional demanda de petróleo,
materias primas y alimentos en el mercado mundial, en gran medida propiciada
por el espectacular crecimiento de la economía china, y con la elevación de
los precios de la mayoría de los principales productos de exportación de la
región.

El incremento del volumen de las exportaciones, acompañado por una
sustancial subida de precios propició que tanto el capital local, estatal y
privado, como el extranjero, el cual incrementó su presencia en la minería,
la agroindustria, energía, servicios y ensamble y maquila, incrementaran sus
ganancias en niveles inusitados. Se contaba con recursos para alentar
inversiones estratégicas que ensancharan la demanda de nuevos bienes en la
economía local, se extendiera el tejido productivo y se abrieran condiciones
para el despliegue de una dinámica que rompiera o redujera los nudos más
agudos de la dependencia y el subdesarrollo.

Pero las fuerzas dinamizadoras de la dependencia terminaron por predominar.
Los obstáculos propiciados por la segmentación productiva en las cadenas de
valor global, caminan en el sentido no de alentar procesos de
industrialización, sino de especializaciones en aspectos muy parciales de
alguna actividad industrial, las menos tecnificadas, en tanto los segmentos
que reclaman conocimientos y niveles de tecnificación más avanzada han
terminado de quedar asentados en las economías desarrolladas.

Los grandes exportadores de materias primas y alimentos, a su vez,
incrementaron las hectáreas sembradas y abrieron nuevos yacimientos mineros,
pero poco o nada destinaron a realizar inversiones estratégicas en aras de
complejizar la estructura productiva.

Por ello, entrada la segunda década del siglo XXI, tras la caída de la
demanda exterior y la aguda baja de los precios de materias primas y
alimentos, ante la baja del crecimiento de China y la debilidad de otros
centros desarrollados, los capitales y Estados que obtuvieron cuantiosos
beneficios y que no realizaron inversiones con perspectivas de reducir la
dependencia y el subdesarrollo, no han tenido empacho en convocar a nuevas
políticas de ajuste que apuntan a reducir o cortar lo poco de presupuesto
que se destinó a mejoras salariales, educación y a políticas para enfrentar
la pobreza. El subdesarrollo y la dependencia han dado una nueva vuelta de
tuercas en la región.

XV

Importa destacar el peso de los patrones exportadores en la historia
económica regional. Ese era el rasgo del primer patrón erigido en el siglo
XIX, el agro-minero exportador, y tras el muy breve lapso en que se hizo
presente el patrón industrial, ha vuelto a hacerse presente un nuevo patrón
volcado a los mercados exteriores, el de especialización productiva.

En una subregión en donde la superexplotación es una tendencia central del
capitalismo dependiente, el hecho que el capital encuentre caminos para
valorizarse en mercados exteriores, vía exportaciones, no es ninguna buena
noticia para el mundo de los trabajadores. El nuevo patrón de reproducción
lo ha puesto de manifiesto desde que estableció las bases para su puesta en
marcha, y a lo largo de su expansión.

América Latina asistió a una brutal ofensiva del capital sobre las
condiciones de vida de la población trabajadora desde los años setentas del
siglo XX, y la agudización de la explotación redoblada se ha constituido en
base de sustentación del dinamismo y de los éxitos de la nueva modalidad de
reproducción.

Importa destacar que no estamos en América Latina frente a cualquier
economía exportadora. Nos encontramos en la situación de una región regida
por un patrón de reproducción que agudiza al máximo las contradicciones de
la dinámica del capitalismo dependiente, como la ruptura del ciclo del
capital y una organización productiva que prosigue dando la espalda a las
necesidades del grueso de la población trabajadora.

No es lo mismo exportar sobre la reducción del poder de consumo de la
población asalariada local, como ocurre en América Latina, que hacerlo sobre
la base de una economía con una elevada productividad, como la alemana, en
donde se mantiene e incluso se incrementa la producción y consumo de bienes
salarios por el mundo del trabajo, así como de equipos por el capital local.
Y es esa elevada productividad la que permite contar con cuantiosos montos
de bienes que son lanzados al mercado mundial con una alta capacidad de
competencia32.

La economía exportadora latinoamericana tiene poco que ver también con la
modalidad exportadora de Corea del Sur. Allí la creación de industrias
volcadas a los mercados exteriores fue acompañada por políticas que
impulsaron el desarrollo del sector de bienes de capital, de manera
simultánea al desarrollo de bienes de consumo. Parte sustantiva de los
excedentes iniciales de las exportaciones fueron orientados a fortalecer las
bases industriales para favorecer nuevas exportaciones cada vez más
complejas, dándose inicio a una paulatina incorporación de la población
trabajadora al mercado interno.

El recurso a la expansión del crédito en América Latina como forma de elevar
en parte el consumo de franjas obreras y de la baja pequeña burguesía
asalariada, que ha sido teorizado por la sociología regional como “la
expansión de las clases medias”, se realiza sobre bases de empleo muy
precarias. A ello se suma la especulación con los créditos, que eleva
enormemente los precios finales por el elevado incremento de los intereses.
Todo esto ha quedado en entredicho en momentos en que el empleo y los
salarios vuelven a sufrir los embates de nuevos programas de ajuste, al
decaer las exportaciones y sus precios. La expansión del mercado interno
muestra en este, como en otros ejemplos previos, su enorme fragilidad en las
economías dependientes, y la dificultad de ajustar la ruptura del ciclo del
capital.

XVI

Desarrollo del subdesarrollo. Así sintetizó Andre Gunder Frank el futuro de
las economías dependientes en caso de seguir regidas por relaciones
capitalistas33. Leída desde los estadios de mayor desarrollo de la teoría
marxista de la dependencia, esta formulación no remite a ninguna idea
estancacionista. Las economías latinoamericanas podrán seguir creciendo,
expandiendo sus sectores exportadores, o ramas e industrias diversas y
gestando plusvalía relativa en sectores particulares34. Pero lo harán
recreando y agudizando las fracturas en la reproducción del capital, y los
desequilibrios sociales inherentes a la condición subdesarrollada y
dependiente. De allí que se sostiene que de proseguir expandiéndose el
capitalismo se seguirá desarrollando el subdesarrollo.

La TMD no plantea que la economía latinoamericana, por su condición
subdesarrollada y dependiente, deban caminar hacia el estancamiento, por más
que autores diversos, más o menos cercanos a esta propuesta teórica, lo
hayan señalado.

Brasil, México y Argentina, para mencionar las tres mayores economías de la
región, pueden presentar en formas y periodos diversos importantes
crecimientos de sus economías en los últimos sesenta años, tanto bajo el
patrón industrial como bajo el actual patrón exportador de especialización
productiva. Pero nada de lo realizado permite afirmar que se ha avanzado
hacia el desarrollo, sino, por el contrario, hacia una profundización de las
contradicciones propias del capitalismo dependiente.

XVII

Llegados a este punto, parece pertinente una reformulación del sistema
mundial capitalista respecto a la noción con la cual arrancamos este
escrito.

Ese sistema no debe ser concebido simplemente como el espacio en donde
operan economías capitalistas con diversos niveles de desarrollo científico
y tecnológico, con diversas composiciones orgánicas de capital y diferentes
niveles de productividad. Esta visión es más lo que esconde que lo que
permite entender.

El sistema mundial capitalista es fundamentalmente la unidad diferenciada en
donde se articulan, a lo menos, diversas formas de capitalismo: el
desarrollado y el dependiente.

Estas formas de capitalismo constituyen una unidad al operar de manera
integrada y articulada de acuerdo a la lógica del capital y la prosecución
de apropiación y crecimiento de ganancias. Pero lo hacen de maneras
diferenciadas de acuerdo a una división de formas de capitalismo. Esta
división no es sino la articulación de formas de reproducción de capitales
que impulsan y permiten a unas economías desarrollarse, en tanto a otras las
impulsan a subdesarrollarse.

Al interior de estas formas de capitalismo se presenta una diversidad de
grados, sea de capitalismo desarrollado, sea de capitalismo dependiente.

XVIII

Dado el nivel de maduración del sistema mundial capitalista, y de la
división de formas de capitalismo y de las relaciones que las constituyen,
se puede afirmar que siendo teóricamente factible el paso de una economía
desarrollada a la condición de subdesarrollada, y el paso de una economía
dependiente a la condición de desarrollada, este último paso, en términos
históricos, sólo se puede presentar como resultado de una situación de
excepción, en donde la lógica de la acumulación no puede operar por su
propia dinámica, ni por la simple acción autorreguladora del mercado, sino
por una dirección que defina un plan de desarrollo con capacidad de
disciplinar al conjunto de las clases sociales, y particularmente a las
dominantes, y a lo menos neutralice a las fuerzas del imperialismo, para
alcanzar esos objetivos.

El primer paso, del desarrollo al subdesarrollo, es teórica e históricamente
más factible de que suceda, porque basta que se pierda la capacidad de
transferir valor y horas de trabajo a su favor y de potenciarlos, para que
ello ocurra.

No existe una línea de continuidad entre la forma capitalismo dependiente y
la forma capitalismo desarrollado, en el sentido que por una simple
acumulación de diferentes condiciones o procesos, una economía dependiente y
subdesarrollada alcanzará el desarrollo. Si desarrollo y capitalismo
dependiente maduran de manera simultánea y por la relación que establecen y
sostienen, la dinámica de reproducción establecidas en una y otra forma,
operando de manera normal, tenderán a reproducir dependencia y desarrollo.

El paso de la condición dependiente y subdesarrollada al capitalismo
desarrollado implica necesariamente una ruptura en varias dimensiones:
primero, con las tendencias espontáneas de la acumulación o con la capacidad
autorreguladora del mercado. Segundo, con las clases dominantes del mundo
dependiente, en el sentido de ajustarse a planes y proyectos que
tendencialmente no son los que históricamente han llevado a cabo, y tercero,
a lo menos de neutralizar al capital imperialista.

Las burguesías de las economías subdesarrolladas no cuentan con la voluntad
histórica de encabezar proyectos que permitan quebrar con las tendencias
locales a la superexplotación y de alcanzar una reinserción al mercado
mundial en otras condiciones, que no sean aquellas que reproducen el
subdesarrollo y la dependencia. Y ello por una razón simple: bajo las
condiciones subordinadas en que se desenvuelven y sometidas a las divisiones
internacionales del trabajo imperantes, pueden lograr grandes ganancias, a
pesar de las transferencias de valor y de horas de trabajo. Esto permite la
constitución de capitales poderosos, no sólo a nivel regional, sino mundial,
pero sus procesos de acumulación y de reproducción no generan desarrollo
para las economías locales.

El capital extranjero que invierte en la región tiende a adecuarse a los
procesos de reproducción de capital imperantes, y no a modificarlos. Esta es
una de las razones por las que llega a la región: porque puede
superexplotar, lo que acrecienta sus ganancias, sostiene la ruptura del
ciclo del capital, e invierte en actividades productivas o de servicios que
no alteran la dinámica que reproduce el subdesarrollo35.

Sólo una situación de excepción, que camine a contracorriente de las
tendencias de la acumulación y del mercado puede revertir las tendencias que
reproducen dependencia. En cualquier condición, el desarrollo alcanzado
tendrá como contracara la profundización o la extensión del subdesarrollo y
de la dependencia en algún otro rincón del planeta. Nunca estos procesos
emergen por separado.

XIX36

Parte sustancial de los procesos que han permitido a Corea del Sur alcanzar
los niveles productivos actuales poco o nada tienen que ver con la simple
dinámica de la acumulación y de la mano invisible del mercado. Más bien su
situación se ubica en las antípodas de esas tendencias. Constituyen –como
señalamos- una situación de excepción.

Tras finalizar la segunda guerra (1945), y la retirada de las tropas
japonesas de la península de Corea, la que ocuparon desde 1910, Estados
Unidos dividió la península por el paralelo 38, quedando ocupada al norte
por tropas soviéticas y al sur por tropas estadounidenses. Entre 1950 y 1953
la península coreana se ve remecida por una guerra que enfrenta a la actual
Corea del Sur, apoyada por Estados Unidos y la ONU, y la actual Corea del
Norte, apoyada por la República Popular China y de manera indirecta por la
Unión Soviética. En esa guerra mueren alrededor de 2 y medio millones de
personas, principalmente combatientes, pero también población civil, y
provoca la destrucción de la principal infraestructura de la península. Tras
un armisticio (que no tratado de paz) se constituye Corea del Norte, en las
fronteras con China, y Corea del Sur, en la parte baja de la península, con
salida terrestre sólo por Corea del Norte, y más cercana a Japón. La
frontera zigzaguea en torno al paralelo 38, con 4 kilómetros de una zona
desmilitarizada.

Ocupada un largo periodo por fuerzas estadunidenses luego de la guerra,
Corea del Sur fue importante para Washington hasta la caída del bloque
socialista como tapón que impediría el avance del “comunismo”, pero
fundamentalmente por su privilegiada posición geoestratégica, cercana a las
principales ciudades chinas, y también del territorio de la Unión Soviética.

Para Estados Unidos era necesario el fortalecimiento económico de Corea del
Sur. Por ello entre 1945 y 1961 le otorgó donaciones por más de 3mil 100
millones de dólares, equivalente a más de un tercio de lo que percibió
Francia como parte del plan Marshall37. A inicios de los años ochenta Japón
otorgó a Seúl 3 mil millones de dólares por concepto de reparación de la
guerra y por la ocupación.

En un periodo de 15 años, iniciados en 1945, las autoridades llevan a cabo
una profunda reforma agraria, que desmantela el poder de los sectores
terratenientes. Y la guerra civil propició por otro lado el debilitamiento
de la incipiente burguesía industrial.

Todo ello creará las condiciones para la conformación de un Estado con
elevados niveles de autonomía frente a las clases dominantes, y que cuenta
con un fuerte respaldo y apoyo de Washington.

De 1961 a 1979 el general Park Chung-hee encabeza una Junta Militar y en
1963 se hace proclamar Presidente de la República, periodo en donde estatiza
la banca y establece planes de desarrollo para incentivar el auge de
sectores estratégicos, convirtiendo el crédito en un arma para obligar a los
sectores empresariales a invertir en esos sectores.

Para el primer plan quinquenal de desarrollo (1962-1966) los sectores
privilegiados fueron el sector energético, abonos , textiles y cemento, para
el segundo (1967-1972) el 50 % de los recursos del sector financiero se
canalizaron al apoyo de la industria química y de la industria de bienes de
capital38, en tanto para el tercero se privilegió la siderurgia,
equipamiento de transporte, electrodomésticos y la construcción naval39.
Como puede apreciarse, los planes combinan la producción de bienes de
consumo y de bienes de capital, generando condiciones para que tanto el
sector II y el I puedan despegar, expandirse y retroalimentarse.

Junto a los planes de desarrollo Park plantea la creación de grandes
conglomerados industriales (chaebol), con el apoyo de transnacionales
estadounidenses, que serán la base de la futura economía exportadora.

El Estado fijó a los campesinos un volumen mínimo de producción para el
consumo de la población urbana, a precios establecidos por las autoridades,
por lo general inferior al precio de costo.

A la muerte de Park le sigue otro dictador, también militar, Chung Doo-
hwan, quien mantuvo la fuerte presencia estatal en la economía. Estableció
planes para el desarrollo de nuevos sectores estratégicos, y reprimió
violentamente los movimientos que reclamaban la democratización del país.

El nuevo gobierno mantuvo el control de los salarios a niveles deprimidos.
Para 1980, cuando la economía ya comenzaba dar signos de crecimiento el
salario de un obrero coreano correspondía a una décima parte del de un
obrero alemán y la mitad del de un obrero mexicano. En tanto la jornada
laboral era la más extensa en el mundo.

Fue en los años ochenta cuando la economía de Corea del Sur despega con
cifras por arriba del 8 % del PIB, dando inicio a lo que se denominó el
“milagro económico coreano”, aunque con un crecimiento de la deuda exterior
también elevada.

Tras masivas movilizaciones reclamando democracia el presidente Chung debió
ser destituido en 1987, y recién en 1988 los ciudadanos pudieron elegir
autoridades por sufragio universal, resultando triunfador en 1992 el primer
presidente civil.

La información señalada pone de manifiesto, en contra de las ilusiones de
liberales y neoschumpeterianos, que la experiencia de Corea del Sur no
constituye un modelo factible de realizar en América Latina. Expresa una
situación de excepción, desde las condiciones internacionales, hasta las
regionales y locales. Ni Estados Unidos, ni las clases dominantes de la
región están en condiciones de acompañar un proyecto como el anterior, y
mucho menos encabezarlo.

La autonomía y poder alcanzado por el Estado de Corea del Sur, no sólo sobre
la población trabajadora industrial y del campo, sino también sobre las
clases dominantes, constituyen condiciones que ponen de manifiesto la
ingenuidad neodesarrollista40 cuando convocan al Estado latinoamericano a
alcanzar mayor presencia en la economía, para romper con el subdesarrollo.

¿En qué lugar de América Latina se podría hacer algo, no digamos semejante,
sino cercano a lo señalado? ¿Estados Unidos y su discurso de la libertad
empresarial, de proteger la propiedad privada, la libertad del mercado,
etc., lo apoyaría gustoso? ¿También el FMI y el Banco Mundial? No es difícil
ver que nada de esto sería posible, en el cuadro de las relaciones de
fuerzas imperantes. Las pocas experiencias en que algo cercano a un proyecto
de desarrollo nacional se ha buscado motorizar, tanto el capital local como
el extranjero se han movilizado utilizando procedimientos de todo tipo para
ponerles fin.

XX

La teoría de la dependencia emerge como resultado de la crisis del
desarrollismo, alimentada por los problemas del proceso de industrialización
que no logra resolver los problemas que se suponía superaría, sino que
genera nuevos que redoblan la dependencia y el subdesarrollo.

También es resultado de la crisis del marxismo ortodoxo y de su incapacidad
de explicar las novedades, como la Revolución Cubana, así como de sus
antiguos errores, como los llamados a establecer alianzas con la burguesía
local.

El nuevo marxismo que emerge con fuerza en la región tras el triunfo de la
Revolución Cubana abre nuevas rutas para entender las razones del
subdesarrollo, así como el problema de la actualidad de la revolución en la
región. Es allí en donde nociones como dependencia y desarrollo del
subdesarrollo se constituyen en centros de una reflexión que busca
explicaciones sobre las particularidades del capitalismo regional y que dan
fundamentos a una nueva política.

El problema de la dependencia, en tanto emerge en la vinculación de la
región en el sistema mundial capitalista, reclamaba una formulación desde la
economía política. Pero esta era una perspectiva con débil desarrollo en la
región, en donde predominaba la historia económica, desde el marxismo, y
corrientes keynesianas y estructuralistas en la economía misma. A ello se
sumarán perspectivas sociológicas que no terminarán, sin embargo, de
propiciar pasos sustantivos en la reflexión.

Los aportes proporcionados por autores como Andre Gunder Frank, Theotonio
Dos Santos, Vania Bambirra y Ruy Mauro Marini, se constituyen en el núcleo
de la conformación de la teoría marxista de la dependencia. Pero esta sólo
termina de tomar forma con el escrito Dialéctica de la dependencia de Ruy
Mauro Marini41. Es recién en ese trabajo en donde se formula una propuesta
que explica la inserción de América Latina en el mercado mundial, y como
ello propicia la generación de un capitalismo con particularidades en su
reproducción, como la ruptura del ciclo del capital y la superexplotación.
Esas particularidades no son signos de deficiencias o “deformidades”42 de
desarrollo capitalista, sino justamente la expresión de su desarrollo y
madurez en tanto capitalismo dependiente.

En rigor, sólo a partir de Dialéctica de la dependencia se puede hablar de
la constitución de una teoría marxista de la dependencia. Todos los trabajos
previos, incluso los realizados por el propio Marini, no son más que
aproximaciones, mejores o peores, a esa propuesta, por lo que cualquier
crítica a dicha teoría debiera hacerse considerando esa situación43, y no
regodearse tomando como base las formulaciones embrionarias o las
aproximaciones.

* Jaime Osorio. Departamento de Relaciones Sociales. UAM-Xochimilco (México)

Notas

1- .- Véase por ejemplo de Rolando Astarita, Monopolio, imperialismo e
intercambio desigual, Madrid, Maia Ediciones, 2009.

2- .- Utilizaremos en un sentido lato subdesarrollo y capitalismo
dependiente como sinónimos.

3- .- Existe una línea de continuidad entre este marxismo y el viejo
marxismo ortodoxo: las diferencias en el desarrollo de las fuerzas
productivas explica todo. Sólo hay que acelerar ese desarrollo, para romper
con el atraso, y además para acercarnos a la revolución.

4- .- Los supuestos del individualismo metodológico se expresan aquí en la
economía mundial. Para las teorías de la estratificación, por ejemplo, las
desigualdades sociales se explican de manera individual, por las diferencias
de capacidad, talento y esfuerzo de los individuos. Y esto define los montos
diferenciados de riqueza que perciben. No existen relaciones sociales, para
estas teorías, que inciden en la desigualdad social. Menos en la
explotación, que no reconocen.

5- .-Señala Eric Hobsbawm: “es cada vez más claro que los orígenes de la
revolución industrial de Gran Bretaña no pueden ser estudiados
exclusivamente en términos de historia británica. El árbol de la expansión
capitalista moderna creció en una determinada región de Europa, pero sus
raíces extrajeron su alimento de un área de intercambio y acumulación
primitiva más amplia, que incluía tanto las colonias de ultramar ligadas por
vínculos formales como las “economías dependientes” de Europa Oriental,
formalmente autónomas. La evolución de las economías esclavistas de
ultramar, y de las basadas en la servidumbre de la gleba, de Oriente, fueron
tan partícipes del desarrollo capitalista como la evolución de la industria
especializada y de las regiones urbanizadas del sector “avanzado” de
Europa.” Y agrega: “eran necesarios los recursos de todo este universo
económico para abrir una brecha industrial en cualquier país del sector
económicamente avanzado”. Véase En torno a los orígenes de la revolución
industrial. Siglo XXI, Argentina, 1971, pág. 105.

6- .- “La razón por la cual la revolución industrial comenzó en Occidente
fue que durante los 300 años anteriores se había concentrado allí capital
monetario y oro en cantidades enormes como resultado de un saqueo
sistemático del resto del mundo por medio de las conquistas y el comercio
coloniales”. Ernest Mandel, El capitalismo tardío, México, Ediciones Era,
1972, pág. 60. Datos como estos permiten entender por qué el desarrollo pudo
emerger en ciertas regiones y economías. El subdesarrollo reclama considerar
economías formalmente independientes (no colonias) y los procesos de
reproducción de capital que gestan, en su integración en el sistema mundial
capitalista.

7- .- Si en el siglo XVII es la industria del algodón la que permite el
despegue de la revolución industrial en Inglaterra, a mediados del siglo
XVIII es la producción de ferrocarriles el gran detonante para las
industrias del hierro y del acero. Véase de Eric Hobsbawm, En torno a los
orígenes de la revolución industrial, Siglo XXI, Argentina, 1971, cap.
Tercero, pp. 89-114.

8- .- Maurice Dobb señala que “el invento no es un proceso autónomo,
desligado del progreso de la inversión de capital, ni es posible separar a
éste de sus efectos sobre el desarrollo de la invención que, a su vez,
reactúa sobre el proceso de inversiones a través de su influencia sobre la
rentabilidad”. En Estudios sobre el desarrollo del capitalismo, Siglo XXI
Editores, Argentina, 1971, pág. 343. En este sentido el descubrimiento de
motor a vapor y su aplicación es un parteaguas en los procesos que darán
vida a la revolución industrial. Dobb, Op. cit., pp. 308-309.

9- .- Ruy Mauro Marini, Dialéctica de la dependencia, Editorial Era, México,
1973.

10- .- R.M. Marini, Op. cit.

11- .- “El intercambio de mercancías producidas en condiciones de una
productividad del trabajo más alta por mercancías producidas en condiciones
de productividad del trabajo más baja era un intercambio desigual; era un
intercambio de menos por más horas de trabajo..”, Ernest Mandel, El
capitalismo tardío, Editorial Era, México, 1972, p. 54.

12- .- “El nacionalismo de la burguesía británica (…) fue agresivo: su
propósito no era eliminar el atraso sino reforzar su propio progreso,
conquistar el mundo”. Hobsbawm, En torno a la revolución industrial, op.
cit., pág. 98. (Subrayado JO).

13- .- Entre los elementos que favorecieron la revolución industrial en
Inglaterra Hobsbawm señala necesario “reconsiderar la naturaleza y la
importancia del mercantilismo británico; es decir, la política sistemática
de expansión económica belicista y colonialismo, y la no menos sistemática
protección de los industriales, comerciantes y armadores británicos”. Añade
que “la presencia de una burguesía potente y dinámica en cuyo seno privaban
los intereses manufactureros nacionales, fue decisivo”. Y agrega “pero
parece también probable que la inclinación de los gobiernos británicos a
colocar las ganancias comerciales y la conquista de nuevos mercados sobre
toda otra consideración haya ejercido un papel decisivo en la exclusión de
rivales económicos en potencia…”. Hobsbawm, En torno a la revolución
industrial, Op. cit., pp. 305-306.

14- .- Carlos Marx, El capital, Fondo de Cultura Económica, México, 1973, t.
I, pp. 469-470.

15- .- R. M. Marini, “Las razones del neodesarrollismo”, Revista Mexicana de
Sociología núm. extraordinario, Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM,
México, 1978, pág. 70.

16- .- Para el año 2000 las materias primas habían perdido entre el 50 y el
60 por ciento del valor relativo que tenían frente a las manufacturas hasta
la década de 1920, con la excepción de carnes de res, madera y tabaco, que
habían mejorado. José Antonio Ocampo y María Angélica Parra, “Los términos
de intercambio de los productos básicos en el siglo XX”, en Revista de la
Cepal núm. 79, Santiago, abril de 2003. Otros autores encontraron una
disminución acumulada de un 75 % durante unos 140 años para los precios de
bienes primarios, producción básica de las economías dependientes, en tanto
el índice acumulado de The Economist presenta una baja del 60.1% entre
1900-1904 y 1996-2000 para los precios de iguales bienes. Véase de Astarita,
Monopolio, imperialismo e intercambio desigual, Op. cit., pág. 151-152.

17- .-De acuerdo con Theotonio Dos Santos, en el periodo 1946-1968 hubo una
salida de 15 mil millones de dólares de América Latina a Estados Unidos en
la forma de dividendos, intereses, etc., sobre inversiones de capital
extranjero. En tanto el capital exportado por Estados Unido a América Latina
ascendió sólo a 5 mil 500 millones de dólares. En Dos Santos, Economía y
cambio revolucionario en América Latina, Caracas, 1970, pp. 75-78, citado
por Mandel, El capitalismo tardío, Op. cit., pág. 66. En 2014 las entrada de
Inversión Extranjera Directa (IED) en América Latina y el Caribe alcanzó los
158 mil 803 millones de dólares. Los beneficios obtenidos por las empresas
transnacionales sólo en ese año en la región alcanzaron los 103 mil 877
millones de dólares, considerado un año a la baja. Estas empresas suelen
reinvertir alrededor del 50 por ciento de sus beneficios, por lo que extraen
de la región el otro 50 por ciento. Véase Cepal, La inversión extranjera
directa en América Latina y el Caribe 2015, Santiago, pp. 19-23. Por otra
parte, la transferencia de parte de las ganancias a filiales permite a los
capitales transnacionales reducir el pago de impuestos por beneficios, lo
que incrementa el despojo de valores. Véase de Orlando Caputo, La crisis de
la economía mundial y América Latina. Una nueva interpretación de la crisis.
Ponencia al Décimo Encuentro de la Sociedad de Economía Política, SEPLA,
UNAM, México, 14-16 de octubre de 2015.

18- .- Como lo planteó Arghiri Emmanuel en su texto “El proletariado de los
países privilegiados participa de la explotación del tercer mundo”, en Amin,
Palloix, Emmanuel, Bettelheim, Imperialismo y comercio internacional. (El
intercambio desigual), Córdoba, Argentina, Cuadernos de Pasado y Presente
núm. 24, julio 1971. Astarita atribuye erróneamente esta idea también a
Marini cuando señala que “la explicación de Marini tiene una clara
vinculación con la idea de que los trabajadores de los países adelantados
participan en la explotación de los países atrasados”. En Economía Política
de la dependencia y el subdesarrollo. Tipo de cambio y renta agraria en la
Argentina. Universidad Nacional de Quilmes Editorial, Argentina, 2010, pág.
46.

19- .- Muchas clases sociales y fracciones que viven de salarios, como
proletarios o pequeña burguesía asalariada, perciben ingresos del consumo
improductivo de las clases dominantes. Esto no las convierte en clases o
fracciones que participan de la explotación.

20- .- Astarita señala “que no es necesaria una teoría de la acumulación
específica para los países dependientes, sino (sólo JO) estudiar cómo se
particularizan las tendencias y leyes generales del capital”. Economía
política de la dependencia y el subdesarrollo. Tipo de cambio y renta
agraria en la Argentina. Op. cit., pág. 11.

21- .- El tema lo hemos desarrollado extensamente en “Fundamentos de la
superexplotación”, en Razón y Revolución n. 25, Buenos Aires, 1er semestre
de 2014.

22- .- Véase Rolando Astarita, Monopolio, imperialismo…Op. cit., pág. 37

23- .- Estos temas los desarrolla Marini en su artículo “Las razones del
neodesarrollismo”, Op. cit.,

24- .- Carlos Marx, El capital, t. II, Op. cit., cap. XX y XXI, pp. 350-465.

25- .- Roman Rodolsky, Génesis y estructura de El capital de Marx, Siglo
XXI, México, 1978, pp. 501-502.

26- .- Carlos Marx, El capital,., tomo III, op. cit., pág. 254.

27- .- Henry Grossman señala al respcto: “Los neoarmonicistas idealizan el
estado de equilibrio (…) -confundiendo el método de investigación con los
fenómenos a investigar –creían deducir del esquema de equilibrio la
tendencia al equilibrio del capitalismo”, citado por Roman Rodolsky, Génesis
y estructura de El capital de Marx. Op. cit., pág. 498.

28- .- C. Marx, El capital, tomo III, Op. cit., pág. 243.

29- .- R. Rodolsky, op. cit., pág. 505.

30- .- Esto pone límites a juicios que sostienen para América Latina que
“los salarios bajos, la superexplotación y el ejército industrial de reserva
no constituyen en sí mismos obstáculos para la acumulación capitalista (…)
sino más bien todo lo contrario. Es que en la medida en que los salarios son
bajos, la plusvalía puede ser alta, y si los capitalistas reinvierten una
parte importante de la misma en ampliar su capital, habrá crecimiento de las
fuerzas productivas y, por lo tanto, de la oferta y la demanda
correspondientes.” Y poniendo de manifiesto la meta que orienta estaos
juicios se señala que “este fenómeno se ha dado en el capitalismo central”.
Véase, Astarita, Economía política de la dependencia y el subdesarrollo, Op.
cit., pág.56. Subrayados en original. Astarita señala que lo que el
capitalismo industrial hizo en los siglos XVIII y XIX, en América Latina se
podría hacer en el siglo XXI. Además los problemas de realización y de
desproporcionalidad entre sectores en el capitalismo dependiente quedan
minimizados. Sólo cabe preguntarse, si es tan simple la solución ¿por qué
los capitales de la región no lo han hecho? ¿Por qué insisten en buscar
mercados exteriores y en adquirir equipos y maquinarias en el capitalismo
desarrollado?

31- .- Nota de El Financiero, México, en
www.elfinanciero.com.mx/empresas/produccion-y-exportacion-de-autos-en-Mexico
-rompen-records-en-2014-htlm/. Consultado el 04 de diciembre de 2015.

32- .- El escándalo de la Wolkswagen en la segundo mitad de 2015 es un duro
golpe para la credibilidad de la eficiencia productiva del capital alemán en
general.

33- .- Andre Gunder Frank, Capitalismo y subdesarrollo en América Latina,
Buenos Aires, Siglo XXI, 1970.

34- .- Que se desarrolle plusvalía relativa en algunos sectores no significa
que sea esta la que defina los procesos de explotación en la economía
dependiente. Como que se geste plusvalía absoluta en el mundo desarrollado
no es ésta la que define la explotación en esas economías. Astarita critica
el señalamiento de la imposibilidad de producción de plusvalía relativa en
el capitalismo dependiente, señalado por otros autores. Véase Economía
Política de la dependencia y el subdesarrollo. Op. cit., pág. 66.

35- .- Para Astarita, por el contrario, “la IED no impide que [el]
capitalismo dependiente adquiera dinámica propia”, por lo que es necesario
volver a pensar “los efectos que tiene la inversión extranjera directa (IED)
en los países atrasados”. En Economía política de la dependencia y el
subdesarrollo” Op. cit., p.58

36- .- Para este punto nos apoyamos en Jaime Osorio, “América Latina frente
al espejo del desarrollo de Corea del Sur y China”, México, Problemas del
desarrollo núm. 182, Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc), UNAM,
julio-septiembre 2015.

37- .- Eric Toussaint, “Corea del Sur: el milagro desenmascarado”, OIKOS,
núm. 22, Santiago, Escuela de Economía de la Universidad Católica Cardenal
Raúl Silva Henríquez, segundo semestre 2006, pág. 86.

38- .- John Jairo Cuéllar Escobar, El desarrollo industrial en Corea del Sur
(1960-2010). Elementos explicativos y de política. Un contrapunto a la
experiencia colombiana. Bogotá, Facultad de Ciencias Económicos, Universidad
Nacional de Colombia, Tesis de grado, 2012.

39- .- Eric Toussaint, “Corea del Sur: el milagro desenmascarado”, Op. cit.,
pág. 93.

40- .- Diez tesis sobre el nuevo desarrollismo, Sao Paulo, setiembre de 2010
(consultado el 19 de marzo de 2014), disponible en
http://www.tenthesesondevelopmentalism.org/theses_spanish.asp

41- .- Véase de Jaime Osorio, “El marxismo latinoamericano y la
dependencia”, en Cuadernos Políticos n. 39, México, Editorial Era,
enero-marzo de 1984.

42- .- La expresión la utiliza Roberto Astarita. Véase su libro Monopolio,
imperialismo.. Op. cit., pág. 102. Pero en su libro Economía política de la
dependencia y el subdesarrollo, Universidad Nacional de Quilmes Editorial,
Argentina, 2010, pág. 61, se lo atribuye a Marini.

43- Lo que deja abierta la puerta para criticar a todos los autores que se
desee y se considere pertinente, incluido el propio Marini en sus trabajos
previos, pero no dar por sentado que esto significa estar hablando de la
TMD.

Bibliografía

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Maia Ediciones, 2009.

Astarita, Rolando, Economía Política de la dependencia y el subdesarrollo.
Tipo de cambio y renta agraria en la Argentina. Universidad Nacional de
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Caputo, Orlando La crisis de la economía mundial y América Latina. Una nueva
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Economía Política, SEPLA, UNAM, México, 14-16 de octubre de 2015.

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Osorio, Jaime, “Fundamentos de la superexplotación”, en Razón y Revolución
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Osorio, Jaime “América Latina frente al espejo del desarrollo de Corea del
Sur y China”, México, Problemas del desarrollo núm. 182, Instituto de
Investigaciones Económicas (IIEc), UNAM, julio-septiembre 2015.

Rodolsky, Roman, Génesis y estructura de El capital de Marx, Siglo XXI,
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Santiago, Escuela de Economía de la Universidad Católica Cardenal Raúl Silva
Henríquez, segundo semestre 2006.

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