Uruguay/ Una sociedad de base agraria: investigación sobre el capitalismo y la renta del suelo [Gabriel Oyhantçabal - entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Mayo 5 14:51:42 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

6 de mayo 2017

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Uruguay

Entrevista a Gabriel Oyhantçabal *

Investigación sobre el capitalismo y la renta del suelo en Uruguay

Una sociedad de base agraria 

Rodrigo Alonso

Brecha, 6-4-2017

http://brecha.com.uy/

Hace unas cuantas décadas que en Uruguay no son comunes las reflexiones en
economía política fuera de la órbita del pensamiento dominante. En el debate
predominan los análisis comprometidos con la tradición de la escuela
neoclásica y en menor medida aparecen formulaciones más propias de capitales
rezagados, que, sin mayor impulso teórico en los últimos años, suelen beber
del agua empozada del pensamiento cepalino. El trabajo de la tesis doctoral
de Gabriel Oyhantçabal intenta echar luz sobre las tendencias estructurales
que definen la economía política del Uruguay, y se inscribe dentro de un
esfuerzo más amplio por la recomposición de un pensamiento económico crítico
en nuestro país. En las siguientes líneas, presentamos una mirada sobre la
acumulación de capital en Uruguay (1973-2014), tasa de ganancia, renta del
suelo agraria y desvalorización de la fuerza de trabajo a través de los
avances de la mencionada investigación.

—Una de tus principales hipótesis en la tesis es que los ciclos de la
economía uruguaya dependen de los flujos de renta de la tierra. ¿Por qué? 

—Empecemos por aclarar que no es una hipótesis propia. Ya Methol Ferré en El
Uruguay como problema (1967) y González Guyer en El país de los fisiócratas
(1984, aunque editado en 2009), postularon en sus respectivos ensayos que el
devenir del Uruguay independiente respondía a los ciclos de la renta
agraria. Luego hay que destacar la línea de investigación abierta por Juan
Íñigo Carrera en Argentina que ha ubicado el problema de la renta del suelo
como clave para entender la acumulación de capital en América Latina, y que
ha derivado en sendas investigaciones sobre Brasil, Venezuela, Ecuador y
Chile.

En mi caso, la hipótesis surge de forma más empírica investigando primero el
boom sojero de la última década y media, y luego cuando con Martín
Sanguinetti investigamos la distribución del ingreso en el agro. Ahí la
cuestión de la renta del suelo apareció en toda su relevancia, porque era
(es) un ingreso extraordinario que no tiene que ver con la ganancia
capitalista media. Ese fue el punto de partida de la hipótesis que me llevó
a formular un proyecto de investigación para hincarle el diente al problema
de la renta en los últimos 40 o 50 años, retomando una idea, que es de
sentido común, que afirma que los ciclos económicos en Uruguay tienen que
ver con los precios de lo que exportamos. La novedad de mi hipótesis es que
interpreto esos ciclos de altos precios como renta del suelo que apropia el
país, y me propongo estimar empíricamente su relevancia.

Yendo al meollo del asunto, en Uruguay no tenemos capitales que estén en la
frontera tecnológica (no diseñamos ni celulares ni autos ni robots), no
somos un reservorio de mano de obra barata (como México o Asia Oriental),
nuestro país, así como otras economías de la región, integran la acumulación
mundial de capital como vendedores de mercancías primarias, en cuyo precio
está contenida la renta del suelo. Si la renta, como ya habían señalado los
economistas clásicos y el propio Marx, es un ingreso extraordinario por
encima de la ganancia media, entonces cuando ésta crece es posible que
capitales de baja productividad, que de otra forma serían inviables, se
vuelvan rentables porque apropian parte de esa renta. Esto se expresa más
visiblemente como crecimiento del Pbi, de los salarios directos y de los
indirectos a través del gasto público. Por el contrario, cuando la renta se
achica, esos capitales empiezan a quebrar porque ya no tienen esa
compensación que era la renta, y se producen ciclos de recesión o
estancamiento económico, que producen crecimiento de la población obrera en
condición de sobrante, lo que se manifiesta en desempleo y migración, y
retracción de los salarios.

—¿Cómo se distribuye ese flujo de renta?

—Básicamente la renta tiene dos destinos. El primero, y más conocido, es su
apropiación por los dueños del suelo: los terratenientes. Y ojo que los
terratenientes pueden ser al mismo tiempo capitalistas, cuando se superpone
en la misma persona/empresa el dueño del capital y de la tierra. Como la
tierra es finita, heterogénea y monopolizable, y para producir ciertas
mercancías se precisa usar la tierra como medio de producción, sus dueños
pueden exigir una parte del plusvalor social, aunque no participen del
proceso de producción. El precio de arrendamiento de la tierra es la
manifestación más evidente de este ingreso.

Sin embargo existe otro destino, menos estudiado y analizado, que es su
apropiación por capitales no agrarios y por el Estado. El mecanismo más
evidente de redistribución son los impuestos a las exportaciones (las
detracciones o retenciones), que lo que hacen es afectar la ganancia de los
capitales que exportan, y estos a su vez trasladan esta pérdida a la renta
del suelo, básicamente porque para los terratenientes su margen de
negociación es dejar de percibir renta. Otro mecanismo menos evidente, y por
esto más efectivo (o menos conflictivo), es la sobrevaluación de la moneda
nacional, el abaratamiento del dólar, que reduce la cantidad de pesos que
apropian los capitales agrarios por cada dólar exportado. Esa pérdida de los
exportadores también se compensa con renta del suelo. Si en el caso de las
detracciones la renta la apropia directamente el Estado, en este caso la
renta se apropia a través de la mediación cambiaria bajo la forma de
“dólares baratos”. La renta que así se apropia puede tener como destinos
principales: la importación de maquinaria y equipos; la remisión de
ganancias al exterior; el abaratamiento del componente importado de la
fuerza de trabajo (las mercancías chinas); el pago de intereses y
amortizaciones de la deuda externa; y el consumo y/o ahorro privado en el
exterior. En los primeros tres procesos los beneficiarios directos son,
mayoritariamente, capitales no agrarios, que ven abaratados sus costos
(tecnología y fuerza de trabajo) y que en caso de ser extranjeros
multiplican sus ganancias cuando remiten utilidades.

—¿O sea que, aunque no seamos muy conscientes de ello, somos una sociedad de
base agraria? ¿Los flujos de renta en función de qué varían?

—Sí. Pero esta cualidad no surge de la pericia de gobernantes y/o
capitalistas agrarios, sino de cómo se ha estructurado a lo largo del tiempo
la división internacional del trabajo. De hecho ocurre más allá de la
voluntad de los sujetos, como resultado de un proceso autónomo orientado a
la valorización del valor. Si se quiere, es resultado de que otras economías
requieren materias primas y bienes-salario que se pueden producir con alta
productividad (bajo costo) en las praderas orientales. Si esa condición
internacional cambia, chau pinela. Entonces ser un país de base agraria es
una determinación que nos escapa, que no se puede modificar en el mediano
plazo por la acción política a nivel nacional.

Con respecto a los ciclos de renta pasa lo mismo. Están determinados
mundialmente, y esa determinación resulta, en términos generales, de la
expansión o retracción de capitales industriales que demandan materias
primas y bienes-salarios que se producen con medios de producción naturales,
de la productividad media en las ramas agrarias y del desarrollo de
sustitutos de las mercancías agrarias. Sin cambios en la productividad,
cuando se expande la acumulación industrial es necesario incorporar nuevas
tierras para producir más mercancías de base agraria, y como en general esas
tierras son de menor productividad, se eleva el precio de producción, que se
define en las peores tierras, incrementando la renta diferencial en el resto
de las tierras. En la segunda mitad del siglo XIX esos capitales estaban en
Inglaterra, y en la actualidad están en China. Por el contrario, cuando la
acumulación industrial se estanca o se contrae, o los aumentos de
productividad por innovación tecnológica en las ramas agrarias reducen los
precios de producción, o aparecen sustitutos a las mercancías agrarias (caso
de las fibras sintéticas en lugar de la lana), se ingresa en una fase de
retracción de la renta.

—¿Qué ocurre cuando baja el flujo de renta? ¿Hoy estamos parados en ese
momento de retracción del flujo de renta?

—Cuando la renta se retrae, o deja de crecer, pierde significación una de
las fuentes de compensación para los capitales que acumulan en Uruguay.
Entonces lo que se ve, que es básicamente lo que estoy investigando y lo que
ha encontrado Iñigo Carrera en el caso argentino, es que se recurren a dos
nuevas fuentes de plusvalor: endeudamiento externo y desvalorización de la
fuerza de trabajo. Si miramos las décadas del 70 y del 80, vemos claramente
esos dos factores en casi toda la región. En Uruguay por ejemplo, entre 1971
y 1984 el salario redujo su poder de compra un 60 por ciento mientras que la
deuda externa se multiplicó por ocho en dólares corrientes.

Efectivamente hoy estamos de vuelta en un escenario de retracción de la
renta, luego de un ciclo fuertemente expansivo. Aun tengo cifras
preliminares, que seguramente subestimen el monto total, pero entre 2005 y
2011-2013 la renta agraria total se multiplica por 6,5 en moneda constante,
para luego caer un 50 por ciento hacia 2016, no obstante lo cual sigue
estando tres veces por encima de sus valores en 2005. Es decir, ya no
estamos en un escenario de “súper-rentas”, pero aún sigue siendo superior al
monto de comienzos de los dos mil. Mi hipótesis fuerte es que esta
retracción parcial que está detrás del enlentecimiento del crecimiento
económico registrado en los dos últimos años, explica el ajuste fiscal de
2016 y las pautas orientadas a la desindexación salarial, así como el
reinicio de un ciclo de endeudamiento.

—Juan Iñigo Carrera plantea que de continuarse incrementando las brechas de
productividad de nuestros capitales industriales respecto a los que rigen en
la media mundial la situación para los sectores trabajadores de Sudamérica
no es para nada auspiciosa. Les espera o bien engrosar la masa de población
sobrante o la depreciación del valor de su fuerza de trabajo. En función del
movimiento que describías anteriormente, ¿cuáles son las perspectivas a
mediano y largo plazo para Uruguay?

—La clave es intentar captar las grandes tendencias, preguntarse qué puede
pasar en los próximos 30 o 40 años más allá de coyunturas específicas. Si el
escenario actual de “complementación conflictiva” Estados Unidos-China sigue
operando dos o tres décadas más, es esperable que la trayectoria del Uruguay
“virtuoso” siga dependiendo de los ciclos de alta renta, a costa eso sí de
una mayor degradación de la base ecológica sobre la que se sustenta la
producción agraria (lo que una parte de la izquierda ha llamado
“neo-extractivismo”). Hay otro escenario, mucho menos auspicioso para la
clase trabajadora, que es la retracción casi total de la renta y una salida
tipo México (o Paraguay), basada en competir mundialmente como reservorios
de mano de obra barata maquilando mercancías para vender en la región, y
seguramente expulsando a los segmentos más calificados de la clase
trabajadora.

—¿Cómo responder a estas tendencias desde los que vamos a sobrar o a ver
como se nos deteriora nuestra participación en el ingreso nacional?

—El problema, ante un escenario de ajuste regresivo, es cómo se procesa su
distribución, quién paga los costos, y eso es lucha de clases, que no es una
construcción ideológica izquierdista, sino un proceso real, material.
Lamentablemente sólo tengo intuiciones generales para responder la pregunta,
aunque tiendo a pensar que es necesario por un lado, planificar e invertir
racionalmente los excedentes bajo apropiación nacional, y por otro, ampliar
la escala de la acción política al menos a nivel sudamericano. Obviamente
que ambas estrategias exigen, guste o no, abordar el problema del rol social
del Estado y su control.

—Parece que lo que sobra acá no es parte de la población, sino una modalidad
determinada de relaciones sociales a superar…

—Totalmente. El horizonte histórico para los trabajadores sigue siendo
sustituir al valor, y a su forma superior, el capital, como mediación
indirecta de los trabajos privados, por un tipo de relaciones entre
individuos libremente asociados, que directamente organicen la reproducción
de sus vidas. Por mucho que le pese a los liberales, el problema del
socialismo vuelve a presentarse como una necesidad histórica. 

* Ingeniero agrónomo, doctorando en Estudios Latinoamericanos por la Unam
(México), docente del Servicio Central de Extensión y de la Facultad de
Agronomía de la Udelar y miembro del comité editorial del sitio de debate
político HemisferioIzquierdo.uy.

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