Chile/ ¿Una dictadura perfecta? [Felipe Portales]
Ernesto Herrera
germain5 en chasque.net
Sab Nov 25 00:08:47 UYT 2017
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Correspondencia de Prensa
25 de noviembre 2017
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Chile
¿Una dictadura perfecta?
Felipe Portales *
Brecha, 24-11-2017
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Hace muchos años Mario Vargas Llosa definió al México del entonces
omnipotente PRI como una dictadura perfecta; aludiendo a que un régimen
aparentemente democrático, con elecciones y división de poderes formales,
escondía un sistema político virtualmente dictatorial. El caso de Chile
posdictadura supera el precedente del PRI.
Nuestro país parece mucho más democrático que el México “revolucionario
institucional”. Hay una competencia electoral efectiva entre dos grandes
coaliciones. La represión se conduce fundamentalmente por los cauces
legales. Hay varios partidos políticos gubernamentales, que no tienen peso
hegemónico sobre las organizaciones sociales. No existen restricciones
formales a los medios de comunicación, que se desenvuelven sin presiones
gubernativas. Tampoco hay restricciones formales para la libertad de
religión, de conciencia, de reunión y de asociación. Ningún derecho es
formalmente conculcado.
Pero en la práctica el país está completamente hegemonizado por unas decenas
de grandes grupos económicos. Esta estructura de poder es heredada de la
dictadura de Pinochet, que impuso en 1980 una Constitución y en la década
del 80 estableció el modelo neoliberal más extremo conocido en el mundo.
Como lo definió Luis Ricarte Soto, Chile es la Corea del Norte del
capitalismo. A partir de la dictadura esos grupos económicos controlan la
economía chilena con un mercado fuertemente concentrado en todos los
sectores; existe el sistema previsional de las tristemente célebres
administradoras de fondos de pensiones (Afp); hay un sistema de seguros de
salud de calidad para una minoría que puede pagarlos (la mayoría recurre a
un sistema estatal de baja calidad); hay un sistema educacional pagado para
una minoría, mientras la mayoría se debe conformar con una educación
municipal de baja calidad; un sistema universitario en el que predominan las
universidades privadas con fines de lucro (y aunque hay importantes
alternativas estatales, son también muy caras para la población), y la
generalidad de los medios de comunicación son privados.
Notablemente, este sistema de poder ha perdurado pese a que cinco de los
seis gobiernos electos desde 1990 han sido de coaliciones nominalmente de
centroizquierda. Primero, la Concertación de Partidos por la Democracia
(formada básicamente por el Partido Demócrata Cristiano, el Partido
Socialista, el Partido Radical y el Partido por la Democracia). Y luego por
la Nueva Mayoría, que ¡incorporó incluso al Partido Comunista! Sin embargo,
dichos gobiernos (particularmente los cuatro primeros) legitimaron,
consolidaron y perfeccionaron el modelo político, económico, social y
cultural impuesto por Pinochet.
Con la derrota del dictador en el plebiscito de 1988, ya no pudo ser él
quien encabezara el modelo, pero la Constitución de 1980, que tuvo su
vigencia plena a partir de los noventa ¡rige hasta el día de hoy!, con
algunos cambios de importancia pero que no alteran su esencia autoritaria y
neoliberal. En ningún otro país latinoamericano que sufrió una larga
dictadura militar se preserva una Constitución impuesta bajo este período.
Por otro lado, el modelo económico-social neoliberal impuesto fue hecho suyo
solapadamente por el liderazgo concertacionista. Como lo reconoció en un
libro en 1997 el principal arquitecto de la “transición a la democracia”, el
ministro democratacristiano Edgardo Boeninger: el liderazgo de la
Concertación llegó a fines de la década del 80 a una “convergencia” con el
pensamiento económico de la derecha, “convergencia que políticamente no
estaba en condiciones de reconocer” (Democracia en Chile. Lecciones para la
gobernabilidad). A tanto llegó en el engaño a sus bases que, a través de un
acuerdo de reforma constitucional –del cual la población nunca conoció los
detalles–, ¡le regaló a la futura oposición de derecha la mayoría
parlamentaria que le aseguraba virtualmente los términos originales de la
Constitución del 80!, que estaban concebidos para ser funcionales al
establecimiento de un gobierno de Pinochet. Así, cuando sus bases sociales
le demandaban transformar el modelo económico, los líderes de la
Concertación quedaron “habilitados” para esgrimir que no tenían la mayoría
parlamentaria para ello.
Los jerarcas de la Concertación efectuaron además otra medida también
probablemente inédita a nivel mundial: ¡destruir todos los medios de
comunicación escrita afines a ella! Diversos periodistas habían desarrollado
durante la década del 80 varios diarios y revistas que fueron muy exitosos
–pese a la represión que sufrieron– en la lucha contra la dictadura. Pero no
compartieron la “convergencia” con la derecha; por lo que se convertirían en
los verdaderos medios opositores. Por tanto, respondía a la nueva
racionalidad de estos dirigentes concertacionistas buscar su destrucción,
también de forma solapada. De este modo, mediante el bloqueo de las ayudas
financieras externas (holandesas), impidiendo la publicidad estatal en sus
páginas, y por la compra de algunos de estos medios por personeros
concertacionistas, para luego cerrarlos, dejaron de existir en la década del
90 los diarios La Época y Fortín Mapocho, y las revistas Análisis, Apsi y
Hoy.
Todo lo anterior ha llevado a la población chilena a percibir las posiciones
de la “derecha” y la “centroizquierda” como cada vez más semejantes. Incluso
un diputado socialista (Sergio Aguiló) dijo ya hace años (2002) que la
política chilena se dilucidaba “entre dos derechas”. Ya a fines de los
noventa comenzó un progresivo distanciamiento de la ciudadanía con los
procesos electorales, que ha quedado dramáticamente a la vista con el
sistema de voto voluntario introducido en 2012.
Aunque durante la primera década del nuevo milenio continuó una básica
conformidad de la población con la continuidad del sistema, la consolidación
de este modelo ha comenzado a agrietarse desde 2011. El detonante fue la
movilización estudiantil universitaria que bregó multitudinariamente por
cambiar el sistema de educación superior –estimado proporcionalmente el más
caro del mundo para las familias–, que tenía (y tiene) extremadamente
endeudados a una gran cantidad de nuevos profesionales. Además, el
inorgánico crecimiento de las universidades privadas ha generado un
excedente de profesionales que no tiene ubicación en el mercado laboral.
A ello se suma la creciente insatisfacción con las escuálidas jubilaciones
del sistema previsional de las Afp (N de R: comparables a las Afap
uruguayas), creado en 1981 y por el cual desde 2011 comenzó a jubilarse
masivamente la población. Pero el “factor estudiantil” ha sido tan
ineludible que generó un primer proceso serio de reformas del modelo
pinochetista, aunque acotado a la educación. Este fue abordado por el actual
gobierno de Bachelet. Sin embargo sus resultados han sido muy cuestionados,
particularmente por los propios estudiantes. Además, la generación que
lideró dicho movimiento en 2011 se ha constituido en el eje articulador de
un movimiento de envergadura que por primera vez está desafiando la
estabilidad del sistema impuesto por la derecha y consolidado por la
“centroizquierda”: el Frente Amplio.
La creciente corrupción en la política chilena también ha deteriorado al
sistema. Así como hay una “dictadura perfecta”, en Chile ha habido –desde la
dictadura– una “corrupción perfecta”, ya que no está centrada en la
escandalosa “institución” de la coima. En Chile la coima es comparativamente
muy escasa. La gigantesca corrupción que se introdujo durante la dictadura,
y que se consolidó en “democracia”, está basada sofisticadamente en normas
legales, interpretaciones administrativas, atribuciones discrecionales y
situaciones fácticas que permiten una colusión enorme entre los grandes
poderes económicos y el sistema político. Sin embargo, en el último tiempo
creció considerablemente la financiación irregular de los partidos y
campañas políticas; y al ser mucho más visible, ha afectado enormemente el
crédito ciudadano, particularmente el de la “centroizquierda”.
Es en este contexto que se desarrollaron las recientes elecciones
presidenciales y parlamentarias. Además han sido las primeras celebradas
luego de la modificación del antidemocrático sistema binominal dejado por la
dictadura, según el cual cada circunscripción elegía sólo dos
representantes, generando una sobrerrepresentación de la segunda mayoría,
subrepresentación de la primera, y eliminación de la representación de las
terceras mayorías.
Por eso no han sido tan sorprendentes sus resultados. La centroizquierda,
dividida entre el Pdc, por un lado, y el PS, PR, Ppd y PC por el otro, y con
dos candidatos muy poco carismáticos: Carolina Goic y Alejandro Guillier,
respectivamente, registró su peor resultado desde 1990. Goic obtuvo un
bajísimo 5,8 por ciento y Guillier el 22,7 por ciento, también bajo para
enfrentar la segunda vuelta. La derecha quedó primera a bastante distancia
con el 36,6 por ciento de Sebastián Piñera. Si bien obtuvo menos de lo
previsto, con la presumible adhesión de los votantes del candidato de
extrema derecha, José Antonio Kast, quedaría en un expectante 44 por ciento.
La sorpresa la puso la candidata del Frente Amplio, Beatriz Sánchez, que
obtuvo un 20,2 por ciento. Y el desempeño del mismo Frente, que consiguió 20
diputados, cuando actualmente sólo tiene tres. El Frente Amplio (compuesto
por más de diez pequeños grupos políticos, con una participación juvenil,
urbana, ecologista y feminista muy grande) se configura como un actor
significativo que amenaza a la alicaída Concertación-Nueva Mayoría. Su
desafío mayor es lograr consolidarse y atraer a significativos sectores del
electorado que no vota (más del 55 por ciento). En definitiva, el muy buen
resultado del Frente se debió a una conquista de votos concertacionistas y
no a una representación de los que todavía no participan en el sistema: nada
menos que la mayoría de los ciudadanos.
* Sociólogo y académico en la Universidad de Chile. Autor de varios libros,
entre ellos Los mitos de la democracia chilena. Tomo I (2004) y tomo II
(2010), Catalonia.
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