Memoria/La historia del Gulag: el sistema estalinista de terror político y trabajo esclavo [Henri Wilno - Juliette Cadiot y Marc Elie]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Oct 31 23:01:22 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

31 de octubre 2017

Boletín Informativo

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Memoria

La Historia del Gulag de Juliette Cadiot y Marc Elie *

Henri Wilno

NPA, 28-10-2017

https://npa2009.org/

Traducción de Faustino Eguberri - Viento Sur

http://www.vientosur.info/

La obra de Juliette Cadiot y Marc Elie, (NdT: de la que Viento Sur reproduce
su introducción), proporciona en pocas páginas un análisis relativamente
profundo del Gulag (1) en sus diversos componentes.

A los campos en que los detenidos están obligados a trabajos forzosos se
añaden las zonas de relegación en las que los exiliados están obligados a
residir y trabajar bajo la vigilancia de la policía política. Entre 1930 y
1953, al menos 18 millones de personas purgaron una pena de detención penal.
Con alrededor de 6 millones de exiliados y de prisioneros de guerra
(consecuencia de la Segunda Guerra Mundial), se superan los 28 millones. En
los campos murieron 1,6 millones de detenidos y alrededor de un millón de
exiliados perecieron durante el transporte.

Diversos regímenes de trabajo

Los detenidos de los campos conocieron la situación más insoportable: una
gran parte de ellos, trabajan y viven en condiciones que, en el mejor de los
casos, infligen a su salud daños irreparables. Las raciones alimenticias, ya
insuficientes, se redujeron si no se respetaba la norma de trabajo y una
parte de ella era apropiada por la administración de los campos, los
guardianes y los bandidos.

Cadiot y Elie subrayan la relación indisoluble entre estalinismo, policía
política y Gulag. Ciertamente, cuando en diciembre de 1917, los bolcheviques
(que tuvieron que hacer frente a la contrarrevolución y a la guerra civil)
crean una policía política (la Cheka) y en 1923 ponen en pie el primer campo
de trabajo de las islas Solovki destinadas a los opositores políticos y
"criminales contra el Estado" están en continuidad con la tradición rusa (el
zarismo recurría a los trabajos forzosos y al exilio a Siberia). A finales
de los años 1920, el sistema se transforma y el Gulag se convierte en el
instrumento privilegiado del terror estalinista que alcanza su paroxismo en
1937-1938. Tiene como primer objetivo a los opositores (reales o supuestos);
entre ellos, los trotskystas son el blanco privilegiado y en gran medida
condenados a la muerte.

Más allá de las políticas

El campo de la represión se amplía con la erradicación de los kulaks cuando
se produjo la colectivización del campo. Son igualmente enviados al Gulag
los marginales, los asociales, los culpables de indisciplina en el trabajo.
Los elementos socialmente sospechosos son también susceptibles de ser
deportados así como los delincuentes de derecho común y, entre estos
últimos, los miembros del hampa (que gozan de una situación privilegiada en
los campos).

La salida del Gulag es en gran medida arbitraria. Entre el 20 % y el 40 % de
los efectivos son liberados cada año entre 1934 y 1953. Pero la liberación
no significa la libertad de abandonar la zona de detención o el exilio.

Un imperio industrial

El Gulag no tiene como única lógica la represión: es a la vez un
"instrumento de terror y de expansión industrial". Es funcional al modelo de
crecimiento económico estalinista, extensivo e hipervoluntarista. En su
apogeo (a comienzo de los años 1950 antes de la muerte de Stalin), detenidos
y exiliados representaban entre un quinto y un cuarto de la mano de obra
industrial.

Integrados en la economía soviética, los campos comparten sus males y en
particular los despilfarros y el maquillaje de los indicadores de
resultados. De hecho, el imperio industrial de la policía política cuesta al
Estado más de lo que aporta en beneficios. Mientras vive Stalin es imposible
ponerlo en cuestión. Su muerte en 1953 marca un punto de inflexión. El
sistema disminuye progresivamente y desaparecerá en los años 1960 (lo que no
significará la desaparición de la arbitrariedad policial -ciertamente
atenuada en comparación con el terror estalinista).

Los autores no ceden a atajos que les llevarían, por ejemplo, a sostener que
Octubre desembocaba ineluctablemente en los campos. Para quienes se niegan a
asimilar estalinismo y socialismo, es una necesidad un balance sin
concesiones de los campos. 

* Histoire du Goulag, Juliette Cadiot et Marc Elie, (La Découverte, París,
2017). 

Nota de Correspondencia de Prensa 

1) Gulag es el acrónimo de Glávnoe Upravlenie Lagueréi, o Dirección General
de los Campos. Otro libro fundamental sobre el tema es el de Anne Applebaum,
escritora, periodista e historiadora estadounidense: Gulag. Historia de los
campos de concentración soviéticos (DelBolsillo, Barcelona, 2006). 

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Historia del Gulag 

Introducción

Juliette Cadiot y Marc Elie

Gulag designa el sistema de trabajo penitenciario administrado por la
policía política bajo Stalin y sus sucesores, desde los años 1920 a los años
1960. Penitenciaría amplia, cubre el territorio soviético de decenas de
miles de unidades carcelarias y productivas. En su apogeo a comienzos de los
años 1950, contiene 5,4 millones de personas de una población de 178
millones de habitantes.

El Gulag impone dos grandes formas de encierro y de trabajos forzosos:
primeramente, el campo, en el que la "zona de residencia" (simplemente
"zona"), compuesta de barracones, rodeada de alambres de espino y torres de
vigilancia, está junto a la "zona de producción" en la que trabajan los
detenidos (pozos de mina, fábrica, etc.). Estas unidades están agrupadas en
complejos penitenciarios que cuentan también con hospitales, prisiones,
campos de tránsito, una administración y finalmente las infraestructuras
productivas que justifican su implantación. Los grandes complejos cuentan
con varias decenas de miles de prisioneros.

Existe un "segundo Gulag" [Werth, 1997] de forma muy diferente a la del
campo de trabajo: la deportación a las regiones alejadas bajo la tutela de
la policía política. En el campo, los "pueblos especiales", en los que los
exiliados trabajan en los campos, cortando madera y pescando, son
físicamente indistinguibles de las aldeas de los alrededores aunque su
implantación les mantenga alejados de las infraestructuras y de las regiones
pobladas. En las regiones industriales, la familias de exiliados están
alojadas en barracones y trabajan duramente en las minas y los tajos. Ahí
también, exteriormente, el habitat de los exiliados no se distingue a penas
del de los ciudadanos libres. El exilio no es solo la deportación, es
también un estatus administrativo y social: los exiliados tienen residencia
asignada bajo la autoridad de un kommandatur de la policía política que
decida sobre su destino de trabajo y vigila que no se alejen. En vísperas de
la muerte de Stalin, la URSS cuenta aproximadamente con el mismo número de
deportados que de detenidos.

El Gulag ocupa una posición central en la geografía soviética. De una parte,
a escala de la Unión Soviética, lo fundamental de los detenidos está
concentrado en las zonas urbanas e industriales: en la región de Moscú, en
las grandes ciudades mineras de los Urales, de la cuenca de Kuznetsk y de la
cuenca del Donets y a lo largo del Transiberiano. Hay que relativizar la
imagen de un archipiélago alejado: las zonas de hábitat y de producción
tradicionales de la sociedad rusa y luego soviética concentran lo esencial
de los detenidos del Gulag [Brunet, 1981].

Por otra parte, los grandes complejos penitenciarios alejados juegan un
papel cardinal en la economía estalinista: Vorkuta, Norilsk, Kolyma y
Karaganda, situados en regiones alejadas del centro y enclaves del Gran
Norte, el Extremo Oriente y Asia Central, constituyen inmensas provincias
pobladas por detenidos y exiliados. Esos complejos penitenciarios son el
motor del frente pionero en la explotación de recursos cada vez más
alejados, entre ellos el oro, la hulla, el nickel, el petróleo y la madera.

El Gulag fue un doble instrumento en la política de transformación social,
política y medio ambiental lanzada por la dirección estalinista entre
finales de los 1920 y comienzos de los 1930: instrumento de colonización
interior vía la puesta en valor de las regiones marginales ricas en
recursos, e instrumento de industrialización forzada y coercitiva en las
regiones económicas ya establecidas. La centralidad geográfica del Gulag
deja suponer que su aspecto cerrado y secreto debe ser matizado. El cierre
estrictamente guardado como forma sistemática de control concentracionario
no aparece en los campos sino a finales de los años 1930; por falta de
medios, hasta los años 1950, numerosas unidades penitenciarias y zonas de
producción no estuvieron cerradas. Las alambradas y torres de vigilancia,
símbolos del universo concentracionario, no fueron sino una de las formas de
reclusión en el Gulag. La mitad de los 5 millones de personas que
constituían el contingente especial en 1953 vivían en familia en aldeas de
colonización: eran enviadas colectivamente a la deportación y con residencia
asignada por decisión gubernamental. En fin, un número creciente de
detenidos, varias decenas de miles a comienzos de los años 1950, fueron
autorizados a vivir en la ciudad, fuera de la zona. Así, una variedad de
sistemas, de estatus y de situaciones caracteriza el Gulag, siendo el
denominador común la coerción al trabajo forzado bajo la égida de la policía
política.

El contingente especial

El Gulag trata a sus trabajadores forzosos -detenidos y exiliados- como mano
de obra móvil y explotable. Campos y aldeas de exilio están en movimiento:
en función de las prioridades productivas, el Gulag desplaza de un lugar a
otro las masas humanas que tiene bajo su mando. Si hay que desbrozar un
bosque, explotar un yacimiento, construir una fábrica, una fortificación o
un aeropuerto o reconstruir una ciudad, el Gulag asigna a dicho trabajo a
algunas centenas y algunos miles de detenidos y exiliados que construirán a
toda prisa sus propios barracones, los edificios de los guardas, los puestos
de vigilancia y las alambradas de espinos, las carreteras, etc. Una vez
agotado el yacimiento, limpiado el bosque, construido el aeropuerto, el
campo es abandonado o recibe una nueva asignación; exiliados y detenidos son
distribuidos a nuevos puntos de trabajo.

Esta maniobrabilidad y esta explotación son las principales cualidades que
aprecian los jefes de empresa y los políticos en lo que llaman el
contingente especial, es decir el conjunto de los individuos sometidos a
trabajos forzosos por la policía política, en contraste con la población
dotada de derechos [Suslov, 2010; Elie , 2014]. Ya fueran condenados y
detenidos, exiliados administrativos, prisioneros de guerra o conscriptos al
trabajo, todas las personas que estaban bajo el mando del Gulag estaban
efectivamente privados de sus derechos y puestos físicamente a disposición
de la autoridad gestora y administrativa.

Stalin y el Gulag

En el primer decenio tras la Revolución de 1917, los bolcheviques
experimentaron varios sistemas de detención y de trabajos forzosos. En 1929,
cuando se había emprendido el gran giro, en la Unión Soviética, durante del
primer plan quinquenal, Stalin pone fin, con su grupo, a la competencia
entre propuestas. Para responder a las necesidades represivas y productivas
de su revolución por arriba, Stalin confía a la policía política la
totalidad de la gestión penitenciaria: de una parte, se convierte en la
administradora de todos los condenados a penas privativas de libertad en su
sistema de campos de concentración; de otra, es responsable de millones de
campesinos exiliados durante la colectivización del campo, a los que encarga
la colonización de regiones alejadas. En adelante, el universo penitenciario
soviético, el Gulag, no tiene más que una cabeza, la policía política, y
anda sobre dos piernas, el exilio y el campo.

El Gulag es a la vez el producto de las transformaciones violentas que
Stalin y su grupo hicieron sufrir a la URSS desde finales de los años 1920
hasta mediados de los años 1950, y el instrumento más importante de estos
enormes cambios. Es verdad que a la muerte de Stalin, en 1953, su gigantesco
sistema penitenciario no desaparece, pero entra en un ciclo decreciente que
conduce a su desaparición a comienzos de los años 1960.

El Gulag y la sociedad soviética

En el Gulag se dieron masacres de una enorme amplitud. No menos de 1 600 000
detenidos del Gulag murieron en el funcionamiento normal de los campos,
víctimas de enfermedades y de traumatismos provocados por el hambre, el
agotamiento y el frío y bajo las balas de los guardianes. En fin, al menos
un millón de exiliados murieron durante el transporte y los primeros años de
supervivencia en los lugares de asignación [Barnes, 2011, p.1-2]. Matanzas
puntuales se añadieron a este balance: más de 10 000 personas fueron
asesinadas en los campos durante el Gran Terror de 1937-1938, así como 22
000 prisioneros de guerra polacos en 1940 en Katyn.

Entre 1930 y 1952, al menos 18 millones de personas purgaron una pena de
detención penal, a las que se añaden unos 6 millones de exiliados y 4,25
millones de presos de guerra, es decir, un total de 28,25 millones de
personas sometidas a trabajos forzosos y a la tutela de la policía política
[Khlevniuk, 2015, p. 480-481, Bezborodov y Khroustalev, 2004, p. 37;
Zagoroulko, 2000, p. 10-11]

El Gulag en constante crecimiento bajo Stalin, alcanzó su apogeo en la
posguerra. Detenidos y exiliados representaban entonces el 3,5 % de la
población soviética total. Llevaban una vida dura en todos los sectores de
la economía, desde la agricultura a la investigación científica: extracción,
confección, transporte, complejo militar-industrial, etc. Las prerrogativas
industriales del Gulag eran particularmente significativas: administraba
entre un quinto y un cuarto de la mano de obra industrial total [Elie,
2014].

Entre las consecuencias de este sistema, hay que contar que los liberados,
alcanzados por enfermedades crónicas, agotados y enfermos físicos o
psíquicos por la subalimentación y el esclavismo, vivían como ciudadanos de
segunda perseguidos por el Estado estalinista. No tenían derecho a hablar de
los traumatismos contraídos en el contacto diario con la muerte, el
sufrimiento y la injusticia.

Las relaciones entre los prisioneros y quienes no lo eran y la experiencia
de los campos y de las deportaciones en la trayectoria de los individuos y
sus allegados constituyen aspectos esenciales para la comprensión del lugar
del Gulag en la historia soviética. Si el Gulag, entendido como el sistema
de administración centralizada del trabajo forzoso, constituía un Estado en
el Estado y una sociedad en la sociedad, no constituyó jamás un universo
aislado. Sus habitantes mantuvieron relaciones permanentes y a todos los
niveles con la vida civil. El contingente especial y la población ciudadana
interactuaban: se entraba y se salía del Gulag; los obreros libres y
forzosos se encontraban en los puntos de trabajo, los hijos de los exiliados
acudían a veces a escuelas mixtas; en fin, en las inmensas ciudades
penitenciarias, algunos detenidos podían desplazarse libremente y una parte
importante de la población libre estaba constituida por ex-zeks.

La miseria, el reclutamiento y la tiranía están claramente en el corazón de
la experiencia de la mayor parte de los soviéticos bajo Stalin. La sociedad
soviética funcionaba bajo la disciplina y el trabajo era obligatorio:
inscripción forzosa en los koljós, trabajos pesados, juventud obligada a
trabajar, autorización administrativa para cambiar de empleo y de
residencia... otras tantas obligaciones liberticidas sufridas en mayor o
menor grado por cada ciudadano soviético. Pero algunos soviéticos estaban
más directamente expuestos a la amenaza, pues el régimen policiaco fichaba,
vigilaba y tenía en el punto de mira particularmente a categorías
sospechosas de deslealtad cuyos derechos limitaba bastante más y a las que
atribuía identidades discriminantes y criminalizadas: antiguos responsables
bajo el zarismo privados de sus derechos cívicos, elementos kulak, elementos
socialmente dañinos, antiguos detenidos, trabajadores forzosos llevados a
Alemania, habitantes de los territorios ocupados por los nazis, prisioneros
de guerra soviéticos, nacionalidades enemigas, etc. estaban expuestos a un
mayor riesgo de encarcelamiento y deportación. En fin, el paso al Gulag
definía un tercer estrato de coerción [Khlevniuk, 2015]. Conviene así no
normalizar la experiencia penitenciaria. El Gulag fue más que la
prolongación de la opresión y de la miseria de la sociedad soviética: fue
una experiencia de muerte o de supervivencia en un universo de caos y de
violencia inaudita, en el que el hambre, la enfermedad y el frío
sobredeterminaban los comportamientos.

Esta libro pretende explicar por qué y cómo, en el espacio de 30 años bajo
Stalin (1929-1953), se puso en pie un sistema inédito y de una amplitud
inigualada de deportaciones y de encarcelamientos de masas. Los campos y
aldeas de exilio fueron primero organizados para acoger a las poblaciones
reprimidas por el régimen. El recurso masivo a los trabajos forzosos condujo
entonces al lanzamiento de proyectos faraónicos de colonización interior de
las regiones inhóspitas de la URSS y de industrialización rápida. Este
trabajo analiza los tipos de lazos sociales estructurados por el Gulag,
entre detenidos, con la dirección (médicos, guardianes, jefes de campo) y
con las poblaciones que habitaban del otro lado de las alambradas y de los
límites de los pueblos de exilio. En fin, este libro pretende comprender
porqué el Gulag fue finalmente desmantelado a la muerte de Stalin y en qué
medida el sistema penitenciario que le sucedió lleva aún los estigmas de su
historia.

Este trabajo pretende ser un llamamiento a proseguir el estudio del Gulag,
haciendo publicidad de los trabajos en curso y de los campos que hay que
trabajar, cuando la memoria del Gulag, las huellas materiales y los testigos
de su existencia se borran en la Federación de Rusia. Si abundantes pero
incompletas fuentes son hoy accesibles, si las monografías regionales y
penitenciarias se han multiplicado, no existe síntesis reciente sobre la
historia del Gulag. Este trabajo es el que se propone en esta pequeña obra.

*************

Anexo 1

La reeducación por el trabajo, historia de un engaño

Para la dirección política, los campos de concentración se distinguían
ventajosamente de los establecimientos correctivos de los años 1920:
acentuaban la represión contra los enemigos del régimen gracias a los
trabajos forzados a la vez que ponían a disposición una mano de obra
radicalmente explotable [Krasilnikov, 1997]. Sin embargo, desde 1929 cambió
la denominación de estos campos de concentración a campos de trabajo
correctivo para defenderse de las críticas que se acumulaban en el
extranjero contra la utilización de los trabajos forzosos de los detenidos,
en particular en los campos de Solovki [Kokourin y Petrov, 2000, p. 64-65;
Ivanova, 2006, p. 19].

La designación oficial campos de trabajo correctivo atribuida a los campos
de trabajos forzosos de la época estalinista y postestalinista hizo nacer un
malentendido: los campos estalinistas llevarían aún las huellas del ideal
reeducador fundado en el trabajo colectivo y de las pedagogías reformistas
experimentales de la Rusia bolchevique. Teatros y bibliotecas, departamento
y sección de educación cultural, liberación antes de plazo, darían fe de la
famosa perekovka (refundición, remodelamiento). Ahora bien, el Gulag se
construyó en oposición a la experimentación en el terreno de la reinserción
de los delincuentes. Los instrumentos de la reforma penal cambiaron de
finalidad: en lugar de tender a la reinserción de los detenidos, servían
para intensificar su explotación física en nombre de objetivos
productivistas.

La policía que gestionaba los campos difundió hacia el exterior la idea de
que sus establecimientos eran los herederos de los años 1920 en los que
educadores preparaban a los detenidos para una vuelta a la sociedad
soviética y a un destino de constructores del mundo comunista. Estas
operaciones de comunicación, del Belomorkanal al turismo penitenciario de
los años 1950, tuvieron eco en el extranjero.

Para vender su modus operandi, la policía política lanzo pues una operación
de comunicación de gran amplitud sobre el Belomorkanal (Canal entre el Mar
Blanco y el Mar Báltico ndt), su proyecto faro. Desde 1930, había prohibido
la difusión de información sobre los campos [Ivanova, 2006, p 20-21].
Abandonando temporalmente el secreto que rodeaba hasta entonces su designio
penitenciario, el jefe de la policía política, Guenrikh Iagoda, dió una
publicidad máxima a las obras, controlando muy estrechamente su producción
cultural. Hizo una demanda al escritor Maximo Gorki de una historia oficial
del canal que se convirtió en un monumento a la gloria de los chequistas,
los hombres de la policía política. Gorki reunió a ciento veinte escritores
para un crucero por el canal en el verano de 1933. Desde el puente, los
visitantes admiraban las obras de ingeniería y discutían con detenidos
elegidos cuidadosamente, bajo el ojo vigilante de los policías. De vuelta a
Moscú, una treintena de ellos cantaron una oda al triunfo de los chequistas
sobre la naturaleza y la sociedad rebeldes [Gorki et al., 1998].

El artista Alexandre Rodtchenko, durante varias estancias en 1932-1933, hizo
2 000 fotos en Carelia de las que varias decenas fueron publicadas en un
número de la revista ilustrada URSS en construcción difundida en ruso,
francés, alemán e inglés. Sus famosos fotomontajes travestían el trabajo de
los detenidos en las condiciones terribles del gran Norte y sin otro
equipamiento que palas y carretillas (visibles en las fotos), en una
aventura gratificante y liberadora para los detenidos [Wolf, 2008]. Como
Gorki, Rodtchenko puso por delante el papel mayor de los chequistas, que se
imponía sobre el bosque nevado y subyugaba a las masas obreras [RodtchenKo,
1933].

Tras estas experiencias, el velo del secreto volvió a caer casi
completamente sobre el Gulag. Las puestas en escena se reiniciaron tras la
muerte de Stalin, con el Deshielo, cuando la guerra fría hizo de nuevo del
penitenciario un terreno de la competición Este-Oeste. El Ministerio del
Interior arregló varios establecimientos en la región de Moscú en colonias
modelo que mostraba a los parlamentarios, sindicalistas y juristas
extranjeros de paso para probar que la detención soviética no era ya el
universo brutal de los campos estalinistas, sino que había vuelto a sus
ideales reeducadores. Esas colonias cuadraban con los ideales y tendencias
reformistas en el Oeste: detención sin celda, impulso de la educación y la
cultura, autoorganización de los detenidos, liberación condicional y visitas
conyugales. El esfuerzo por dorar la imagen del sistema carcelario en la
URSS reflejaba un verdadero cambio en la política penitenciaria y un
verdadero alejamiento del Gulag estalinista. Pero fue vano: la condena a
trabajos forzosos y el apoyo a los presos políticos ganaron vigor en el
extranjero [Hardy, 2012].

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Anexo 2

Del testimonio a la historia del Gulag: la asociación Memorial

Alexandr Solzhenitsyn (1918-2008) se hizo célebre en 1962 como narrador de
la experiencia del Gulag en Un día en la vida de Ivan Denisovich, publicada
con el apoyo de Nikita Krutchev, jefe del Partido y del Gobierno soviéticos.
En esta novela, describía a ras de suelo la experiencia cotidiana de un
detenido del Gulag. Él mismo había purgado ocho años de campo por "agitación
y organización antisoviéticas", luego tres años de relegación (1945-1956)
por haber criticado a Stalin en sus cartas.

De su abundante correspondencia con detenidos, fruto de las reacciones a Un
día..., nació un proyecto literario titánico y peligroso: una historia
colectiva de la violencia de masas y de la experiencia penitenciaria de la
revolución hasta los años 1960. Será Archipiélago Gulag. Premio Nobel de
literatura en 1970, cuando redacta su gran obra, Alexandr Solzhenitsyn es
acosado por la policía política; una de sus auxiliares revelaba bajo la
tortura el escondrijo de uno de sus manuscritos. Autoriza entonces la
publicación del primer volumen pasado al Oeste, que aparece en ruso en París
en la Navidad de 1973. Algunas semanas más tarde, el régimen le
desnaturaliza y le expulsa a Alemania.

Cuando se produce la aparición del Archipiélago, ya se conocían en el Oeste
decenas de testimonios sobre el Gulag. Se ha traducido ya el monumento
literario de Varlam Chalamov y la epopeya de Evguenia Guinzburg, ambos
condenados por crímenes contrarrevolucionarios. Sin embargo, el Archipiélago
es una revelación mundial pues Sozhenitsyn hace una crónica meticulosa y
sobre todo colectiva del sistema represivo desde sus orígenes y propone una
vigorosa condena ética.

La Asociación Memorial, creada en 1989 por antiguos detenidos cuando el velo
del secreto comenzaba a levantarse sobre los campos, hace de puente entre la
memoria y la historia. Primeramente, ayudada por decenas de asociaciones
regionales, archiva los documentos personales y publica las memorias de
miles de antiguos detenidos. Interesándose en primer lugar por la suerte de
los prisioneros políticos, extendió sus investigaciones a los aspectos de la
represión estalinista que implicaban al conjunto del cuerpo social
soviético. Sus investigadores aportaron una contribución decisiva a la
"revolución archivística" que permite a los historiadores estudiar el Gulag
como un avatar del estalinismo. En fin, la asociación lleva a cabo una
importante actividad de protección de los derechos humanos, no solo
defendiendo a los antiguos detenidos de la época soviética, sino también
luchando contra las injusticias y malos tratos en los lugares de detención
de la Rusia de hoy y defendiendo las víctimas de las persecuciones en el
Cáucaso Norte.

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