Argentina/ Santiago Maldonado: brusco giro en el discurso oficial y crisis política abierta [Fernando Rosso]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Sep 7 13:30:19 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

7 de setiembre 2017

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Argentina

Santiago Maldonado: brusco giro en el discurso oficial y crisis política
abierta

El Gobierno puso repentinamente la cuestión en el centro de su agenda, ante
el fracaso de las maniobras de distracción. Una crisis que hoy tiene
resultados imprevisibles.

Fernando Rosso, editorial

La Izquierda Diario, 7-9-2017

http://www.laizquierdadiario.com/

El operativo político-mediático de encubrimiento con sobreinformación tóxica
en torno a la desaparición forzada de Santiago Maldonado se desmoronó en las
últimas 72 horas. Los acontecimientos se precipitaron vertiginosamente para
agigantar una crisis política inocultable.

El informe de ADN sobre las manchas de sangre en la ropa del famoso
“puestero” de una estancia de Benetton, que había acuchillado a “alguien” en
un presunto ataque de una noche demasiado oscura, dio negativo. La versión
que ya se caía por su propio peso, se derrumbó en términos legales. La
declaración a cara descubierta y frente al juez de los testigos de la
comunidad mapuche que vieron a Santiago Maldonado aquel fatídico 1° de
agosto en la Pu Lof en Resistencia de Cushamen, sellaron el fin de las
burdas maniobras oficiales.

La provocación montada al finalizar la multitudinaria movilización del
viernes 1° de septiembre en Buenos Aires perdió los efectos buscados
(distraer sobre la cuestión de fondo) y fue la más resonante de una perversa
serie de operaciones que tampoco dio resultados. Incluso, comenzó a darse
vuelta la maniobra policial-servicial llevada adelante en Plaza de Mayo por
las denuncias de detenciones arbitrarias y la presencia de provocadores a
cielo abierto.

La defensa cerrada de Gendarmería que llevó adelante Patricia Bullrich
durante el primer mes clave, mutó hacia “abrir todas las hipótesis” y no
descartar que haya responsabilidad de los efectivos que participaron del
operativo.

Además, salió la luz el motor del persistente asedio represivo contra las
comunidades mapuches que pelean por tierra en la Patagonia: la defensa de
los intereses de poderosos terratenientes como Benetton o Joe Lewis. Hay
denuncias que aseguran que la Gendarmería actúa en equipo con “guardias
blancas” que responden a los terratenientes y hasta posee una base logística
y operativa en una estancia del magnate italiano (Leleque). Vuelve a
confirmarse la incómoda imagen que tanto molesta a los publicistas de
Cambiemos y el estigma que no pueden sacarse de encima: son el Gobierno de
los ricos.

Cuando fueron cuestionados esos intereses, la “derecha moderna” que venía a
hablarnos del futuro terminó desempolvando los epítetos de las tradicionales
derechas más rancias del pasado: “anarquistas”, “subversivos”,
“extremistas”. Y en su exaltada furia, deliraron con denuncias de supuestas
conexiones kurdas, iraníes y hasta un oscuro financiamiento del piratismo
inglés.

Pero ni el humo de las mil un versiones sobre el “paradero” de Santiago
Maldonado, ni los montajes represivos para el amedrentamiento de quienes
reclaman por su aparición, lograron su objetivo ante un hecho mayúsculo que
toca una fibra sensible de la sociedad argentina: la defensa de las
libertades democráticas y el cuestionamiento permanente a las fuerzas de
seguridad, desde el fin de la dictadura a esta parte.

Gendarmes en la mira

Como estaba claro desde la hora cero de la desaparición de Santiago, la
Gendarmería quedó como la principal sospechosa al momento que se levantó el
secreto de sumario que pesaba sobre la causa.

El brusco giro de los acontecimientos quedó al desnudo, también, por las
nuevas medidas del Gobierno: apartó a la inefable Patricia Bullrich del
centro de la escena y Claudio Avruj, secretario de Derechos Humanos -bajo
las órdenes del ministro Germán Garavano-, fue puesto al frente de las
gestiones y viajó a Esquel para “ponerse a disposición de la Justicia”. El
viaje “urgente” se realizó un mes y seis días después de la desaparición. El
presidente Mauricio Macri venía guardando un vergonzoso silencio y debió
hablar, aunque dijo poco y nada. El radical Ernesto Sanz, uno de los
armadores tempranos de la coalición Cambiemos, salió desmarcarse del
Gobierno, aunque con moderadas críticas que reducen todo a una “cuestión de
comunicación”. Y hasta el fiscal Federico Delgado solicitó que se investigue
el eventual encubrimiento del Gobierno.

La defensa cerrada de Gendarmería que llevó adelante Patricia Bullrich
durante el primer mes clave, mutó hacia “abrir todas las hipótesis” y no
descartar que haya responsabilidad de los efectivos que participaron del
operativo.

El método de invención de la “posverdad” que caracteriza a los estrategas de
Cambiemos, que disecciona en su laboratorio los temas que preocupan en la
conversación pública, esta vez cumplió el rol de dejarlos en evidencia. El
vuelco que dio el Gobierno es la mejor demostración de que la desaparición
forzada de Santiago Maldonado es parte de una extendida preocupación
popular. El diario Clarín, base fundamental de las operaciones más
extravagantes, tradujo la coyuntura a números. En las encuestas y focus
group que manejan en Casa Rosada, un 60 por ciento de la población puede
describir con mayor o menor precisión que hay un joven desaparecido desde
hace ya más de un mes y la mitad responsabiliza al Gobierno. (Clarín, 6/9).

El triunfalismo que desplegó el oficialismo luego de las primarias se opaca
ante una cuestión delicada que afecta al núcleo duro del Estado

Hasta ayer nomás, los analistas se empeñaban en asegurar que el dramático
hecho no afectaba a la base social de Cambiemos, ni política ni
electoralmente. Hoy nadie puede aseverar ese pronóstico y todo depende de
cómo evolucionen los acontecimientos en un territorio demasiado vidrioso.

El triunfalismo que desplegó el oficialismo luego de las primarias se opaca
ante una cuestión delicada que afecta al núcleo duro del Estado: las fuerzas
de seguridad que venían siendo “alentadas” (cebadas) con un discurso de
orden y demonización de la protesta social quedan nuevamente en la mira.

La crisis abierta también deja con el pie un poco cambiado a los que se
apresuraron a vislumbrar una “nueva hegemonía” de Cambiemos. En este
terreno, como en otros, el oficialismo está sufriendo un rotundo revés en su
batalla ideológica y cultural que tiene como fin último la restauración del
poder represivo del Estado y la impunidad.

La expresidenta, Cristina Fernández y su movimiento político tomaron la
causa de Santiago Maldonado como uno de los ejes centrales de su nuevo
discurso hacia octubre. Su lamentable talón de Aquiles es la responsabilidad
política en la búsqueda fallida de Jorge Julio López y la pésima actuación
en las primeras y decisivas semanas (cuando Aníbal Fernández especulaba con
que “podía estar en la casa de la tía”). El próximo 18 de septiembre, cuando
se cumplan 11 años de la desaparición del testigo clave contra el genocida
Miguel Etchecolatz, la movilización pondrá en aprietos a muchos de los que
hoy reclaman con vehemencia por Santiago y guardaron un silencio
ensordecedor en torno a las responsabilidades políticas en la desaparición
de López. Además, tampoco las organizaciones de masas que dirige o
influencia el kirchnerismo (sobre todo los sindicatos) están haciendo todo
lo que podrían hacer para fortalecer la campaña y el movimiento por la
aparición con vida y el castigo a los responsables.

La crisis y fractura abierta por el atroz hecho de una nueva desaparición
forzada deja planteada una serie de responsabilidades y obligaciones a
quienes llevan adelante esta pelea. Un combate de carácter más estratégico
contra el poder represivo del Estado para desnudar a los ojos de las
mayorías la verdadera naturaleza de la Gendarmería. Una fuerza que todos los
gobiernos intentaron preservar como la más “eficaz” y transparente frente a
la descomposición de las policías bravas y el desprestigio histórico de las
Fuerzas Armadas por su papel en el genocidio.

Pero también tiene una decisiva importancia inmediata: la limitación del
poder represivo del gobierno de Macri, cuando se prepara para dejar atrás el
gradualismo y profundizar el ajuste que exige el llamado “círculo rojo” del
universo patronal, si las condiciones políticas se lo permiten. El
disciplinamiento con represión es una condición necesaria para el éxito de
ese rumbo. Mostrar la verdadera cara de los cuerpos que se postulan para esa
tarea es una medida defensiva necesaria y elemental.

La renuncia de Patricia Bullrich y, más aún, de Pablo Noceti (el jefe de su
ministerio estuvo en Chubut el día de la represión) es un reclamo mínimo que
se extiende.

Pero el nuevo discurso oficial tiene inscripta la posibilidad de hacer
saltar fusibles para salvar las responsabilidades políticas e intelectuales.
La pelea por la aparición con vida de Santiago está íntimamente unida a la
exigencia del castigo a todos los autores materiales e intelectuales de su
desaparición. Se debe rechazar la eventual maniobra gatopardista de cambiar
algo para que nada cambie. Por Santiago Maldonado y por todos los que pelean
contra la represión y la impunidad.

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