América Latina/ Guerra de despojo territorial y acaparamiento de tierras [Polette Rivero Villaverde]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Sep 24 15:03:30 UYT 2017


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Correspondencia de Prensa

24 de setiembre 2017

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América Latina

Guerra de despojo territorial y acaparamiento de tierras

Polette Rivero Villaverde *

Alainet, 18-9-2017

https://www.alainet.org/

Las disputas por la tierra y el territorio forman parte de los conflictos
más antiguos de la humanidad, y al mismo tiempo que ésta, han ido cambiando
de tal manera que podemos identificar las formas y métodos de despojo
predominantes, así como los sujetos antagónicos que protagonizan estas
luchas en cada fase histórica.

Es posible afirmar que en el siglo XXI asistimos a una nueva guerra por el
territorio y la tierra. Se visibilizó con la crisis de 2007-2008, cuando de
forma masiva comenzaron a difundirse a través de algunos medios y
organizaciones independientes, las denuncias de comunidades latinoamericanas
y africanas, sobre los despojos que los gobiernos y las empresas estaban
llevando a cabo a fin de ocupar sus territorios. A esta “fiebre por las
tierras” se le denominó acaparamiento de tierras o land grabbing en inglés.

En breve se entendió que los nuevos despojos territoriales eran más
complejos que los de otras etapas históricas. En parte porque los sujetos
más activos en las compras de tierras son grandes empresas transnacionales
que han consolidado como nunca su poder, y se encuentran respaldadas por sus
gobiernos, su brazo armado y económico, y por sus instituciones
internacionales, Banco Mundial (BM), Fondo Monetario Internacional (FMI),
etc.

También encontramos adquiriendo miles de tierras a sujetos que
tradicionalmente no estaban vinculados con el sector primario. Grandes
fondos de capital provenientes de bancos como Goldman Sachs, personajes
poderosos como George Soros, ex funcionarios públicos, fundaciones como la
de la Universidad Harvard, fondos de pensión de los trabajadores de países
como Estados Unidos y Canadá, encontraron en la compra de tierras un refugio
ante la caída de la cuota de ganancia que generó la crisis, y a su vez, un
sector que a partir de los altos precios de los alimentos, el petróleo y los
minerales estratégicos, estaba generando importantes ganancias por el
mercado especulativo.

Mientras los problemas de hambre se agudizaban para la mayor parte de la
población mundial, las corporaciones que dominan el mercado alimentario como
Cargill, Bunge, Monsanto, Syngenta, entre otras, registraban ganancias
récord de hasta 400 % más. A su vez, países petroleros pero sin tierras de
cultivo, como los Emiratos Árabes, Qatar, etc., y países con una creciente
clase media, realizan aún grandes inversiones en tierras periféricas; es el
caso de China e India.

Dimensión de los acaparamientos de tierra

La medición de las transferencias de tierra no es sencilla. Generalmente los
interesados en esta sistematización acuden a las notas periodísticas para
dar seguimiento, lo que en parte resulta disperso, parcial y a veces poco
riguroso. En países como Brasil se cuenta con cifras oficiales de
extranjerización de tierras, pero en otros como México los rubros jurídicos
no visibilizan la privatización y extranjerización de los territorios. No
obstante, retomemos algunos datos para dimensionar el problema.

A inicios de agosto de 2017, Land Matrix, un observatorio que monitorea la
compra de tierras desde el año 2000, reportaba que, de un total de 1345
acuerdos concluidos a nivel mundial, se habían transferido 49 238 484
hectáreas de tierras para cultivos, programas verdes, minería, carreteras,
turismo, etc. El acaparamiento de tierras cobró una dimensión global, lo
podemos encontrar en los cinco continentes, pero es un proceso que predomina
en la periferia.

De acuerdo con el seguimiento de la organización Grain, entre 2006 y 2015,
los países de América Latina en los que se encontró acaparamiento de tierras
destinado a cultivos alimentarios, abarcaron una superficie de 3 927 450
hectáreas, mediante 59 adquisiciones. Se trata exclusivamente de inversiones
extranjeras, donde Brasil encabeza la lista con 2 727 502 hectáreas; seguido
por Argentina con 513 116; Paraguay con 208 549; Colombia con 154 660;
Uruguay con 144 178; Perú con 80 149; Venezuela con 60 000; Bolivia con 57
845; Jamaica con 30 000; y Belice con 1 600.

El origen de las inversiones extranjeras para compras de tierras en América
Latina es muy diverso: Estados Unidos, China, Singapur, Japón, Corea del
Sur, Arabia Saudita, India, Dinamarca, Luxemburgo, Holanda, Francia,
Alemania, Reino Unido, Canadá, Italia, Portugal, entre otros. Pero también
se registra un acaparamiento de tierras intrarregional, en donde capitales
brasileños y argentinos están a la cabeza. Brasil incluso es uno de los
países que acapara tierras junto con Japón en África.

Aunque estas cifras nos dan una idea del problema, cientos de casos no están
registrados ni se conocen públicamente. Si a las tierras acaparadas para
cultivos alimentarios agregáramos las que se destinan para megaproyectos
mineros, carreteros, urbanos, turísticos, de energía (como el fracking y las
represas), agrocombustibles, etc., las cifras se elevan considerablemente.

En México, por ejemplo, la mayor parte de los despojos de tierra son para
desarrollos turísticos y de minería a cielo abierto; en este último caso,
del año 2000 al 2012 se concesionaron en los territorios indígenas alrededor
de 2 173 141 hectáreas para minería, de acuerdo con Eckart Boege. Otro
ejemplo es Brasil, donde sólo retomando 12 contratos registrados por Land
Matrix sobre compras de territorios por parte de extranjeros para proyectos
mineros, de energía renovable y de conservación en los últimos años, se
genera una cifra de 698 344 hectáreas acaparadas.

Los siguientes retos

Desde 2014 los precios de los alimentos y los energéticos bajaron, lo que
hizo que la inversión extranjera en tierras destinadas a estos propósitos se
desacelerara, no obstante, el despojo territorial continúa. Las preguntas
que tenemos que hacernos son por qué y para qué.

En primer lugar, hay que decir que es probable que la acumulación por
despojo que caracteriza esta fase histórica llegó para quedarse por un
tiempo más largo. La crisis de 2007 puso una alerta a los grandes capitales
formados alrededor de la financiarización por el nivel de vulnerabilidad que
tiene este tipo de riqueza; en respuesta han ido generando nuevos mecanismos
para continuar mercantilizando la naturaleza, desde el aire con los
servicios ambientales, hasta las semillas.

Esto implica que los Estados que compiten en la guerra intercapitalista, así
como sus empresas y sus emisarios, los organismos internacionales, están
haciendo una fuerte campaña a fin de institucionalizar los despojos
territoriales. Desde hace diez años el BM y la FAO se apresuraron a
establecer una serie de principios de responsabilidad para los
inversionistas, a la vez que promovían la compra de tierras, procurando con
ello invisibilizar la ilegitimidad y la violencia de estos procesos y crear
una imagen positiva del despojo. Habrá que estar pendiente sobre la
articulación de los nuevos discursos que procuren legitimar ideológicamente
esta barbarie.

Otros riesgos son los nuevos mega acuerdos que comienzan a extenderse por el
mundo, como el Acuerdo Transpacífico (TPP) que no podemos dar aún por
muerto. Con estos nuevos mecanismos se establecen condiciones muy desiguales
entre los países centrales y la periferia; se otorgan mayores privilegios y
certezas jurídicas, económicas y armadas a las inversiones extranjeras. ¿De
qué se les protege? De los pueblos, de su organización y resistencia. Esta
nueva institucionalidad colonial internacional debe ser un tema primordial
para los movimientos sociales, los académicos y partidos de izquierda.

Entre los nuevos proyectos de despojo territorial ocupan un lugar central
los vinculados con el agua. Al estilo de Hubert Humprey, senador del
Congreso de Estados Unidos en la década de 1970, quien decía en tono cínico
que había escuchado decir que la gente podría volverse dependiente de su
país para alimentarse, por lo que sería estupenda la dependencia alimentaria
de otros países, hoy algunos de los mayores inversionistas opinan lo mismo
con relación al agua. Desde hace pocos años Goldman Sachs, JP Morgan Chase,
Citigroup, Deutsche Bank, Credit Suisse, HSBC, y otros, están invirtiendo en
el acaparamiento de los territorios donde se encuentran las reservas de
agua. Según la organización Amigos de la Tierra, en 2015 Colombia vivía más
de 72 conflictos por la privatización del agua, Brasil 58, Ecuador 48,
Argentina 32, Perú 31 y Chile 30.

Finalmente, es preciso que en tanto fase de transición donde el capitalismo
no ha acabado por definir un modelo dominante de acumulación, surjan por un
lado las preguntas oportunas sobre lo que están haciendo las élites del
poder, y por otro lado se tome acción sobre la urgencia de articular un
movimiento social más amplio en defensa del territorio y la vida. Se
necesita poner freno a las guerras del capitalismo.

* Polette Rivero Villaverde, Doctoranda en el Programa de Posgrado de
Estudios Latinoamericanos e integrante del Laboratorio de estudios sobre
empresas transnacionales del IIEc, ambos de la UNAM.

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