Cuba/ Miguel Díaz-Canel: el (posible) nuevo timonel [Amaury Valdivia]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Abr 14 14:30:53 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

14 de abril 2018

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Cuba

 

Entre la renovación y el cambio

 

El  (posible) nuevo timonel 

 

El próximo presidente de Cuba no será un Castro. A las puertas de su
aniversario número sesenta, la revolución cubana asume la mayor renovación
de su historia, aunque el general del ejército conservará facultades casi
omnímodas. El actual vicepresidente, Miguel Díaz-Canel, es su más probable
sucesor. Durante su carrera política se destacó por su promoción del respeto
a la diversidad sexual y a la difusión de opiniones críticas hacia el
oficialismo, pero sigue siendo una incógnita si estas experiencias marcarán
su eventual presidencia.

 

Amaury Valdivia, desde La Habana

 

Brecha, 13-4-2018

https://brecha.com.uy/

 

En Santa Clara, la capital oficiosa de la región central de Cuba, no son
pocos los que recuerdan los años en que un joven y carismático Miguel
Díaz-Canel Bermúdez ocupaba el cargo de primer secretario del partido en la
provincia. De aquella época quedaron historias como las de sus largos viajes
en bicicleta o por “botella” (autostop), su humilde estilo de vida, y la
facilidad con que cualquiera podía acercársele a plantear inquietudes o
conversar.

 

También los encuentros singulares, como el que sostuviera con una de las
principales figuras de la disidencia en la isla, Guillermo Fariñas. En esa
ocasión “él me saludó y me preguntó por mi salud”, relató Fariñas al diario
estadounidense El Nuevo Herald. El opositor se hallaba hospitalizado para
recuperarse de una de sus huelgas de hambre en contra del gobierno, y
Díaz-Canel se disculpaba –paciente a paciente– por una avería que había
dejado sin servicio eléctrico al principal hospital de la región. Antes
había trabajado personalmente en la reparación de los daños.

 

Durante el mandato “villaclareño” de Díaz-Canel –entre 1994 y 2003– los
restos del Che Guevara fueron depositados en la Plaza de la Revolución
local, luego de años de búsqueda en diferentes puntos de Bolivia; y Santa
Clara cimentó su fama de ciudad cosmopolita y tolerante, en la que incluso
los homosexuales podían manifestar libremente sus preferencias (en un país
que por esa época se caracterizaba por una marcada cultura machista y
discriminatoria hacia las personas Lgbt), y en la prensa se toleraban
críticas que en otros sitios de la isla hubieran resultado impensables.

 

“Aun en circunstancias tan difíciles –la isla atravesaba el Período
Especial, la crisis económica provocada por la caída del socialismo europeo–
nuestras autoridades tuvieron la sensibilidad para entender cuán necesario
era el respeto a la diversidad. Y no sólo la que tenía que ver con la
orientación sexual”, recordaba acerca de esta época en Santa Clara (en una
entrevista televisiva) Ramón Silverio, creador de El Mejunje, el peculiar
centro cultural en la ciudad de Santa Clara donde por primera vez en Cuba se
desarrollaron galas de artistas trans, y en el que todavía encuentran
asiento numerosos creadores alternativos.

 

Mientras, ganaba notoriedad el programa Alta tensión, de la radioemisora
local, Cmhw. Durante sus emisiones la población podía criticar a dirigentes
y organismos, y expresar sus criterios. “No faltaron los que quisieron
vernos fuera del aire, pero al final llegó la orden del partido provincial:
Alta tensión debía seguir aunque a algunos no les gustara”, contó a Brecha
el periodista Abel Falcón, realizador del espacio. El respaldo a este
programa llegó al punto de que el propio primer secretario condujo varias
emisiones de él e hizo obligatorio que los cuadros lo sintonizaran.

 

Escalando el aparato 

 

Miguel Díaz-Canel Bermúdez, quien actualmente funge como vicepresidente de
Cuba, pudiera convertirse el próximo 19 de abril en presidente de los
consejos de Estado y de Ministros, es decir, en presidente de Cuba. Es una
gran incógnita cuánto de su pasado santaclareño marcará su paso por la
presidencia de Cuba. Pero sería el primer mandatario en más de cuarenta años
que no pertenece a la familia Castro, ni a la generación histórica.

 

Para llegar hasta allí ha debido transitar un largo camino dentro de la
estructura partidario-estatal, coin-cidiendo con otros candidatos que
quedaron en el camino. A finales de los años ochenta se desempeñó como
segundo secretario nacional de la Juventud Comunista, a las órdenes de
Roberto Robaina. En los comienzos de los años dos mil, durante su primera
secretaría del partido en la provincia de Holguín (donde nacieron Fidel y
Raúl Castro), estrechó relaciones con el entonces vicepresidente, Carlos
Lage.

 

Robaina fue destituido en 2003, acusado de una larga lista de “errores”,
entre los que se contaban hechos de corrupción y ambiciones
presidencialistas; seis años después le llegó el turno a Lage y Pérez Roque,
bajo similares cargos y en medio de la mayor reestructuración gubernamental
en la historia reciente de la isla.

 

Cada crisis acercó a Díaz-Canel a su actual posición: en 2003 ocupó uno de
los 17 puestos del Buró Político (el núcleo duro de la dirección del Partido
Comunista), en 2009 se convirtió en integrante del Consejo de Ministros, a
cargo de la discreta pero estratégica cartera de Educación Superior, y a
comienzos de 2012 cumplió un breve mandato como vicepresidente de ese órgano
de gobierno. “No es ni un advenedizo ni un improvisado”, resaltó sobre él
Raúl Castro al presentarlo ante la Asamblea Nacional del Poder Popular, tras
su elección como primer vicepresidente del país, en febrero de 2013.

 

El escenario del relevo 

 

A las puertas de su sexagésimo aniversario, la revolución asume la mayor
renovación de su historia. De no ser por la avanzada edad de Raúl Castro (85
años) y del resto de los “históricos”, sería difícil imaginar un escenario
en el que nuevas figuras asumieran las riendas del país. Sin embargo, el
actual traspaso de responsabilidades estará condicionado por el hecho de que
el general del ejército se mantendrá al frente del Comité Central del
Partido, investido de facultades virtualmente omnímodas.

 

Con la experiencia de haber ocupado la primera vicepresidencia de “los
consejos” desde 2013, Díaz-Canel se perfila como el candidato de mayores
opciones en la carrera por la primera magistratura. Recién luego de la
“elección” se revelará hasta qué punto podrá haber en Cuba una separación
entre el partido y el gobierno, y cómo se resolverán las eventuales
discrepancias entre el nuevo presidente y el primer secretario del Comité
Central del partido, cargos que por primera vez no serán ocupados por la
misma persona. Entonces también será necesario pensar en cómo superar los
insuficientes índices de crecimiento del producto bruto interno, que desde
el comienzo de la “actualización”, en 2011, han oscilado en torno al 2 por
ciento anual (de acuerdo con las autoridades cubanas el país precisaría
crecer a un ritmo de alrededor del 7 por ciento para revertir los efectos de
la crisis económica luego de la caída del campo socialista). También habrá
que cumplir con el pago de la renegociada deuda externa (con Rusia, China y
con un grupo de acreedores del Club de París), sin seguir adosando las
facturas al consumo de la población, o mantener en niveles “aceptables”
servicios como la salud y la educación públicas.

 

Todo ello en un contexto en el que la unanimidad no es ya el sello
distintivo de la sociedad cubana. Una muestra evidente puede apreciarse si
se leen entre líneas los resultados del último proceso eleccionario. Luego
de 42 años de votaciones, ya los índices de participación no rebasan
cómodamente el 95 por ciento como durante la época de Fidel Castro (esta vez
se contabilizó un 82 por ciento al día siguiente de los comicios, y 87 por
ciento del padrón poco más de una semana después, en un informe definitivo).
Tampoco resulta tarea fácil completar las listas de candidaturas a diversos
cargos públicos. Entre los jóvenes no abundan los dispuestos a asumir
responsabilidades de dirección que no vayan acompañadas de algún beneficio
material.

 

Para el ex jefe de análisis sobre América Latina de la Cia Brian Latell,
autor además de una biografía de Raúl Castro, deberá esperarse más un
“Díaz-Canel administrador que un Díaz-Canel visionario”. “Es un hombre del
aparato, leal a Raúl. Mas su elección es acertada: es joven, atractivo y ha
tenido muchísimo tiempo para congraciarse con las fuerzas armadas, que es en
las que reside el verdadero poder de Cuba”, asegura el ex funcionario de las
administraciones de Clinton. Pero es una incógnita si el posible futuro
presidente optaría por desarrollar una línea política propia, diferente a la
del líder de la revolución, y cuál sería, en ese caso, su orientación.

 

Un poder mediado por la influencia de Raúl Castro y quienes hicieron la
revolución en la década de 1950, que previsiblemente se harán firmes en la
estructura del partido; un esquema de relaciones no muy claro respecto al
poderoso Grupo de Administración Empresarial (de los militares); e
innumerables urgencias por afrontar conforman el legado que recibirá el
nuevo presidente de los consejos de Estado y de Ministros de Cuba.

 

Cuando el 11 de marzo pasado ejerció su derecho al voto en la ciudad de
Santa Clara, Díaz-Canel esperó por casi media hora en la fila, hasta que
llegara su turno. Mientras, conversó sin protocolos con los asistentes y se
tomó fotografías con muchos de ellos. Alguien entre el público apuntó sotto
voce que ningún otro dirigente había hecho algo similar. Ni ese día ni
antes.

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