Ecología/ El mito de agroquímicos inocuos [Eduardo Gudynas]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Ago 28 23:11:40 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

28 de agosto 2018

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Ecología



Cuando glifosato rima con aspirina y sustentología con astrología



El mito de agroquímicos inocuos



Eduardo Gudynas *



Alai-amlatina, 28-8-2018

https://www.alainet.org/es/



Las polémicas sobre los riesgos y efectos de uno de los herbicidas más
usados en el planeta, el glifosato, no cesan. Cobraron un nuevo empuje al
conocerse el veredicto de culpabilidad contra su más conocido productor,
Monsanto, en un juicio entablado por un jardinero de 46 años que padece
cáncer terminal. La corporación deberá pagar US$ 289 millones.  Hay otras
ocho mil demandas en marcha.



En los días siguientes el valor de mercado de la alemana Bayer, que acaba de
adquirir a Monsanto, se derrumbó a su más bajo valor en cinco años, con
pérdidas por US$ 18 mil millones, y sólo ahora se está recuperando. Si los
próximos juicios siguen el mismo camino, la empresa deberá enfrentar
indemnizaciones por US$ 5 mil millones. Paralelamente, países como Francia,
Alemania e Italia anuncian que revisarán sus posturas frente al glifosato.



Todo esto también tuvo efectos en los países de América del Sur que usan
intensivamente el glifosato, especialmente en los monocultivos de soja
transgénica (Argentina, Brasil, Bolivia, Paraguay y Uruguay). Muchos grupos
ciudadanos utilizaron aquel veredicto de Estados Unidos para reforzar sus
críticas a ese herbicida. En esas naciones, el uso del herbicida y la soja
transgénica habían recrudecido por razones tales como intentar superar los
problemas económicos aumentando esas exportaciones.



Defendiendo el glifosato



En todos esos países, las defensas del glifosato parten de un amplio
conjunto que incluye a gobierno y académicos, o agricultores y empresas de
insumos agrícolas. Argumentan que es una sustancia inocua, sin riesgos si es
bien usada, y proclaman que eso es una verdad “científica”. Agregan que las
críticas y advertencias serían expresiones de charlatanes o ignorantes. Por
ejemplo, en Argentina, el ministro de ciencia y tecnología ha comparado al
glifosato con agua con sal, y en Uruguay desde el Ministerio de Ganadería y
Agricultora se afirma que sería como una aspirina (1).



Desde el bando académico aparecieron slogans tales como sostener que el
glifosato es menos tóxico que la cafeína, tal como sostiene un biotecnólogo
español desde el suplemento Rural del diario Clarín de Buenos Aires (2).
Esa imagen es poderosa: si el glifosato es como el café, no debería tener
ninguna regulación, justamente como se vende una aspirina en cualquier
farmacia.



De la mano de esa campaña, los empresarios rurales argentinos lanzan ahora
la idea de la “sustentología” (3).  Ese concepto se lo presenta como la
fusión de ciencia, tecnología y sustentabilidad – un término que evoca el
cuidado ambiental. Esta es una estrategia que sigue la misma lógica que la
empleada por las corporaciones mineras con la llamada “minería sostenible”.



Estamos por lo tanto frente a dos argumentaciones: una que sostiene que el
herbicida glifosato es inocuo, y que ello está demostrado científicamente; y
la otra, como consecuencia, es posible tener una agricultura “sostenible”,
la “sustentología”, que utilice ese agroquímico. Es necesario abordar estas
concepciones para dejar en claro que no sólo son falsas, sino que además son
peligrosas.



Herbicida y café: una comparación sin sentido



Las comparaciones del glifosato con café o aspirina a pesar de ser usada
desaprensivamente por algunos académicos, en realidad no provienen del
ámbito científico sino de las propias corporaciones. Desde hace años, tanto
por Monsanto como los portales que apoya, como Genetic Literacy Project, han
presentado esas comparaciones.



Formalmente es cierto que el café es más “tóxico” que el glifosato, pero esa
imagen es una simplificación y deformación tan extrema que se vuelve
imposible (4). Aclaremos en primer lugar que el glifosato no se “sirve”
solo, sino que el “herbicida” es realmente un compuesto que incorpora otras
sustancias tales como surfactantes, cada una con sus riesgos específicos y
con efectos complementarios entre ellas. El estudio de los impactos debe
considerar todo ese conjunto.



Una segunda cuestión clave, es que la comparación con el café se basa
solamente en la toxicidad aguda y de ese modo desaparecen por un lado la
toxicidad crónica, y por el otro lado la carcinogénesis, o sea, la
responsabilidad de la sustancia en la ocurrencia de cáncer. No puede
extrañar que esas referencias al café o al agua con sal sean calificadas por
algunos toxicólogos como comparaciones “estúpidas”; es como plantear que el
cigarrillo es poco tóxico ya que es muy difícil morir asfixiado por su humo,
ocultando así que aumenta la incidencia de ciertos carcinomas en el fumador
y en quienes le rodean.



Un tercer error es la ceguera frente a la diversidad de ámbitos afectados.
No sólo están los efectos directos del herbicida sobre quienes los aplican,
sino que también cuentan los impactos indirectos, como por ejemplo sobre los
vecinos fumigados, y más allá de ellos, lo que sucede con todas las personas
que consumen alimentos o bebidas contaminados por esos químicos.



Una cuarta consideración es que tampoco puede excluirse las discusiones
sobre los impactos ecológicos de estos herbicidas, incluyendo la fauna y la
flora.



El mito ante las alertas científicas



Paralelamente se insiste en que no existe evidencia científica sólida sobre
efectos crónicos o cancerígenos sobre la salud. Es cierto que algunos
estudios indican eso. Pero no lo que no se dice es que hay muchos otros
reportes científicos que señalan impactos concretos o posibles en la salud,
sean por observaciones directas como por ensayos en laboratorios. Se indican
desde daños renales a alteraciones en el funcionamiento endócrino y
hepático, aunque la mayor preocupación está en que sea cancerígeno, otros
que incluso plantean que es teratogénico (induce malformaciones en recién
nacidos), y finalmente que algunas consecuencias se expresarán no
necesariamente en el sujeto afectado sino en su descendencia (5).



Por ello, cuando el biotecnólogo José Mulet afirma en Clarín que “el debate
científico no existe” al defender su inocuidad, está profundamente errado.
La controversia científica es enorme, muy intensa, y ahora se admite que las
regulaciones actuales están basadas en una ciencia anticuada y que por ellos
son necesarios nuevos estudios epidemiológicos y nuevos estándares (6).



Toda esta situación se vuelve más complicado al saberse que Monsanto operó
sobre la comunidad científica para defender a su producto, simultáneamente
atacar a las personas y reportes que advertían sobre sus efectos negativos,
y actuar incluso sobre técnicos de la agencia de protección ambiental de
Estados Unidos (EPA por sus siglas en inglés) (7). Esto debe generar una
enorme preocupación en los países del sur, ya que es común que se tomen como
referencia a las decisiones de la EPA para los propios controles.



Los promotores de la mitología del glifosato inocuo no son científicos.
Ellos no dudan y lo saben todo, una actitud muy distinta del científico, que
siempre duda. Es por ello una retórica más propia de un tecnólogo que
defiende su herramienta preferida. Eso no puede extrañar ya que Monsanto al
fin de cuentas es una proveedora de tecnologías.



En tanto promotores tecnológicos tampoco comprenden las implicaciones en las
políticas públicas. Una vez más, la comparación entre café y glifosato
desnuda esa limitación. Es que al fin de cuentas, la decisión de tomar café
siempre es personal, y la cantidad de tazas que se tomen determinarán las
consecuencias tóxicas en el propio cuerpo. Pero en el sector
agroalimentario, las empresas y los gobiernos no han despojado de esa
capacidad de decidir a cada uno de nosotros sobre los tipos de alimento o
bebida que preferimos, ya que casi todo está contaminado por glifosato. Por
todo esto, la imagen que compara glifosato con café o agua con sal, sólo
sirve para calmar a la ciudadanía frente a una imposición autoritaria de una
tecnología que es incapaz de contenerse a sí misma y contamina todo lo que
tiene a su alrededor. Simultáneamente, se erosiona una ciencia que sirva
para alimentar un debate democrático.



Sustentología: astrología para los agroquímicos



En ese contexto es que se inserta la idea de la “sustentología”, como
síntesis de la ciencia, tecnología y sustentabilidad. Como ya vimos arriba,
el componente “ciencia” si es tomado en serio, requeriría retirar al
glifosato de la agricultura intensiva. Del mismo modo, las ideas originales
de sustentabilidad provienen de las ciencias ambientales, incluyendo las
tempranas denuncias contra los agroquímicos por sus impactos en los
ecosistemas. Por ello, si ese componente se toma en serio, se convierte en
otra razón para impedir el uso del glifosato. En cambio, la “sustentología”
lanzada desde Argentina es usada en sentido contrario, para justificar a los
agroquímicos y los monocultivos.



De un modo u otro, queda en evidencia que estamos ante creencias, que más
allá de las intenciones o sinceridad de cada uno, es casi una religión. Nos
alejamos de la ciencia en sentido estricto pero se la usa en sentido
inverso, asignándole toda la carga de la prueba a aquellos que perciben los
riesgos de ser contaminados por el glifosato u otros químicos, debiendo
demostrar la peligrosidad de esos productos. Cuando alguno puede hacerlo ya
es demasiado tarde, tal como el caso del jardinero que demandó a Monsanto,
quien solo tiene una esperanza de vida de dos años según los médicos.



El mito del glifosato más inocuo que el café nos sumerge en un campo que es
más propio de lo que podría ser una astrología agropecuaria productivista. A
esos creyentes, que no dudan en decir que glifosato rima con aspirina, les
respondo que sustentología rima con astrología.



* Eduardo Gudynas es investigador en el Centro Latino Americano de Ecología
Social (CLAES), en Montevideo. Más informaciones sobre esta polémica en
www.agropecuaria.org <http://www.agropecuaria.org/>



Notas



(1) Sobre el caso argentino ver Ministros de los agrotóxicos, por D. Aranda,
Página 12, Buenos Aires, 6 agosto 2018; sobre el de Uruguay Agroquímicos
como aspirinas: maniobrando contra la agroecología, por E. Gudynas,
Montevideo Portal, 15 julio 2018.



(2) El glifosato es seguro, por José M. Mulet, Clarín Rural, Buenos Aires,
23 mayo 2018. El autor es profesor en la Universidad de Valencia, y según
los registros públicos patenta productos con la corporación BASF
(disponibles en https://patents.justia.com/inventor/jose-miguel-mulet-salort
<https://patents.justia.com/inventor/jose-miguel-mulet-salort>



(3) El XXVI Congreso de Aapresid. La Nación, Buenos Aires, 18 agosto.



(4) Aclaro que no tengo nada en contra de usar imágenes, metáforas e incluso
slogans, y de hecho las aprovecho para denunciar problemas ambientales. Pero
ese recurso debe servir para brindar nueva información y no para ocultarla,
debe desentrañar complejidades y no simplificar, y debe alentar a un
pensamiento crítico propio y no a una aceptación pasiva.



(5) Tan sólo como ejemplo ver Teratogenic effects of glyphosate-based
herbicides: divergence of regulatory decisions from scientific evidence, por
M. Antonious y colaboradores, Environmental Analytical Toxicology S4, 2012.



(6) Concerns over use of glyphosate-based herbicides and risks associated
with exposures: a consensus statement, por J.P. Myers y colaboradores,
Environmental Heatl, 15, 2016.



(7) Estas y otras acciones de Monsanto sobre académicos, sus instituciones y
sus revistas, se ilustran en los Monsanto Papers; una selección en
castellano disponible en el sitio web http://monsantopapers.lavaca.org/

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