Palestina/ Israel y Palestina en 2018: descolonización, no paz [Ilan Pappe]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Mayo 16 23:51:51 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

17 de mayo 2018

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Palestina



Israel y Palestina en 2018



Descolonización, no paz



Ilan Pappe *



Al Jazeera, 14-5-2018

https://www.aljazeera.com/ <https://www.aljazeera.com/%0d>

Traducción de Loles Oliván Hijós – Rebelión

http://www.rebelion.org/



Setenta años después de la creación del Estado de Israel ya no podemos
hablar de conflicto israelí-palestino.



Los fundadores del Estado de Israel fueron principalmente personas que se
establecieron en Palestina en el comienzo del siglo XX. Vinieron sobretodo
de Europa del Este inspirados por ideologías nacionalistas románticas en
auge en sus países de origen, decepcionados por su incapacidad para
asimilarse a estos nuevos movimientos nacionalistas y entusiasmados por las
perspectivas del colonialismo moderno.



Algunos eran antiguos miembros de movimientos socialistas que esperaban
fusionar su nacionalismo romántico con experimentos socialistas en las
nuevas colonias. Palestina no siempre fue su única opción pero se convirtió
en la preferida cuando se hizo patente que encajaba bien con las estrategias
del Imperio británico y la visión del mundo de los poderosos cristianos
sionistas a ambos lados del Atlántico.



Desde la Declaración Balfour de 1917 y durante todo el período del Mandato
británico de 1918-1948, los sionistas europeos comenzaron a construir la
infraestructura para un futuro Estado con la ayuda del Imperio británico.
Ahora sabemos que esos fundadores del Estado judío moderno eran conscientes
de la presencia de una población nativa con aspiraciones propias y con su
propia visión de futuro para su patria.



La solución a este “problema” –en lo que se refiere a los fundadores del
sionismo– fue des-arabizar Palestina para facilitar la vía hacia el
surgimiento del Estado judío moderno. Fueran socialistas, nacionalistas,
religiosos o laicos, los dirigentes sionistas planearon el desalojo
poblacional de Palestina desde la década de 1930.



Al final del Mandato británico los líderes sionistas tenían claro que lo que
ellos imaginaban como un Estado democrático solo podría existir sobre la
base de una presencia judía absoluta en su territorio.



Setenta años de limpieza étnica sostenida



Aunque oficialmente aceptaron la partición endorsada por la resolución 181
de 29 de noviembre de 1947 (sabiendo que sería rechazada por los palestinos
y por el mundo árabe), la consideraron como un desastre porque preveía para
el Estado judío casi la misma cantidad de palestinos que de judíos. Que esa
resolución únicamente otorgara el 54% de Palestina al Estado judío lo
consideraron igualmente insatisfactorio.



La respuesta sionista a ese reto fue embarcarse en una operación de limpieza
étnica que expulsó a la mitad de la población de Palestina y demolió la
mitad de sus pueblos y la mayoría de sus ciudades. La respuesta panárabe,
insuficiente y tardía, no pudo evitar que el sionismo se apoderase del 78%
de los territorios palestinos.



Sin embargo, estos “logros” no resolvieron el “problema de Palestina” para
el recién fundado Estado de Israel. Al principio pareció manejable: la
minoría palestina que quedó en el interior de Israel fue sometida a un
severo gobierno militar y al mundo ni le preocupó ni cuestionó el alarde
israelí de ser la única democracia de Oriente Próximo. Además, la
Organización para la Liberación de Palestina (OLP) se fundó en 1964 y
tardaría en influir en la realidad sobre el terreno.



Entonces pareció que líderes del mundo árabe como Gamal Abdel Nasser irían
al rescate de Palestina. Ese momento histórico de esperanza, sin embargo,
fue breve. La derrota del ejército egipcio en la guerra de junio de 1967 y
su éxito parcial en la guerra de octubre de 1973 disminuyeron el compromiso
oficial egipcio con Palestina. Desde entonces ningún régimen árabe se ha
interesado de verdad por el destino de Palestina a pesar de que las
sociedades árabes lo han hecho suyo plenamente.



La guerra de junio de 1967 permitió a Israel hacerse con la totalidad de la
Palestina del mandato pero eso solo profundizó el problema de colonización
al que ya estaba haciendo frente: más territorio suponía más población
nativa.



La guerra también transformó el núcleo de la dirección del Estado judío: el
pragmático Partido Laborista fue reemplazado por los revisionistas de
derechas y por los nacionalistas, menos preocupados por la imagen exterior
de Israel. En cambio, estaban decididos a quedarse con los territorios
ocupados como parte del Estado de Israel manteniendo la limpieza étnica de
1948 por otros medios: transfiriendo a la población local, enclaustrándola y
despojándola de todo derecho civil y humano elemental y, al mismo tiempo,
institucionalizando un nuevo marco legal para la minoría palestina del
interior de Israel que perpetuase su estatuto como ciudadanos de segunda
categoría.



La resistencia palestina en forma de dos intifadas y las protestas civiles
dentro de Israel no han impedido que el Estado judío haya establecido a
principios de este siglo un Estado judío de apartheid en toda la Palestina
histórica. La resistencia palestina, ignorada por los países árabes y por el
resto del mundo, han provocado acciones bárbaras y extremas de Israel que
han menoscabado su condición moral ante el mundo.



Sin embargo, la “guerra contra el terrorismo” tras los ataques del 11-S, los
amargos frutos de la invasión anglo-estadounidense de Iraq, y la Primavera
Árabe permitieron a Israel mantener sus alianzas estratégicas con las élites
políticas y económicas de Occidente y más allá (con China e India, e incluso
Arabia Saudí).



Hasta ahora la ambigua situación internacional no ha debilitado la realidad
económica de Israel. Se trata de un país con un alto desarrollo tecnológico
y de economía neoliberal que ha afrontado bien la crisis de 2008 pero que
cuenta con una de las mayores brechas en desigualdad y polarización entre
los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico. Esta volátil realidad socioeconómica provocó en 2011 un
movimiento de protesta popular, aunque resultó bastante ineficaz. Sin
embargo, siguen latentes las condiciones para otra gran oleada de protestas
que podría desencadenarse de producirse otro levantamiento palestino o una
guerra como consecuencia de la imprudencia de la política del presidente de
Estados Unidos, Donald Trump y del primer ministro israelí Benjamin
Netanyahu. Ambos están haciendo todo lo posible para arrastrar a Israel a
una guerra con Irán y Hezbolá.



De la descolonización a la paz



Setenta años después de su creación, Israel es un Estado racista y de
apartheid cuya opresión estructural de los palestinos sigue siendo el
principal obstáculo para la paz y la reconciliación.



Es mucho lo que ha conseguido fusionando comunidades judías de todo el mundo
en una nueva cultura hebrea y creando el ejército más fuerte de la región.
Sin embargo, todos estos logros no han legitimado al Estado ante todo el
mundo.



Paradójicamente, solo los palestinos podrían otorgarle plena legitimidad o
aceptar como legítima la presencia de millones de colonos judíos mediante la
solución de un solo Estado.



El proceso de paz reproducido y orquestado por Estados Unidos desde 1967
ignoró por completo la cuestión de la legitimidad israelí y la perspectiva
palestina del conflicto. Esta indiferencia junto con las iniciativas
diplomáticas que no cuestionaron la ideología sionista que conforma las
actitudes de la mayoría de los judíos israelíes son las principales razones
de su fracaso.



En 2018 ya no se puede hablar de conflicto árabe-israelí. Los regímenes
árabes están dispuestos a establecer relaciones estratégicas con Israel a
pesar de la objeción de su ciudadanía y, aunque todavía existe el riesgo de
una guerra israelí con Irán, por el momento no parece que vaya a involucrar
a ningún Estado árabe.



Desde nuestro punto de vista parece igualmente inútil seguir hablando de
conflicto israelo-palestino. La terminología correcta para describir el
estado actual de las cosas es la continuación de la colonización israelí de
la Palestina histórica, o como lo llaman los palestinos “al Nakba al
Mustamera” (la Nakba en desarrollo).



Por lo tanto, 70 años después hay que recurrir a un término que puede
parecer obsoleto para describir lo que realmente puede traer paz y
reconciliación a Israel y Palestina: descolonización. Cómo ocurra
exactamente aún está por ver. Requeriría en primer lugar una posición
palestina más precisa y unida sobre el desenlace político o la actualización
del proyecto de liberación.



Tal proyecto contará con el apoyo de israelíes progresistas y de la
comunidad internacional, que también tendrán que hacer su parte. Deben
trabajar para la creación de una democracia para todos desde el río hasta el
mar basada en la restitución de los derechos denegados a los palestinos en
los últimos 70 años, el principal de los cuales es el derecho al retorno de
los refugiados.



Este no es un plan a corto plazo y requeriría una presión sostenida sobre la
sociedad israelí para que renuncie a sus privilegios y se enfrente a la
verdad de que esta es la única forma de llevar la paz y la reconciliación a
un país desgarrado desde dentro.



* Ilan Pappe, historiador israelí, Director del Centro Europeo de Estudios
de Palestina en la Universidad de Exeter.

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