América Latina/Debates/ "Cualquier proyecto alternativo debe reducir el poder del capital" [Beatriz Stolowicz - entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Mayo 18 18:19:05 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

18 de mayo 2018

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América Latina/Debates



Con la investigadora Beatriz Stolowicz *



Desenmascarar las estrategias del capital



De visita en Montevideo, presentó los resultados de sus últimas
investigaciones plasmadas en su último libro, “El misterio del
posneoliberalismo”. El segundo tomo, “La estrategia para América Latina”,
recientemente publicado en Colombia, narra el accionar del capital y de los
sectores dominantes en esta región, haciendo una detallada descripción del
despliegue y el funcionamiento de redes intelectuales y políticas que han
apuntado a una reestructuración y un avance del capitalismo desde los
setenta. Sobre estos puntos y cómo han influenciado a los gobiernos
progresistas nos adentramos en un mano a mano con Beatriz Stolowicz.



Gabriel Delacoste



Brecha, 18-5-2018

https://brecha.com.uy/



—¿Cuál es la estrategia para América Latina de los sectores dominantes?



—Lo primero es que la reestructuración capitalista fue concebida desde el
principio en fases. Con una fase de demolición, que es lo que en general la
gente ve como neoliberalismo, y luego fases de estabilización como parte de
la misma estrategia. Esto está diseñado desde antes del golpe de Estado en
Chile. “El ladrillo” fue el programa económico-social de la dictadura de
Pinochet que se venía trabajando desde los sesenta, en el que plantean una
primera etapa que yo (no ellos) llamo de demolición de los derechos
conquistados y, sobre todo, del modelo desarrollista viejo. Pero ya conciben
ahí una fase posterior de estabilización, y ya la conciben para un gobierno
de coalición. Entonces, cuando uno mira en la larga duración, la
Concertación chilena sería justamente el resultado de eso. Es bastante
significativo además que lo hagan público en 1992 y señalen que los
objetivos se han cumplido en lo general. Uno ve que en Chile sí se
cumplieron, porque fue un período muy largo de demolición, de
reconfiguración de la sociedad en la dictadura y que, después, con la
Concertación, legitimaron el modelo con espacios de representación política
y legalización de algunas actividades. En los otros países, por ejemplo
Brasil, México, Colombia, la reestructuración se hace en varios momentos,
usando la crisis como oportunidad para la demolición de algunas cosas,
presentándola como inevitable ante la crisis. Esto hace más complejo el
análisis de América Latina porque conviven los discursos de demolición y
estabilización. Uno de los exponentes más graves de esto es el brasileño
Fernando Henrique Cardoso, a quien llaman “el neoliberal”, “el
privatizador”, pero al mismo tiempo va construyendo críticas sociales,
reconfiguración social, amplitud de espacios políticos, entonces es difícil
identificarlo en uno u otro discurso. El otro caso es México: Carlos Salinas
de Gortari, que también mientras estaba privatizando generaba una nueva base
social organizada. Los de la estabilización son sectores más lúcidos de la
derecha que no tienen pruritos para utilizar ciertos mecanismos y cierto
lenguaje que eran propios de la izquierda. Entonces, en la primera mitad de
los noventa la vía es la centralidad del nuevo régimen político,
representativo, lo que da gobernabilidad para avanzar. En la segunda mitad
de esa década, cuando ya hay desencanto con la democracia, la
reconfiguración social es el eje, entonces es cuando se expanden las
políticas sociales, unas más focalizadas, otras más universalistas, pero
siempre con la lógica de que el Estado es el que financia y los privados
proveen. Con lo cual también vamos transfiriendo riqueza social al capital.
Venían muy entusiasmados ellos con la inversión extranjera, pero en 2001
vuelve la recesión. Es en el contexto de las crisis financieras –tanto en
1995, que empieza en México y afecta a Brasil y Argentina, como la asiática
de 1997, que es quizás más determinante– cuando se plantean nuevas fases de
la reconfiguración: proteger al sistema financiero de sí mismo, promover el
rescate del capital dinerario excedente incorporándolo a los circuitos de
acumulación, y esto lo presentan como un nuevo desarrollo productivista,
distributivista. Este ya es un nuevo momento, pero todo esto se acelera con
la crisis de 2007 y entonces los instrumentos cambian y cambia sobre todo el
argumento, que es la inclusión social. Hoy día para mí las tres líneas
fundamentales de la estrategia de los sectores dominantes son la inclusión
financiera, los llamados negocios inclusivos (que en el mundo agrario se
conocen también como “agricultura por contrato”, pero también abarcan a los
sectores urbanos como recolectores, recicladores, que se conectan así con
las grandes empresas), y las asociaciones público-privadas.



—Esta estrategia política del capital va siendo elaborada por redes de
intelectuales y políticos latinoamericanos. ¿Cómo funcionan estas redes?



—En el año 82 se crea el Diálogo Interamericano, que es el espacio donde se
empiezan a discutir las transiciones políticas, con el paquete económico.
Sus fundadores son el ex presidente de Estados Unidos James Carter, Fernando
Henrique Cardoso, Julio María Sanguinetti, Enrique Iglesias, y por ahí
aparece tempranamente Pedro Kuczynski. El Diálogo reúne a las grandes
empresas de Estados Unidos, las trasnacionales, los grandes empresarios de
América Latina, los operadores políticos de las transiciones, y una
intelectualidad, digamos, liberal-democrática que se sentía muy atraída por
el discurso sobre los derechos humanos de Carter, que es lo que legitima su
acción sobre América Latina (además esa política de derechos humanos ha sido
muy criticada, no ha sido tan completa y pura como se la presentaba). Antes
de cada elección en Estados Unidos, el Diálogo Interamericano elabora un
documento para quien salga elegido, y le hace recomendaciones de cómo el
gobierno tendría que relacionarse con América Latina para que estos planes
económicos operen sin dificultades. Esto continúa hasta la fecha, y un rasgo
interesante es que siempre van incorporando a dirigentes, personajes de la
izquierda latinoamericana, abriéndoles espacio para que se sientan como
pares. Van integrando a líderes indígenas, sindicatos, organizaciones
feministas; conforme la agenda se va instalando en América Latina, siempre
jalan gente. Estas discusiones son presentadas como un ambiente cuasi
académico de reflexión, pero vemos cómo se van ajustando los acuerdos, las
líneas estratégicas, y por eso cuando se empieza a hablar de un Consenso de
Washington yo insisto en que es un “consenso de América Latina”. Otro
espacio de elaboración muy importante es la Cepal. Con su viraje
neoestructuralista terminan por proponer que si no puedes derrotarlos únete
a ellos, y lo que plantean es cómo insertarse en la globalización, en la
circulación del capital, con un toque sobre el asunto social que tampoco es
tan central en el planteo de la Cepal. El que asume la temática social con
mucha fuerza es el Bid desde que es presidido por Enrique Iglesias, se crea
incluso la división social del Bid en el 96, y otra de las líneas
importantes de su acción es trabajar con los gobiernos locales. Desde el 89
y el 90 la izquierda tiene gobiernos locales, y con estos el Bid va tener un
vínculo muy especial, y muy tardíamente el Banco Mundial lo va a recoger.
Con lo cual se va creando un ámbito de intercambio aparentemente sin
condicionamientos. El Bid ofrece créditos, y se centra (ellos lo plantean
así) en dos líneas: la reforma del Estado y la reforma educativa. Otra
instancia muy importante, a la que luego no se le da mucho realce, es, desde
el 96, el Círculo Montevideo, creado con Sanguinetti como anfitrión en su
segunda presidencia. Es sobre todo un ámbito de intercambio entre operadores
políticos: ahí están el chileno Ricardo Lagos, el colombiano Belisario
Bentancur, el argentino Natalio Botana. Y ellos son los que empiezan a hacer
público el cambio de discurso sobre el agotamiento del neoliberalismo. El
Círculo de Montevideo sigue funcionando, se fue ampliando e incluso creó la
Fundación Círculo Montevideo, que por 2012 estuvo presidida por el
empresario mexicano Carlos Slim. La Comisión Trilateral, formada en 1973
(por David Rockefeller, para intensificar la cooperación entre Estados
Unidos, Japón y Europa) para el manejo de la crisis, sigue trabajando hacia
América Latina, y se le encarga a España el vínculo con América Latina.
Entonces, hay una doble vía desde Estados Unidos con el Diálogo y desde la
Comisión Trilateral sobre todo con los españoles, y después se creará, vía
las cumbres iberoamericanas de presidentes y jefes de Estado, la
Organización de Estados Iberoamericanos. Estos son algunos de los espacios,
hay más.



—Es interesante, porque cuando vas describiendo estos espacios aparecen
figuras como Enrique Iglesias, Felipe González, Fernando Henrique Cardoso,
que suelen ser considerados representantes del centro y no de la derecha.
Incluso la Cepal, que hace muchas críticas al neoliberalismo. ¿Cómo es,
entonces, la articulación, la relación o eventualmente el conflicto entre
este ambiente centrista y el neoliberalismo propiamente dicho?



—Mira, yo también tuve esta imagen de que eran fracciones dominantes con
proyectos distintos en contradicción, y que esto iba a generar conflictos
intradominantes. Pues la gran sorpresa de la investigación es que esto no es
así. Porque asumen que son fases, y por lo tanto no son proyectos
contradictorios. Entonces aquí la discusión, para develar el misterio, es
qué entendemos por neoliberalismo. Si nos quedamos sólo con los ajustes
monetaristas para caracterizarlo, entonces nos perdemos, porque llegan otros
que dicen: “Bueno, ahora vamos a ir hacia políticas no recesivas, de
crecimiento”. Pero no están en contradicción. Es muy impresionante ver cómo
van elaborando, se van poniendo de acuerdo, y van diciendo: “Bueno, a partir
de ahora se procede así, y lo necesario es esto otro”. Porque finalmente la
clave, cuando uno piensa en la reestructuración que se denominó neoliberal,
es ir derribando todos los obstáculos para la restauración del poder
ilimitado del capital, después de los llamados 30 años dorados del
capitalismo, del keynesianismo, y siempre lo concibieron con una gran
flexibilidad táctica. Por ejemplo, desde el comienzo se concibió la función
del Estado como un actor central, nunca un Estado mínimo: en una etapa el
Estado tiene que hacer una cosa, y en otra etapa otra. Por lo tanto ellos no
distinguen entre economía, política y sociedad, y articulan; cada uno de
estos sectores tiene mayor influencia en un ámbito o en otro. Hay matices,
sí. Pero los matices en general son tácticos, nunca discrepan en los
objetivos.



—¿Y cómo es que los gobiernos de izquierda, los progresismos, son
influenciados por esta estrategia? ¿Cómo se da esta relación entre la
estrategia de los sectores dominantes y las izquierdas?



—Esto se va elaborando en la segunda mitad de los noventa. Hacen reuniones
con la izquierda latinoamericana para discutir lo que ellos llamaron “la
alternativa progresista”. El énfasis está en un cuestionamiento a las formas
neoliberales de manejo del mercado, porque lo consideran elitista y
excluyente. Entonces introducen allí con mucha fuerza la idea de la
inclusión (al mercado) como el eje de la alternativa progresista. Y entonces
la lógica distributivista ya no es la clásica de la socialdemocracia, sino
la que les da activos a los pobres para valerse por sí mismos y salir
adelante en el mercado, y a esto se le llama una nueva economía de
emprendedores, innovadores. Entonces comienzan las reuniones. Se hacen
varias en México, luego está la más conocida, que es la de noviembre de 1997
en Buenos Aires, cuyo documento fue bautizado por la prensa como el
“Consenso de Buenos Aires”. La idea entonces era la siguiente: que pese a
que entre los operadores de los partidos tradicionales había gente que
criticaba al neoliberalismo, reducido a especulación financiera, a supuesta
desregulación, la gente veía a estos operadores políticos y los calificaba
como neoliberales. No eran creíbles. Entonces se plantean crear un sujeto
político posneoliberal creíble, y que su expresión política fuera el
progresismo, y ahí se plantean entonces una segunda etapa de corrimiento de
la izquierda al centro. La primera es cuando se incorporan a los regímenes
de democracias gobernables, y se les ponen condiciones: si ustedes quieren
ser pares, tienen que evitar la conflictividad social, el mercado es el que
decide las políticas económicas, no el parlamento, y bajo ese chantaje sale
la primera fase. La de la segunda mitad de los noventa es la segunda fase,
con la oferta de que quienes apoyaran este programa recibirían apoyo de los
organismos internacionales, los cuales no serían obstaculizados. Entonces,
claro, en las primeras apuestas que ellos se planteaban tenía que parecer
que no eran políticos tradicionales, como el caso de Vicente Fox en México,
Ricardo Lagos es promovido en Chile, levantando la imagen de su pertenencia
al Partido Socialista. Y otros más: Facundo Guardado en El Salvador, Chacho
Álvarez en Argentina. Fox y Lagos ganan elecciones, y claro, como llevan
adelante esas políticas, vuelven a ser vistos por la población como
neoliberales. Entonces el desgaste del sujeto que ellos pretendían construir
como el sujeto alternativo es ya visible en los dos mil, es muy rápido el
agotamiento. Es ahí cuando ciertos sectores… A ver, no es que promuevan los
triunfos de la izquierda, esto sería faltar a la historia y además una
canallada, porque costó mucho ganar elecciones, pero no se oponen. Incluso
apuestan a que estos nuevos gobiernos que vienen de los partidos históricos
de la izquierda puedan devolverle el glamour a la política, que estaba de
capa caída, muy desprestigiada con el “que se vayan todos” y todo eso.
Entonces ahí uno ve un cierto repliegue de estos sectores del escenario
político. Pero están actuando, ofreciendo todas las facilidades del mundo
financiero para llevar a cabo este programa. Ellos (se ve en los documentos
del Diálogo Interamericano) no le dieron mucha importancia al triunfo de
Hugo Chávez, incluso pensaban que, como outsider del sistema de partidos
tradicionales en Venezuela, podría rescatar ese sistema. Realmente empiezan
a preocuparse a partir de 2002 cuando se derrota el golpe de Estado, porque
es entonces que empieza la radicalización de las medidas, por ejemplo en
relación con la expropiación de la tierra, y la nacionalización del petróleo
se lleva del papel a la ejecución más plena. Su apuesta era levantar desde
Brasil un modelo alternativo, distinto al que estaba surgiendo en Venezuela.
Si en la década del 90 toda la idea del posneoliberalismo y el progresismo
estuvo radicada en Chile, desde 2003 está en Brasil.



—¿Y cómo analiza las experiencias que surgen de esta relación entre la
izquierda y la estrategia de los sectores dominantes? ¿Qué reflexiones le
provoca la actual decadencia del progresismo?



—Esta estrategia no influye de la misma manera ni con los mismos tiempos en
todos los países. Y cuando más influye, más empuja esas experiencias a la
lógica del programa progresista. Por ejemplo, en Venezuela todas estas
políticas no se ejecutaron. Recién ahora empezamos a ver asociaciones
público-privadas en el Arco del Orinoco, cosas que son fruto de la
negociación con la derecha para tratar de salvar un poco la estabilidad del
sistema político y sacarla de esta agresión física, criminal, que la derecha
estaba ejecutando. En Bolivia se empezaron a aplicar algunas a partir de
2010. Yo diría que donde se están aplicando más es, desde luego, en Chile,
con la Concertación y con la Nueva Mayoría, y en Brasil y en Uruguay. La
lógica central de lo estrictamente progresista, del carácter distributivo de
ese programa, hace énfasis en el acceso a activos, créditos, titularización
de tierras y propiedades inmobiliarias, más la inclusión financiera, para
que cada quien salga adelante por sí mismo. Pero al mismo tiempo en Brasil y
Uruguay, por ejemplo, hubo una ampliación de derechos, entonces son
experiencias híbridas. Así que la pregunta sería más bien ¿desde dónde
caracterizaría estas transformaciones? Bueno, yo considero que son
propiamente modernizaciones capitalistas, en las cuales se expresan dos
concepciones. Por un lado, una vieja concepción latinoamericana que tuvo
como exponente a Gino Germani, un sociólogo italiano que proponía la
modernización capitalista con expansión de derechos colectivos. Él hablaba
del derecho al trabajo y la obligación de trabajar, el derecho a la
educación y la obligación de estudiar; concebía que esto llevaba la sociedad
tradicional a la sociedad moderna. Correspondía, digamos, a la lógica de
modernización de aquel capitalismo de los años dorados, más signado por la
socialdemocracia clásica. Pero también había otra concepción de
modernización, que es la del economista estadou-nidense Walt Whitman Rostow,
en la que el punto de llegada de la modernización capitalista es el consumo
de masas, que tiene la industrialización como precondición. Entonces lo que
vemos en América Latina es un aumento del consumo, vía crédito, pero que
invierte las etapas, porque la industrialización en vez de avanzar retrocede
y el consumo es sobre la base de la importación y los créditos. De modo que
tenemos cruces de estas dos concepciones de la modernización que las hace
híbridas y que no permite simplificar. Aclarado esto, que no es secundario,
hay que remitirlo a la capacidad de organización sindical, estudiantil, que
si bien se inserta en la modernización, lo hace pensando en los derechos, en
el presupuesto público. Yo creo que lo que hoy está apareciendo, en esta
conflictividad que estamos viendo, en estas tensiones políticas, es una
disputa de distintos sectores por el predominio de una forma de
modernización, pero no hay un rechazo a la modernización capitalista. Y
entonces ello ha hecho avanzar, me arriesgo a decirlo, una nueva hegemonía
burguesa en América Latina. En algunos sectores sociales esto ha llevado a
posturas más conservadoras, más individualistas, pero persiste la lucha
colectiva por derechos. Lo que no veo son cuestionamientos de fondo a las
líneas de modernización. En los países donde fue más tardía hay hasta cierto
entusiasmo. Donde más se debilitaron las organizaciones colectivas (es el
caso de Brasil, exceptuando el Movimiento de Trabajadores sin Tierra, Mst)
hay una gran debilidad para enfrentar a la ofensiva de la derecha. ¿Dónde se
han mantenido más firmes? En Uruguay o Bolivia, donde hay más posibilidades
de encontrar caminos alternativos dentro de este proceso, y ahí yo no tengo
un fatalismo absoluto de que la derecha pueda ocupar los espacios del
aparato estatal.



—¿Cómo visualiza esa derecha?



—También en esta coyuntura hay una lógica de demolición-estabilización por
parte de la derecha. Unos, los que aparecen representando lo que acá se
decía “la motosierra”, serían los del discurso de la demolición. Otros son
los que aparecen diciendo “vamos a conservar lo que se avanzó pero…”. Y
estos segundos me parece que son los que hoy pretenden presentarse como el
centro en el espectro político, en un juego bastante siniestro de policía
malo y policía bueno. Y con el riesgo de que estos, que dicen: “Bueno, las
cosas hay que hacerlas más gradualmente y no en política de shock, hay que
conservar algunas cosas”, se presenten como los posibles aliados políticos
para enfrentar a aquella derecha demoledora. Y si uno estudia a los actores
políticos concretos de la segunda mitad de los noventa para acá, lo que
observamos es que hoy los que aparecen como demoledores antes fueron
estabilizadores, y a la inversa.



—¿Puede poner algún ejemplo?



—Brasil. El Partido del Movimiento Democrático Brasileño (Pmdb) aparece como
una fuerza de centro que facilita la discusión de la Constitución del 88,
que articula y abre paso para que incluso llegue gente del PT y participen
algunos sectores sociales en la constituyente, y le den un toque garantista,
social. No obstante, en otras partes de la Constitución del 88 el modelo de
reestructuración capitalista estaba claro. Cuando viene Fernando Collor de
Mello y cuando está Fernando Henrique Cardoso en el gobierno, el Pmdb
aparece como el gradualista, el estabilizador, y eso facilita la alianza con
el PT, que llega a ganar las elecciones en octubre de 2002 con una sólida
alianza con el Pmdb. Ese papel se invirtió. En la elección de 2002 ¿quién
era el neoliberal? Fernando Henrique Cardoso. Más adelante, el Partido de la
Social Democracia Brasileña (Psdb) de Cardoso votó la destitución de Dilma
Rousseff, pero luego cuando Temer empieza con el ajuste fiscal el Psdb dice:
“No, no, pero no se puede hacer así, de shock, hay que hacerlo más
gradualmente”. Y hoy en día ellos están intentando articular una candidatura
de centro, presentan a Jair Bolsonaro como la extrema derecha, han
presentado a Lula como el extremo izquierdo, y están tratando de articular
una candidatura de centro: suena Marina Silva como una opción, o José Maria
Alkmin. Bueno, ahí tienes un ejemplo. Si uno está solamente viendo el día a
día de la última noticia de la política, se pierde, y pierde perspectiva.



—¿Qué tipo de pensamiento debería disputar este proyecto de reestructuración
capitalista?



—Primero hay que reconocer que llevamos un fuerte atraso en la comprensión
de todo esto. Hay que empezar a poner las cosas en negro sobre blanco, de
manera muy didáctica, para que la gente entienda lo que hay detrás. Hablamos
de transferencias de riqueza social, de quienes viven de su trabajo, y eso
hay que ponerlo en números. Mientras eso no se logre, simplemente va a
quedar como una crítica moral, y a la gente eso no le entra. El punto de
partida de cualquier proyecto alternativo es plantearse reducir el poder del
capital. Reducir su poder económico, su poder social, así tendrá menos peso
político. Y desenmascarar sus estrategias reducirá también su poder
ideológico y cultural. ¿Cómo? Yo no tengo fórmulas, cada pueblo tiene que ir
encontrando los caminos para crear espacios alternativos de producción. Esta
es una época en la que todo el mundo debería ser anticapitalista, casi por
supervivencia, porque el capitalismo hoy se está llevando entre las patas a
la humanidad, al planeta.



* Beatriz Stolowicz es profesora-investigadora mexicana de origen uruguayo.
Forma parte del Departamento de Política y Cultura (Área Problemas de
América Latina) de la Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Xochimilco,
México. Entre sus publicaciones se encuentran Gobiernos de izquierda en
América Latina. El desafío del cambio (como coordinadora; México, Plaza y
Valdés, 1999), Gobiernos de izquierda en América Latina. Un balance político
(como coordinadora; Bogotá, Ediciones Aurora, 2007), A contracorriente de la
hegemonía conservadora (Bogotá, Espacio Crítico Ediciones, 2012. Y México,
Espacio Crítico Ediciones-Uam-Unidad Xochimilco, Ítaca, 2012) y El misterio
del posneoliberalismo, en dos volúmenes (Bogotá, Ilsa-Espacio Crítico
Ediciones, 2016); tomo II: La estrategia para América Latina.

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