Venezuela/ La rebelión de las bases del chavismo [Tomás Straka]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Mayo 22 15:23:59 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

22 de mayo 2018

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Venezuela



La rebelión de las bases



Tomás Straka *



PRODAVINCI, 21-5-2018

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En un solo aspecto las elecciones del 20 mayo se desarrollaron según lo
previsto por los analistas: Nicolás Maduro ha sido proclamado ganador y
buena parte de la comunidad internacional desconoce la legitimidad de los
comicios. Pero a partir de este punto las cosas parecieron haber tomado por
sorpresa a muchos, comenzando tal vez por el mismo gobierno. La amplitud de
la abstención y el hecho de que por primera vez el abstencionismo parece
traducirse en un propósito claro ha descolocado a todos los actores del
drama. El 21 de mayo nadie está en el lugar en el que estaba el 20, y la
decisión que cada uno tome ante las cifras definirá su destino inmediato y
tal vez el de todo el país.



La abstención ha sido una protesta de dimensiones similares a las de las
firmas contra la Constituyente del 16 de julio de 2017, pero con dos
diferencias: esta vez la protesta vino, en su aspecto más notable, del lado
de quienes apoyan (o al menos se creía que apoyaban) al gobierno; y no
demuestra seguir un liderazgo. Al contrario, ha rematado algunos liderazgos
en declive, como el de Maduro, demostrando cuán hondo es el vacío en este
aspecto. El Frente Amplio es el que más puede parecerse a un ganador en la
jornada, aunque mucho de su triunfo haya sido por carambola.



Como los opositores no tenían razones para votar, lo singular está en que
los chavistas no lo hayan hecho tampoco. Eso demuestra que el nivel de
descontento ya llegó muy adentro entre quienes se consideran chavistas o, en
todo caso, están dentro de las redes del gobierno por empleo, ayudas u otra
razón; y que Maduro carece de liderazgo en las bases de la alianza de
partidos que es el chavismo. No ir a votar podría leerse como una especie de
rebelión de las bases contra la dirigencia chavista; la respuesta a las
dádivas —bonos, compra de votos, cajas CLAP— y a las amenazas, reales o
supuestas, de expulsión del empleo o pérdida de beneficios que en este
contexto pueden ser, literalmente, de vida o muerte para una familia.



No siempre la abstención tiene perfiles tan definidos ni se traduce en
consecuencias tan contundentes. Desde que comenzó a aparecer como fenómeno
en la década de 1980, ha sido objeto de diversas interpretaciones. Hoy
sabemos que aquello era el síntoma de un desencanto más amplio por la
política, que creció hasta llevar al “anti-político” Hugo Chávez a la
presidencia en 1998. Pero a partir de entonces el acto de abstenerse no
estuvo enhebrado con alguna estrategia que le diera un real sentido, más
allá de que sus consecuencias, no deliberadas, podrían haber sido
importantes en los resultados electorales. Sólo en dos ocasiones se llamó a
la abstención como una táctica clara: en las elecciones parlamentarias de
2005 y en las regionales de 2017. En ambas con resultados desastrosos para
la oposición. El chavismo jugando en solitario se alzó con victorias
resonantes, incluso en 2017 cuando ya estaba claro que había dejado de ser
una mayoría nacional y el gobierno de Maduro ya había perdido el prestigio
internacional que siempre acompañó a Chávez. Por eso, el llamado a
abstención del Frente Amplio como mínimo generaba dudas entre muchos
opositores. ¿Por qué insistir en una táctica que había fracasado? ¿Por qué
creer en un grupo en el que están los muy desprestigiados partidos de la
MUD, a quienes se les acusa de la cadena de reveses vivida por la oposición
desde octubre de 2016? ¿No ocurriría como en las otras ocasiones y
simplemente Maduro se alzaría con la victoria ante el forfait de la
oposición?



La respuesta provenía del hecho de que países claves de la comunidad
internacional —Estados Unidos, Europa, Latinoamérica— habían señalado que no
considerarían legítimas unas elecciones convocadas en las condiciones que
imperan en Venezuela. Esta postura es un triunfo de la oposición; de hecho,
el único real que había tenido desde hace más de un año. Pero esperar a que
la presión internacional surta efecto es demasiado para los niveles de
angustia de los venezolanos. De allí un dilema que acompañó a muchos
opositores: si votaban, avalaban implícitamente al sistema electoral, lo que
era un mentís a lo denunciado por la comunidad internacional; y si no lo
hacían, les dejaban el campo libre a Maduro.



Así fue cobrando forma la opción de Henri Falcón. Se pensó que tal vez
podría convertirse en un sustituto de la MUD, al menos sería alguien con
quien dialogaría el gobierno y que, con suerte, podría significar alguna
forma de cambio. Falcón se perfilaba como una especie de mal menor, bien
porque fuera convocado a alguna forma de gobierno de unidad nacional por un
Maduro debilitado, bien porque una votación masiva a su favor pudiera
generar un quiebre en el gobierno; o, quién sabe, porque lograra ganar (¡y
además ser reconocido ganador!) por algún prodigio del destino. El hecho de
que VTV cubriera su campaña e incluso transmitiera sus cuñas abonaba estas
ideas; así como las insinuaciones de Maduro, Rodríguez Zapatero e incluso
miembros del equipo de Falcón, de la posibilidad de un gobierno de unidad
después del 20. A su vez, el ascenso sistemático de uno o dos puntos por
semana de Javier Bertucci, pasándolo de no ser nadie a que todos lo
conocieran, terminaba de redondear la posibilidad de un nuevo mapa.



Las encuestas parecían indicar que algo más de un 50% votaría, por lo que el
escenario de un Maduro triunfador por la maquinaria y acaso por trampa,
junto a dos opositores pro-sistema, empezó a convencer a algunos analistas.
Pero eso no ocurrió. No se vieron colas en ninguna parte. Falcón demostró no
tener la fuerza suficiente para sustituir a la MUD y su desconocimiento de
las elecciones parece matar la posibilidad de que integre alguna unidad con
Maduro (aunque no sabemos qué decidirá en las siguientes horas si este
insiste en el llamado hecho por Maduro de dialogar con los dos candidatos).
Maduro tampoco puede decir que fue avalado por los votos. Es evidente que si
muchos opositores tuvieron un dilema ante Falcón y otros simplemente habían
decidido firmemente no votar, algo parecido estaba pasando entre los
sectores que gravitan en torno al chavismo. Que el carnet de la patria tenga
13 millones de personas registradas y que el CNE le haya atribuido cerca de
seis millones de votos, dice bastante de la capacidad de movilización de
este y en general de todos los sistemas de ayudas gubernamentales. Esas
largas filas de personas sacando el carnet de la patria y participando en
esa especie de forcejeo entre el PSUV y Somos Venezuela para ver quién
inscribe más militantes, dice más de las carencias de los que allí vemos
bajo el sol, que de una auténtica militancia.



Ni Falcón pudo convertirse en el jefe de la oposición, ni Maduro parece
serlo del chavismo. Es difícil saber, con la información disponible, por qué
creó un movimiento propio ad hoc, Somos Venezuela, pero algo debe decir de
cómo están las cosas dentro de su bloque. Al cabo, ya está el precedente del
mismísimo Henri Falcón. Antes de romper con el chavismo creó su propio grupo
regional, Revolución Eficiente (RE). Involucrar a Somos Venezuela con la red
del carnet de la patria pone directamente en manos de Maduro la red de
distribución de ayudas, lo que potencialmente debilita al PSUV y acaso le
haya pasado alguna factura. Por su parte, el Frente Amplio, que llamó a la
abstención, es el que tiene más razones para sonreír: la misma está, según
los cálculos, cerca del 52% y era el dato que faltaba para que la comunidad
internacional considerase a Maduro un presidente ilegítimo. Pero como vemos,
lo que hizo la diferencia en la abstención no fueron los opositores que se
quedaron en sus casas, sino los chavistas que probablemente no tengan ni
idea de qué es este Frente, o teniéndola les importe muy poco. Otro que
tiene razones para sonreír es Javier Bertucci, que de ser casi un
desconocido creció en pocas semanas a más del 10% de los votos. Ya ha
reconocido los resultados de las elecciones, por lo que es probable se
dedique a hacer crecer su movimiento cohabitando de alguna forma con el
gobierno y seguramente aceptando el llamado a diálogo de Maduro, si el
presidente insiste en hacerlo.



Gente asustada porque ha oído que el carnet de la patria registraría su voto
y así podría perder el CLAP o la pensión, que a lo mejor teme que la llegada
de un opositor al gobierno signifique que la desalojen de su apartamento de
la Misión Vivienda o la boten del ministerio (basta revisar lo que dicen
algunos en las redes para hacer verosímil ese temor), gente, como vemos, con
razones contundentes para votar, dijo basta. O le perdió el miedo a Maduro,
porque no le cree nada, ni las amenazas reales o atribuidas; o ya está tan
harta que no le importa lo que pase. O incluso actuó dentro de las
rivalidades que probablemente hay en el chavismo, con un partido fundado por
Chávez y otro por Maduro.



Por todo esto el de Maduro parece ser un triunfo pírrico, para recordar una
palabra que hizo famosa el “comandante eterno”. Lo deja además de ilegítimo,
con una contundente demostración de falta de liderazgo dentro del bloque
gubernamental. Tiene poder real y algún margen de acción, pero ante las
tormentas que se avizoran por el estado de la economía, el recrudecimiento
de las sanciones después de estos comicios y la venganza que la
Conoco-Phillips espera cobrar más temprano que tarde, muchos de los que
tienen intereses en el gobierno, como China, Putin, y a lo mejor los
militares, se estarán preguntando si es Maduro el hombre para seguir
adelante. Si la rebelión de las bases del chavismo no le produjo una herida
de la que ya no se podrá recuperar.



* Historiador venezolano. Integra el Instituto de Investigaciones
Históricas Hermann González Oropeza de la Universidad Católica Andrés
Bello (Caracas) y dirige la maestría en Historia en esa casa de estudios.

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