Debate/ Analizar la prostitución en el contexto del patriarcado capitalista [Gloria Marín]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Oct 21 12:52:51 UYT 2018


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Correspondencia de Prensa

21 de octubre 2018

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Debate 

 

Analizar la prostitución en el contexto del patriarcado capitalista

 

Gloria Marín *

 

Viento Sur, 19-10-2018 

https://vientosur.info/

 

El registro del sindicato OTRAS (Organización de Trabajadoras Sexuales,
Estado español), ha hecho emerger el debate, siempre latente, sobre la
prostitución, un debate que abarca muchos aspectos.

 

En este artículo intento reflexionar sobre qué significa analizar la
prostitución como una de las instituciones del patriarcado capitalista o
capitalismo patriarcal (con otros ejes de opresión: origen nacional, etnia,
orientación sexual... que no incluiré en el análisis), qué debilidades
encuentro en los discursos abolicionistas y qué mínimos habría que tener en
cuenta para evitarlas.

 

Hay otros aspectos que son imprescindibles, aunque no son el objeto de este
texto: qué papel tiene la prostitución en la opresión patriarcal, tema para
el que recomiendo el plural de viento sur "Prostitución: miradas
feministas", coordinado por Justa Montero y Begoña Zabala en 2006; qué
teorías sobre el sexo son la base de diferentes enfoques de la prostitución,
para lo que recomiendo La construcción sexual de la realidad, de Raquel
Osborne, que trata el debate sobre pornografía en EE UU. Tampoco voy a
entrar aquí en si se debe, ética y políticamente, defender la igualdad y el
feminismo quitando derechos a un sector de mujeres, asunto que traté en
Sindicación de las trabajadoras sexuales, publicado en viento sur. Como el
objeto de este texto no es tratar de si la prostitución debe abolirse, sino
plantear algunas cuestiones que, aun si fueran correctas las ideas centrales
abolicionistas, deberían tenerse en cuenta, puede parecer que doy por bueno
el objetivo abolicionista, aunque no sea así.

 

He elegido esta perspectiva, porque los textos abolicionistas que he leído
las últimas semanas me parece que tratan la prostitución como si no tuviera
lugar en un sistema social determinado. Incluso autoras que afirman situar
la prostitución en el patriarcado capitalista, no aprovechan la potencia de
analizarla de este modo, y por tanto falta el análisis riguroso necesario
para elaborar propuestas políticas acertadas (insisto, incluso para los
objetivos que declaran perseguir). Puede ser existan análisis así y que no
los conozca. En ese caso querría que este artículo sirviera para iniciar un
debate con ellos.

 

Entiendo por prostitución la que se ejerce voluntariamente (con los matices
a la voluntariedad en el capitalismo que hacía en ¿Cómo hemos de
enfrentarnos a las instituciones patriarcales?). La prostitución forzada
necesita una prevención y una intervención específicas y todas estamos de
acuerdo en que hay que acabar con ella, lo que requiere análisis correctos y
políticas y recursos específicos.

 

El capitalismo es uno y lo sufrimos la mayoría de las mujeres

 

En los discursos abolicionistas parece que la prostitución tiene lugar en
una burbuja, de manera que no tiene nada que ver el capitalismo en la
prostitución con el capitalismo en general. Hay conceptos que son
fundamentales en el análisis del capitalismo y que están ausentes en los
textos sobre la prostitución. Otros, cuando se aplican a la prostitución
tienen significados completamente diferentes a los que tienen en cualquier
ámbito y que no son aplicables fuera de ella.

 

Situar la prostitución en el capitalismo no es usar términos como
mercantilización o neoliberalismo. Es hacer un análisis coherente en el que
apliquemos a la prostitución las herramientas conceptuales que se utilizan
para analizar el capitalismo.

 

1. Clase

 

Tener en cuenta que vivimos en una sociedad organizada en clases sociales,
no es condición suficiente para un buen análisis, pero sí es condición
necesaria. Por eso es importante preguntarse a qué clase pertenecen las
mujeres que ejercen la prostitución. Creo que la respuesta no puede ser otra
que a la clase trabajadora. Y pertenecen a esa clase mientras no pasen a
otra, tanto cuando trabajan de camareras o limpiadoras, como cuando lo hacen
en la industria del sexo o cuando están paradas. No van -no vamos- cambiando
de clase con cada cambio de actividad. Ni siquiera dejamos de ser de la
misma clase cuando nos jubilamos y pasamos a ser pensionistas.

 

No podemos darles o negarles el permiso para formar parte de la clase
obrera. Lo son, como lo somos la mayoría de las mujeres.

 

2. Trabajo

 

Para el abolicionismo es central que la prostitución no sea considerada un
trabajo. Tanto como para evitarlo por cualquier medio, incluido impedir la
formación de sindicatos. Pero, ¿cómo es el trabajo en el capitalismo para la
mayoría de la gente?

 

· No es algo que hacemos para nuestro desarrollo personal sino para ganarnos
la vida.

 

· No elegimos libremente qué queremos hacer y cómo lo queremos hacer,
dependemos del mercado de trabajo (que ahora está de rebajas).

 

· De lo que los clientes pagan por nuestro trabajo, los empresarios se
quedan una gran parte. De hecho, se da por supuesto que si no tuvieran
beneficios no nos tendrían trabajando para ellos.

 

· Para soportar el trabajo asalariado, muchas veces es necesario drogarse,
con drogas ilegales o con otras legales y prescritas, como muy bien nos han
explicado las Kellys.

 

· Hay trabajo en lo que da beneficios, tanto si es necesario como si es
superfluo o incluso perjudicial. Por eso se siguen produciendo armas o
kilómetros de AVE. Por eso hay trabajos que consisten en llamarnos para que
nos cambiemos de compañía de teléfono. Que algo sea un trabajo no quiere
decir que el resultado sea bueno, ni desde luego que deba existir en la
sociedad que deseamos. Es más, es urgente una transición ecológica, lo que
supone acabar con muchos trabajos que ahora se hacen y crear otros nuevos.

 

· El trabajo asalariado, con una patronal, es una forma de trabajo
característica del capitalismo, pero no la única. Mucha gente que no tiene
patronal, sin duda trabaja, desde arquitectas a personas que recogen
chatarra. Otra trabaja para patrones que no forman una patronal organizada,
como las empleadas de hogar. Más aún, que se considere que una patronal no
deba existir no va cambiar el hecho de que algo sea trabajo.

 

· En un mercado laboral con fuerte segregación horizontal por género, muchos
trabajos feminizados reproducen el imaginario patriarcal, desde maestra o
enfermera a azafata de congresos o limpiadora.

 

· La patronal, casi por definición no es buena. La patronal busca su
beneficio, sea fabricando armas o desahuciando a 700.000 familias. También
casi por definición, los intereses de la patronal y los de las y los
trabajadores son más opuestos que comunes.

 

¿Que todo esto ya lo sabemos de sobra? Cierto, pero prueben a encontrar en
los textos abolicionistas alguna señal de que lo saben sus autoras. Tanto es
así que Irantzu Varela tuvo que recordarlo, diciendo, entre otras cosas:

 

"En el mundo en el que yo quiero vivir, las mujeres no hacen por dinero
cosas que no harían gratis. Pero eso se llama trabajo asalariado."

 

Una buena muestra es el artículo de Rosa Cobo "Por qué la prostitución no es
un trabajo". Trabajo tiene varios significados en las ciencias sociales y
políticas, pero ella parece proponer un significado nuevo según el cual solo
es trabajo aquello que creemos que debe ser trabajo. Todo el artículo se
basa en una confusión entre lo que es trabajo, algo objetivo, y lo que es
socialmente deseable que lo sea. Precisamente pone dos ejemplos que muestran
esta confusión: el trabajo infantil y el trabajo esclavo. Los dos son
trabajo, evidentemente. De hecho les estamos llamando trabajo infantil y
trabajo esclavo. Esos son ejemplos de trabajo que no debería existir. Por
cierto, ni siquiera son buenos ejemplos para argumentar que la vía no es la
sindicación. En los dos casos, la autoorganización, de ser posible, daría
magníficos resultados.

 

Este concepto de trabajo no se sostiene en el mundo real: decir que no es
trabajo lo que no debería serlo, llevaría a privar de derechos laborales a
grandes sectores de trabajadoras y trabajadores, que realizan actividades
con resultados inútiles, insostenibles ecológicamente... o sin contrato, sin
respetar el convenio... Todos esos, ya no serían trabajo. Pero claro, en la
vida real sabemos que no sirve con dar a las palabras el significado que
queramos, la realidad es terca.

 

Según el concepto general de trabajo que utilizamos en la acción política,
el que nos permite organizarnos -el trabajo como una actividad que nos
proporciona ingresos que necesitamos para vivir- la prostitución es un
trabajo (independientemente que lo deba ser o no). Este es el significado
que importa para reconocerlas como trabajadoras, como somos la mayoría.

 

3. Mercado laboral

 

La gente que no tenemos medios de vida por nuestro origen de clase, tenemos
que ir al mercado laboral. Valoramos nuestras opciones y en función de eso y
de nuestras necesidades, tomamos la que nos parece la mejor opción, en la
mayoría de los casos una opción entre mala y muy mala. En cambio, en el
discurso abolicionista, las mujeres que ejercen la prostitución se mueven
por otras razones: están forzadas, alienadas, no tienen capacidad de saber
lo que les conviene...

 

Cuando las mujeres optan por la prostitución o cuando prefieren quedarse en
ella a las alternativas que se les pueden ofrecer -incluso con buenas
políticas, como las de Nueva Zelanda, que son excepcionales, solo un 10%
dejó la prostitución-, en lugar de verlas como seres racionales -una mujer
dice en El Salto que su tarifa horaria es más de dieciocho veces lo que
ganaba sirviendo palomitas en el cine- , se elabora una interpretación ajena
a cualquier ciencia social, no comprobable, y que no se puede aplicar fuera
de la prostitución. Esta supuesta y nunca comprobada diferencia sirve de
justificación para despojarlas de sus derechos políticos, excluyéndolas como
interlocutoras en cualquier asunto que les afecte. El resto somos sujetos
políticos, ellas no.

 

Por el contrario, si miramos como funciona la realidad, seguramente nos
daremos cuenta de si se quiere reducir o acabar con el flujo de mujeres a la
prostitución habría que escuchar a Johanna Brenner, histórica feminista
socialista, que dice en La venta de servicios sexuales:

 

"Es importante, por tanto, que las feministas que se preocupan por las
prostitutas se unan a las mujeres de todo el mundo que luchan por la reforma
agraria, por cambios en las leyes de la familia, por los derechos laborales,
por el fin de la austeridad, por el aumento salarial, para que el valor del
trabajo de cuidados sea reconocido, por acabar con la pobreza."

 

En caso contrario, lo que ocurre es lo que denuncia el Movimiento de Apoyo y
Resistencia de las Trabajadoras Sexuales (SWARM, por sus siglas en inglés):

 

“Sabemos de primera mano que la pobreza es un factor importante por el que
la gente vende sexo. En cualquier caso, no podemos entender por qué
criminalizar la fuente de ingresos de la gente que vende sexo se presenta
como una ’solución’ a la coerción económica de la pobreza. Si los candidatos
son conscientes de que la pobreza le niega sus elecciones a las personas,
nosotras sugerimos que una solución real sería aplacar la pobreza, no
criminalizar lo que a menudo es el último recurso que tiene la gente para
sobrevivir a ella”

 

Para hacer políticas eficaces es necesario conocer la realidad de por qué
las mujeres se dedican a la prostitución. No se puede basar la política en
afirmaciones sin fundamento como que la principal causa de que las mujeres
fluyan a la prostitución es la trata.

 

Por otra parte, no se puede excluir a las trabajadoras sexuales como sujeto
político basándose en afirmaciones sin fundamento empírico como que sus
decisiones responden a motivaciones radicalmente diferentes a las que guían
al resto de trabajadoras y trabajadores. ¿No estará más bien la diferencia
en las circunstancias en que toman decisiones quienes elaboran los discursos
abolicionistas y en las que lo hacen quienes optan por la prostitución? Algo
que no puede ser motivo de inhabilitación política.

 

4. Esclavitud

 

El término esclavitud, a diferencia de trabajo, no tiene muchos significados
literales (aunque lo podemos emplear de forma no literal y decir que nuestro
jefe o nuestros hijos nos tienen esclavizadas). La esclavitud como sistema,
con respaldo legal, se mantuvo en Europa hasta entrado el siglo XIX,
coexistiendo con el trabajo asalariado, que tenía lugar también en
condiciones terribles. Sin embargo la diferencia entre proletario y esclavo
era fácil de detectar: el segundo no era libre para alquilarse en el mercado
de trabajo. Actualmente este sigue siendo un criterio sencillo para
diferenciar la explotación -que padecemos todas las asalariadas- de la
esclavitud, que padecen algunas personas. Por eso no se habló de esclavitud
en las temporeras de la fresa, que padecían unas condiciones terribles, pero
que podían abandonar las fincas, tal como hicieron.

 

En el discurso abolicionista toda la prostitución es esclavitud -por eso no
puede ser trabajo-. Pero aquí esclavitud tiene otro significado: una
trabajadora sexual es esclava, tanto si la tienen coaccionada a no salir de
un prostíbulo como si ella busca donde va a ejercer de manera que gane más y
tenga mejores condiciones.

 

El mensaje que lanza este discurso es terrible: si todas las prostitutas son
esclavas, ¿qué más da que sus amos los proxenetas les retiren el pasaporte o
las amenacen e incluso agredan? En todo caso es un detalle dentro de la
esclavitud. Como que un amo pegue o no a sus esclavos: no cambia lo
fundamental. Lo que constituye la esclavitud en cualquier otro contexto, y
que es fundamental para la vida de las trabajadoras sexuales, pasa a ser
secundario.

 

En la práctica, este discurso hace que los recursos no se centren en ayudar
a las que realmente están coaccionadas, y por tanto no permite políticas
eficaces contra la trata. Un periodista cuenta que ayudó, con muchas
dificultades, a una mujer víctima de trata a salir de esa situación. Tras
ser liberada, a mujer fue deportada a Brasil. Poco después había vuelto y
estaba otra vez en situación de trata: para volver a ejercer la prostitución
en Galicia, que era lo que quería hacer, tuvo que volver a recurrir a una
red de tráfico, y empezar de cero a pagar con trabajo sexual una deuda
infladísima. Para un particular la acción de ayudarla a salir fue correcta y
encomiable. Las personas nos debemos guiar por la ética. Un gobierno, además
de guiarse por la ética, que es imprescindible, tiene que hacer políticas
eficaces. Y para eso debe conocer la realidad.

 

El concepto de esclavitud que se aplica a la prostitución no se sostiene en
el resto del capitalismo. En mi ciudad hay muchos talleres -"clandestinos"
en el lenguaje habitual- en que se fabrican elementos del calzado en la
economía sumergida, sin contrato, en condiciones penosas, jornadas
larguísimas... En algunas ocasiones se han encontrado talleres en que había
personas retenidas a las que se les había retirado la documentación. Se
trató como trabajo esclavo y se tomaron determinadas medidas. A pesar de que
la actividad y las condiciones de trabajo fueran muy similares al resto de
talleres, a nadie se le ocurrió resolver el problema de los talleres
clandestinos con las mismas medidas aplicadas a esos talleres. No se pueden
hacer políticas laborales confundiendo esclavitud y explotación, no
funcionan. Con la esclavitud se puede y se debe acabar en el capitalismo.
Con la explotación, yo desde luego creo que también debemos acabar, pero
acabar con ella es acabar con el capitalismo.

 

En la prestación de servicios sexuales puede haber explotación y esclavitud.
Es imprescindible saber distinguirlas para hacer políticas adecuadas a cada
situación.

 

El patriarcado nos oprime a todas

 

Los discursos abolicionistas no solo presentan la prostitución como si se
diera en una burbuja respecto al capitalismo, también la presentan aislada
del resto del patriarcado, el que nos oprime al resto de mujeres.

 

1. Opresión, desigualdad, violencia

 

Los discursos abolicionistas feministas mencionan a menudo la relación de la
prostitución con el patriarcado, sin embargo no aprovechan en sus análisis
la potencia de esta constatación. Al tratar de la prostitución utilizan
conceptos diferentes o con un significado diferente al que se aplica al
resto del patriarcado. Por ejemplo, no se utilizan los conceptos de
desigualdad, de opresión o cualquiera de las herramientas conceptuales
desarrolladas por las teorías feministas, sino que se utilizan conceptos
específicos. Y un concepto que se aplica tanto al patriarcado en general
como a la prostitución, el de violencia sexual, cambia totalmente su
significado.

 

La prostitución se dice, es siempre violencia sexual, la actividad sexual en
ella es violación pagada. Como ocurre con el concepto de esclavitud, este
concepto de violencia lanza un mensaje terrible: no hay gran diferencia
entre que una mujer pacte un acto sexual y que sea violada: las dos cosas
son violación, solo que una consentida y con dinero por medio. Mucho peor
que la ley y el sistema judicial, que reconocen -¿todavía?- esta diferencia.
Porque, con este concepto de violación, si te estás dejando violar por
dinero, ¿con qué cara vas a ir a denunciar una violación? Así, el "No se
puede reducir todo al consentimiento" en realidad significa: "El
consentimiento de las trabajadoras sexuales no tiene ningún valor".

 

Intentar aplicar fuera del trabajo sexual el criterio de violencia sexual
que se aplica en la prostitución nos llevaría a un atolladero sin salida. No
sería suficiente el sí, habría que examinarlo. Habría que ver si las esposas
tuvieron en cuenta el dinero para casarse o si lo tienen en cuenta para
mantenerse casadas. Porque entonces quizá todo el sexo marital sería
violación. Habría que crear una policía feminista del consentimiento, pero
para todas las víctimas del patriarcado. Y por otra parte, si alguien puede
cuestionar el sí de una mujer, ¿qué ocurre con el no?, ¿no refuerza eso
precisamente a quienes no dan por bueno el no, los agresores y violadores?

 

Las mujeres necesitamos un concepto sólido y coherente de violencia para
oponernos al patriarcado. Un concepto que cambia tanto de significado nos
debilita.

 

2. En el patriarcado, todas las instituciones son patriarcales

 

Todas y todos vivimos en un patriarcado capitalista, de manera que las
instituciones reflejan y a la vez ayudan a perpetuar este sistema. Es casi
imposible que alguna institución, desde la universidad a la publicidad,
desde el sistema judicial a la literatura, esté realmente al margen del
patriarcado. Solo las más privilegiadas pueden, si es que pueden, quedar al
margen del patriarcado en todos los aspectos de su vida. En una sociedad que
atribuye posiciones diferentes a hombres y mujeres tanto en lo público
-mercado de trabajo, política...- como en lo privado -cuidados, trabajo
doméstico...- todo el sistema, y no solo una de sus instituciones,
contribuyen a reproducirlo. Todo lo tenemos que hacer dentro de ese marco,
incluso algo tan íntimo como la maternidad, como muy bien recuerda Carolina
del Olmo. Por tanto todas las mujeres nos situamos en un contínuum: no hay
unas que son las que reproducen el patriarcado y otras que no, en todo caso
unas lo harán más y otras menos.

 

Sin embargo, en el discurso abolicionista pareciera que hubiera unas mujeres
oprimidas por el patriarcado de una manera que las anula como sujeto
político, y el resto que padecemos una opresión que no nos incapacita
políticamente. Pero no se puede hacer política, gobernar democráticamente,
diciendo "A ti te niego la capacidad de hablar. Tú no eres una ciudadana
como las demás, no puedes intervenir como actor político". No se puede
quitar a nadie ese derecho sin unas razones muy bien fundamentadas en
hechos. Es una privación de los derechos políticos sin condena judicial
previa ni presunción de inocencia. Y no tiene justificación en un sistema
patriarcal del que todas las mujeres somos parte, como víctimas, como
partícipes y como resistentes.

 

Todas las mujeres las mujeres ocupamos la posición de oprimidas en el
patriarcado. Eso es lo que nos une y la base para una lucha común, sin
exclusiones.

 

3. El imaginario antiigualitario

 

Los discursos abolicionistas de estos meses insistían en que la prostitución
contribuye al imaginario antiigualitario y patriarcal. Pero la principal
contribución al imaginario antiigualitario viene de la propia realidad
desigual: con la segregación horizontal y vertical del mercado de trabajo y
la consiguiente brecha salarial; con la desigual carga de trabajos de
cuidados; con todas las formas de desigualdad que se aprenden en la familia,
sobre todo, pero también en las películas, libros de texto, juegos... La
realidad que rodea a las niñas y niños ya les educa en la desigualdad, no
solo lo hace la prostitución.

 

Como decía en mi artículo de eldiario.es citado más arriba:

 

"Más en concreto se dice que la prostitución transmite el modelo de que los
hombres tienen derecho a acceder al cuerpo de las mujeres. La institución
que de manera más universal -y privilegiada legal y simbólicamente- hace
esto es el matrimonio. Hasta hace menos de una generación (y en muchas
partes del mundo todavía) el acceso al cuerpo de la mujer formaba parte del
contrato matrimonial, por eso era impensable la violación en el matrimonio.
Ese modelo está siendo reemplazado por otro igualitario según el cual lo
deseable, e incluso un requisito de un buen matrimonio es la satisfacción
mutua. Pero la igualdad es superficial, como ponen de manifiesto a nivel
simbólico los modelos de esposa o de novia que la presentan siempre
dispuesta al sexo, y a nivel material, los datos de violaciones de mujeres
dentro del matrimonio."

 

Tampoco en cuanto al imaginario la prostitución en sí es una institución
esencialmente diferente a las instituciones de las que participamos la gran
mayoría de mujeres: todas participan en la reproducción de los modelos de
género antiigualitarios y patriarcales. Todas las mujeres estamos del mismo
lado respecto al patriarcado.

 

4. ¿Solo la prostitución de las mujeres tiene que ver con el patriarcado?

 

Me resulta llamativo que el abolicionismo solo se ocupe de la prostitución
de las mujeres -el 87 %-, sin hacer siquiera mención a la de personas
transgénero -el 6 %- y de varones -el 7 %- (TAMPEP, 2009, pp. 14-15).

 

¿Tiene algo que ver la prostitución de hombres y transgénero con el
patriarcado? ¿Contribuye al imaginario de que los hombres, que en Europa son
la gran mayoría de la clientela, tienen derecho a acceder al cuerpo de otras
personas mediante pago? ¿Qué tiene que ver la prostitución de hombres y
transgénero con la heterosexualidad normativa que es un pilar del
patriarcado? Un análisis más amplio podría servir para enfrentarnos mejor al
patriarcado.

 

Por otra parte, si la prostitución es algo que degrada y humilla a las
mujeres, que atenta contra su dignidad, que las lleva a la
despersonalización, a consumir drogas, a enfermar gravemente -como afirma,
por ejemplo, Rosa Cobo en el artículo citado-, ¿qué ocurre con los hombres y
las personas trans que ejercen la misma actividad? Porque si les pasa algo
de eso, aunque no fuera todo, como feministas, al menos tal como yo entiendo
el feminismo, no podemos mirar para otro lado porque no sean mujeres (como
no debemos ser indiferentes a que mueran varones intentando acceder a
Europa). Si de verdad se piensa que la prostitución produce todos esos
males, no veo que sea moral no ocuparse, ni siquiera en menor medida, de las
víctimas que no son mujeres.

 

Un análisis serio de la prostitución en el patriarcado ha de examinar toda
la prostitución. Seguramente conocer las semejanzas y diferencias entre la
prostitución de mujeres y el resto será muy útil para hacer políticas
ajustadas a la realidad.

 

5. El imaginario y lo material

 

En general los feminismos tenemos muy claro que no nos basta con que cambien
las palabras, queremos que cambie la realidad. Por ejemplo, no vale con el
matrimonio ahora sea formalmente igual. No nos basta cuando las mujeres
asumen mucho más trabajo de cuidados dentro de él y en muchos casos padecen
malos tratos y hasta son asesinadas. Queremos cambios reales. Las palabras
son importantes, pero además debe haber hechos.

 

Sin embargo, cuando se trata de la prostitución, el abolicionismo y el mismo
gobierno se centran en las palabras, concretamente en la palabra trabajo. ¿O
qué sabemos de sus propuestas para cambiar la realidad?

 

En el patriarcado real, es necesario cambiar lo material. Incluso para
cambiar el imaginario: la desigualdad material refuerza el imaginario
patriarcal.

 

Conclusión

 

Sin pretender extraer todas las conclusiones de un análisis serio de la
prostitución como institución del patriarcado capitalista, quiero resaltar
dos cuestiones imprescindibles para elaborar políticas efectivas:

 

- Se ha de analizar la realidad sin confundir lo que es con lo que pensamos
que debe ser. Porque la realidad es muy tozuda y al despertar va a seguir
ahí. Para eso se han de utilizar las herramientas conceptuales que los
feminismos y las ciencias sociales han desarrollado. Si se quieren utilizar
disfemismos [palabra o expresión deliberadamente despectiva o insultante que
se emplea en lugar de otra más neutral. Wikipedia], se puede hacer un uso
táctico de ellos, pero sin que eso lleve a engañarse sobre la realidad,
porque para hacer políticas, hay que conocerla. Y hay que actuar sobre lo
material y no solo sobre el imaginario. Si se tuviera en cuenta la base
material de la prostitución se podrían dedicar los esfuerzos a hacer
políticas que realmente incidieran en ella, y los Presupuestos Generales del
Estado son una ocasión excelente para ello.

 

- No se puede hacer política de gobierno escuchando solo lo que coincide con
lo que se quiere oír y negándose a escuchar a quien dice otra cosa, aunque
la conozca muy bien. En todo caso así se gobernará una iglesia, pero no se
debe gobernar un estado. Es necesario, no solo permitir la organización de
las trabajadoras sexuales, sino tenerlas en cuenta en el debate político,
como se han de tener en cuenta en una democracia a los sectores implicados
en una decisión. 

 

* Gloria Marín. Forma parte de la redacción de la web Viento Sur.

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