Uruguay/ En euskera. A 25 años de la masacre del Filtro [Betania Núñez - Testimonios]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Ago 24 08:59:56 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

24 de agosto 2019

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Uruguay



En euskera



A 25 años de la masacre del Filtro



Las memorias de los sucesos del Hospital Filtro (1) se intercalan entre los
archivos de Brecha y las voces de tres vascas que por estos días se
encuentran en Uruguay, 25 años después de la manifestación más duramente
reprimida desde la vuelta a la democracia.



Betania Núñez

Brecha, 23-8-2019

https://brecha.com.uy/



Las tres vascas se sientan, en orden generacional, en una mesa de Fenapes
(sindicato de profesores). Son tres militantes de distintas organizaciones
que conforman la brigada de Askapena de este año, que, como de costumbre,
llegó en el marco de la marcha del Filtro. Mientras miran recortes de Brecha
de los noventa, van hacia atrás.



María Eugenia –maestra jardinera de San Sebastián, de 61 años– vivió los
sucesos del Filtro desde la cárcel.



—Me encarcelaron porque acogí en mi casa a un comando de Eta. Mataron a los
tres, me dejaron a mí viva, y ahí fue cuando entré en prisión. Primero me
tuvieron cuatro años, lo máximo que se puede estar sin sentencia, y luego
tuve que cumplir ocho meses más de prisión para completar la condena.



En agosto de 1994 la habían trasladado de una cárcel en Galicia a otra en
Martutene, San Sebastián, luego de diagnosticarle un cáncer de cuello de
útero.



—Me operaron el 23 de agosto y al día siguiente, cuando me desperté de la
anestesia y tal, vi por la televisión todos los sucesos del Filtro. Fue
importante para mí, y luego supe por los compañeros cómo se vivió, de manera
intensa, como un hito en nuestra historia que nos hermanó con Uruguay. Al
día siguiente hubo manifestaciones en Pamplona, en Bilbao, y todos los años
se conmemora. Este año va a hacerse en Irún, en conjunto con la contracumbre
al G7.



Itxasne –docente de secundaria de Portugalete, de 35 años– tenía 10 años, y
no tiene recuerdos de ese día, pero ya de adolescente oyó hablar de un
pueblo que les puso el cuerpo a las balas para defender el derecho de asilo.
La historia le fue llegando, de a poco, año a año, en las fiestas de Bilbao.



—Me sorprendió enormemente porque cualquier apoyo a los presos, a los
exiliados o a los refugiados estaba absolutamente criminalizado. Los
movimientos no estaban ilegalizados aún, pero apoyar a cualquier persona
acusada de ser militante de Eta no estaba para nada bien visto, entonces
para mí era impensable un país en el que miles de personas se echaran a la
calle y le hicieran frente a la Policía. Sabía que en algún momento iba a
venir aquí, por estas fechas, y ha sido este año.



Inesa ni siquiera había nacido para 1994. Es de Arrasate, tiene 23 años, y
es licenciada en derecho, aunque no piensa hacer el máster que la
habilitaría a ser abogada: como María Eugenia, quiere estudiar para maestra
jardinera. Ahora trabaja en el sindicato de la izquierda abertzale y milita
en el centro okupa autogestionado de su pueblo –gaztetxe, le llaman, que
quiere decir “casa de los jóvenes”–, pero desde los 16 años, o así, que
escucha sobre el Filtro en los actos anuales que celebra Askapena. Uno de
los extraditados era del mismo pueblo que su madre, y en su casa se hablaba
del Filtro.



—Pero recién luego, cuando vas a Bilbao y te cuentan lo que fue, le das la
importancia que tiene.



***



En agosto de 1994, los tres vascos preferían morir en Uruguay que ser
extraditados a España, y, además de la huelga de hambre, habían comenzado
una abstinencia completa de líquidos. Eran Lizarralde, Goitia e Ibáñez y
estaban internados en el hospital Filtro.



La movilización para impedir la extradición había empezado el sábado. Dos
días después ya había concentraciones convocadas por el Frente Amplio y el
Pit-Cnt. Ese mismo lunes se entregaron 30 mil firmas en el Edificio Libertad
y el martes hubo paro general. Los tres vascos casi no podían hablar o
moverse, mientras consumían sus propias proteínas y agotaban sus reservas de
glúcidos.



El 24 de agosto de 1994 fue un miércoles. El operativo de guerra, como lo
describió Brecha en su siguiente número, fue montado desde la madrugada,
cuando se empezó a reprimir a quienes decidieron pasar la noche del 23 al 24
haciendo guardia afuera del Filtro. Ya en la tarde “comenzó el caos. Se
escucharon los primeros gritos junto al ruido seco de los cascos de los
caballos. Apenas si había posibilidad de moverse, menos aun de dispersarse:
la brutal embestida se produjo por la espalda y hacia las vallas de
contención que impedían la retirada de los atacados. La confusión y
desesperación llevaban a la gente a agruparse en racimos, y la convertían en
presa fácil de las patas de los animales o de los palos que, como granizo,
parecían caer del cielo”. Pero la represión de la tarde no había sido más
que un ensayo: “Sobre las 20 horas, quienes se habían reagrupado en las
inmediaciones del hospital Filtro fueron objeto de una nueva y mucho más
terrible ofensiva de las fuerzas policiales, que esta vez hicieron uso
generalizado de las armas de fuego, disparando de forma indiscriminada a la
altura en que es posible matar” (“Esperanza y horror”, Brecha, 26-VIII-94).



Mientras el personal del hospital despedía a los vascos con el himno
nacional, la Policía celebraba al grito de “hip ra” el centenar de personas
que había herido. Esa noche balearon a un médico y a un enfermero cuando
socorrían a un herido. Esa noche mataron a Fernando Morroni y a Roberto
Facal. Los agentes responsables nunca fueron identificados, mucho menos
juzgados. Las autoridades acusaron a las víctimas.



A las 23.43 el avión con los tres vascos despegó desde la base de la Fuerza
Área Uruguaya. Un periodista de Brecha escribió: “El avión militar español
había llegado antes que la muerte” (“El avión ganó la carrera”, Brecha,
26-VIII-94).



***



María Eugenia: —Yo explicaría el Filtro hablando de la ternura de los
pueblos, creo que eso fue lo que pasó en Uruguay: era un pueblo con una
tradición militante y de opresión, que hizo causa común con otro pueblo.
Uruguay ha recibido a los perdedores de nuestras guerras, y esa tradición de
asilo siempre ha estado aquí.



Itxasne: —La persona que pide asilo habitualmente no se escapa de algo que
haya hecho mal, sino de un peligro que corre. Entonces diría que las
personas se organizaron para defender ese derecho, e incluso cuando sus
representantes políticos se sumaron a la movilización, como lo hicieron
tarde, los aplaudieron pero también los abuchearon. Para mí, eso da cuenta
de una sociedad que sabía por qué estaba en la calle, y que sabía lo que
podía pasarles a esas personas.



Inesa: —Todo el interés que el pueblo uruguayo nos presenta sobre Euskal
Herria, sobre los presos políticos, sobre la situación que vivimos, muestra
que esa memoria está a sangre viva.



Itxasne: —La impunidad de los crímenes de Estado, esa es internacional. La
tortura, la gente que muere en prisión, los familiares de las víctimas que
buscan, eso es lo que tiene que volver a confluir.



***



“Una parte del país, aquella que trabajosamente se viene edificando desde
noviembre de 1984, se rompió en medio de la perplejidad general, en
fragmentos manchados con la sangre de inocentes. El miércoles 24 las balas
acertaron en el centro de la convivencia pacífica, inundando la atmósfera de
olor a pólvora, escozor de gases, indignación, muerte y miedo. Tenemos,
desde entonces, un Estado de derecho que se perfila hacia las elecciones
nacionales con el recuerdo fresco e ignominioso de la represión planificada,
de la opción por la muerte, de la impunidad ahora reencontrada en un
discurso de aristas alucinantes y macabras”, publicó Brecha (“¿Por qué se
salió a matar?”, 26-VIII-94). La represión tenía dejos de otros tiempos, y
por esos días las mayores críticas se dispararon contra Luis Alberto Lacalle
(Partido Nacional) presidente de la República, y Ángel María Gianola,
ministro del Interior. Luego pasó a señalarse, también, la complicidad o la
tibieza del resto del sistema político.



En un recuadrito titulado “El pueblo quiere saber”, Eduardo Galeano publicó
el 26 de agosto siete preguntas: “¿Qué artículo de la Constitución o del
Código Penal castiga a quienes defienden nuestra soberanía y nuestra
tradición de asilo? La solidaridad humana, ¿merece balazos y garrotazos? Los
métodos terroristas, ¿están mal cuando los usa la Eta, pero est

án bien cuando los usa el gobierno uruguayo? El gobierno uruguayo, ¿es
uruguayo?¿De qué país es ministro del Interior el señor Gianola? En las
elecciones de noviembre, ¿podremos elegir otro rey? ¿La independencia de qué
país se festejó ayer?”.

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Los presos políticos



Ibáñez murió cumpliendo prisión domiciliaria, Lizarralde escribió una carta
de arrepentimiento y se encuentra con “medidas de reinserción”, Goitia fue
liberado y en estos días está de visita en Uruguay. Pero en este momento hay
248 presos políticos, 210 en España y 38 en Francia, cuentan las vascas.
“Con el Estado francés se pudo negociar que fueran concentrados en las
cárceles cercanas al País Vasco, pero con el Estado español no se puede
negociar nada. Muchos están alojados a más de mil quilómetros, y eso les
implica a las familias mil quilómetros de ida y mil de vuelta por una visita
de 40 minutos”, explica María Eugenia. Otra diferencia: en Francia hay
cadena perpetua, y tres presos se encuentran con esta condena.



Según los datos que manejan, en seis décadas hubo 40 mil detenidos
políticos, 7.500 presos, 2.500 exiliados, 104 muertos por la policía y 83 a
manos de los grupos paramilitares. La última causa en curso tendrá su
audiencia el 16 de setiembre de este año e involucra a 47 personas,
militantes que trabajaban en apoyo a los presos y exiliados.



Itxasne explica que “se fue ampliando lo que se consideraba terrorismo:
primero era Eta, luego los partidos políticos, luego también el movimiento
juvenil, luego un periódico, luego las asociaciones culturales. Hasta que
llega el caso de Altsasu, y todos nos quedamos helados”. Itxasne está
hablando del caso de ocho jóvenes que fueron condenados luego de una pelea
con dos guardias civiles en un boliche. Sigue Itxasne: “Los guardias civiles
no estaban de servicio, estaban vestidos como el resto, en una fiesta. A los
días se comienza a decir que les habían atacado de forma organizada, y se
arma una película de miedo. Detienen a algunos jóvenes de ese pueblo (está
demostrado que algunos de ellos ni siquiera estaban en esa fiesta) y les
empiezan a juzgar por terrorismo”. Finalmente se les dieron condenas de dos
a 13 años de cárcel por los delitos de atentado, lesiones, desórdenes
públicos y amenazas, pero luego de que ya estuviera construido el relato del
terrorismo, algo que Albert Segura, uno de los directores del documental
Altsasu, de TV3,califica de “laboratorio represivo para ver hasta dónde se
puede forzar el Código Penal”.



“El mensaje que se está dando es que no se va a salvar ningún joven; sales a
la noche y puedes terminar en una prisión de Madrid”, agrega Inesa. “No es
una lucha contra una actividad armada que hoy ya no existe, es una lucha
contra una disidencia, contra alguien que ponga en duda al Estado español y
sus fronteras. Si hablas euskera, te gusta determinado tipo de música,
militas en algo social, pues cuidado”, resume Itxasne.

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