México/ La tercera expansión del zapatismo [Raúl Zibechi]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Ago 24 16:43:28 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

24 de agosto 2019

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México



La tercera expansión del zapatismo



El EZLN anunció la ampliación de su zona de autogobierno.



Raúl Zibechi

Brecha, 23-8-2019

https://brecha.com.uy/



Pese a estar rodeadas por el Ejército mexicano, las bases de apoyo del
Ejército Zapatista de Liberación Nacional (Ezln) han conseguido romper el
cerco militar, mediático y político que pesaba sobre ellas. En un comunicado
librado el 17 de agosto y firmado por el subcomandante Moisés, indígena
convertido en vocero del movimiento zapatista luego de la “muerte” simbólica
de Marcos, se anuncia desde las montañas del sureste mexicano la creación de
siete nuevos “caracoles” y cuatro municipios autónomos, que se denominan en
adelante “centros de resistencia autónoma y rebeldía zapatista”.



Estamos ante el tercer empuje organizativo de los pueblos mayas que integran
el Ezln. Las fechas son 1994, 2003 y 2019. En la primera, anunciaron la
creación de los municipios autónomos rebeldes zapatistas, en medio de
fraudes electorales y del caos instalado con el gobierno del histórico
Partido Revolucionario Institucional (Pri). En la segunda, abrieron cinco
caracoles para ejercer la autonomía, cuando el parlamento mexicano,
incluidos tanto los partidos de derecha como los de izquierda, rechazó la
que ya habían negociado y firmado con delegados oficiales.



Los 27 municipios autónomos (inicialmente eran algunos más) se superponen a
los municipios oficiales y en ellos se agrupan representantes de las
comunidades de la zona de influencia. Los caracoles, por su parte, articulan
sus regiones y albergan las Juntas de Buen Gobierno, que se encargan, de
forma rotativa, de gobernar una media docena de municipios (en promedio) y
cientos de comunidades.



La zona zapatista no es homogénea. En las comunidades y en los municipios
(que se autogobiernan por consejos autónomos) conviven familias zapatistas y
no zapatistas, con la particularidad de que estas acuden a las clínicas y
centros de salud creados y dirigidos por aquellas, y de que prefieren la
justicia autónoma que administran las Juntas de Buen Gobierno, que no les
cobran ni son corruptas, como sucede con la justicia del Estado.



Las familias no zapatistas se benefician de la ayuda de los gobiernos
federal y del estado de Chiapas, con alimentos, materiales para las
viviendas y planes sociales, que ahora el gobierno de Andrés Manuel López
Obrador ha ampliado con proyectos asistenciales, como Sembrando Vida o
Jóvenes Construyendo el Futuro. Los zapatistas no sólo no reciben esos
planes, sino que, por influencia de las mujeres, tampoco toman alcohol, ya
que ellas consideran que fomenta la violencia machista.



Los caracoles son “ventanas para vernos dentro y para que veamos fuera”,
mientras que las Juntas de Buen Gobierno “funcionan mediante los principios
de rotación, la revocación de mandato y la rendición de cuentas” y son
“verdaderas redes del poder de abajo”, en las que se articulan los consejos
municipales. Se han convertido en formas de poder donde “los gobernantes
pasan a ser servidores”, como recuerda el sociólogo Raúl Romero (La Jornada,
17-VIII-19).



Salto adelante



Lo más importante del anuncio del pasado 17 de agosto es que varios de los
nuevos centros se encuentran más allá de la zona de control tradicional del
zapatismo, mientras que otros son linderos y refuerzan la presencia que
tiene en la región desde el alzamiento de 1994, cuando recuperó cientos de
miles de hectáreas de los grandes terratenientes. Ahora ya suman 43 los
centros zapatistas.



Como señala el director de opinión de La Jornada, Luis Hernández Navarro,
“la expansión de la autonomía zapatista a nuevos territorios desmiente la
versión de la supuesta deserción de sus bases sociales como resultado de
programas asistenciales”. Realizaron cientos de asambleas, “desdoblándose
como fuerza político-social, a través de movilizaciones pacíficas sui
generis, que cambiaron el campo de confrontación con el Estado, llevándolo
al terreno en que las comunidades son más fuertes: el de la producción y
reproducción de su existencia” (La Jornada, 20-VIII-19).



El paso siguiente es el llamado a la sociedad a contribuir en la
construcción de los nuevos espacios, además de la convocatoria a los
colectivos urbanos para crear una “red internacional de resistencia y
rebeldía”, advirtiendo a quienes participen que renuncien “a hegemonizar y
homogeneizar”. Además, convocan a intelectuales y artistas a festivales,
encuentros, semilleros de ideas y debates.



Una nueva cultura política



El aspecto más interesante de esta expansión del zapatismo consiste en los
modos en que lo hicieron, el cómo de su acción política. Porque revela una
cultura a contrapelo de la hegemónica, anclada como está en instituciones
estatales o en oenegés y en la afirmación de la grieta entre quienes mandan
y toman decisiones, y quienes obedecen y cumplen.



En el comunicado firmado por Moisés, así como en la literatura anterior
zapatista, hay un claro desmarque del vanguardismo, pero también de la
cultura jerárquica de los partidos. Fueron las mujeres y los jóvenes los que
salieron de sus comunidades a dialogar con otras comunidades, y se
entendieron pronto “como sólo se entienden entre sí quienes comparten no
sólo el dolor, pero también la historia, la indignación, la rabia”.



El papel central fue el de las mujeres: “No sólo van delante”, explica
Moisés, “para marcarnos el camino y (que) no nos perdamos: también a los
lados para que no nos desviemos; y atrás para que no nos retrasemos”. Ellas
encarnan la cultura comunitaria, que pone por delante lo colectivo a lo
individual, la dignidad y la cosmovisión a las ventajas materiales. Por eso
se equivocan feo los gobiernos que piensan –como el de Amlo, pero también
los demás progresistas– que con planes económicos pueden hacer que pueblos
enteros desistan de sus identidades.



Se trata de una cultura política que sólo puede entenderse en clave
comunitaria. Quienes visitan las regiones zapatistas suelen sorprenderse
cuando se dirigen a sus principales “enemigos”, las bases del Pri, como
“hermanos priístas” o, ahora con relación al partido de gobierno, como
“hermanos partidistas”. Unos cuantos de esos hermanos son los que ahora
dieron el paso de rechazar las limosnas de arriba para volverse zapatistas:
el modo que encontraron para seguir siendo pueblos originarios.

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