Uruguay/ Lástima que sea una puta. [Soledad Platero]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Ago 29 00:29:47 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

29 de agosto 2019

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Uruguay



Lástima que sea una puta



Soledad Platero

La Diaria, 28-8-2019

https://ladiaria.com.uy/



Un bebé murió mientras dormía. Ocurrió durante la noche de la nostalgia (1),
del sábado al domingo, en un hogar de la zona de Ciudad del Plata
(departamento de San José). Fue una muerte súbita, esa amenaza que acecha a
toda madre de hijos menores de un año: no se sabe a qué obedece, ni cuándo
se podría producir. “La explicación que dan los médicos es que es como una
vela que se apaga”, me dijo una vez una compañera de trabajo que intentaba
hacerme entender que algo así de horrible no era tan raro, que hasta tenía
nombre (ese nombre que es apenas una descripción: muerte súbita) y estaba
estudiado. Acababa de morirse la beba de otra compañera y todos los que
habíamos asistido al crecimiento de la panza, al nacimiento y a los primeros
meses de la criatura estábamos desconsolados. La madre era una trabajadora
gráfica, que no pocas veces llegaba a su casa de madrugada después de cerrar
el diario. Recuerdo el velatorio de la niña. El cajoncito minúsculo, los
padres inmóviles, mudos, congelados frente a su niña muerta. Una vela que se
apaga. Aunque hasta ahora agradezco la intención de la compañera que buscaba
consolarme, no puedo evitar darme cuenta de que esa explicación no explica
nada. Describe, una vez más, un hecho consumado: ahí, donde había vida,
ahora no hay. Fin.



Durante la madrugada del 25 de agosto se apagó la vida de una bebé que había
quedado en su casa, al cuidado de su hermana. La madre había salido a
trabajar. La niña habría muerto de todos modos, seguramente, aunque ella
hubiese estado ahí, pero resulta que no estaba, así que ahora, a la muerte
de la hija se le suman la imputación por omisión de los deberes inherentes a
la patria potestad, la libertad vigilada durante ocho meses, la
imposibilidad de salir a parar la olla y, sobre todo, el escarnio público.
No se sabe todavía qué va a pasar con los demás hijos que estaban a su cargo
y que, al momento en que escribo esto, están con unos familiares.



Son tres niños, de 12, 8 y 6 años. Tres bocas que alimentar, tres personitas
dañadas irremediablemente por este hecho y vapuleadas desde antes por una
vida llena de dificultades. Nadie pudo probar, sin embargo, que esa madre no
los cuidaba. Los niños estaban sanos, iban a la escuela, tenían los
controles médicos al día. Quedaban solos, a veces, con la mayor al mando.
Que levante la mano la madre que nunca dejó al hermano mayor a cargo de los
más chicos, la que nunca se distrajo, la que siempre, a cada minuto, tuvo la
vista clavada en ellos, en todos sus hijos y en cada uno al mismo tiempo. Y
los padres, claro. Que levanten la mano los que nunca los perdieron de
vista, los que estuvieron presentes todo el tiempo, los que saben en qué
fecha hay que vacunarlos, los que les sacaron los piojos, los llevaron al
cumpleaños de un compañerito y los esperaron dando vueltas durante las dos o
tres horas que duró la fiesta, con los hermanitos a cuestas. Los que siempre
hicieron todo bien. Los que siempre tuvieron un trabajo decente.



Hace unos años, la cocinera y conductora argentina Maru Botana perdió a un
hijo, también bebé. El niño murió súbitamente mientras sus padres estaban de
viaje. Son cosas que pasan, aunque los padres sean intachables, aunque las
familias sean “bien constituidas”, aunque no haya privaciones económicas de
por medio. La casa de Maru Botana no fue incendiada por vecinos indignados,
no fue expuesta durante horas en la televisión, no fue tratada como una
escena de crónica roja. La de esta madre, en cambio, fue un espectáculo en
todos los hogares. Su vida fue puesta en debate y su tragedia alimentó el
odio de esa turba infame y furiosa que son los comentaristas de noticias
policiales.



La mujer imputada por omisa no fue formalizada por la muerte de su hijo,
sino por no haber estado allí en el momento en que la muerte se produjo. Lo
que cabe preguntarse es si habría sido imputada de todos modos en el caso de
haber sido, como mi compañera de trabajo de hace muchos años, una
trabajadora gráfica en lugar de una prostituta. O una cocinera famosa que
conduce programas en la televisión. Se le cobra a esta mujer que no está
cuidando a sus hijos, pero no se sacan algunas cuentas que son elocuentes: a
los 28 años tiene una hija de doce, además de tres hijos más chicos. Fue
madre a los 16 años.



Evidentemente, si la Justicia determinó su formalización es porque hay leyes
que lo exigen o que, al menos, lo permiten. Que nadie vaya a creer que yo
estoy poniendo sobre una persona individual, llamada a impartir justicia, la
responsabilidad del absurdo al que se llegó. No. Lo que opera en este caso
es un sistema. Y es el mismo sistema en el que es normal, en el que está
perfectamente naturalizado que una chica de 16 años sea madre, que no haya
padre al que reclamarle nada, que se espere siempre de la mujer que sea
sostén económico y afectivo, guardiana y confidente, que brinde cuidado,
protección y comida en la mesa. Un sistema paternalista que les dice a las
mujeres cómo tienen que vivir, que las castiga cuando no consiguen cumplir
con el mandato y que no les perdona que se les note la pobreza. A este
sistema, que es el que hizo las leyes que hoy penalizan a una madre que
acaba de perder un hijo (pero que no prevén que haya que buscar a ningún
padre para cobrarle la ausencia y el abandono), le llamamos patriarcado. Y
lo vamos a tirar.



Nota



1) El 24 de agosto de cada año se celebra la llamada “noche de la
nostalgia”. Cientos de miles de personas, de todas las clases sociales, se
divierten, cenan, beben, cantan, bailan. Se reencuentran. Consumen, según el
bolsillo de cada quién. Las opciones son infinitas, hasta compulsivas.
Difunden el entusiasmo. A precio de mercado. Personas y colectivos agendan
durante meses el rito ineludible de la chata “identidad nacional”. Fenómeno
masivo. No estar allí es sinónimo de bajón, soledad, pesimismo, en fin,
“mala onda”. Aunque la acepción original de la palabra nostalgia se refiera
a melancolía y tristeza. Importa nada. Funciona como mecanismo de catarsis
socio-cultural. (Redacción Correspondencia de Prensa]

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