Venezuela/ ¿Una dolarización "antiimperialista"? [Manuel Sutherland]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Dic 20 16:51:50 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

20 de diciembre 2019

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Venezuela

 

¿Una dolarización «antiimperialista»? 

 

¿Cómo pasó el dólar de ser la causa de todos los males a ser una suerte de
«bendición» para el gobierno de Nicolás Maduro?

 

Manuel Sutherland *

Nueva Sociedad, diciembre 2019

https://nuso.org/

 

El gobierno bolivariano se ha caracterizado por un verbo «antiyanqui»
inusualmente encendido. En los últimos tres años, los vituperios contra todo
lo que representa Estados Unidos han sido más que recurrentes, debido al
franco apoyo de Donald Trump a la oposición más beligerante. Por todo ello y
por las espinosas sanciones económicas impuestas desde Washington, ha sido
muy fácil lanzar permanentemente acusaciones de «sabotaje» y de «guerra
económica». Para los seguidores más entusiastas del gobierno, el dólar
estadounidense representa así el cúmulo de todos los males económicos de una
nación sacudida por el colapso macroeconómico más profundo de su historia.

 

Para los «guerreros económicos» de Nicolás Maduro, todos los males se
achacan a la nefanda influencia del dólar en la economía venezolana, que de
manera consuetudinaria ataca a la moneda nacional hasta depreciarla por
completo. Esta pérdida de valor del bolívar sería la culpable de la
hiperinflación, la baja de salarios y la crisis en general. Así las cosas,
en 2018 aseguraban que el aumento en 42.000% de la base monetaria,
exclusivamente emitida por el Banco Central de Venezuela (BCV), no tenía
nada que ver con la hiperinflación; es decir, no importa cuánto dinero se
lance a la calle, su influencia en los niveles de precios sería cero.

 

De tal forma, se vendió la tesis de que el dólar es la punta de lanza del
ataque imperial contra la Patria. Que el gobierno haya aumentado la base
monetaria en más de 2.400.000% en los dos últimos años sería irrelevante.
Blandiendo esta tesis, parte de la izquierda se ha volcado a justificar
todos los problemas de la economía local con el argumento de que el dólar
ahoga y enajena a la población venezolana. Este es, precisamente, el
caballito de batalla ideológico de los gobiernos cuya inestabilidad
económica es objeto de estudio y chanza. 

 

El petro y la criptomoneda estatal que derrotaría al dólar

 

Hasta hace poco el mismo presidente Maduro hablaba del «narcodólar», «dólar
criminal» y «dólar golpista». Con ahínco firmó decretos en favor de eliminar
el dólar como moneda de cambio en el país e invirtió ingentes recursos en
lanzar una criptomoneda, el petro. El petro estaría atado a las cotizaciones
de varios commodities de exportación y no se iba a poder «minar» como una
criptomoneda normal, porque estaría respaldado en las reservas de petróleo
del país. La idea es que el petro fuera un medio de pago confiable y
estable, aunque estuviera atado a un bien de precio muy volátil: el
petróleo, cuyo valor, dicho sea de paso, disminuyó en más de 50% en el
periodo 2008-2019. 

 

El petro es una idea llamativa pero con una pésima ejecución y diseño. Desde
un principio pareció ser otro de los planes mágicos de salvación económica
(como el plan de cría de «conejos urbanos») y que haría recuperar el salario
mínimo en el país, que entre 2001 y 2019 pasó de 401 dólares a 7 dólares
mensuales. Luego de ese inusual devenir crematístico, casi nada nuevo ha
pasado en ese ámbito.

 

Un viraje radical: el dólar como «bendición»

 

A contrapelo de los sesudos análisis de economistas ortodoxos que aseguraban
que Venezuela iba a terminar en una suerte de comunismo norcoreano, el
gobierno ha experimentado desde agosto de 2018 un serio, aunque vergonzante,
viraje «liberal». En el marco de la segunda reconversión monetaria del
chavismo, cuando se le quitaron cinco ceros al bolívar (hace diez años se le
habían quitado tres ceros), se lanzó el nuevo «bolívar soberano» y se
prometió una ortodoxia presupuestaria severa. Déficit cero y disciplina
fiscal emergieron de pronto en el discurso de Maduro, aunque poco después
haría exactamente lo contrario, incrementando en 3.600% el ingreso mínimo
legal, con un aumento sideral de la emisión de dinero sin respaldo. Pocos
meses más tarde procedería a decretar la libre convertibilidad de la moneda,
la importación sin mayores requisitos y la plena legalidad del comercio en
divisas extranjeras. 

 

Sin duda alguna, hubo tres sucesos que empujaron a Maduro a esta apertura.
El primero es la radical hecatombe de la economía. En sus manos, el PIB cayó
50% entre 2013 y 2018, y más grave aún fue la caída interanual reflejada en
el primer trimestre de 2019: -26 %. En segundo lugar, el apagón de marzo de
2019 dejó a millones de personas sin poder comprar, ya que el dinero en
efectivo (bolívares) es extremadamente escaso, y sin electricidad era
imposible comprar en comercios habilitados con puntos de venta electrónicos.
Esto impulsó a los comercios a recibir casi cualquier forma de pago. En
tercer lugar, el gobierno sufrió los fuertes embates de las sanciones
económicas y la insurrección continua del ala más radical de la oposición.
Todo ello aceleró los cambios fundamentales hacia una apertura que venía
gestándose poco a poco, contradiciendo a un ala de la izquierda que esperaba
(ahora sí) la «profundización de la revolución».

 

Lo que comenzó como una «medida de emergencia» fue mutando en una
cotidianidad dolarizada, que llegó al paroxismo con las afirmaciones de
Maduro en una entrevista en televisión nacional, en la que enunció sin
ambages: «Yo no lo veo mal, no lo veo mal (...). Me declaro pecador (...) es
autorregulación necesaria de una economía que se niega a rendirse. (...) Hay
que evaluar cómo ese proceso de lo que llaman 'dolarización' puede servir
para la recuperación y el despliegue de las fuerzas productivas del país y
el funcionamiento de la economía. Es una válvula de escape».

 

Luego de 15 años de férreo control cambiario, de infinidad de convenios
cambiarios y de múltiples organismos de gestión (CADIVI, SITME, SICAD,
SIMADI I, SIMADI II, DIPRO, DICOM, etc.), ahora el gobierno bolivariano
«descubría» que la creciente dolarización informal del país es una
bendición. Y el «dólar criminal» pasó a ser un elemento positivo para la
economía. 

 

La tremebunda escasez que todos pensaban que aumentaría, por la crisis o por
las sanciones, ha disminuido considerablemente. Poco a poco se observa un
importante crecimiento en la oferta de bienes y servicios. Muchos
empresarios ven en la oportunidad de emprender o rescatar viejos negocios
que tenían mercados potenciales. La veloz carrera por posicionarse en ellos
ha impulsado a muchos a arriesgarse con cierto éxito. El vigoroso incremento
de «bodegones» repletos de mercancías importadas parece reflejar una demanda
capaz de comprarlos en dólares. Ello ha llamado la atención a empresarios
nacionales, que saben que producir en el país es mucho más económico que
importar, debido a los bajos salarios, la energía barata, etc. Ni hablar de
los bajos impuestos y la nulidad total en cuanto a tributos y normas
relativas a la cuestión ecológica. Esto se articula con la paulatina
apertura económica del gobierno, lo que, de conjunto, augura una leve
recuperación económica o rebote luego de la histórica caída del PIB en el
primer trimestre de 2019.

 

La dolarización esconde la destrucción del bolívar

 

El júbilo de Maduro y de sus más cercanos colaboradores con la dolarización
informal y desreglamentada no deja de ser sorprendente. Los más connotados
patriotas no se preocupan ahora por la pérdida de soberanía monetaria y de
libertad económica que implica una dolarización. Parece que no se dan cuenta
de que la destrucción del bolívar no es sino la forma monetaria que toma la
devastación económica: la ruina del poder adquisitivo, de la precaria
seguridad social, de los ahorros y de los fondos que millones guardaban para
su vejez. Evidentemente, la hiperinflación como expresión de la pérdida
total del valor de la moneda ha empobrecido a millones, destruido hogares y
empujado a más de cuatro millones de personas a la emigración. Estamos
hablando de casi un sexto de la población total. 

 

Los números de la aniquilación dineraria son realmente impresionantes. En
estos días, apenas se posee como circulante en bolívares un equivalente de
700 millones de dólares (a la cotización del dólar oficial). Hace ocho años
esa misma liquidez monetaria en bolívares equivalía a 44.000 millones de
dólares. Si se mide per cápita, la liquidez monetaria por habitante ronda
los 22 dólares. Países como Trinidad y Tobago tienen cerca de 11.000 dólares
en ese indicador. La escasez de bolívares asfixia terriblemente a la
economía. Sin suficientes medios de pago, la recuperación estructural,
torpedeada por las sanciones económicas de Estados Unidos, es completamente
imposible. 

 

Algunos datos del colapso 

 

La depreciación del bolívar con respecto al dólar compete al gobierno
central, que con mano de hierro dirige el BCV. El desastroso resultado de
los indicadores no puede ser achacado a las sanciones de Trump ni al
«bloqueo». Países como Cuba, Corea del Norte o Irán, fuertemente
sancionados, no tienen ni 1% de la inflación que tiene Venezuela. Así la
responsabilidad por el caos monetario es enteramente interna. 

 

Siendo sucintos, la inflación acumulada en los últimos 24 meses (de
septiembre de 2017 a septiembre de 2019) alcanza la cifra de 17.665.911,53%.
Estos números, que reflejan el incremento de los precios en más de
17.000.000%, son oficiales ya que surgen del BCV. Si observamos la inflación
desde septiembre de 2013 hasta septiembre de 2019 (la última disponible el
11 de diciembre de 2019), notamos que la inflación acumulada alcanzó la
cifra de 1.195.117.764,02%. Si, más de 1.100.000.000% (BCV). 

 

Aterrizando en el tipo de cambio, no es difícil ver cómo el bolívar se ha
depreciado en casi 100%, con respecto al dólar. En los dos últimos años (de
diciembre de 2017 a diciembre de 2019), el tipo de cambio ha aumentado
4.140.709,75%. Si hacemos la medición desde 2013 hasta 2019 (diciembre a
diciembre), el tipo de cambio ha aumentado en 7.208.437.400,34%.

 

Lumpencapitalismo

 

La voraz hiperinflación que destruyó el bolívar (que es plenamente
recuperable) impuso esta dolarización anárquica. Según casi todas las
estimaciones, la cantidad de dólares es quizás unas ocho veces más grande
que la cantidad de bolívares. Las entradas de divisas por remesas,
narcotráfico, corrupción (por las sanciones ya no se fugan tantas divisas) y
contrabando de gasolina y minería ilegal han hecho que frecuentemente se
pague hasta lo más mínimo en dólares. Esta nueva realidad ha horadado la
autoestima de muchas personas que perciben salarios de alrededor de 15
dólares mensuales, mucho más alto que el mínimo, y que ven cómo una pequeña
parte de la sociedad compra carros de 200.000 dólares, come caviar y paga
oficinas de lujo. 

 

Las clases que magistralmente bosquejó Karl Marx según sus atributos
productivos parecen reducirse en el imaginario venezolano a dos: los que
ganan en divisas y los que reciben bolívares (los pobres). Florece la
importación de lujo y la producción nacional desfallece. Un
lumpencapitalismo se erige así entre la mar de ilegalidades, evasiones y
bandas armadas extractivistas que se han hecho «empresarias» a fuerza de
crímenes de todo tipo. El Estado se ausenta y se retrae. Los controles
absurdos se abandonan de facto, pero con ellos las regulaciones necesarias
también desaparecen. Reina el descontrol y se profundiza la desigualdad del
ingreso en niveles nunca antes conocidos. 

 

Aun así, podría haber alternativas a la debacle. Urge un programa de
emergencia económica alejado de los intereses inmediatos de los bandos en
pugna. Sindicatos, ONG, universidades y algunos partidos podrían trabajar en
un plan que ordene y coloque en el centro a los trabajadores y las
trabajadoras venezolanos y sus condiciones de vida, para luego impulsar un
plan alternativo de mayor envergadura que reordene la vida económica y
social del país. 

 

* Es economista y director del Centro de Investigación y Formación Obrera
(CIFO), Caracas.

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