Mujeres/ 2018: activismo feminista lideró la lucha por los derechos humanos en el mundo [Stephanie Demirdjian - Amnistía Internacional]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Ene 9 12:48:09 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

9 de enero 2019

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Mujeres

 

Amnistía Internacional publicó el informe anual "Derechos hoy".

 

En 2018 el activismo feminista lideró la lucha por los derechos humanos en
el mundo

 

Stephanie Demirdjian

La Diaria, 9-1-2019

https://feminismos.ladiaria.com.uy/

 

Los movimientos de mujeres luchan desde hace décadas, o siglos, para tener
más derechos y libertades en un mundo en el que todas las desigualdades
–económicas, políticas, sociales, culturales– pesan sobre ellas. En el
camino, han logrado ganar batallas y marcar hitos. Algunas teóricas se
refieren a esos momentos álgidos de la lucha por la igualdad de género como
“olas” del feminismo e identifican particularmente tres.

 

Los estudios feministas contemporáneos entienden que durante la última
década comenzó a gestarse una cuarta ola, que se caracteriza por la
militancia en la calle y la difusión masiva de contenidos por medio de las
redes sociales y otras plataformas virtuales. Además de renovar reclamos
clásicos del movimiento –como la paridad en los ámbitos de toma de
decisiones, la igualdad salarial o la legalización del aborto–, esta nueva
fase se erige especialmente contra todas las formas de violencia de género.
Y retoma la consigna “lo personal es político”.

 

En este contexto, 2018 estuvo marcado por la resistencia organizada de las
mujeres en todos los frentes y en todos los continentes, según el informe
anual Derechos hoy, de Amnistía Internacional. “Donde más ruidosa y visible
ha sido la lucha por la igualdad este año ha sido en la lucha por los
derechos de las mujeres”, asegura el documento, que repasa las
movilizaciones que lideraron las mujeres el año pasado en distintos países.

 

En América, la organización destaca la consolidación del movimiento
#NiUnaMenos en Argentina y el impacto del #MeToo en Estados Unidos. El
informe señala que la lucha de las mujeres argentinas por la legalización
del aborto se convirtió en el hito más importante del año en América Latina.
Si bien el proyecto de ley no fue aprobado por el Senado, fue la primera vez
en la historia que adoptó estado parlamentario y llegó a aprobarse en la
Cámara de Diputados. El movimiento feminista argentino atribuye este logro,
en gran medida, a la resistencia organizada de las mujeres, que pusieron el
cuerpo en las calles, las casas, los centros de estudio, los lugares de
trabajo y ampliaron el debate en las redes sociales y los medios de
comunicación.

 

Amnistía Internacional también destaca las acusaciones de acoso sexual que
disparó el movimiento #MeToo contra varones poderosos de la industria del
entretenimiento en Estados Unidos, que “tuvieron repercusiones en todo el
patriarcado de Hollywood” y cuestionaron “décadas de impunidad”. Las
protestas en este sentido traspasaron las fronteras estadounidenses: en
Europa y partes de Asia, millones de mujeres se sumaron a la segunda Women’s
March convocada en enero por el movimiento #MeToo para reclamar el fin de la
misoginia y los abusos sexuales, ya no sólo por parte de actores o
directores de cine, sino también de dirigentes políticos.

 

Las mujeres también se movilizaron en el norte europeo. En Irlanda, miles se
manifestaron en las calles para exigir la legalización del aborto y, a fines
de mayo, 66% de la población votó en un referéndum a favor de derogar el
artículo constitucional que lo prohibía. El Parlamento irlandés no fue ajeno
al reclamo sostenido de las mujeres y a mediados de diciembre, finalmente
aprobó la despenalización del aborto en las primeras 12 semanas de gestación
sin que la mujer tenga que justificar la decisión.

 

En tanto, en Polonia, las mujeres se movilizaron durante meses en repudio a
un proyecto de ley presentado por el gobierno del partido ultraconservador
Ley y Justicia y aprobado por el Parlamento que suprime una de las tres
causales por las cuales las polacas tienen permitido interrumpir su
embarazo. El gobierno mantuvo una postura inamovible, pero el rechazo
popular –encabezado por las mujeres– prendió las alarmas de organismos
internacionales y de la propia Unión Europea (UE), que pidieron a las
autoridades polacas que dieran marcha atrás.

 

En Islandia y Suecia el grito de las mujeres en las calles logró que se
aprobaran nuevas leyes que reconocen que las relaciones sexuales sin
consentimiento constituyen violación. Y, en Escocia, el reclamo sostenido de
organizaciones feministas contra el “impuesto de sangre” obligó al país a
aprobar una iniciativa que estableció que todas las estudiantes de liceos y
universidades pueden tener acceso gratuito a toallitas y tampones.

 

Más lejos, miles de mujeres tomaron las calles en India y Sudáfrica para
protestar contra la violencia sexual endémica. Las mujeres indias
organizadas, además, lograron que el gobierno decidiera eliminar el impuesto
a las toallitas y a los tampones, artículos que eran tan caros en el país
que las mujeres se veían obligadas a usar trapos o retazos de tela durante
el período menstrual –lo que provoca infecciones y enfermedades– y faltar a
clase o al trabajo.

 

En el nordeste de Nigeria, miles de mujeres desplazadas se movilizaron para
reclamar justicia por los abusos que sufrieron a manos de los combatientes
del grupo yihadista Boko Haram y de las fuerzas de seguridad nigerianas.

 

También hubo vientos de cambio en países de Medio Oriente. En Arabia
Saudita, las mujeres obtuvieron por fin el derecho a conducir vehículos. En
Irán, muchas activistas se arriesgaron a ser detenidas por oponerse al uso
obligatorio del hiyab, el velo islámico.

 

“Mujeres activistas de todo el mundo han estado en la vanguardia de la
batalla por los derechos humanos en 2018”, concluye en el informe el
secretario general de Amnistía Internacional, Kumi Naidoo. El funcionario
advirtió que los actos de muchos dirigentes mundiales “de mano dura” que
están impulsando políticas misóginas, xenófobas y homofóbicas han vuelto a
poner en peligro libertades y derechos reconocidos hace mucho tiempo. “Sin
embargo”, reconoció, “las mujeres activistas son las que en 2018 han
ofrecido la visión más potente de cómo combatirlos”.

 

Una ola que despertó a los antiderechos

 

El informe de Amnistía Internacional reconoce que la resistencia y el
activismo de las mujeres han generado la reacción de grupos antiderechos de
América Latina y Europa, que “han adoptado una nueva táctica de represión”.
Esta se basa en calificar a feministas y activistas LGBTI de “impulsores de
una ideología de género” que, a su entender, representa una amenaza
existencial para el “matrimonio y los valores de la familia”.

 

Estos grupos –que generalmente tienen poder económico e incluso político–
tratan de silenciar a las mujeres y a la comunidad LGBTI que defienden los
derechos humanos con campañas de “advertencia” en la vía pública y en
internet. Son los mismos que en Argentina usaron el pañuelo celeste en
rechazo a la despenalización del aborto y tildaron a sus defensoras de
“asesinas”. Los mal llamados “pro vida”. Los que en países como Perú,
Argentina y también Uruguay repudian la educación sexual integral en centros
educativos con el hashtag #ConMisHijosNoTeMetas.

 

Las redes sociales han sabido estar a su servicio. De hecho, la
investigación realizada por Amnistía Internacional en 2018 –que constituye
uno de los primeros estudios de esta clase sobre derechos humanos y
violencia contra las mujeres en internet– confirma que las redes “son al
mismo tiempo una bendición y una maldición”. La organización reconoce que
las plataformas son herramientas que han servido a las mujeres para
denunciar situaciones de violencia o desigualdad y organizarse. Sin embargo,
responsabiliza a empresas y gobiernos de haber “fallado estrepitosamente a
la hora de proteger a las usuarias de una avalancha de conductas abusivas en
internet”, lo que ha hecho que muchas mujeres “se autocensuren” o “abandonen
definitivamente estas plataformas”. Señala en particular a Twitter. Por eso,
para Amnistía Internacional, las activistas mujeres lideran una batalla
“adicional”: la de defender su derecho a alzar la voz.

 

Todo lo que falta

 

Nadie puede negar que la lucha feminista fue la protagonista de 2018. Pero
no es posible celebrar el auge del activismo de las mujeres sin recordar lo
que impulsó e impulsa a tantas a movilizarse para reivindicar un cambio.
“Los derechos de las mujeres son sistemáticamente colocados en un segundo
plano con respecto a otros derechos y libertades por gobiernos que piensan
que pueden limitarse a apoyarlos de palabra y, en la práctica, hacer muy
poco para proteger los derechos de la mitad de la población”, afirma el
secretario de Amnistía Internacional en Derechos hoy.

 

El ejemplo más emblemático, quizás, es el referido a la salud sexual y
reproductiva. En todo el mundo, 40% de las mujeres en edad de procrear vive
en países en los que el aborto sigue estando estrictamente restringido y
alrededor de 225 millones de mujeres no tienen acceso a métodos
anticonceptivos modernos. El informe menciona un conjunto de políticas y
leyes destinadas a subyugar y controlar a las mujeres en esta materia. Lo
que pasó en Argentina y Polonia son ejemplos de que, más allá de la
efervescencia social, los legisladores siguen decidiendo sobre los cuerpos
de las mujeres.

 

En Guatemala, el Parlamento analiza el proyecto de la llamada Ley para la
Protección de la Vida y la Familia que, de ser aprobada, endurecería las
penas por aborto, prohibiría la educación sexual en escuelas y reiteraría la
prohibición del matrimonio igualitario. El Salvador mantiene la penalización
del aborto en cualquier circunstancia y criminaliza a las mujeres que lo
practican. Mientras tanto, en los Estados Unidos de Donald Trump los
recortes a los fondos destinados a clínicas de planificación familiar han
puesto en peligro la salud de millones de mujeres.

 

Por otra parte, una de cada diez niñas en el mundo sufre una agresión sexual
antes de cumplir 20 años, mientras que sólo un tercio de los países de la UE
reconocen que las relaciones sexuales sin consentimiento constituyen
violación.

 

En otros países, mujeres de zonas afectadas por conflictos de Nigeria, Irak,
Sudán del Sur y Birmania describieron a Amnistía Internacional los continuos
episodios de violencia sexual que han sufrido, a menudo a manos de las
fuerzas de seguridad de su propio país.

 

En todo el mundo, las mujeres que experimentan capas de discriminación
entrecruzadas –basadas en su orientación sexual, identidad de género, etnia,
raza o estatus socioeconómico-–están expuestas a sufrir violaciones de
derechos humanos de carácter único. En Somalia, las mujeres con discapacidad
suelen ser sometidas a matrimonios forzados y a violencia en el ámbito
familiar. En Canadá, las mujeres indígenas tienen seis veces más
probabilidades de ser asesinadas que el resto de la población femenina.

 

A todo esto se suma el creciente número de femicidios, la forma más extrema
de violencia de género que tomó características de epidemia, especialmente
en América Latina.

 

Falta mucho. Pero este año puede dar revancha. La Convención sobre la
Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer cumple 40
años en 2019. Naidoo cree que este será “un hito importante que el mundo no
puede ignorar”. El secretario general dice que si bien el documento ha sido
“ampliamente adoptado”, muchos gobiernos lo hicieron con la condición de
poder rechazar importantes disposiciones destinadas a garantizar libertades
de las mujeres, como la de promover una política nacional dirigida a
eliminar todas las formas de discriminación contra las mujeres en la ley y
en la práctica, o la de comprometerse a erradicar la discriminación de las
mujeres en el matrimonio y las relaciones familiares. Agrega que la
organización que lidera se compromete a interpelar a esos gobiernos y a
respaldar los movimientos de mujeres en todo el mundo para “amplificar sus
voces en toda su diversidad y luchar por el reconocimiento de todos los
derechos”.

 

Termina con una reflexión: “En todo el mundo, las mujeres, por término
medio, ganan mucho menos que los hombres en los mismos puestos, tienen un
grado de estabilidad laboral muy inferior, encuentran impedimentos para
acceder a la representación política por parte de quienes ejercen el poder y
se enfrentan a una violencia sexual endémica que los gobiernos siguen
pasando por alto. Debemos preguntarnos la razón por la que esto ocurre. Si
viviéramos en un mundo en el que las víctimas de esta clase de persecución
fueran los hombres, ¿se permitiría que continuaran estas injusticias?”.

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