Venezuela/ Las derechas gritan y las izquierdas se hacen las distraídas [Raúl Zibechi]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Ene 11 13:40:41 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

11 de enero 2019

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Venezuela

 

Las derechas gritan y las izquierdas se hacen las distraídas 

 

Raúl Zibechi

Brecha, 11-1-2019

https://brecha.com.uy/

 

La situación que atraviesa Venezuela es dramática y sin salida aparente. La
economía está fuera de control y todos los planes para orientarla en alguna
dirección han fracasado. Formalmente, Venezuela es una democracia. Hay
elecciones, funciona un parlamento y una asamblea constituyente, existen
medios de comunicación no alineados con el gobierno y se pueden formular
críticas en público. La situación de los derechos humanos no es muy
diferente a la que rige en otros países de la región.

 

Maduro fue reelegido con el 67 por ciento de los votos porque la mayor parte
de la oposición decidió no acudir a las urnas, por lo que su partido
controla 20 de las 24 gobernaciones, 310 de las 335 alcaldías y la totalidad
de la Asamblea Nacional Constituyente, pero es minoritario en el parlamento.

 

Si las elecciones y la libertad de prensa son los parámetros centrales para
medir una democracia, se puede decir que Venezuela está en el límite
inferior. Es un régimen en el borde de la legalidad, pero su forma de actuar
es completamente ilegítima. Comparada con China y Arabia Saudita (por poner
dos dictaduras que nadie cuestiona), es una joya democrática. Incluso si se
la compara con Honduras y Guatemala, sale bien parada.

 

Recordemos que el presidente Jimmy Morales ordenó esta misma semana la
salida del país de los funcionarios de las Naciones Unidas y dar por
finalizada la misión de la Comisión Internacional contra la Impunidad en
Guatemala. En Honduras hubo un evidente fraude electoral; en las elecciones
de noviembre de 2017, y durante las protestas, las fuerzas de seguridad
mataron a por lo menos 33 manifestantes, según el informe de 50
organizaciones de derechos humanos.

 

Ni que hablar de México, con más de 200 mil asesinados y 40 mil
desaparecidos en una década, con activa participación de las fuerzas
armadas. Crímenes como los de Ayotzinapa nunca fueron aclarados, pero sus
autores siguen siendo protegidos por el Estado.

 

Nicaragua es otra cosa. El régimen orteguista, acosado por su propio pueblo,
está en las últimas y su caída es cuestión de tiempo. Un pueblo que echó al
dictador Anastasio Somoza, poniendo el cuerpo a las balas, no se va a dejar
dominar por un violador y una delirante, ambos enamorados del poder.

 

Lo que indigna es el doble rasero. En carta al papa Francisco, 20 ex
presidentes rechazaron el llamado a la concordia del prelado en Venezuela.
Algunos de los que firmaron ese mensaje no tienen la menor autoridad moral
para sentenciar al régimen venezolano. Los mexicanos Felipe Calderón y
Vicente Fox estamparon sus rúbricas debajo de un texto que denuncia que el
pueblo venezolano sufre “la opresión por una narco-dictadura militarizada,
que no tiene reparos en conculcar de manera sistemática los derechos a la
vida, a la libertad y a la integridad personal”. Viniendo de gobernantes
mexicanos, una canallada.

 

Algo similar puede decirse del colombiano Álvaro Uribe, que presidió un
narco-gobierno y acuñó la figura de los “falsos positivos”, con la que las
fuerzas armadas justificaron el asesinato de inocentes que hicieron pasar
por guerrilleros.

 

La derecha tiene un problema que la torna poco creíble. Rechaza la pantomima
de Nicolás Maduro, pero no aplica el mismo rasero a otras realidades. Tiene
razón el periodista venezolano Ociel López cuando se pregunta, ante el
movimiento de fichas de las potencias mundiales sobre Venezuela, si “le
importa al mundo la legitimidad de Maduro o priman otros intereses”. O
apostamos por la soberanía nacional o por la injerencia. Hamilton Mourão,
vicepresidente de Brasil, acaba de proponer una invasión “humanitaria” para
derrocar a Maduro.

 

La izquierda regional no entra en el debate, pero respalda la represión de
Daniel Ortega. Un gobierno disparando sobre su pueblo es una línea roja que
nadie, en ninguna circunstancia, debe traspasar. La izquierda está
procediendo a un suicidio ético, mucho más grave que la peor desviación
política, porque lo hace en aras del poder.

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