Sudán/ La revolución silenciada. Masacre y resistencia [Shireen-Akram Boshar/Brian Bean]
Ernesto Herrera
germain5 en chasque.net
Vie Jun 21 13:56:53 UYT 2019
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Correspondencia de Prensa
21 de junio 2019
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Sudán
Masacre y resistencia *
La revolución silenciada
Asediado por el régimen militar, el movimiento popular que en abril derrocó
al dictador islamista Omar al Bashir se enfrenta a una represión atroz. Como
respuesta al impulso revolucionario, las fuerzas estatales mataron a más de
cien manifestantes pacíficos en Jartum a comienzos de mes, con el
beneplácito de Arabia Saudita, Egipto y Rusia. No son las únicas potencias
con intereses allí.
Shireen-Akram Boshar/Brian Bean
Brecha, 21-6-2019
https://brecha.com.uy/
Al amanecer del lunes 3 de junio, fuerzas paramilitares atacaron la acampada
frente a la sede del Comando General del Ejército en Jartum, Sudán, abriendo
fuego sobre los manifestantes y poniendo fin a seis meses de levantamiento
pacífico. Los soldados se abrieron paso entre las barricadas de los
manifestantes, quemaron sus carpas, y les dispararon y los golpearon. Los
testigos hablan de soldados disparando de forma indiscriminada, tirando
cuerpos de manifestantes asesinados al Nilo y violando a dos de las médicas
del campamento de protesta. En 48 horas, el número de muertes creció a más
de un centenar, mientras decenas de cuerpos eran recuperados del Nilo.
Quinientas personas fueron heridas en lo que sólo puede ser descripto como
una masacre premeditada.
La concentración afuera del cuartel general se había vuelto el centro
neurálgico de la revolución sudanesa en marcha, con estudiantes y
profesionales acampados allí para protestar contra el régimen militar desde
comienzos de abril. Liderado por la Asociación de Profesionales Sudaneses,
una plataforma de sindicatos que había sido prohibida por el régimen, el
levantamiento mantuvo un carácter no violento y altamente organizado que
culminó en una huelga general de dos días a fines de mayo.
Pero dos meses después de las protestas iniciales que derrocaron al dictador
Omar al Bashir, los revolucionarios todavía hacían oír el mismo reclamo: el
fin del gobierno militar en Sudán y la instauración de un gobierno civil de
transición que pudiera liderar el camino a elecciones justas y democráticas.
Semanas de negociaciones con los militares habían llegado a un impasse, y
los militares se rehusaban a ceder el control.
El objetivo de la masacre del 3 de junio y la subsiguiente represión es
clara: dispersar a los revolucionarios, terminar con la acampada central y
aplastar la demanda popular de arrancar el poder de manos militares.
Historia criminal
La brutal represión ocurre seis años después de la masacre de Rabaa, en El
Cairo –llevada adelante por el entonces general y ahora presidente Abdel
Fatah al Sisi–, donde más de mil manifestantes de los Hermanos Musulmanes
fueron asesinados como coronación del golpe de Estado dado por las fuerzas
armadas egipcias, lo que marcó un acentuado giro contrarrevolucionario en el
país. Hoy, la masacre de Jartum marca un punto de quiebre en Sudán, aunque
allí es el régimen asociado con los Hermanos Musulmanes el que perpetró la
matanza.
Las fuerzas de la contrarrevolución en Sudán son una extensión de la
historia reciente de guerra genocida en ese país. Como muchos comentaristas
han dicho sobre la represión brutal del 3 de junio, Darfur ha llegado a
Jartum. Justamente, [el ataque del 3 de junio estuvo comandado por] la
Fuerza de Apoyo Rápido (Far), [que] tiene una historia de casi dos décadas
de represión racista en Darfur, en el oeste de Sudán, así como de colusión
con la campaña de la Unión Europea para eliminar la migración ilegal a lo
largo de sus fronteras.
En 2003, Omar al Bashir creó al predecesor de la Far, los yanyauid, a los
que reclutó como la principal herramienta del gobierno en su guerra en
Darfur. Los dos años transcurridos luego de la creación de los yanyauid
fueron testigos de los niveles más altos de violencia en esa región, con más
de 100 mil asesinados y más de 2 millones de víctimas de limpieza étnica. La
táctica represiva de tierra quemada seguida por Al Bashir en Darfur llevó al
llamamiento internacional en pos de su arresto por crímenes de guerra y
crímenes contra la humanidad.
Una década más tarde, en 2013, Al Bashir reconoció formalmente la Far y
nombró a Mohammed Hamdan Dagalo (general Hemedti), quien había escalado
posiciones dentro de los yanyauid, como su líder. La milicia había
evolucionado de fuerza paramilitar fundamentalmente sectaria a milicia
oficial, formalmente subordinada al régimen militar. Esto es hoy más claro
que nunca, dado que Hemedti, al frente de la Far, es también vicepresidente
del llamado Consejo Militar de Transición (Cmt) –por lo que ejerce, quizás,
más poder que nadie dentro del país.
En 2014, la milicia asumió la tarea de supervisar la migración en
connivencia con la fortaleza Europa, mientras esta comenzaba a apretar el
nudo sobre los migrantes y refugiados que se dirigen hacia Europa desde
África y Oriente Medio. El año anterior a que Europa pusiera su foco en
Turquía para contener la migración desde Siria e Irak, buscó detener el
movimiento de migrantes a través de Sudán, y lanzó lo que se conoce como el
proceso de Jartum. El objetivo de esta iniciativa era detener a los
inmigrantes africanos para que no entraran a Europa. Así, la Far fue
desplegada para prevenir que migrantes de varios países cruzaran los límites
de Sudán. Con la tarea de arrestar y deportar a cientos de ellos, la Far
recibió un cuarto de millón de dólares para criminalizar migrantes en
respuesta a las órdenes europeas. Así, el racismo antinmigrante de Europa
ayudó a profesionalizar el terror que se aplicó sobre los manifestantes a
comienzos de mes.
Intereses ajenos
La masacre del 3 de junio ocurrió sólo días después de que los líderes del
Cmt, el general Abdel Fatah Abdelrahman al Burhan y su vice, el general
Hemedti, participaran de una serie de reuniones convocadas en La Meca por
los saudíes, junto con la Liga Árabe y el Consejo de Cooperación del Golfo.
Burhan y Hemedti tienen vínculos de larga data con Arabia Saudita, gracias a
su participación en la guerra que los saudíes dirigen en Yemen y que ha
hundido a ese país en una crisis humanitaria. La coalición saudí-emiratí ha
usado soldados sudaneses para tercerizar la guerra, disminuir la pérdida de
vidas saudíes y calmar así la disidencia interna. Se ha informado que, entre
las decenas de miles de soldados sudaneses enviados a pelear en Yemen, se
incluyen numerosos niños soldados de la región de Darfur.
Como motivo de la guerra en Yemen, está la rivalidad imperial entre Arabia
Saudita (con apoyo absoluto de Estados Unidos) e Irán por la dominación
regional. Esta competencia, en parte a instancias de Estados Unidos,
alimenta el apoyo activo al Cmt de las fuerzas regionales de la
contrarrevolución y a sus esfuerzos por aplastar las aspiraciones del pueblo
sudanés. El domingo 2 de junio, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos
prometieron enviar 3.000 millones de dólares en ayuda a Sudán. El príncipe
heredero emiratí, Mohammed ibn Zayed, llamó a “preservar la seguridad y la
estabilidad” en ese país. El presidente egipcio Al Sisi ha usado su posición
al frente de la Unión Africana para bloquear los intentos de la organización
de condenar al Cmt, aunque la masacre del 3 de junio finalmente llevó a la
Unión a suspender a Sudán. La planificación de ese baño de sangre fue
indudablemente revisada y aprobada por estas potencias regionales.
Entretanto, las declaraciones de Estados Unidos, condenando los recientes
excesos de violencia, no deben ser identificadas con un apoyo al
levantamiento popular y son sólo una toma de distancia cosmética. Las
acciones saudíes se llevan a cabo al unísono con su estrategia como aliado
de Estados Unidos para aislar a Irán. Los planes de Trump de pasar por
encima del Congreso para mantener el flujo de armas hacia Yemen constituyen
un ejemplo de esto.
Rusia ha tomado una posición más beligerante y se ha hecho eco de las
tempranas declaraciones de la Far que justifican la masacre y sostienen que
la violencia del 3 de junio “necesitaba llevarse adelante para imponer el
orden y luchar contra los extremistas” –el mismo lenguaje que Rusia usó para
expresar su apoyo a la carnicería de Bashar al Asad contra la revolución en
Siria.
A todo o nada
Al principio, la respuesta del Cmt fue justificar la matanza; desde
entonces, ha preferido minimizarla y relativizar el número de muertos. En
una clásica maniobra de “golpe bueno”, ha dicho también que ahora –luego de
haber desmantelado uno de los centros simbólicos de la resistencia y de
haber sembrado terror y muerte– está de vuelta abierto a negociar, aunque
impone un apagón en Internet para encubrir sus crímenes.
Desde la ruptura de las negociaciones, el Cmt ha anunciado nuevamente que
habrá elecciones en no más de nueve meses, lo que rompe con el período de
transición de tres años previamente acordado con los manifestantes. Se
exigió este plazo antes de realizar elecciones para brindar la oportunidad
de que se organicen fuerzas políticas independientes del régimen. Varias
zonas del país (Darfur, Nilo Azul y Kordofán del Sur) aún se recuperan de
guerras civiles que han durado más de una década. Unas elecciones
anticipadas sólo garantizarían que los elementos prorrégimen estén mejor
posicionados para aprovechar el carácter antidemocrático de una arena
política que las protestas recién comienzan a abrir.
La Asociación de Profesionales Sudaneses ha declarado que no habrá más
negociaciones con el Cmt y convocó a la huelga general por tiempo
indeterminado y a la desobediencia civil masiva en pos de derribar al
régimen militar, “la única medida que queda” para salvar la revolución.
Mientras es escrito este artículo, llegan los primeros informes de las
campañas de desobediencia civil y se han vaciado las calles en respuesta al
llamado a quedarse en casa. También han emprendido la huelga secciones de
los trabajadores petroleros. El paro y la desobediencia civil también
significarían un boicot organizado a las elecciones si los militares
continúan con su intento unilateral de convocarlas.
Esta revolución no nació de los partidos de la oposición, sino de las masas
del pueblo sudanés y de nuevas formaciones, como la Asociación de
Profesionales Sudaneses, creada a lo largo de la lucha. Ahora es un momento
crucial para ver cómo, después de la masacre del lunes 3, puede mantenerse
la lucha contra el régimen militar.
Aunque la revolución sudanesa ya demostró ser una de las revoluciones más
organizadas y políticamente avanzadas en la región, estos desafíos aún son
enormes. Nuestra atención y solidaridad deben estar con el pueblo sudanés,
que ha entrado en la escena de la historia y está luchando, y muriendo, por
la libertad.
* Publicado originalmente en la revista Jacobin como “Massacre and Uprising
in Sudan”, Brecha reproduce fragmentos con autorización. Titulación de
Brecha.
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