Venezuela/ Presagios de más horas oscuras [Humberto Márquez]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Mar 15 12:23:38 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

15 de marzo 2019

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Venezuela

 

Horas oscuras 

 

Un sorpresivo apagón de 100 horas afectó simultáneamente a todo el
territorio, dejando a sus 30 millones de habitantes sin electricidad ni agua
potable, casi incomunicados e impotentes ante la muerte de decenas de
hospitalizados. Venezuela descendió algunos peldaños más en el foso de la
crisis donde se encuentra: hiperinflación, escasez, desplome de los
servicios públicos, migración masiva y un bloqueo político e institucional,
lo que enfrenta al presidente que efectivamente tiene el gobierno, Nicolás
Maduro, con el líder opositor Juan Guaidó, quien busca desplazarlo con un
vasto respaldo internacional que encabeza Washington. El servicio de
electricidad se restablece, pero hay presagios de más horas oscuras.

 

Humberto Márquez, desde Caracas

Brecha, 15-3-2019

https://brecha.com.uy/

 

¡Se fue la luz! Sucedió minutos antes de las 17 horas del jueves 7 de marzo,
y millones de venezolanos acudieron a balcones, ventanas y teléfonos para
comprobar si se trataba sólo de su vecindario. No, todo el país quedó al
mismo tiempo sin electricidad, por 48 horas unas regiones, otras por 72 o 90
con intermitencias, algunas casi una semana, y sin los servicios asociados:
agua potable, transporte subterráneo, aeropuertos, operaciones bancarias,
Internet, radios, tevé; centros de salud desprovistos de sistemas de
contingencia; fábricas, tiendas, escuelas y oficinas cerradas.

 

Falló el sistema interconectado a partir de Guri, un complejo hidroeléctrico
erigido en el río Caroní, a más de 500 quilómetros al sureste de Caracas,
con capacidad nominal máxima de 15.400 megavatios-hora, pero que desde hace
años genera mucho menos fluido. El parque termoeléctrico debería aportar
otros 15 mil megavatios-hora, pero sólo un tercio está operativo, y el país
a lo largo de toda esta década padece un déficit que se traduce en apagones
y racionamientos que afectan sobre todo a los estados del occidente.

 

Esta vez el apagón fue nacional, y casi de inmediato cayó el suministro de
agua, también ya deficitario al punto de que alienta numerosas pequeñas
protestas en pueblos de provincia y barriadas humildes de las principales
ciudades. En Caracas se paralizaron el metro y los trenes que llevan a las
ciudades-dormitorio, lo que abarrotó y colapsó el transporte de superficie,
que es deficitario tras dos años de escasez y carestía en repuestos,
neumáticos y acumuladores.

 

Cerraron puertos, aeropuertos, fábricas, escuelas y oficinas, pero también
comercios grandes y pequeños, impactados por otro fenómeno venezolano: el
dinero en efectivo es escaso, los billetes son de baja denominación en un
contexto hiperinflacionario, y transacciones diminutas como comprar un café
y un panecillo deben pagarse con tarjetas de débito o crédito, las que no
funcionaron porque la falta de electricidad imposibilitaba las transacciones
bancarias.

 

Mermaron las trasmisiones de radioemisoras y la posibilidad de ver
televisión, se afectó la telefonía fija y móvil, y cayó Internet. La
incomunicación afectó a los 30 millones de habitantes del país y a los cerca
de 4 millones de venezolanos que viven en el exterior.

 

Casos de familia 

 

La vida cotidiana se pobló de historias, de emergencias, prácticamente una
por familia. La comida comenzó a descomponerse en los refrigeradores. En
unos hogares se cocinó apresuradamente cuanto se pudo. Otros, más pobres,
acentuaron su propio racionamiento. Gente con más recursos regaló alimentos
antes de que se dañasen. Vecinos con estufas a gas las prestaron a los de
cocinas eléctricas. Donde hay parientes diabéticos se precipitaron a comprar
hielo para conservar la insulina. Nada nuevo para quienes viven en el
occidente del país, una novedad para los sectores acomodados de Caracas.

 

Las estaciones de servicio dejaron de suministrar combustible, las pocas con
plantas eléctricas atendieron largas filas de vehícu-los. Las velas se
agotaron en supermercados y tiendas de abasto que abrieron sus puertas.
Usuarios de telefonía móvil ocuparon calles y tramos de autopista frente a
las sedes de las empresas que proveen el servicio, para poder acceder a la
señal. En los edificios residenciales los vecinos subían escaleras con
bidones de agua. Nervios al caminar por las calles, hacerlo antes de que
oscurezca: en Venezuela hay más de 20 mil homicidios por año. Miedo en el
transitar nocturno de los vehícu-

los por calles completamente a oscuras. De vez en cuando un disparo, unas
cacerolas vacías o unos gritos en contra del gobierno hendían la noche. Hubo
fogonazos al estallar algunas subestaciones eléctricas urbanas.

 

Bajas y daños

 

El gobierno despachó camiones cisterna con agua para centros de salud y
varias zonas populares residenciales. Otro tanto hizo con algunas plantas
eléctricas para atender emergencias hospitalarias. La fuerza armada
contribuyó con unos cuantos de sus camiones. No obstante, al menos 26
personas, entre ellos recién nacidos, murieron en hospitales durante el
apagón, al quedar inutilizados equipos de asistencia, según la organización
Médicos por la Salud.

 

La primera noche de apagón no se reportaron mayores saqueos, pero luego
surgieron, sobre todo en Maracaibo (noroeste), la segunda ciudad del país, a
plena luz del día, incitados por cabecillas civiles armados y ante una
Guardia Nacional que más de una vez se cruzó de brazos. Un registro
provisional da cuenta de al menos seis fallecidos en refriegas.

 

Los gremios reportaron saqueos en más de 460 establecimientos, de los cuales
100 ocurrieron en un solo centro comercial de Maracaibo. Polar, el mayor
grupo privado y gigante agroalimentario y cervecero del país, reportó
saqueos en cuatro de sus depósitos en esa ciudad, con centenares de
individuos que se llevaron desde botellas de agua hasta neumáticos de sus
camiones, con pérdidas estimadas en seis millones de dólares.

 

Según Fedenaga (gremial de los ganaderos), se perdieron o dejaron de
producir cinco millones de litros de leche, mil toneladas de queso y tres
mil toneladas de carne. “El país ha perdido 875 millones de dólares, casi un
punto del producto interno bruto”, estimó Asdrúbal Oliveros, de la firma de
consultoría Ecoanalítica.

 

El apagón y sus secuelas presagian más escasez o mayores precios, sobre todo
de alimentos, pues el país ha sembrado en el último año apenas el 25 por
ciento de la superficie cultivada a comienzos de la década, y Venezuela
tradicionalmente ha importado hasta dos tercios de los alimentos que
consume. Para adquirirlos, esta vez las reservas, la disponibilidad de
divisas están exangües, y las perspectivas de ingresos petroleros han
mermado con la aplicación de sanciones sobre la petrolera estatal Pdvsa por
parte de Estados Unidos, otrora su principal cliente.

 

Vuelta a la política 

 

El súbito regreso a la iluminación con velas impactó de inmediato la lucha
política, cada vez más más marcada por pruebas de fuerza y amenazas, y
alejada de todo entendimiento entre oficialismo y oposición. Los seguidores
del mandatario, Nicolás Maduro, y de su rival, a quien los opositores
consideran presidente, Juan Guaidó, apelaron a su invariable libreto: la
culpa es del otro.

 

Maduro sostuvo que el apagón “fue producto de un ciberataque desde Houston y
Chicago, ordenado por el Comando Sur (del Pentágono). Mike Pompeo
(secretario de Estado) y el gobierno de Estados Unidos están detrás del
ataque electrónico y electromagnético” al centro de control de Guri, al que
siguió un sabotaje a líneas de trasmisión. El gobernante pidió ayuda de
Rusia, China, Irán y Cuba para investigar el atentado, advirtió que “la
oposición está jugando sucio, por lo que debe haber justicia”, e instó a
manifestarse a los grupos de base del oficialismo entre los más beligerantes
colectivos de barrios, porque “llegó la hora de la defensa”.

 

La oposición se apoyó en asociaciones profesionales de ingeniería para
afirmar que “la falta de mantenimiento, corrupción y robo de los recursos
destinados a mantener y desarrollar la infraestructura eléctrica” es la raíz
del apagón. Según su versión, un incendio de vegetación, producto de la
sequía y la falta de poda y mantenimiento, dañó la principal línea de
trasmisión sobre las llanuras centrales y provocó el desplome del sistema.

 

La Asamblea Nacional de mayoría opositora declaró “estado de alarma” ante la
emergencia eléctrica, de valor retórico dentro del país, pues ese parlamento
que preside Guaidó –reconocido además por los suyos como jefe provisional
del Ejecutivo, pues consideran a Maduro un “usurpador”– no controla los
resortes del poder doméstico. Pero, en cambio, va tomando en sus manos los
activos y negocios de Venezuela en el exterior, al amparo de más de
cincuenta gobiernos que lo reconocen y apoyan.

 

Un detalle no menor es que Guaidó y la Asamblea decretaron suspender el
envío de petróleo a Cuba (en teoría hasta 98 mil barriles de 159 litros por
día, pero recientemente no más de 25 mil) para subsanar con ese combustible
la emergencia eléctrica. Elliott Abrams, designado por Washington para
manejar el tema Venezuela, advirtió a las empresas navieras y de seguros que
tomen debida nota.

 

Estados Unidos acompaña el presagio de nuevas horas y días difíciles para
Venezuela, pues aunque insiste en presión diplomática y económica contra
Maduro, mantiene que “todas las opciones están sobre la mesa”, incluida la
militar, una expresión que Guaidó no desdeña. Y un presagio más: rotas hace
mes y medio las relaciones entre Caracas y Washington, se marchan este
viernes los últimos diplomáticos estadounidenses que permanecían en la
capital venezolana.

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