Venezuela/ Misión Crisis Adentro. Testimonio de médico cubano [Giovanny Jaramillo Rojas]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Mar 15 13:08:22 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

15 de marzo 2019

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Venezuela

 

Cubanos en Venezuela

 

Misión Crisis Adentro

 

Barrio Adentro se llama el programa que permitió al médico entrevistado aquí
llegar a Venezuela hace 13 años y que ahora está, como tanto allí,
descalabrado. Aunque no guarde secretos militares, el entrevistado necesitó
sentirse protegido por la reserva. Dijo, entre otras cosas, que el programa
sanitario ha derivado en un mecanismo de control político y que, con todo,
tiene razones para sentirse más libre en Caracas que en La Habana.

 

Giovanny Jaramillo Rojas, desde Caracas

Brecha, 15-3-2019

https://brecha.com.uy/

 

Nadie quiere hablar, y eso es entendible. A veces el silencio se convierte
en la mejor manera –quizás la única– de desprestigiar la política, no de
atacarla, más cuando esta ha optado por meterse hasta en los huesos de los
ciudadanos. Las cosas están calientes, muy calientes, aunque el verdadero
calor es el que expelen las bocas, aquellas que, día a día salen a poner el
pecho –y el verbo– al intenso embate de las circunstancias.

 

No obstante, ninguna cosa –de tantas– alcanza aún su punto de ebullición.
Para eso falta tiempo. Aunque tiempo sea justamente lo que menos hay. Para
ambas partes. Por ahora, las opiniones van y vienen, batiendo cada vez más
las aguas del río revuelto en el que se ha convertido Venezuela. Por un
lado, los chavistas perseveran en una suerte de mutismo que, lejos de
asustar, confunde. Y, por otro, los opositores deliran por decir algo,
responsable o irresponsablemente, no importa. Lo que cuenta es el escupitajo
o la opinión derrocadora, la opinión quejumbrosa, y así: la real. O por lo
menos la que el mundo de afuera quiere llevar al paroxismo para demostrar
que todo, absolutamente todo, está patas arriba.

 

De cualquier manera, nadie quiere hablar, y aunque eso sea entendible, no
quiere decir que sea aceptable. Puede ser que la verdad sea que nadie,
realmente, puede hablar. Simplemente nadie está autorizado para nada.
Excepto para prevenir o salvaguardar la salud de las personas.

 

***

 

Eso me dice un cubano al que llamaré Jorge, porque él no quiere dar su
nombre, no quiere ganarse problemas, no quiere que lo jodan ni en Venezuela,
ni en Cuba, ni en ninguna parte, porque lo único que sabe hacer en su vida,
en su humilde vida, es salvar las vidas de los demás. Jorge aterrizó en
Caracas en 2006, cuando el gobierno bolivariano inauguró el Hospital
Cardiológico Infantil Latinoamericano Doctor Gilberto Rodríguez Ochoa, y, de
paso, dio rienda suelta a la Misión Barrio Adentro IV, un programa social
que, desde 2003, ha llevado a miles de médicos cubanos a trabajar en
Venezuela en los lugares más recónditos de la república, así como en las
zonas más populares e inaccesibles de las ciudades.

 

Aunque Jorge se negó un par de veces a tener una conversación –ni siquiera
le mencioné la palabra entrevista–, una tarde llamó a mi contacto y le dijo
que, si queríamos escucharlo, fuéramos a su casa y lleváramos pan, que él
ponía el café. Así fue. Llamamos a nuestro conductor y le indicamos.
Llegamos pasadas las ocho a un barrio popular pero no problemático del oeste
caraqueño. La noche, más que agradable, se mostraba satisfecha. Entramos en
una pequeña casa pintada de un amarillo casi incandescente. Jorge nos
recibió vestido con una camisa roja de manga corta, blue jeans y alpargatas.
Nos invitó a sentarnos en una sala con sillones de cuero verde, un cuadro
con un paisaje nevado de fondo y un reloj derretido como el de Dalí, y nos
pidió el pan. Enseguida se perdió en una minúscula cocina y, antes de que el
ambiente se viera inundado por el grato olor del café recién preparado,
salió y nos dijo:

 

—Lo primero que tienen que saber, básicamente por decencia, es que soy gay y
en cualquier momento llega mi pareja. Les digo esto para que no piensen mal.
Ah, y otra cosa, les hablo de todo lo que quieran que les hable, pero, una
vez que salgan por esa puerta, olvídense de mi nombre real e incluso de que
nos conocemos. ¿Están de acuerdo?

 

***

 

Jorge es un médico egresado de la Universidad de Ciencias Médicas de La
Habana. Tiene 48 años y, según él mismo, lo único que ha hecho en su vida ha
sido estudiar. Nunca se interesó ni por la política, ni por los deportes, ni
por el trago, ni por las mujeres. Pero sí por la música clásica y la poesía:
adora con el mismo rigor a Mozart y a Bach que a Eliseo Diego y a Nicolás
Guillén. Añade que en Cuba nadie sabe que es gay y que una de las cosas que
le adeuda a Venezuela es el hecho de sólo allí haber podido deshacerse de
esa molestísima carga que es el clóset. Se especializó en cardiología con el
“tonto y necio objetivo” de entender el órgano del cual proviene el amor.
Dice que, de no haber estudiado medicina, se habría muerto de hambre, porque
“de poeta nadie vive, aunque todos vivimos de los poetas”.

 

—Los cubanos que estamos en Venezuela “en misión” tenemos rotundamente
prohibido dar declaraciones so pena de ser devueltos a la isla y ser objeto
de sanciones, que van desde la prohibición del ejercicio de nuestra
profesión hasta la prisión. Me parece que ellos creen que hablar fuera del
margen profesional es algo así como traicionar a la patria. No lo sé, es muy
contradictorio, porque ellos mismos se encargaron de meternos en la cabeza
que todo acto es político, que el solo hecho de vivir es político, y, sin
embargo, nos prohíben conversar de política. Es evidente que los médicos
cubanos que estamos acá formamos parte de una misión política que se escuda
en ser una misión de salud.

 

***

 

Cuba está tan metida en Venezuela como la Unión Soviética lo estuvo en la
isla hasta que todo se derrumbó, en 1989. Cuba está en cada borde del
espectro nacional venezolano, guiando –no gobernando, y esto hay que
subrayarlo– hacia no se sabe dónde, pero sus manos insisten, prácticamente,
en parecer invisibles: en las comunicaciones, en la inteligencia, en la
milicia, en la política, en la cultura, en la educación y, por supuesto, en
el sistema de salud pública del país. Las que no son ni pretenden ser
invisibles, de ninguna manera, son las manos de miles de médicos cubanos que
diariamente curan y protegen la salud de cientos de miles de venezolanos,
generalmente pobres o marginados. Jorge pinta un cuadro extremadamente
filantrópico, pero, a su vez, desolador. Se siente solo y asegura que este
sentimiento está extendido entre sus colegas, que no dejan de trabajar para
que el sistema de salud bolivariano no se derrumbe completamente, aun cuando
la realidad marca que la misión no es puntualmente un sistema de salud, sino
más bien un “sistema de asistencia urgente”, que no soluciona nada, pero sí
lo dilata todo.

 

Según Acnur, más de 3 millones de personas han abandonado Venezuela y se han
desperdigado por todo el mundo. El fenómeno migratorio ha golpeado todas las
clases sociales, lo cual implica una reducción de la mano de obra en todos
los costados de la economía. Naturalmente, el sector de la salud no ha sido
ajeno a esta crisis. Muchos profesionales de la salud –venezolanos– se han
ido en busca de un futuro más prometedor, mientras que quienes van quedando
y haciendo frente a todo son los médicos de la misión Barrio Adentro y los
practicantes venezolanos que permanecen adheridos académica, profesional e
ideológicamente al programa.

 

—Desde dentro de esta misión, que debería llamarse más bien Crisis Adentro,
puedo decir que ahora, al mes de febrero de 2019, más del 60 por ciento de
los módulos de atención o consultorios populares, tanto los fijos como los
itinerantes, en todo el país, están cerrados, y los que siguen funcionando
permanecen estallados por la falta tanto de personal como de insumos
médicos, tecnológicos y farmacéuticos. Esto, más que una crisis, realmente
es una emergencia humanitaria que cada día se hace más insostenible. Todo en
la misión es artesanal, básicamente hecho a puro pulmón. Algo muy lindo ha
sucedido, y es que algunas comunidades han desarrollado un sentido de
pertenencia importantísimo para con el programa, lo que ha permitido que las
cosas, de una u otra forma, con todas sus fallas incluidas, sigan en pie.

 

***

 

El novio de Jorge llega a casa y le besa la frente. Se nos presenta como
librero. Antes de pasar a la cocina, le cuenta a Jorge que demoró porque
justo en la parada de su metrobús una camioneta atropelló a un señor.
Enfatiza que el señor podría haberse salvado si hubiera llegado a tiempo una
ambulancia o por lo menos un equipo médico, pero que, después de casi una
hora de espera, murió desangrado. Jorge pregunta por la camioneta y su novio
le responde: “Escapó”. Jorge enciende un cigarrillo y todos quedamos en
silencio.

 

—La base de todo sistema de salud debe ser la solidaridad, que debe ser
también uno de los fundamentos de toda revolución. Si nos encontramos con un
pueblo que huye, bien de un accidente de tránsito, bien de un país en
crisis, no podemos culparlo directamente, por la sencilla razón de que esa
actitud es la consecuencia de políticas públicas anodinas y dislocadas, que,
a su vez, derivan en complejas realidades humanas que no se pueden contener.
La corrupción no sólo es económica, quiero decir, del que roba del erario
público para el beneficio propio; la corrupción también es la omisión ética
y moral ante lo que sucede, es el miedo a afrontar la realidad –dice Jorge,
mientras contempla las hondas bocanadas de humo que exhala.

 

***

 

Barrio Adentro es una de las principales banderas de la revolución
bolivariana. Desde su fundación, en 2003, su objetivo medular era salvar
millones de vidas. Por una buena cantidad de años anduvo viento en popa,
pero después empezó a derrumbarse, no como un simple castillo de naipes
rozado azarosamente por una minúscula corriente de aire, sino más bien con
la severidad con la que se derrumba una fe o se destituye a cualquier dios:
a punta de desesperanza e incredulidad.

 

—Si la gente que trabaja en el proyecto social no percibe un reconocimiento
económico que le permita ser independiente del Estado, en algo tan mínimo
como decidir qué comer o cómo vivir, es natural que las cosas se hundan. Por
eso, tanto profesional venezolano se ha ido. Y los cubanos que seguimos
batallando permanecemos, primero, porque estamos acostumbrados, desde hace
medio siglo, a no ser valorados económicamente y, segundo, porque realmente
estar fuera de Cuba nos representa ciertas ventajas. Acá, por ejemplo, hay
un margen de libertad de expresión mucho más amplio y, mal que bien, no
vives tan apretado, tan al límite –reconoce Jorge, antes de dar muerte a su
cigarrillo en un cenicero que lleva el rostro del Che Guevara.

 

***

 

Uno de los problemas perentorios de Venezuela, quizás el que más necesita la
atención de las autoridades, es el de la inseguridad alimentaria en la que
están anegados los más pobres. Hablar de los más pobres en Venezuela
significa, prácticamente, referirse –como mínimo– a la mitad de la población
del país. Así las cosas, tanto la escasez como la imposibilidad de acceder a
alimentos frescos y nutritivos hace que la población en general no pueda
sobrellevar enfermedades crónicas, atender enfermedades emergentes, o
sencillamente prevenir o tratar las comunes. La exposición ya pasó de
desmedida a neurálgica.

 

—Duele decirlo, pero no hay condiciones para ejercer planes de salud seguros
y duraderos. Las instalaciones provistas por el Estado son inhabitables:
muchas veces no hay agua ni luz y todo permanece sucio. Estas cosas
conforman un mínimo indispensable para que un centro de salud, en cualquier
lugar del mundo, funcione cabalmente. Imagínate lo que toca hacer para
neutralizar una hemorragia, curar una herida o atender un parto en una
habitación que no es aseada hace meses. Lo que hay que hacer es echarse una
bendición para que ninguna bacteria o virus se meta y eche todo a perder.

 

***

 

Jorge va cerrando la conversación. El reloj de Dalí marca las 22.36. Nos
advierte que no está bueno estar por ahí de noche. Que Caracas es una ciudad
peligrosa y cada esquina esconde sorpresas. Y que lo último que quiere es
que, por andar viéndolo y escuchándolo, terminemos experimentando –en carne
propia– el desastre que es la salud en Venezuela.

 

—Jorge, ¿cuántos médicos cubanos tiene actualmente la misión?

 

—Tranquilamente podemos ser unos 30 mil.

 

—¿Cómo la definirías?

 

—En un principio, como un proyecto innovador y benefactor que, por una mala
administración y fallas en su proyección, infortunadamente degeneró en una
forma de control social.

 

—¿Control social? 

 

—Sí, mitigamos tu dolor, pero no te solucionamos nada de fondo. Así, tienes
que estar volviendo y no puedes decir que no a nada, porque corres el riesgo
de quedarte sin el servicio.

 

—¿Por qué decidiste acceder a esta conversación?

 

—Hombre, eso sí que no lo sé. Supongo que porque en el fondo encuentro que
las cosas no están funcionando bien y el silencio nos hace cómplices, ¿no?

 

—¿Qué piensas de lo que está pasando?

 

—Soy médico, no político ni sociólogo. Además, toda la especulación sobre el
tema bélico me da un sueño tremendo. Los cubanos estamos esperando que nos
invadan desde el 1 de enero de 1959. Con eso te digo todo.

 

—¿Volverás a Cuba?

 

—No creo, pero, si aprueban el matrimonio igualitario, quizás lo piense
–confiesa, mientras le guiña el ojo a su novio.

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