Argelia/ El ejército y la dinámica del levantamiento popular "antisistema" [Nadir Djermoune]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Mar 30 13:54:23 UYT 2019


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Correspondencia de Prensa

30 de marzo 2019

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Argelia

 

El ejército y la dinámica del levantamiento popular “antisistema”

 

Nadir Djermoune *

A l´encontre, 29-3-2019

http://alencontre.org/

Traducción de Faustino Eguberri 

https://www.vientosur.info/

 

En la quinta semana de la movilización popular reclamando “que se vaya el
poder… y el sistema”, el debate en los medios políticos y mediáticos avanza
y aborda la cuestión de una transición política bajo un ángulo jurídico.

 

Uno de los medios más influyentes, el diario El Watan da la palabra a un
profesor de derecho constitucional, Laggoun Walid, para defender una
transición política en el marco de la actual Constitución. Piensa que la
opción más segura políticamente y conforme a la Constitución está en la
dimisión del presidente y la aplicación del artículo 102. Pues la puesta en
marcha de este arsenal permite mantener una continuidad de las instituciones
y evita el vacío institucional que crearía el final de mandato
constitucional del presidente el 28 de abril si permanece en su puesto hasta
esa fecha. Recordemos que mientras tanto el presidente de la república ha
anulado ya las elecciones previstas para el 19 de abril y el pueblo sigue
reclamando su salida.

 

Subrayemos, por otra parte, que la aplicación de este artículo se puede
contemplar en tres supuestos: en caso de fallecimiento, de dimisión o de
inhabilitación del presidente de la República por causa de enfermedad grave.
¿Qué ha impedido entonces la aplicación de este artículo desde que la
incapacidad de Buteflika para ejercer una función presidencial era conocida?

 

Por su parte, el antiguo candidato a las presidenciales del 19 de abril, el
general retirado Ali Ghediri [general-mayor de 2010 a 2015, luego director
de recursos humanos en el Ministerio de Defensa], en una entrevista
concedida a Radio-M, ha declarado lo mismo: permanecer en la legalidad de
esta Constitución. “No hay que dejar que la marejada se lleve al Estado”,
subraya. Y en su opinión, la puesta en marcha del artículo 102, y que pondrá
de hecho a Abdelkader Bensalah como presidente del Consejo de la Nación, por
tanto un hombre que encarna al sistema y al régimen, permitirá “poner en pie
los mecanismos capaces de asegurarnos una transición sin riesgos”, es decir
sin riesgos de ver desaparecer al “sistema” actual, aunque intente
formalmente hacer una separación entre “sistema” y “Estado”.

 

Salir del embrollo jurídico

 

Esta campaña político-mediática parece tener efectos sobre las autoridades
militares. Éstas, por la voz del jefe del Estado Mayor y viceministro de de
defensa Gaid Salah, lanzan un llamamiento para la aplicación de este
artículo 102. Llamamiento que abre la vía a las y los diputados de las dos
cámaras parlamentarias para demandar al Consejo Constitucional que ponga en
marcha este procedimiento de inhabilitación.

 

En su interpretación más estricta, este procedimiento significa que
Noureddine Bedoui, nombrado en sustitución del antiguo primer ministro Ahmed
Ouyahia, pero que no ha podido constituir su gobierno, debería organizar las
próximas elecciones. Sin embargo, el artículo 104 de la Constitución afirma
que “el Gobierno en funciones en el momento de la inhabilitación, del deceso
o de la dimisión del Presidente de la República, no puede dimitir o
remodelarse hasta la entrada en funciones del nuevo Presidente de la
República”. Ahora bien, este “gobierno en funciones” [el de A. Ouyahia y el
de N. Bedoui que no puede formarse] ¡no puede por tanto ejercer su poder en
la medida en que un nuevo presidente [post-Buteflika] no ha sido elegido!.

 

Por tanto, hay que salir de este embrollo jurídico-procedimental que implica
ya la puesta en marcha de este artículo de la Constitución. Pues lo que está
en juego en esta transición no es ya jurídico sino político. Pero en este
plano, una lectura crítica y dialéctica de la dinámica revolucionaria en
curso nos permite ver que hay, en lo inmediato, un callejón sin salida. Por
retomar una fórmula clásica, si la gente de arriba no puede ya dirigir y los
partidos tradicionales no son ya legítimos, y la gente de abajo no está aún
preparada para gobernar, es decir para poner en pie en el período presente
estructuras de contrapoder representativas y democráticas, entonces se
manifiesta una situación potencial de dualidad de poder, pero su concreción
depende de la dinámica del movimiento social y de las múltiples
correlaciones de fuerza que se derivan “entre la gente de arriba” igual que
“entre la gente de abajo”.

 

En este vacío político coyuntural, el régimen que representa al sistema
intenta mantenerse. La institución militar es la única institución que
sostiene la estructura del poder “antiguo”. Sin embargo, será de hecho
interpelada de forma más manifiesta (aunque ciertas fuerzas políticas le
hayan confiado ya de hecho un papel de liderazgo) para intervenir tras el 28
de abril, es decir tras el final del mandato legal de Buteflika, que dejará
el país sin dirección oficial. No queriendo ciertamente hacer frente a la
vindicta popular, la institución militar prefiere poner en primer plano a
civiles para mejor gestionar el futuro en caso de acentuación de la crisis y
así ganar tiempo.

 

Pero, más allá de esta postura que obedece a considerandos de orden táctico,
la cuestión que se plantea ya es la del comportamiento político de esta
institución. Se están evocando analogías con diferentes experiencias.

 

Dos escenarios posibles: Egipto y Portugal

 

En un artículo publicado en ElQods el arabi, el pasado 12 de marzo, Gilbert
Achcar, profesor en el SOAS (Londres) y especialista del mundo árabe,
subraya la analogía pertinente con el caso egipcio. Considerando que son las
fuerzas armadas regulares las que forman la columna vertebral tanto de
Egipto como de Argelia, subraya que fue el Consejo Supremo de las fuerzas
armadas egipcias quien destituyó al antiguo presidente Hosni Mubarak el día
18 del levantamiento del pueblo egipcio en 2011, y algunos días después del
comienzo de la multiplicación de las huelgas en el país. En Argelia, ve
desarrollarse ante nuestros ojos un escenario similar: las Fuerzas Armadas
argelinas han anulado el proyecto de quinto mandato del presidente en
ejercicio, Abdelaziz Buteflika, y han decidido prolongar su mandato de
transición.

 

Despertados por la experiencia de sus colegas egipcios, así como por la que
ellos mismos habían vivido a comienzos de 1992, según Achcar, los dirigentes
del ejército argelino intentan un escenario que les mantenga en el poder y
anuncian un período de transición durante el cual desean establecer una
nueva hoja de ruta para continuar rigiendo el destino del país. La pregunta
que se plantea actualmente sería la siguiente: ¿el Jefe de Estado Mayor del
Ejército Popular, Ahmad Qaid Saleh, toma el destino de Mohamed Hussein
Tantawi, antiguo comandante en jefe de las Fuerzas Armadas egipcias, o será,
para Argelia lo que Abdel Fattah al Sissi es para Egipto?

 

Pregunta pertinente que puede estar en contradicción con otro escenario: el
caso portugués.

 

En una contribución al periódico Le Soir d´Algérie del 25 de marzo de 2019,
Yazid Ben Hounet, investigador en el CNRS/Francia, parte de un análisis
sociológico que considera que “contrariamente a Siria o Egipto, el ejército
argelino no es un grupo etnico-religioso (el caso sirio) o una clase social
distinta de la mayoría del pueblo (el caso egipcio)”. Preconiza “tomar en
serio el carácter popular y nacional del ejército argelino” (…) “que no se
trata por tanto del ejército de un clan, de una casta, de una clase social,
de una etnia o de una región”. Ve en las consignas gritadas en todas las
manifestaciones “Djeihc, chaab: khawa, khawa” (Ejército, pueblo: hermano,
hermano) no solo un llamamiento a la solidaridad, sino también un
recordatorio de la realidad”.

 

Partiendo del análisis de las especificidades del ejército argelino, sus
dinámicas y su historia, y “reforzado por las últimas declaraciones de Gaid
Salah (que no puede ir en sentido contrario a la mayor parte de sus altos
mandos) [el papel actual del ejército] es el de un acompañamiento de esta
revolución pacífica, más que el de la represión o la confiscación de este
impulso democrático”, Yazid Ben Hounet establece una analogía con “un
escenario a la portuguesa”. “Como los oficiales portugueses que derrocaron
[en abril de 1974, oficiales organizados en el seno del MFA, Movimiento de
las Fuerzas Armadas] la dictadura de Salazar”, escribe, “los oficiales
argelinos en su enorme mayoría, igual que la población argelina, están muy
pendientes de no caer en una nueva forma de guerra interior”. Ciertamente,
la estructuración política de un sector de oficiales del ejército portugués,
que realizaba una guerra contra los movimientos de liberación en Angola,
Mozambique y Cabo Verde, es muy diferente de la existente, actualmente, en
el seno de las fuerzas armadas de Argelia.

 

La entrevista del general retirado Ghediri, realizada por el periodista El
Kadi Ihsan en Radio-M el martes 26 de marzo de 2019, deja entrever una
posible analogía parcial con el llamado escenario portugués.

 

Otros escenarios y analogías han emergido en este debate amplio y público.
Entre ellos, el del historiador francés Benjamin Stora que hace un paralelo
entre la revolución actual en Argelia y las que se conocieron en los países
del este europeo al comienzo de los años 1990. Otras, analizando la cuestión
desde el punto de vista económico, evocan la crisis venezolana…

 

En cualquier caso, todo el mundo espera que Argelia trascienda la espiral
del régimen militar y siga el camino de la democracia. Sin embargo, más allá
de la necesidad de comprender los acontecimientos actuales en Argelia bajo
el ángulo de experiencias históricas, cada sociedad produce su devenir, su
propia historia. Pero no lo hace arbitrariamente, en condiciones elegidas
por ella misma, sino en condiciones directamente heredadas de su pasado y de
la situación nacional e internacional.

 

Así, por retomar la conclusión del texto de Gilbert Achcar, la simple
existencia de una tal problemática, y de un tal adversario (el ejército),
crea condiciones políticas que permiten que las fuerzas populares puedan
hacer entrar a la mayor parte de las fuerzas armadas en las filas de la
revolución, impidiendo a sus dirigentes supremos enfrentarse a la voluntad
popular y permitiendo al país pasar del régimen militar a un gobierno civil
democrático. Por supuesto, esto no se hará de un día para otro, pero, ¿quién
pretende que los principales cambios revolucionarios de la historia se
desarrollen de un día para otro?

 

Asamblea Constituyente como punto de mira

 

En esta perspectiva, la consigna de una Asamblea Constituyente sigue siendo
la única válida. Una orientación que ponga en el centro la reivindicación de
una Asamblea Constituyente popular y democrática podría representar una
nueva etapa de un proceso con dinámica revolucionaria. Para que tome forma,
debe integrar la experiencia cotidiana de las movilizaciones, con sus
efectos sobre la conciencia de sectores significativos de las fracciones
sociales más activas en la denuncia del sistema social y político actual, y
encontrar enganches en las fuerzas revolucionarias indicando las vías
concretas necesarias para la emergencia de una Asamblea Constituyente que
asimile, a su manera, el conjunto de las necesidades políticas, sociales,
culturales y económicas de una mayoría popular.

 

Hacer fracasar la operación táctica de la aplicación del artículo 102 por la
oligarquía es una precondición para que el horizonte de una Asamblea
Constituyente se haga creíble para una fracción mayoritaria de la gente
asalariada, de la juventud estudiantil, a menudo golpeada por el paro, que
se ha hecho la portavoz del estrato social clave de la sociedad (el 45% de
la población está formada por jóvenes de menos de 25 años) y del sector
cultural y socialmente de vanguardia que representa el movimiento de las
mujeres, cuya energía militante ha llamado la atención de la mayoría de
observadoras y observadores. 

 

* Nadir Djermoune. Arquitecto y urbanista activo en Argelia.

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