Venezuela/ Al borde del desastre. Entre el conflicto político y la crisis del sistema de salud [Ociel Alí López]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Abr 3 13:08:52 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

3 de abril 2020

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Venezuela



Entre el conflicto político y la crisis del sistema de salud



Al borde del desastre



El sistema de salud venezolano llega a la coyuntura actual en una situación
dramática. Mientras, el régimen y la oposición dejan escapar otra
oportunidad para lograr una tregua y Estados Unidos recrudece sus ataques.



Ociel Alí López, desde Caracas

Brecha, 3-4-2020

https://brecha.com.uy/



El coronavirus estuvo a punto de lograr lo impensable: un acuerdo entre la
oposición y el gobierno venezolanos. En pleno escándalo mundial por la
pandemia, Henrique Capriles, excandidato presidencial, abrió, el 25 de
marzo, la posibilidad de que se llegue a un acuerdo entre oposición y
gobierno para enfrentar la situación. Esa misma noche hubo dos reacciones
casi paralelas. Nicolás Maduro aceptó: “Estoy de acuerdo con el
planteamiento de Capriles”. Y entonces pidió al nuncio apostólico que
sirviera de mediador y prestara la sede del Vaticano en Venezuela para
entablar una reunión, lo más pronto posible, con los diferentes actores de
la oposición. Pocos minutos más tarde, Juan Guaidó dijo estar dispuesto a
hacer todo lo necesario, en un reconocimiento implícito de la necesidad de
llegar a un acuerdo, aunque mantuvo reservas y planteó condiciones en torno
a la distribución de la ayuda humanitaria, que, según él, debe ser realizada
por organismos multilaterales y no por el gobierno de Maduro.



Previamente había habido gestos de distensión. Henry Ramos Allup, presidente
de Acción Democrática, el principal partido de oposición, anunció el 10 de
marzo que abandonaría la línea radical y abstencionista seguida hasta el
momento y acudiría a las elecciones parlamentarias de este año. También en
el ámbito internacional se vislumbra un nuevo panorama: el 23 de marzo la
Unión Europea hizo público su pedido de que el Fondo Monetario Internacional
financie a Venezuela e Irán en esta coyuntura y cesen las sanciones
estadounidenses contra Caracas y Teherán. Sanciones que, en palabras de
Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea, “les impiden obtener ingresos
por la venta de petróleo”. El secretario general de la Onu, António
Guterres, también pidió que se ceda en las medidas coercitivas. Hasta allí
parecía sobrevenir un apaciguamiento en la escalada de ataques y un posible
escenario de diálogo, aunque fuera mientras durara esta coyuntura mundial.



Trump, otra vez



A pocas horas de abierto ese escenario, el día 26 de mañana, el Departamento
de Justicia de Estados Unidos anunció, en una conferencia de prensa del
fiscal general William Barr, la presentación en tribunales de cargos contra
el presidente Maduro y algunos de sus colaboradores por delitos de
“narcoterrorismo, conspiración para la importación de cocaína y tenencia de
armas y otros artefactos destructivos”. Acto seguido, puso precio a la
cabeza del mandatario venezolano y a las de otros funcionarios y
exfuncionarios. Como era de esperarse, la declaración del fiscal, luego
corroborada por Trump en pleno vendaval viral, canceló cualquier intento de
negociación y disparó discursos radicales de las partes enfrentadas en
Caracas.



El gobierno de Trump pasó así de activar su radar financiero para bloquear a
Venezuela en recursos, compras y ventas de petróleo, a dar luz verde a todo
tipo de acción violenta que busque asesinar o capturar a Maduro y los suyos.
Más que una salida militar, se trata de revivir las opciones parapoliciales
a las que nos acostumbran las películas de la industria cultural más
comercial. Esto sucede al lado de Colombia, un país sembrado de fuerzas
irregulares, y a pocos días de que el mayor general retirado Clíver Alcalá
Cordones confesara a las autoridades colombianas (luego del decomiso de un
arsenal en el noreste de ese país) que planeaba invadir Venezuela junto con
asesores estadounidenses para derrocar a Maduro. Paradójicamente, el general
aparecía en la lista de personeros buscados por el Departamento de Justicia
y a los pocos días viajó bajo arresto de Colombia a Estados Unidos.



A riesgo de que la situación resulte aún más esquizoide, a los pocos días,
el 31 de marzo, con un planteo más civilista pero igual de prepotente, el
secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, propuso la conformación
en Venezuela de un consejo de Estado conformado por el chavismo y la
oposición, sin Guaidó ni Maduro, que se encargue de fijar nuevas elecciones.
La figura no está contemplada en la Constitución venezolana y ya ha sido
rechazada por el canciller Jorge Arreaza.



La respuesta de Miraflores no se ha hecho esperar. La fiscalía venezolana
citó a Guaidó para que declare el jueves 2 de abril. Es posible que el líder
opositor quede preso bajo sospecha por el caso de las armas incautadas en
Colombia. Con Guaidó detenido sólo cabría esperar una escalada mayor entre
Caracas y Washington.



No debe perderse de vista que, aunque la actitud belicosa de la
administración Trump luce desproporcionada en la actual coyuntura sanitaria
mundial, la campaña presidencial en Estados Unidos sigue en marcha. El tema
Venezuela es clave en el voto latino del estado de Florida, un territorio
relevante en cuanto a lo electoral.



En ese contexto deben leerse las palabras de Carrie Filipetti, subsecretaria
de Estado para Cuba y Venezuela, quien ha dicho en los últimos días que
Venezuela es un riesgo para la región y puede convertirse en un foco de la
pandemia y un peligro para los países vecinos. Es un discurso llamativo en
boca de una representante del gobierno estadounidense si se tienen en cuenta
los datos oficiales sobre el covid-19: al cierre de esta edición, Venezuela
tenía 150 casos y tres muertes por coronavirus, mientras que Estados Unidos
tiene 240 mil casos y 5.600 muertes.



Colapso del sistema de salud



De todos modos, estos enfrentamientos se producen no sólo en el marco de las
elecciones estadounidenses, sino también con un telón de fondo marcado por
la objetiva debilidad de Venezuela en materia de salud pública. La salud
venezolana ya estaba en una profunda crisis y podría verse desbordada
rápidamente con la propagación del coronavirus.



Algunas relatorías de la Onu, como la publicada en noviembre de 2019 por el
secretario general adjunto para Asuntos Humanitarios, Mark Lowcock, plantean
que “el sistema de salud venezolano está al borde del colapso y muchos
hospitales carecen de la infraestructura básica de agua y electricidad”.
“Los pacientes hospitalizados, muchos de los cuales ya están gravemente
enfermos, corren un alto riesgo de perder la vida a causa de las nuevas
infecciones que adquieren mientras están en el hospital, ya que no es
posible realizar una limpieza y de-sinfección básicas. Esto se agrava por la
falta de medicamentos y la escasez de médicos y enfermeras para
administrarlos. Enfermedades prevenibles, como el paludismo y la difteria,
han vuelto con mucha fuerza. Las personas con enfermedades crónicas están
entre las más vulnerables.”



En ese escenario, la Federación Médica Venezolana y otras organizaciones
sociales alineadas con la oposición han señalado que los 46 hospitales
públicos designados por el gobierno para encargarse de los casos de
coronavirus no cuentan con las condiciones necesarias para atender a los
pacientes. Lo cierto es que, por más que el gobierno se vanaglorie de una
supuesta fortaleza en la esfera de la salud debido al apoyo de sus aliados
(Cuba y China, entre ellos), el sistema sanitario sufre un gran deterioro.
Si extrapolamos a Venezuela el nivel de demanda médica generada por el
coronavirus en España e Italia, ya no estaremos hablando de un colapso, sino
de un desastre en todos los planos de la vida nacional.

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