Brasil/ El tiroteo más largo. Los desafíos ante el Covid-19 [Marcelo Aguilar]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Abr 3 13:36:03 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

3 de abril 2020

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Brasil



Los desafíos ante el covid-19



El tiroteo más largo



Mientras los habitantes de las favelas señalan las dificultades de aislarse,
los médicos brasileños se ven obligados a autoabastecerse de insumos básicos
para lidiar con la pandemia. El gobierno, en tanto, aparece cada vez más
aislado e incapaz.



Marcelo Aguilar, desde San Pablo

Brecha, 3-4-2020

https://brecha.com.uy/



“Que los ángeles te conduzcan al paraíso, que descanses en paz. Amén”, se
escucha decir al cura por el celular que sostiene el hermano de la
fallecida, el único a quien se le permitió asistir, junto con su esposa, al
entierro. En el cementerio, mientras trabajan los enterradores, que parecen
astronautas, ambos lloran frente al celular y se persignan. La escena fue
transmitida el domingo por el programa periodístico Fantástico, de la TV
Globo, y ocurrió en Perus, un distrito de San Pablo. En Brasil, al cierre de
esta edición, ya son más de doscientos los fallecidos, más de la mitad de
ellos en el estado paulista, y el total de casos positivos supera los 6 mil
en todo el país. El avance del covid-19, que, estiman los especialistas,
todavía no alcanzó el pico, ha generado una carrera contra el tiempo, tanto
en la construcción de hospitales de emergencia como en la toma de decisiones
para paliar los estragos de la pandemia en un país de proporciones
geográficas continentales y una desigualdad alarmante.



¿Aislarse en la favela?



Más de 11 millones de brasileños viven en favelas. Ahí, donde escasean el
espacio y los servicios básicos, el coronavirus tiene campo fértil. Tiaraju
Pablo D’Andrea, sociólogo, docente en la Universidad Federal de San Pablo y
uno de los fundadores del Centro de Estudios Periféricos, contó a Brecha:
“En los barrios populares, sobre todo en las favelas, la gente vive muy
apretada, y esta es una enfermedad que se propaga muy rápidamente en
ambientes de ese tipo. Además, los pobres están, por lo general, menos
preparados que las personas de otros sectores, porque se alimentan peor y
trabajan mucho, y el sistema de salud en sus barrios es más frágil, más
inoperante o directamente no existe”.



El aislamiento social no es fácil de implementar en las favelas: “Gran parte
de la población de este país, principalmente la más pobre, come mañana lo
que ganó hoy. Y puede comer si está en la calle, porque ahí se gana el peso.
Claro que hay que defender el aislamiento social, pero sólo es efectivo si
podés comprometer a todas las personas en esa misión colectiva. Se precisa
un Estado que dé garantías a las personas para que puedan quedarse en la
casa”. D’Andrea cree que en las favelas hay otra cuestión determinante: “El
tamaño de las casas. ¿Quién aguanta estar todo el día apretado en un espacio
de 25 metros cuadrados donde viven cuatro personas? Es imposible”.



Timo Bartholl, geógrafo, vive en el Complexo da Maré, en Rio de Janeiro, un
conglomerado de favelas donde habitan más de 140 mil personas. Desde allí,
sentado en una placita casi desierta, conversó con Brecha y profundizó en el
debate sobre el aislamiento social. Lo que marca al barrio son las balas,
dijo, y a través de las balas reflexiona sobre el nuevo virus: “En las
favelas, la gente vive en un permanente estado de excepción, cercada por
conflictos armados y una violencia brutal del Estado. Las formas de
dominación y violencia que estructuran la sociedad capitalista se
manifiestan acá de forma muy cruel. Para no enloquecer tenés que olvidarte,
abstraerte. No podés estar todos los días pensando que te van a dar un
balazo en la esquina; si no, no salís”. De alguna forma, la vida tiene que
seguir. Hay que comprar pan, trabajar, llevar a los niños a la escuela. “Si
ocurre un tiroteo en un barrio de clase media, no sale nadie a la calle y el
barrio para de funcionar, porque no es normal. De la misma forma que para en
un tiroteo, consigue parar en la pandemia. Pero en la favela, así como las
personas no paran por un tiroteo, tampoco paran por el coronavirus”, añadió.
El problema es dónde está el límite “en el que esa abstracción para
sobrevivir pasa de herramienta de supervivencia a cobardía o ignorancia”.
Para Bartholl, “la pandemia es como una megaextensión de los tiroteos,
quizás el tiroteo más largo que experimente la favela”.



Frente a eso, lo primero es concientizar. En la Maré, por ejemplo, las
campañas comenzaron dos semanas atrás, con volantes, videos, afiches y
muchos contenidos en Internet. Son impulsadas por comunicadores populares de
la favela, en su mayoría jóvenes que sostienen iniciativas como Maré Vive,
un canal de comunicación independiente que transmite información sobre las
comunidades locales. Estas campañas también juntan canastas básicas y hacen
colectas. Para los próximos días tienen pensado reforzar la campaña con
altoparlantes. Para D’Andrea, “las favelas y las periferias van a disminuir
la capacidad de acción del virus con mucha solidaridad y mucho esfuerzo,
pero es fundamental que el Estado destine recursos”.



Pa’ las casas



En los últimos días, como parte de su cruzada contra la cuarentena y en pos
de “salvar la economía”, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, propuso
aplicar el llamado “aislamiento vertical”: que se aisle sólo a los grupos de
riesgo. En una conversación con Brecha, Eduardo Alves Melo, médico
investigador de la Escuela Nacional de Salud Pública de la Fundación Oswaldo
Cruz –el centro de investigación en salud más prestigioso del país– y doctor
en Salud Colectiva, rechazó de plano esa opción: “El problema principal es
que esa medida ignora cómo llega el virus a los grupos de riesgo. Muchos
ancianos viven con otras personas, adultos y niños. Si esas personas salen,
para trabajar o estudiar, contaminan a los ancianos en casa y ayudan a que
el virus se propague más rápido. Es una idea arriesgada e irresponsable”.



Para Alves Melo, la dicotomía economía o salud es una “falsa polémica”,
porque “la prioridad es salvar la vida de las personas”: “Sin eso, no hay
economía que valga y el problema es mucho mayor en el futuro”. Añadió:
“Aunque haya aislamiento, ya sabemos que vamos a pasar grandes dificultades
y que habrá una sobrecarga del sistema de salud. Estamos tratando de
organizarnos, comprando más insumos, construyendo hospitales de emergencia.
Pero sin medidas sensatas y estrictas para que la mayoría de la población se
quede en casa y el sistema de salud tenga tiempo de prepararse, ocurrirá una
catástrofe sanitaria”.



Lo que hay



Acerca de la capacidad del Sistema Único de Salud (Sus) de Brasil para
atravesar esta crisis, Alves Melo afirmó que, a pesar de que se han logrado
grandes avances en algunas áreas, como las de atención primaria, trasplantes
y salud mental, e incluso buenas campañas de vacunación, reconocidas
mundialmente, el Sus enfrenta en la actualidad varios desafíos. “Hay una
falta crónica de recursos y una coexistencia desigual con el sector privado,
que, aunque cubre 45 millones de personas, tiene más recursos en términos
absolutos y relativos que el Sus, que cubre 212 millones.” Este problema se
ha agravado exponencialmente desde la aprobación en el gobierno de Michel
Temer de la enmienda constitucional 95, que congeló los gastos públicos
durante 20 años.



La paradoja, afirmó el especialista, es que “la situación empeora en un
contexto de de-sempleo”: “Muchas personas, cuando pierden el trabajo y, por
lo tanto, la cobertura de salud, van al Sus. O sea, hablamos de un sistema
cada vez más desfinanciado que enfrenta una demanda cada vez mayor”. Para
Alves Melo, esta crisis deja en claro que “quien conduce el enfrentamiento a
un virus como este es el sector público”: “Los privados ni siquiera tienen
condiciones de hacerlo, porque, al carecer de una visión pública y actuar
buscando el lucro, apuntan sólo a algunos segmentos de la población. Esto
evidencia que es necesario el Estado para arbitrar e intervenir de forma
decisiva en esta área, reafirmar el interés público y ayudar a quienes más
lo necesitan”.



En cuarentena



Daniele Maia tiene 40 años, es pediatra y trabaja en el hospital municipal
Moacyr do Carmo, en el área metropolitana de Rio de Janeiro. Empezó a
sentirse mal hace dos semanas, con un dolor muy fuerte en el cuerpo y la
cabeza, y un cansancio absurdo. “No podía ni mantenerme en pie; iba hasta la
cocina y me quedaba sin aire”, contó a Brecha. A pesar de ser médica, demoró
11 días en conseguir un test, que le dio positivo para el covid-19. La
escasez de test, explicó, puede dar una imagen distorsionada: “La cantidad
informada de casos está muy lejos de ser el número real. Lo más preocupante
es que hay muchas personas graves que están muriendo –sea de neumonía u
otras enfermedades– sin que se les haya hecho el test”.



Daniele está en cuarentena y tiene licencia hasta el 6 de abril, pero se
mantiene en contacto con sus colegas. Varios están comprando en Internet
equipamientos de protección, máscaras, delantales, zapatos. “Es algo muy
triste y no es de hoy: hace años que no tenemos material apropiado para
protegernos de un virus como este”, expresó. Hasta el domingo 29, la
Asociación Médica Brasileña había recibido 2.513 denuncias por falta de
equipamiento de protección en todo el país. Más de un tercio de los reclamos
se deben a la falta de alcohol en gel y la gran mayoría, a la falta de
máscaras.



En el frente



Fernando Goytia es médico y atiende en Pronto Socorro de Barueri, un
hospital del área metropolitana de San Pablo. Comentó a Brecha que, “a pesar
del esfuerzo para garantizar una estructura que permita atender la crisis lo
mejor posible, vemos que el gobierno sigue dando prioridad a otras cosas y
no da a esta situación la magnitud que amerita”.



Uno de los grandes problemas, dice Goytia, es que los pacientes infectados
tienen que permanecer internados por lo menos 14 días y las camillas demoran
en liberarse. Eso hace todavía más estresante estar en la línea de frente:
“Nos da la sensación de que no estamos respondiendo a la velocidad necesaria
y de que lo que está pasando se nos fue de las manos”.



“A pesar de que estamos preparados como agentes de salud para lidiar con
este tipo de situación, siento que lo que estamos dando todavía no es
suficiente. Hoy estoy feliz y orgulloso de estar contribuyendo y ayudando a
la gente en este momento. Pero, al mismo tiempo, es muy triste, porque
mientras no se encuentre la cura o un tratamiento específico no podemos dar
certeza de nada”, se lamentó el médico.



Como el uno



Mientras tanto, el presidente Bolsonaro insiste en minimizar y relativizar
los efectos del covid-19. El 24 de marzo dijo que se trataba de una
“gripecita”. En un pronunciamiento en cadena nacional, habló de histeria,
cuestionó el cierre de escuelas decretado por varios gobernadores estatales
y acusó a la prensa de difundir el pánico. Dijo que la pandemia pasará en
breve, y horrorizó a propios y ajenos al decir que Brasil precisaba “volver
a la normalidad” y abandonar “el concepto de tierra arrasada”, en un ataque
directo a las medidas de cuarentena decididas en varias ciudades, entre
ellas, San Pablo y Rio de Janeiro.



Con su actitud ante la crisis, Bolsonaro agudiza su ruptura con gobernadores
y alcaldes, y empeora su eternamente áspera y conflictiva relación con el
Congreso nacional. Pero su desgaste no viene solamente de sus desatinos
discursivos. El domingo 22 de noche firmó una medida provisoria que permitía
que los patrones suspendieran el contrato de trabajo por cuatro meses, sin
remuneración. El rechazo fue tal que a la mañana siguiente reculó. Tras una
enorme presión de la oposición en el Congreso, fue aprobada en ambas cámaras
una renta de emergencia de 600 reales por adulto (unos 114 dólares) y 1.200
reales por familia, un monto más elevado que el propuesto inicialmente por
el equipo económico de gobierno, que era de apenas 200 reales (38 dólares).
La medida abarca a trabajadores informales, autónomos y de-sempleados. Sin
embargo, Bolsonaro dice que todavía no sabe de dónde va a salir la plata.



Para Matheus Albuquerque, analista político y licenciado en Relaciones
Internacionales por la Universidad Católica de Brasilia, “la inestabilidad
actual del gobierno no viene de que Bolsonaro diga una atrocidad acá o allá,
sino de que su gestión no da buenos resultados”: “Sobre todo, y según las
previsiones, no ofrece buenos resultados económicos”.



A la olla del caldo para su eventual impeachment, que ya se discute en los
pasillos de Brasilia, Bolsonaro ya le puso todos los ingredientes, dijo
Albuquerque a Brecha. Aunque el presidente todavía cuenta con apoyo popular,
el analista afirmó que “si mantiene su narrativa de conflicto constante y
continúa rompiendo las coaliciones que construyó para llegar al gobierno,
gobernar se le hará imposible”. De todos modos, Albuquerque aseguró:
“Bolsonaro sabe prevenirse. Aunque se aísla políticamente, continúa con la
misma narrativa: ‘Las medidas contra el coronavirus dejarán un pozo enorme
en la economía. Brasil no puede parar’. Y es cierto: el problema económico
vendrá tarde o temprano. Sólo que cuando se vean los resultados, al final
del año, él podrá decir: ‘¿Vieron? Yo avisé: si hubiéramos hecho lo que yo
decía y el Congreso hubiera aceptado, no estaríamos pasando por esto’”. A
eso los brasileños le llaman “dar a volta por cima”: salir beneficiado de
una situación desfavorable.

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