Investigaci髇/ El relato del contagio. Cuando el mito se une a la medicina [Priscilla Wald]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Abr 6 02:20:17 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

6 de abril 2020

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Investigaci贸n



El relato del contagio



Las interacciones que nos enferman tambi茅n nos constituyen como comunidad, afirma la investigadora Priscilla Wald en Contagious: Cultures, Carriers, and the Outbreak narrative (Contagioso: culturas, portadores y la narrativa del brote), un libro en el que analiz贸 las consecuencias del encuentro entre los mitos y la medicina en torno a las epidemias. Presentamos aqu铆, por primera vez en idioma espa帽ol, una adaptaci贸n de la introducci贸n de ese estudio, publicado por la Duke University Press.



Priscilla Wald

Revista Lento, abril 2020

https://lento.ladiaria.com.uy/



Cuando la Organizaci贸n Mundial de la Salud (OMS) emiti贸 una alerta global el 12 de marzo de 2003, la 鈥渋nexplicable neumon铆a at铆pica鈥 especialmente virulenta que pronto se conocer铆a como s铆ndrome respiratorio agudo severo (SARS) ya hab铆a cruzado una docena de fronteras nacionales. La enfermedad hab铆a surgido en la provincia china de Guangdong durante el mes de noviembre, y un esfuerzo de investigaci贸n mundial pronto identific贸 鈥渓a primera nueva epidemia de enfermedades infecciosas del siglo XXI, causada por un nuevo coronavirus鈥 (seg煤n recogi贸 Marilynn Marchione en Anatomy of an Epidemic). R谩pidamente los epidemi贸logos identificaron su fuente, sus medios y sus rutas de transmisi贸n, los periodistas se apresuraron a informar al p煤blico del peligro y los investigadores m茅dicos trabajaron para encontrar una cura o al menos producir una vacuna, y a trav茅s de sus relatos del brote convirtieron al SARS en una de las 鈥渋nfecciones emergentes鈥 que se hab铆an identificado como un fen贸meno dos d茅cadas antes.



Si bien el coronavirus era nuevo para la ciencia m茅dica, el escenario de aparici贸n de la enfermedad era completamente familiar y facilit贸 la respuesta mundial al SARS. Los registros de brotes de enfermedades anteriores ayudaron a los epidemi贸logos a identificar y responder al problema. Esos registros tambi茅n proporcionaron puntos de referencia para los periodistas que buscaban informar al p煤blico no especializado sobre la propagaci贸n de la infecci贸n. Incluso los investigadores m茅dicos confiaron en su conocimiento de microbios similares mientras trabajaban para comprender al virus desconocido. Estos precedentes permitieron a los expertos dar sentido a una nueva situaci贸n y tambi茅n moldearon lo que vieron y c贸mo respondieron. La pregunta que subyac铆a incluso debajo del m谩s tranquilizador de los relatos era si esta enfermedad, con sus or铆genes desconocidos y su alarmante tasa de mortalidad, podr铆a ser 鈥渓a pr贸xima plaga鈥, el evento pronosticado por cient铆ficos y periodistas que amenazar铆a a toda la especie, dramatizado en ficciones y pel铆culas en las 煤ltimas d茅cadas del siglo XX.



Esa posibilidad alimenta lo que yo llamo 鈥渓a narrativa del brote鈥, una historia en evoluci贸n sobre la aparici贸n de enfermedades. Despu茅s de la introducci贸n del virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) a mediados de la d茅cada de 1980, comenzaron a aparecer informes de nuevas enfermedades que emerg铆an con creciente frecuencia, tanto en publicaciones cient铆ficas como en los principales medios de comunicaci贸n de todo el mundo. Estos relatos pusieron en circulaci贸n el vocabulario de los brotes de enfermedades e introdujeron el concepto de 鈥渋nfecciones emergentes鈥. La repetici贸n de frases, im谩genes e historias particulares produjo una f贸rmula que se amplific贸 por el tratamiento extendido de estos temas en las novelas populares y pel铆culas que proliferaron a mediados de la d茅cada de 1990. Colectivamente, expusieron lo que estaba impl铆cito en todos los relatos: una fascinaci贸n no s贸lo por la novedad y el peligro de los microbios, sino tambi茅n por las cambiantes formaciones sociales de un mundo cada vez m谩s reducido.



El contagio es m谩s que un hecho epidemiol贸gico. Tambi茅n es un concepto fundamental en el estudio de la religi贸n y de la sociedad, con una larga historia al servicio de explicar c贸mo circulan las creencias en las interacciones sociales. El concepto de contagio evolucion贸 a lo largo del siglo XX a trav茅s de la combinaci贸n de teor铆as sobre microbios y actitudes respecto del cambio social. La enfermedad transmisible atrae la atenci贸n tanto de los cient铆ficos como del p煤blico en general no s贸lo por la devastaci贸n que puede causar, sino tambi茅n porque la circulaci贸n de microbios materializa la transmisi贸n de ideas. Las interacciones que nos enferman tambi茅n nos constituyen como comunidad. La aparici贸n de enfermedades dramatiza el dilema que inspira la narrativa humana m谩s b谩sica: la necesidad y el peligro del contacto con otros.



La narrativa del brote 鈥攅n sus encarnaciones cient铆ficas, period铆sticas y ficcionales鈥 sigue una trama como una f贸rmula: comienza con la identificaci贸n de una infecci贸n emergente, incluye la discusi贸n sobre las redes globales a trav茅s de las cuales viaja y realiza la cr贸nica del trabajo epidemiol贸gico que termina con su contenci贸n. A medida que los epidemi贸logos trazan las rutas de los microbios, catalogan los espacios y las interacciones de la modernidad global. Los microbios, los espacios y las interacciones se mezclan para animar el paisaje y motivar la trama de la narrativa del brote, una historia contradictoria pero convincente acerca de los peligros de la interdependencia humana y el triunfo de la conexi贸n y la cooperaci贸n humana, acerca de la autoridad cient铆fica y las ventajas evolutivas de los microbios, sobre el equilibrio ecol贸gico y el desastre inminente. Las convenciones de la t铆pica historia sobre las nuevas infecciones emergentes se desarrollaron a partir de relatos anteriores de esfuerzos epidemiol贸gicos por abordar amenazas generalizadas de enfermedades transmisibles. Si bien empleo 鈥渓a narrativa del brote鈥 para referirme a esa historia paradigm谩tica que sigui贸 a la identificaci贸n del VIH, tambi茅n empleo la frase 鈥渓as narrativas del brote鈥 en general para designar esas historias epidemiol贸gicas. Por ejemplo, las de los primeros a帽os de la bacteriolog铆a y la salud p煤blica en Estados Unidos, donde se puede rastrear el impacto del descubrimiento del microbio en las actitudes hacia las interacciones sociales y la identidad colectiva que caracterizan la narrativa del brote de la aparici贸n de enfermedades.



Las narrativas del brote y la narrativa de brote tienen consecuencias. A medida que diseminan informaci贸n, afectan las tasas de supervivencia y las rutas de contagio. Promueven o mitigan la estigmatizaci贸n de individuos, grupos, poblaciones, localidades (regionales y globales), comportamientos y estilos de vida, y cambian las econom铆as. Tambi茅n influyen en c贸mo los cient铆ficos y el p煤blico en general entienden la naturaleza y las consecuencias de la infecci贸n, y en c贸mo imaginan la amenaza y por qu茅 reaccionan con tanto temor ante algunos brotes de enfermedades y no ante otros igual de peligrosos y apremiantes. Por lo tanto, es importante comprender el atractivo y la persistencia de la narrativa del brote y considerar c贸mo da forma a las descripciones sobre la aparici贸n de enfermedades en todos los g茅neros y medios de comunicaci贸n. Esto es lo que me propongo, un an谩lisis de c贸mo las convenciones de la narrativa del brote dan forma a las actitudes hacia la aparici贸n de enfermedades y de c贸mo la transformaci贸n social puede conducir a respuestas m谩s efectivas, justas y compasivas, tanto a un mundo cambiante como a los problemas de salud y bienestar humano globales.



Cuando el mito se une a la medicina



Los t茅rminos que ahora nos son familiares surgieron en los tempranos relatos medi谩ticos de 鈥渓a primera epidemia de una nueva enfermedad infecciosa del siglo XXI鈥. Un art铆culo de The New York Times del 15 de abril de 2003 que promet铆a, desde su t铆tulo, explicar 鈥渃贸mo una persona puede alimentar una epidemia鈥, empezaba, t铆picamente, con los dramatis personae de una tragedia en desarrollo: 鈥淯n ni帽o en China tan contagioso que lo han apodado 鈥榚l emperador venenoso鈥. Un m茅dico chino que infecta a 12 hu茅spedes en su hotel de Hong Kong, que luego vuelan a Singapur, Vietnam y Canad谩. Una anciana canadiense que infecta a tres generaciones de su familia鈥. El papel involuntario que tuvieron en la propagaci贸n del nuevo virus convirti贸 a estos desafortunados en estereotipos de una historia familiar. El precedente epidemiol贸gico de un 鈥渃aso inicial鈥 responsable de brotes posteriores transform贸 r谩pidamente a estas v铆ctimas en agentes 鈥攜 encarnaciones鈥 de la propagaci贸n de la infecci贸n. Un azafata singapurense de 26 a帽os, por ejemplo, se hizo famosa por 鈥渋mportar鈥 la enfermedad de China. El virus mat贸 a sus padres y a su pastor, enferm贸 a otros miembros de su familia y su comunidad, y la convirti贸 en un chivo expiatorio nacional cuando el ministro de salud de Singapur dijo en una conferencia de prensa a principios de abril: 鈥淣os infect贸 a todos鈥.



Ella era una de los 鈥渟upercontagiadores鈥 del SARS: as铆 llamaron los medios de comunicaci贸n a los individuos 鈥渉iperinfecciosos鈥 que aparentemente fomentaron la infecci贸n al 鈥渧omitar g茅rmenes como teteras鈥, seg煤n el mismo art铆culo de The New York Times. El tratamiento medi谩tico del 鈥渟upercontagiador鈥 sobrevivi贸 a la refutaci贸n cient铆fica del concepto, alimentado por la aparici贸n regular de sus predecesores m谩s notorios. El art铆culo del Times, por ejemplo, explicaba que 鈥淕a毛tan Dugas, el asistente gay de una aerol铆nea culpado por gran parte de la propagaci贸n temprana del SIDA en Am茅rica del Norte, que se denomin贸 Paciente Cero en el libro de Randy Shilts And the Band Played On, ser铆a considerado un supercontagiador como Mary Tifoidea, porque infect贸 a otros intencionalmente鈥. Esta descripci贸n atribu铆a la intencionalidad al supercontagiador, un t茅rmino que originalmente s贸lo refer铆a a alguien que infecta a un gran n煤mero de personas. La metamorfosis de las personas infectadas en supercontagiadores es una convenci贸n de la narrativa del brote en la que los portadores humanos dan vida ret贸ricamente (o, en algunas de las citas, literalmente) al propio virus.



Sin embargo, incluso los supercontagiadores m谩s decididos no podr铆an hacer el trabajo de infecci贸n sin un entorno propicio; la cobertura del SARS dramatiz贸 el peligro del contacto humano en un mundo interconectado. Las fotograf铆as mostraban la temible imagen de la interdependencia humana en las m谩scaras que luc铆an compradores, due帽os de tiendas, trabajadores de aerol铆neas e incluso ni帽os peque帽os mientras caminaban a la escuela o hac铆an piruetas en clases de ballet. Las m谩scaras representaban lo que el SARS pon铆a en relieve: los in煤tiles esfuerzos de los seres humanos para defenderse contra la amenaza de la enfermedad en las interacciones diarias que el transporte y el comercio contempor谩neo volvieron globales. Las redes humanas se convirtieron en los conductos de la destrucci贸n viral. Como inform贸 el peri贸dico Straits Times de Singapur a principios de abril de 2003:



S贸lo se necesit贸 una tos seca en Hong Kong para propagar el mortal virus SARS a siete personas y matar al m茅dico de la OMS que lo identific贸 por primera vez. Y s贸lo se necesitaron unos pocos pasajeros de avi贸n para que la enfermedad llegara a unos 20 pa铆ses en Asia, Am茅rica del Norte y Europa y para que la OMS declarara la enfermedad 鈥渦na amenaza para la salud mundial鈥.



La mujer de Singapur identificada como una superpropagadora del SARS era, como Ga毛tan Dugas, una azafata. El m茅dico chino viaj贸 en autob煤s desde Guangzhou (en la provincia de Guangdong), donde hab铆a estado tratando a pacientes con neumon铆a, a Hong Kong, donde se hosped贸 en el hotel Metropole. Entre otros hu茅spedes del hotel que se infectaron estuvieron un hombre de negocios que llev贸 la enfermedad a Vietnam y la anciana canadiense mencionada en el art铆culo del Times, que la llev贸 a Toronto. El largo per铆odo de incubaci贸n era 鈥渦no de los aspectos m谩s siniestros鈥 del SARS, porque transformaba a las personas infectadas en 鈥減recisamente el mecanismo de contagio que caus贸 el p谩nico en las ciudades afectadas. Ese hombre que est谩 a tu lado en el tren, esa se帽ora que tose al otro lado del pasillo; de repente, los medios y modos de transporte estaban plagados de potenciales supercontagiadores鈥, escribi贸 Karl Taro Greenfeld, uno de los cronistas del brote, en su libro China Syndrome.



En estos relatos, los supercontagiadores y la interdependencia mundial convirtieron las interacciones m谩s simples en eventos potencialmente fatales a escala global. 鈥淯n mundo cada vez m谩s peque帽o aumenta el riesgo de epidemias mundiales鈥, anunci贸 el South China Morning Post en los primeros d铆as de cobertura de SARS; en The New York Times, el escritor y m茅dico Abraham Verghese atribuy贸 la amenaza de una pandemia a la interconectada forma en que vivimos ahora (su art铆culo se titul贸 鈥淲ay We Live Now鈥); un art铆culo de mayo de 2003 en Newsweek, 鈥淭he Mystery of SARS鈥 (鈥淓l misterio del SARS鈥), ayud贸 a contar la historia con fotograf铆as. Una leyenda compartida convirti贸 las tomas adyacentes de una tripulaci贸n de la compa帽铆a Lufthansa enmascarada en un aeropuerto y de un corral de patos a las afueras de Guangzhou en una descripci贸n de los espacios cambiantes de la globalizaci贸n y sus peligros intr铆nsecos:



El miedo al SARS incita a un equipo de Lufthansa a usar m谩scaras en el Aeropuerto de Hong Kong; el virus puede haber nacido en una granja como la de arriba en Guangzhou, China, donde los animales y las personas viven juntas.



Las im谩genes narraban el viaje del SARS desde sus supuestos or铆genes en una 鈥済ranja鈥 en medio de una metr贸polis hacia las rutas del transporte y el comercio mundial a trav茅s de las que se extendi贸. Las yuxtaposiciones suministran las conexiones, trazando las rutas de la enfermedad desde el corral de patos, lo que sugiere falta de limpieza e incluso de propiedad (los seres humanos viviendo cerca de sus animales, como en tiempos preindustriales), a los aeropuertos y ciudades de la aldea global.



La especulaci贸n se difumina en explicaci贸n, ya que la autoridad visual de las im谩genes oscurece las palabras 鈥減uede haber鈥 de la leyenda. Otro art铆culo del mismo n煤mero de Newsweek, titulado 鈥淐贸mo el progreso nos enferma鈥, refuerza la narrativa de las fotograf铆as en su relato de la nueva enfermedad:



El nuevo coronavirus que causa el s铆ndrome surgi贸 de Guangdong, la misma provincia china que entrega nuevos virus de la gripe al mundo la mayor铆a de los a帽os. Los cerdos, los patos, los pollos y las personas viven cara a cara en las primitivas granjas del distrito, intercambiando g茅rmenes de gripe y resfriado tan r谩pidamente que un solo cerdo puede incubar f谩cilmente virus humanos y aviares simult谩neamente. Las infecciones duales pueden generar h铆bridos que escapan de los anticuerpos dirigidos a los originales, despertando una nueva cadena de infecci贸n humana. El factor decisivo es que estas granjas se encuentran a pocos kil贸metros de Guangzhou, una ciudad en ebullici贸n que mezcla personas, animales y microbios del campo con viajeros de todo el mundo. Dif铆cilmente se podr铆a dise帽ar un sistema mejor para agigantar peque帽os brotes.



La descripci贸n ubica el problema del SARS menos en su novedad que en su familiaridad como una de las muchas 鈥渘uevas y temibles enfermedades鈥 que esperan su lanzamiento inminente en los circuitos de una infraestructura global. El art铆culo muestra al VIH/sida como un precedente importante de c贸mo 鈥渘os colocamos en el camino del virus, lo esparcimos por todo el mundo, y estamos bien encaminados para hacerlo nuevamente鈥, y explica que lo que convirti贸 a un virus en 鈥渉olocausto鈥 fue no s贸lo un nuevo agente infeccioso, 鈥渟ino una proliferaci贸n de carreteras, ciudades y aeropuertos, un colapso de las tradiciones sociales y el advenimiento del almacenamiento de sangre y el intercambio de agujas鈥. As铆, enfermedades espec铆ficas se confunden al tiempo que las infecciones emergente mapean los espacios, las relaciones, las pr谩cticas y las temporalidades cambiantes de un mundo globalizado. Guangdong exporta la enfermedad como una mercanc铆a en los espacios peligrosamente promiscuos de una econom铆a global concebida como una ecolog铆a.



Las im谩genes y la historia de los art铆culos de Newsweek ejemplifican c贸mo las interacciones sociales, los espacios y las pr谩cticas, as铆 como la comprensi贸n p煤blica de una enfermedad contagiosa, se reconfiguran conceptualmente por su asociaci贸n mutua. Las 鈥済ranjas primitivas鈥 de Guangzhou, al igual que los espacios 鈥減rimordiales鈥 de los bosques tropicales africanos, temporalizan la amenaza de infecciones emergentes y proclaman el peligro de poner el pasado en proximidad (geogr谩fica) con el presente. El aeropuerto vuelve a Hong Kong, Nueva York, Toronto y cualquier otra ciudad importante tanto como Guangzhou, el tel贸n de fondo de la fotograf铆a. Los art铆culos de Newsweek expresaban preocupaci贸n por la estigmatizaci贸n de grupos y espacios que caracterizaron lo que algunos cr铆ticos cre铆an que era una respuesta exagerada a la amenaza del SARS; la advertencia fue, de hecho, un estribillo en algunos de los medios de comunicaci贸n de todo el mundo, que especulaban sobre el papel de la xenofobia en la tradici贸n del 鈥減eligro amarillo鈥, y un titular del Boston Globe lo denuncio como una 鈥渆pidemia de miedo鈥. Sin embargo, la representaci贸n de Guangzhou en Newsweek aliment贸 esos prejuicios.



Los informes de Newsweek fomentaron el 鈥渘ativismo medicalizado鈥, un t茅rmino acu帽ado por el historiador Alan Kraut para describir c贸mo la estigmatizaci贸n de los grupos de inmigrantes se justifica por su asociaci贸n con enfermedades transmisibles, que implica la creencia casi supersticiosa de que las fronteras nacionales pueden brindar protecci贸n contra las enfermedades contagiosas. Como muestran las im谩genes de Newsweek, el nativismo medicalizado implica m谩s que superponer una amenaza de enfermedad a un grupo desafortunado. M谩s bien, la enfermedad est谩 asociada con pr谩cticas y comportamientos peligrosos que supuestamente marcan una diferencia cultural intr铆nseca, a la vez que expresa el poder transformador destructivo del grupo. Representar las 鈥減r谩cticas primitivas鈥 de las granjas de Guangzhou y la naturaleza contagiosa de esas pr谩cticas como una expresi贸n de identidad cultural es un buen ejemplo del nativismo medicalizado.



El marco temporal impl铆cito en la descripci贸n de ciertas pr谩cticas como 鈥減rimitivas鈥 oscurece la comprensi贸n de dichas pr谩cticas como expresiones de pobreza. Si bien las transformaciones sociales y espaciales de la modernidad global exacerban esta pobreza, la temporalidad intr铆nseca proporcionada por el uso de la palabra primitivo permite representaciones contradictorias de la modernidad global en los relatos medi谩ticos del SARS: las redes globales como amenaza y soluci贸n. Fue 鈥済racias a la tecnolog铆a y a un esp铆ritu de cooperaci贸n global鈥 que el virus fue r谩pidamente identificado y detenido, seg煤n el primer art铆culo de Newsweek, y el segundo inform贸 las 鈥渂uenas noticias鈥: que 鈥渓as fuerzas que hacen que los microbios sean tan m贸viles tambi茅n los hacen m谩s f谩ciles de rastrear鈥. El SARS hab铆a sido 鈥渟贸lo el 煤ltimo recordatorio de cu谩n poderosas pueden ser las nuevas conexiones globales鈥, y el peligro era 煤nicamente una expresi贸n de ese poder. Desplazar el problema de la pobreza al peligro de las 鈥減r谩cticas primitivas鈥 les permiti贸 a estos relatos mostrar la modernizaci贸n como una soluci贸n prometida al problema de las infecciones emergentes, en lugar de identificarla como parte del problema. En el proceso, convirtieron las granjas de patos de Guangzhou en reliquias de un pasado anticuado en lugar de espacios de modernidad global.



Sin embargo, las transformaciones ejercen una presi贸n insistente, en parte a trav茅s de la figura del portador de la enfermedad, que las encarna. Los supercontagiadores 鈥渘o son s贸lo interesantes porque son at铆picos鈥, observa Nicholas Thompson, del Boston Globe, 鈥渟ino porque sirven como nodos que conectan a todos con los dem谩s, en unos pocos saltos鈥. Son figuras de fascinaci贸n y de miedo debido a las conexiones que ponen de manifiesto. Las rutas recorridas por las enfermedades contagiosas iluminan las interacciones sociales (los espacios y los encuentros, las pr谩cticas y las creencias) de un mundo cambiante. Eso era igual de cierto a principios del siglo XX, cuando se identificaron por primera vez portadores humanos sanos, como lo es a principios del siglo XXI. Las ideas sobre el contagio registran la intriga y la posibilidad, as铆 como la ansiedad generada por esos cambios. La metamorfosis fisiol贸gica de los portadores humanos los convierte en figuras representativas del hecho, el peligro y las posibilidades de interdependencia humana en un mundo cada vez m谩s reducido. Su experiencia del impacto del cambio de las interacciones sociales en los individuos explica el dominio que han ejercido en la imaginaci贸n popular desde la identificaci贸n de los primeros portadores humanos de enfermedades en los primeros a帽os del siglo XX.



Un art铆culo sobre chivos expiatorios y SARS en el peri贸dico Irish Times reconoc铆a el poder de la figura en una descripci贸n del portador m谩s famoso, 鈥淢ary Tifoidea鈥, como un 鈥渁rquetipo m铆tico del inmigrante pestilente que infecta a una sociedad occidental saludable鈥. De origen irland茅s, la cocinera Mary Mallon o 鈥淢ary Tifoidea鈥 (1869-1938) fue la primera portadora humana sana de una enfermedad transmisible que se identific贸 en Estados Unidos; se cree que contagi贸 a m谩s de 500 personas de fiebre tifoidea y pas贸 casi tres d茅cadas en cuarentena. Con lo de 鈥渁rquetipo m铆tico鈥 el autor del art铆culo, Fintan O鈥橳oole, deja claro c贸mo su invocaci贸n rutinaria para referir a este tema la ha convertido en un estereotipo, el paradigma del supercontagiador. Cr铆tico de la estigmatizaci贸n, O鈥橳oole utiliza m铆tico como sin贸nimo de creencia falsa, pero el significado m谩s especializado del t茅rmino describe acertadamente la potencia representativa de esta figura paradigm谩tica y de la narrativa del brote en la que la figura del supercontagiador es central.



Un mito es una historia explicativa que no tiene un autor espec铆fico, sino que surge de un grupo como expresi贸n de los or铆genes y los t茅rminos de su identidad colectiva. Su fuerte atractivo emocional deriva de los valores fundamentales, las jerarqu铆as y las taxonom铆as que son condiciones previas de esa identidad, al tiempo que las afirma. En Mitos, sue帽os y misterios, Mircea Eliade clasifica los mitos seg煤n su estado de 谩nimo y su trama: el sentido de la atemporalidad y la renovaci贸n, de una conexi贸n con los or铆genes y lo sagrado, asociado con 鈥渦na reentrada peri贸dica en el tiempo primordial鈥, donde una lucha primaria entre la destrucci贸n y la resistencia se repite continuamente. En Antropolog铆a estructural, Claude L茅vi-Strauss ubica su atractivo en su estructura, lo que permite la coexistencia de poderosas contradicciones sociales. Aunque mito es con frecuencia un t茅rmino asociado con culturas 鈥減rimitivas鈥 o se usa coloquialmente, como en el art铆culo de Irish Times, para referirse a una creencia ficticia, los mitos siguen siendo una expresi贸n significativa de la identidad colectiva teol贸gica o sobrenatural. En Discourse and the Construction of Society, Bruce Lincoln define acertadamente al mito como 鈥渦na peque帽a clase de historias que poseen credibilidad y autoridad鈥, que derivan de su expresi贸n 鈥渄e verdad paradigm谩tica鈥 y a trav茅s de las cuales 鈥渟e evocan los sentimientos a partir de los cuales la sociedad se construye activamente鈥. Joseph Mali (autor de Mythistory: The Making of a Modern Historiography) tambi茅n utiliza el t茅rmino para describir 鈥渓as narrativas que expresan y explican las creencias en los or铆genes y los destinos comunes que por s铆 mismas convierten a nuevas 鈥榗omunidades imaginadas鈥 en reales, confiri茅ndoles su antig眉edad鈥. Especialmente recurridas en tiempos de r谩pida transformaci贸n social, esas historias articulan las 鈥渘ormas morales y formas de vida social鈥 como verdades duraderas.



Las invasiones microbianas toman un giro m铆tico cuando se representan como respuesta de la Tierra a los seres humanos, que se han aventurado en lugares primordiales que no deben molestar. Entendida alternativamente como defensiva y vengativa, esta reacci贸n primaria es una caracter铆stica recurrente de los brotes epidemiol贸gicos no s贸lo en la ficci贸n, sino tambi茅n en sus descripciones cient铆ficas y period铆sticas (en las que el t茅rmino primordial aparece con frecuencia).



El portador es el extranjero arquet铆pico, que encarna el peligro de invasi贸n microbiana (m谩s expl铆citamente en los h铆bridos humanos-virales) y lo transforma en la posibilidad de rejuvenecimiento y crecimiento. 鈥淯n antiguo proverbio musulm谩n dice que cualquiera que se quede en una tierra donde hay una enfermedad epid茅mica ser谩 un m谩rtir y ser谩 bendecido鈥, se帽ala Charles Pierce (鈥淓pidemic of Fear鈥, Boston Globe). Tanto m谩s el portador, que sufre y representa a la vez los pecados del mundo moderno. Esta figura encarna no s贸lo las intrusiones prohibidas, las conexiones profundas y los lazos m谩s esenciales de la comuni贸n humana, sino tambi茅n el poder transformador de las enfermedades transmisibles. Figuras como Mary Tifoidea y el Paciente Cero se vuelven m铆ticas en estos relatos debido a sus simult谩neas funciones demon铆acas, representativas y tambi茅n redentoras, pero a la vez claramente sociales; incluso podr铆a decirse teosociales.



Las narraciones contempor谩neas sobre infecciones emergentes registran la influencia de relatos anteriores de plagas y teor铆as de contagio, explicaciones cient铆ficas contempor谩neas y preocupaciones sociales. Estas narrativas son cr铆ticas a las desigualdades socioecon贸micas y los relatos emocionantes de luchas apocal铆pticas con demonios terrestres primordiales, an谩lisis obstinados del agotamiento ambiental e historias esperanzadoras de renovaci贸n eterna. Al mismo tiempo que pronostican la destrucci贸n inminente y afirman los cimientos perdurables de la comunidad, ofrecen mitos para el momento contempor谩neo, lo que explica el dominio imaginativo y la persistencia de la historia que llamo 鈥渓a narrativa del brote鈥.



Contagio y pertenencia



A trav茅s de 茅pocas y culturas, las plagas han sido formativas de la existencia y la especulaci贸n humana. La Il铆ada y Edipo rey comienzan con plagas provocadas por las transgresiones de un rey. Las plagas son el lenguaje del disgusto de los dioses, y al aprender a leer ese idioma los reyes llegan a comprenderse a s铆 mismos como la fuente involuntaria del sufrimiento de sus pueblos. Las plagas los obligan a asumir la responsabilidad de sus acciones, ya que ilustran la relaci贸n entre el grupo y un individuo an贸malo.



En A History of Public Health, el historiador de la salud p煤blica George Rosen documenta el desarrollo de teor铆as 鈥渃ient铆ficas鈥 de las epidemias en Grecia que conten铆an explicaciones de lo sagrado y culminaron en una 鈥済ran liberaci贸n de pensamiento durante los siglos V y IV a. C.鈥. La observaci贸n suger铆a la transmisibilidad de ciertas enfermedades, pero su origen sigui贸 siendo un misterio y se atribuy贸 a un desequilibrio entre los seres humanos y su entorno. Las explicaciones religiosas, sociales y ambientales de las enfermedades transmisibles se entremezclaron y se les unieron, gradualmente, teor铆as del contagio. Girolamo Fracastoro articul贸 estas teor铆as en su libro de 1546 De contagione, contagiosis morbis et eorum curatione (Sobre el contagio, las enfermedades contagiosas y su curaci贸n), en el que introdujo la idea de que exist铆an semillas (seminarios) de enfermedad.



Para sus primeros cronistas 鈥攅l m茅dico Hip贸crates, el historiador Tuc铆dides鈥, la peste devastaba el orden social tanto como los cuerpos individuales. El colapso de las relaciones sociales, los rituales y las instituciones fue tambi茅n el foco de los tratamientos literarios posteriores, desde El Decamer贸n (1353), de Giovanni Boccaccio, hasta Diario del a帽o de la peste (1721), de Daniel Defoe, Arthur Mervyn (1799), de Charles Brockden Brown, y El 煤ltimo hombre (1826), de Mary Shelley. Cuando las enfermedades transmisibles hacen que sea peligroso congregarse y ponen en riesgo de muerte a quienes ayudan a los enfermos, tales colapsos no son sorprendentes. Y el golpe psicol贸gico que sigue a los desastres de gran magnitud agrava la disoluci贸n de la organizaci贸n social. Boccaccio describe la falta de duelo y observa:



No se otorgaba m谩s respeto a las personas muertas que el que se mostrar铆a hoy en d铆a hacia las cabras muertas. Porque era bastante evidente que la 煤nica cosa que, en tiempos normales, ning煤n sabio hab铆a aprendido a aceptar con resignaci贸n paciente (a pesar de que golpeaba tan rara y discretamente) ahora tambi茅n se mostraba a los simples, pero la magnitud de la calamidad les hac铆a considerarla con indiferencia.



Defoe, por su parte, se lamenta de que el 鈥減eligro de muerte inmediata nos quit贸 todas las entra帽as del amor, todas las preocupaciones mutuas鈥.



Sin embargo, estas mismas representaciones tambi茅n sugieren que la experiencia de una epidemia de enfermedades transmisibles podr铆a evocar un profundo sentido de interconexi贸n social: la comunicaci贸n configura a la comunidad. En El Decamer贸n, la plaga insiste en las conexiones de las cuales la gente espera huir: 鈥淐ada vez que los que la padec铆an se mezclan con personas que todav铆a no se hab铆an visto afectadas, se abalanzar铆a sobre ellos con la velocidad de un incendio que atraviesa sustancias secas o aceitosas puestas a su alcance鈥. Ante la evidencia concreta de microbios, la propagaci贸n de la enfermedad parec铆a ser una fuerza m铆stica, ya que 鈥渢ambi茅n parec铆a transferir la enfermedad a cualquiera que tocara la ropa u otros objetos que hab铆an sido manipulados o utilizados por sus v铆ctimas鈥. Estos v铆nculos no pueden ser negados, y el reconocimiento de su indisolubilidad motiva a los j贸venes protagonistas de El Decamer贸n a afirmar los principios sociales b谩sicos tanto en la sociedad ritualizada que dise帽an como en las historias que cuentan.



Una epidemia era una experiencia compartida en m煤ltiples niveles. El narrador de El 煤ltimo hombre, de Shelley, describe c贸mo los desastres de la plaga 鈥渓legaron a tantos senos y, a trav茅s de los diversos canales de comercio, llegaron completamente a cada clase y divisi贸n de la comunidad鈥. El contagio era el color de la pertenencia, tanto social como biol贸gica. La susceptibilidad com煤n de todas las personas atadas a los lazos comunes de la humanidad, y la idea de una plaga como un gran ecualizador que afecta a ricos y pobres, mundanos y devotos fueron temas habituales en la literatura. El dolor en s铆 mismo podr铆a marcar esos lazos, como en la descripci贸n de Shelley de c贸mo la respuesta de una joven madre a la leve enfermedad de su hijo 鈥渓e demostr贸 que todav铆a estaba unida a la humanidad por un lazo indestructible鈥.



Las representaciones literarias de sociedades abrumadas por pestes evidencian el complejo vocabulario a trav茅s del cual los miembros de una poblaci贸n devastada responden a las epidemias y experimentan las conexiones sociales que los hacen una comunidad. La palabra contagio significa literalmente 鈥渢ocar juntos鈥, y uno de sus primeros usos en el siglo XIV se refer铆a a la circulaci贸n de ideas y actitudes. Con frecuencia connotaba peligro o corrupci贸n. Las ideas revolucionarias eran contagiosas, al igual que las creencias y las pr谩cticas her茅ticas. La locura y la inmoralidad se etiquetaban como contagiosas m谩s a menudo que la sabidur铆a y la virtud. El uso m茅dico del t茅rmino no era ni m谩s ni menos metaf贸rico que su contraparte ideol贸gica. La circulaci贸n de enfermedades y de ideas era material y experimentable, incluso si no era visible, y mostraba el poder y el peligro de los cuerpos en contacto y la fragilidad y la tenacidad simult谩neas de los lazos sociales.



Las teor铆as de la comunicabilidad y las ideas sobre las implicaciones sociales de las epidemias circularon juntas a trav茅s de los muchos relatos sobre plagas en la historia, la ciencia y la ficci贸n. En diferentes lugares y en distintos momentos domin贸 una u otra de estas teor铆as, pero se mantuvieron m谩s o menos influyentes hasta que la bacteriolog铆a, que surgi贸 a fines del siglo XIX, mostr贸 c贸mo los microbios espec铆ficos causan enfermedades transmisibles y document贸 rutas de transmisi贸n que hasta entonces apenas eran sospechadas. Mary Douglas, que llama a esto 鈥渓a revoluci贸n m谩s radical en la historia de la medicina鈥, lamenta que el surgimiento de la bacteriolog铆a no s贸lo alter贸 las teor铆as del contagio, sino que tambi茅n afect贸 las teor铆as sobre los primeros rituales religiosos y la organizaci贸n social. Como antrop贸loga, le preocupa que las lecciones de bacteriolog铆a hayan vuelto 鈥渄if铆cil pensar en la suciedad, excepto en el contexto de la patogenicidad鈥, tal como dice en su estudio Purity and Danger: An Analysis of the Concepts of Pollution and Taboo, y se queja de que el estudio de la religi贸n comparada, con ra铆ces disciplinarias en la misma 茅poca, 鈥渟iempre ha sido demonizado por el materialismo m茅dico鈥, un t茅rmino que ella adapta de William James para referir a la falacia de atribuir una explicaci贸n principalmente higi茅nica a los primeros rituales religiosos. Los an谩lisis realizados a trav茅s del lente bacteriol贸gico, argumenta, fallan al abordar las prohibiciones, que est谩n dise帽adas no para prevenir enfermedades, sino para marcar transgresiones peligrosas 鈥斺渦na ruptura simb贸lica de lo que deber铆a unirse o una conjunci贸n de lo que deber铆a estar separado鈥濃 que resultan en enfermedades y otras formas de retribuci贸n divina. Las prohibiciones iluminan los m谩rgenes, en los que las categor铆as se vuelven turbias, y hacen que la organizaci贸n social sea visible y atractiva. Las explicaciones higi茅nicas ocultan el hecho de que las prohibiciones ofrecen expresiones simb贸licas de organizaci贸n social. Tales explicaciones tambi茅n oscurecen cu谩nto afecta el significado social de las prohibiciones a la representaci贸n y la experiencia de la enfermedad y la idea de contagio. 鈥淚ncluso si algunas de las reglas diet茅ticas de Mois茅s fueran higi茅nicamente beneficiosas, es una pena tratarlo como a un administrador de salud p煤blica iluminado, en lugar de como a un l铆der espiritual鈥, bromea Douglas.



La nueva ciencia proporcion贸 un vocabulario que dio forma a las ideas contempor谩neas no s贸lo sobre el pasado distante, sino tambi茅n de las interacciones y las pr谩cticas en el momento actual. Sin embargo, como sugiere Douglas, las actitudes hacia la enfermedad contagiosa y el contagio continuaron registrando una historia densa, y la suciedad y la enfermedad se mantuvieron (y siguen siendo) simb贸licamente poderosas. Las motivaciones higi茅nicas no s贸lo no dieron cuenta de la historia de los antiguos rituales religiosos, sino que tampoco brindaron la historia completa de las teor铆as y las pr谩cticas de salud p煤blica m谩s contempor谩neas. Los administradores de la salud p煤blica de principios del siglo XX no eran exactamente herederos de Mois茅s, pero, especialmente en medio de una epidemia (o amenaza de una), eran a su vez sumos sacerdotes del contagio y la comunidad, dispensando los principios de cohesi贸n social a trav茅s de las pr谩cticas de prevenci贸n de enfermedades.



Para los funcionarios de salud p煤blica las enfermedades transmisibles eran un problema m茅dico y social, y promovieron la influencia mutua de las teor铆as cient铆ficas y sociales del contagio a medida que recurr铆an a los dos campos de investigaci贸n. El crecimiento de las ciudades dio lugar a lo que ve铆an como espacios sociales 鈥減romiscuos鈥: las personas se topaban literal y figurativamente entre s铆 en espacios m谩s peque帽os y en mayor n煤mero que nunca. Los microbios prosperaron en tales entornos, produciendo infecciones generalizadas que, a su vez, brindaron a los investigadores la oportunidad de estudiarlos. Al mismo tiempo, los nuevos encuentros culturales inspiraron a los te贸ricos sociales a estudiar las interacciones grupales y los lazos sociales. Los cient铆ficos y los te贸ricos sociales a menudo le铆an el trabajo de los dem谩s, pero, lo que es m谩s importante, estaban motivados por fen贸menos relacionados: las consecuencias sociales y m茅dicas de los espacios e interacciones cambiantes de un mundo cada vez m谩s interconectado. El intercambio conceptual entre ellos era inevitable.



Dos teor铆as especialmente influyentes de la fuente de los lazos sociales registran el impacto conceptual de la investigaci贸n cient铆fica contempor谩nea. 脡mile Durkheim y Sigmund Freud escribieron sus estudios sobre los or铆genes de la organizaci贸n social y la religi贸n tot茅mica 鈥擣ormas elementales de la vida religiosa (1912) y T贸tem y tab煤 (1913), respectivamente鈥 en el apogeo de la revoluci贸n bacteriol贸gica, cuando los microbios llenaban titulares, en los dos pa铆ses, Francia y Alemania, que fueron pioneros en el trabajo en el campo. El inter茅s en el poder de las prohibiciones contempor谩neas y en la organizaci贸n social los envi贸 en busca de los or铆genes de esa organizaci贸n, y ambos encontraron en el concepto de contagio el principio a trav茅s del cual describir c贸mo la fuerza m铆stica de lo sagrado se derrama inexorablemente a lo profano a trav茅s del contacto f铆sico o de la asociaci贸n simb贸lica. Contagio refer铆a a una fuerza sagrada tan poderosa, explic贸 Durkheim, que incluso la 鈥渟imilitud super铿乧ial鈥 entre los objetos o las ideas era suficiente para iniciar el proceso. El contagio era un principio de clasificaci贸n que mostraba los fundamentos de la organizaci贸n social y era, por lo tanto, la fuerza que un铆a a las personas a las relaciones que constitu铆an los t茅rminos de su existencia. Proporcion贸 la l贸gica de pertenencia tot茅mica y permiti贸 a los te贸ricos explicar la cohesi贸n social. Con estos relatos, trataron de hacer que las rutas de transmisi贸n cultural fueran tan visibles como las v铆as de transmisi贸n de enfermedades que hab铆an mostrado los bacteri贸logos. Durkheim cre铆a que con su aclaraci贸n de categor铆as el concepto de contagio hab铆a sentado las bases 鈥減ara las explicaciones cient铆ficas del futuro鈥. Las categor铆as de pertenencia y las teor铆as de la infecci贸n microbiana se unieron en esa figura m谩s m铆tica 鈥攜 m谩s cient铆fica鈥, el portador humano, que hizo de eslab贸n, en el estudio de Freud, entre sus pacientes y la cultura 鈥減rimitiva鈥.



Freud escribi贸 T贸tem y tab煤 para explicar la prevalencia del tab煤 del incesto en todas las culturas en t茅rminos sociales y psicoanal铆ticos, en lugar de m茅dicos. La historia de Edipo le da a su relato un marco narrativo. Freud comienza esta historia de or铆genes sociales con la premisa de que 鈥渓os dos cr铆menes de Edipo鈥 鈥攊ncesto y parricidio鈥 son la fuente de lo que 鈥渇orma el n煤cleo de quiz谩s toda psiconeurosis鈥. Afirmando que estos cr铆menes encuentran expresi贸n abierta en culturas 鈥減rimitivas鈥 y en la primera infancia, 茅l hace de su an谩lisis un mito sobre la pertenencia social y la organizaci贸n para la era moderna. La conexi贸n que establece entre las neurosis y la historia humana comienza con lo que llama la explicaci贸n 鈥渉ist贸rica鈥 de Charles Darwin del tab煤 del incesto: su hip贸tesis, basada en la observaci贸n de animales, de una horda primitiva en la que los celos sexuales de los hijos incitan al padre a expulsar a esos hijos, quienes eventualmente se unen para matar al padre y llevarse a sus mujeres, sus madres y hermanas. Pero Darwin, explica, no ofreci贸 pruebas suficientes de su hip贸tesis para establecer su autoridad sobre otras teor铆as. Para esa prueba Freud recurri贸 a las observaciones psicoanal铆ticas de ni帽os y pacientes y a la historia de Edipo, que es fundamental para sus teor铆as sobre el desarrollo infantil y las psiconeurosis. Atribuyendo a los hijos la ambivalencia que hab铆a identificado en sus analizados, Freud se desliz贸 del relato de la especulaci贸n de Darwin a la narraci贸n en tiempo pasado para crear un escenario en que los hijos alivian su remordimiento por su acci贸n animando al padre en un t贸tem al que entonces se les prohibi贸 matar. Tambi茅n se negaron a s铆 mismo el premio al prohibirse las relaciones sexuales con las mujeres de la horda. La hipot茅tica 鈥渉orda primitiva鈥 se convirti贸 en la 鈥渉orda primordial鈥 cuando Freud transform贸 las reflexiones de Darwin en una historia de los or铆genes de la religi贸n y la sociedad en la que la 鈥渃omida t贸tem鈥 se volvi贸 鈥渦na repetici贸n y una conmemoraci贸n de este hecho memorable y criminal, que fue el comienzo de muchas cosas: de la organizaci贸n social, de las restricciones morales y de la religi贸n鈥.



La historia de la horda primordial es, por supuesto, el drama ed铆pico escrito en grande. Las neurosis de los pacientes de Freud son las claves para su transformaci贸n de los mitos 鈥攄e los or铆genes humanos y de Edipo鈥 en una teor铆a de la civilizaci贸n. La influencia de la bacteriolog铆a en el pensamiento de Freud aparece en una figura que se repite en las fantas铆as de sus pacientes obsesivos. Al describir la semejanza entre los tab煤es y el pensamiento contagioso (asociativo) caracter铆stico de la neurosis, Freud se帽ala que ciertas personas o cosas se vuelven 鈥渋mposibles鈥 para sus 鈥減acientes obsesivos [que] se comportan como si las personas y las cosas 鈥榠mposibles鈥 fueran portadoras de una infecci贸n peligrosa que se puede transmitir por contacto a todo su vecindario鈥. Explica que para los pacientes obsesivos estas personas son 鈥渋mposibles鈥 debido a su asociaci贸n (a menudo accidental) con ideas, deseos e incluso espacios prohibidos, pero no explica por qu茅 esta imposibilidad toma la forma de una enfermedad contagiosa.



La idea de un portador de enfermedad sano fue uno de los descubrimientos de la bacteriolog铆a m谩s publicitados y transformadores. Fue ampliamente discutida tanto en la literatura m茅dica como en la prensa dominante en Europa y Am茅rica del Norte en las primeras d茅cadas del siglo XX. La identificaci贸n de esas personas clarific贸 las rutas de transmisi贸n de enfermedades y revolucion贸 la epidemiolog铆a y las pr谩cticas de la salud p煤blica. Los portadores eran los desconocidos peligrosos que uno encontraba con frecuencia alarmante en un mundo cada vez m谩s interdependiente, y eran tambi茅n aquellas personas m谩s cercanas, peligrosamente distanciadas por el descubrimiento de su estado portador. Volvieron visible el contacto que las personas no necesariamente sab铆an que hab铆an tenido 鈥攅lementos compartidos, espacios frecuentados鈥, as铆 como otros que tal vez no hubieran deseado dar a conocer.



Los portadores tambi茅n estuvieron en el centro de los debates p煤blicos sobre la responsabilidad social. Pusieron de manifiesto, e incluso ayudaron a fomentar, ideas cambiantes sobre la relaci贸n del individuo con el grupo y con el Estado a medida que las lecciones de bacteriolog铆a animaban la tensi贸n entre el derecho a la privacidad y la responsabilidad del Estado en el mantenimiento de la salud p煤blica. Cuando, sin saberlo, los portadores causaban un brote de una enfermedad contagiosa, la naturaleza de la violaci贸n era tan incierta como el lugar de la culpa. Representaban la cuesti贸n de la culpabilidad en ausencia no s贸lo de intenci贸n, sino m谩s fundamentalmente de conocimiento. No es de extra帽ar, entonces, que tales personajes estuvieran disponibles para la apropiaci贸n simb贸lica, por marcar las asociaciones transgresoras de los pacientes de Freud.



La cuesti贸n de la culpabilidad llev贸 a Freud de regreso a Edipo, quien hace su primera aparici贸n directa en el texto en una nota al pie en la que Freud explica que la transgresi贸n involuntaria de un tab煤 no mitiga la culpa: 鈥淟a culpa de Edipo no fue paliada por el hecho de que lo incurri贸 sin su autoconocimiento e incluso en contra de su intenci贸n鈥. En la obra de S贸focles, a pesar de la ignorancia de Edipo de sus cr铆menes, la plaga causada por su transgresi贸n requiere que sea castigado. En ese sentido, anticipa al supercontagiador: la asistente de vuelo de Singapur que infect贸 a una naci贸n o Mary Tifoidea, que hizo su debut epidemiol贸gico apenas a帽os antes de la publicaci贸n de T贸tem y tab煤. Los portadores humanos ense帽an la lecci贸n compartida por el psicoan谩lisis y la bacteriolog铆a: que las personas carecen de autoconocimiento. Al igual que Edipo, no sabemos qui茅nes o qu茅 somos. Es lo que nos hace peligrosos, y exige nuevos c贸digos de conducta.



La naturaleza de la transgresi贸n del Edipo de Freud est谩 en el centro de su castigo; 茅l representa fantas铆as primarias que son tan socialmente destructivas que debe transformarse en una figura de piedad y repulsi贸n antes de que pueda ser redimido. Sus cr铆menes lo colocan en los portales de la civilizaci贸n, donde la violencia y la sexualidad deben ser cuidadosamente ritualizadas. Los primeros portadores humanos identificados dramatizaron de manera an谩loga la necesidad de nuevas formas de ser en un mundo de microbios reci茅n identificados y con un creciente contacto humano. La propagaci贸n de la infecci贸n requer铆a rituales de limpieza que tambi茅n estaban impl铆citamente sexualizados. Los portadores humanos se convirtieron f谩cilmente en chivos expiatorios, ejemplos de las transgresiones del grupo por el que sufrieron simb贸licamente. Pero fueron aun m谩s importantes y ejemplares por lo que mostraron. A medida que se reintegraron (a trav茅s del castigo, el tratamiento o ambos), los portadores humanos, como Edipo, fueron testigos del funcionamiento de un poder social y epidemiol贸gico transformador. La versi贸n de Freud de la historia de Edipo mitifica las lecciones de la revoluci贸n bacteriol贸gica e ilumina las caracter铆sticas m铆ticas de los portadores humanos sanos, en tanto proyectan el drama de los brotes de enfermedades en t茅rminos de una lucha continua por la supervivencia humana contra las fuerzas destructivas de la naturaleza y la arrogancia. En The Gospel of Germs, Nancy Tomes ve en 鈥渓os tonos de asombro y aprensi贸n que con tanta frecuencia aparecen en los primeros relatos del mundo microbiano鈥 la 鈥渋nfluencia persistente de los puntos de vista religiosos y m谩gicos de la enfermedad鈥.



Estos puntos son m谩s que el eco de creencias pasadas. Son la base del contagio, ya que constituyen lazos sociales m铆ticos que vibran con la fragilidad exquisitamente tenaz de una amenaza siempre presente.



Esos lazos sociales se ven reforzados por el legado institucional de las enfermedades transmisibles: las pol铆ticas y pr谩cticas establecidas para prevenir o manejar brotes devastadores. Las epidemias dramatizan la necesidad de regulaci贸n con 鈥渦rgencia aterradora鈥, como dice George Rosen, y ponen en marcha lo que 茅l llama 鈥渆l mecanismo administrativo para la prevenci贸n de enfermedades, la supervisi贸n sanitaria y, en general, la protecci贸n de la salud comunitaria鈥. Pintan los caminos de la interdependencia con el pincel de la mortalidad y pueden ayudar a revocar o reforzar la autoridad del gobierno. La memoria de las epidemias, sin embargo, suele aprovecharse al servicio del reforzamiento. Rosen muestra c贸mo las epidemias, entre otros problemas de salud, fomentaron el crecimiento paralelo del Estado y la idea de salud p煤blica, ayudando a modelar el concepto de poblaci贸n. Un grupo cohesivo ofreci贸 una forma de representar, medir y promulgar la creciente centralizaci贸n del poder en el Estado.



Rosen narra c贸mo gradualmente, a partir del siglo XVI, se fue percibiendo que la supervisi贸n y la regulaci贸n de la salud de la poblaci贸n deb铆a ser responsabilidad del Estado, y el correspondiente alineamiento del bienestar de la poblaci贸n con el bienestar del Estado. Los diferentes tipos de Estado produjeron una variedad de organismos reguladores. Especialmente influyente fue la idea alemana de 鈥淧olic铆a m茅dica鈥 (medizinische Polizei), un t茅rmino acu帽ado a mediados del siglo XVIII relacionado con la responsabilidad y la autoridad del gobierno para crear e implementar pol铆ticas de salud. M谩s tarde, el t茅rmino franc茅s hygi猫ne publique desarroll贸 aun m谩s la idea, estableciendo firmemente, en palabras de Michel Foucault, 鈥渆l control pol铆tico-cient铆fico del medioambiente鈥. En El nacimiento de la biopol铆tica, Foucault extiende el an谩lisis de Rosen a una teor铆a del poder que 茅l llama 鈥渂iopol铆tica鈥 y que describe como 鈥渆l esfuerzo de racionalizar los problemas presentados a la pr谩ctica gubernamental por los fen贸menos caracter铆sticos de un grupo de seres humanos vivos constituidos como poblaci贸n: salud, saneamiento, tasa de natalidad, longevidad, raza鈥. Afirma que el concepto de salud p煤blica fue formativo para la sociedad moderna, y que las epidemias fueron importantes porque manifestaron la necesidad de protecci贸n en forma de conducta social regimentada. S贸lo la guerra podr铆a infligir la devastaci贸n a tal escala, pero la violencia de la guerra no podr铆a rivalizar con la ineludibilidad o el nivel de destrucci贸n de las peores epidemias. Las pr谩cticas sanitarias y pol铆ticas de salud p煤blica del siglo XVIII, que surgieron de los procedimientos de cuarentena en Europa a fines de la Edad Media, tambi茅n dejaron un legado espacial en la organizaci贸n f铆sica de las ciudades durante este per铆odo.



La biopol铆tica ata帽e al surgimiento de instituciones, pol铆ticas y pr谩cticas que dieron forma a los contornos de una 鈥減oblaci贸n鈥. Si bien el lenguaje del 鈥渂ienestar social鈥 sugiere c贸mo y por qu茅 los miembros de una poblaci贸n podr铆an identificarse con el Estado, Foucault no ofrece una explicaci贸n sostenida de la experiencia afectiva del sentido de pertenencia que convierte a la gente en 鈥渦n pueblo鈥. Relatos como El Decamer贸n muestran que la experiencia social de la enfermedad, la imagen de la comunicabilidad y la materializaci贸n de la interdependencia que caracteriza las representaciones de epidemias sugieren una epidemiolog铆a de la pertenencia a trav茅s de la cual las personas podr铆an experimentar su surgimiento como 鈥渦n pueblo鈥. La idea del contagio fue formativa para la experiencia de 鈥渃omunidad鈥 en los primeros a帽os de la bacteriolog铆a, cuando Freud y Durkheim estaban escribiendo.



Los descubrimientos de la bacteriolog铆a no surgieron a trav茅s del cultivo puro de un laboratorio; m谩s bien se filtraron a trav茅s de estas ideas complejas, perversas y contradictorias sobre el contagio, a medida que circulaban en relatos de enfermedades transmisibles. Aunque encontraron expresi贸n en una variedad de g茅neros y campos, las narrativas fueron formuladas en t茅rminos de epidemiolog铆a. Surgida originalmente de la observaci贸n de brotes de enfermedades, la epidemiolog铆a proporciona la metodolog铆a y la historia de la salud p煤blica, incorporando la recopilaci贸n de datos y el an谩lisis de estad铆sticas dentro de una narrativa para conferirle sentido a los c谩lculos. 鈥淐omo las epidemias ocurren a trav茅s del tiempo y en diferentes lugares, cada caso debe describirse exactamente de la misma manera cada vez para estandarizar las investigaciones de enfermedades. Dado que los casos ocurren en cada epidemia por separado, deben describirse y diagnosticarse de manera consistente de un caso a otro, utilizando los mismos criterios de diagn贸stico鈥, explica el epidemi贸logo Thomas C. Timmreck. Los epidemi贸logos construyen su conocimiento a partir de brotes previos que esperan que vuelvan los casos futuros comprensibles y finalmente previsibles, o al menos contenibles. Cuando la epidemiolog铆a convierte un brote de enfermedad transmisible en una narrativa, hace visibles las rutas de transmisi贸n y ayuda a los epidemi贸logos a anticipar y controlar el curso del brote. En esa capacidad de transformaci贸n, la narrativa epidemiol贸gica es, como el microscopio, una tecnolog铆a, y se encuentra entre las tecnolog铆as epistemol贸gicas que delinean la membres铆a y la escala de una poblaci贸n.



A partir de los precedentes y la estandarizaci贸n, comienza a surgir una historia reconocible. Los epidemi贸logos buscan patrones. En An Introduction to Epidemiology (2002), Timmreck dice que el trabajo de los epidemi贸logos es 鈥渃aracterizar la distribuci贸n del estado de salud, enfermedades u otros problemas de salud en t茅rminos de edad, sexo, raza, geograf铆a, religi贸n, educaci贸n, ocupaci贸n, comportamientos, tiempo, lugar, persona, etc茅tera鈥. La escala de su investigaci贸n es el grupo o la poblaci贸n, m谩s que el individuo, y cuenta una historia sobre ese grupo en el lenguaje de la enfermedad y la salud. 鈥淯n brote, como una historia, debe tener una trama coherente鈥, observa el vir贸logo Philip Mortimer. En sus investigaciones, los epidemi贸logos conf铆an y reproducen suposiciones sobre lo que constituye un grupo o una poblaci贸n, respecto de la definici贸n de la patolog铆a y el bienestar, y de las conexiones entre la enfermedad y 鈥渆l estilo de vida y los comportamientos de los diferentes grupos鈥. Estas clasificaciones informan las narrativas epidemiol贸gicas y, por lo tanto, pueden importar suposiciones culturales que est谩n fundamentadas por la autoridad de la ciencia m茅dica y la urgencia de una amenaza para la salud p煤blica.



Heather Schell se帽ala que 鈥渓as t茅cnicas estad铆sticas para ver un patr贸n en incidentes aparentemente dispares鈥 que ofrece la epidemiolog铆a la convierten en 鈥渦na herramienta extremadamente poderosa para crear narraciones maestras sobre el mundo鈥. Cuando se escriben con atenci贸n al detalle narrativo y a los ritmos con que se desarrollan las historias, los relatos epidemiol贸gicos pueden aprovechar el atractivo de las historias de detectives. Relatos de este tipo fueron dise帽ados con ese atractivo en mente por periodistas y cient铆ficos en los a帽os posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Ambos grupos vieron en la epidemiolog铆a la oportunidad de contar una buena historia, y en esas historias, la oportunidad de promover un importante campo de investigaci贸n. Paul de Kruif hab铆a demostrado que hab铆a un mercado para los relatos de descubrimientos cient铆ficos con su best seller de 1926 Microbe Hunters (Cazadores de microbios). Aunque su trabajo llev贸 a muchos de sus heroicos cient铆ficos al campo de trabajo, De Kruif, un bacteri贸logo, glorific贸 la investigaci贸n de laboratorio.



No fue un cient铆fico, sino un graduado de la primera clase de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia, el primero en explicar el atractivo narrativo de la epidemiolog铆a para una amplia audiencia. Geddes Smith, como De Kruif, hab铆a nacido en la d茅cada de 1890, durante los primeros a帽os de la bacteriolog铆a, y hab铆a alcanzado la mayor铆a de edad con el desarrollo de las promesas de la nueva ciencia. Vio en la epidemiolog铆a 鈥渆l drama biol贸gico que se esconde detr谩s de la peste negra y del resfr铆o de Mary Lou鈥. Su instinto para el drama de la epidemiolog铆a hizo que su libro Plague On Us (La plaga en nosotros) tuviera tres ediciones en una d茅cada. Smith explot贸 la estructura narrativa y la l贸gica de la epidemiolog铆a, anticipando por casi medio siglo la f贸rmula que convertir铆a el relato epidemiol贸gico en una narrativa del brote de emergencia sanitaria. Plague On Us demuestra cu谩n formulativa y formativa es esa historia.



鈥淒e bacterias, mosquitos, ratones y hombres鈥



Smith es, ante todo, un contador de historias, y en el breve pr贸logo de su libro muestra su oficio al establecer el tema de su obra: la enfermedad contagiosa es a la vez (y parad贸jicamente) un enemigo a ser conquistado y un hecho de la vida a ser aceptado. Por un lado Smith adora al cient铆fico contempor谩neo y narra las victorias de la medicina moderna; por otro lado, marca su relato con recordatorios de los campos del saber a煤n no conquistados. De los 鈥渉ombres que buscan conocimiento鈥 se帽ala que 鈥渘ada es demasiado peque帽o para ellos, nada (salvo la in铿倁enza, tal vez) demasiado grande鈥. La capacidad de rastrear microbios en todo el mundo ha conquistado al menos la superstici贸n que consideraba a la 鈥減estilencia鈥 como 鈥渁lgo que los dioses enojados enviaban a los pecadores鈥. Con la visi贸n clara de la ciencia lleg贸 el cat谩logo de victorias, y las epidemias de la historia parecieron quedar relegadas al pasado. Pero si las supersticiones tejidas en los mitos formativos de la tradici贸n occidental por Homero, S贸focles, Boccaccio y otros han quedado atr谩s, las lecciones de la tragedia cl谩sica emergen en el recordatorio que sigue al cat谩logo: 鈥溌縎omos tan sabios que hemos vencido a nuestros par谩sitos?鈥. La arrogancia, la hubris, como es bien sabido por la mayor铆a de los historiadores y dramaturgos 鈥攅specialmente cuando, como tantas veces, son los mismos鈥, siempre precede a una ca铆da. Al final, escribe Smith, 鈥渂uscar sustento, multiplicarse y morir es el prop贸sito com煤n a bacterias, mosquitos, ratones y hombres鈥.



La epidemiolog铆a dramatiza la lucha a muerte de los seres humanos con su entorno social y biol贸gico. La calificaci贸n entre par茅ntesis 鈥渟alvo la in铿倁enza, tal vez鈥 resurge con m谩s fuerza en el p谩rrafo final del pr贸logo de Smith, la semilla de la derrota en la flor de la victoria: 鈥淟a influenza sigui贸 el paso de la 煤ltima guerra. Si llegara ma帽ana no podr铆amos detenerla. Los amos de Europa est谩n luchando de nuevo. Masas de hombres son bombardeados fuera de sus hogares y ciudades, perseguidos en el exilio, conducidos de aqu铆 para all谩 en la m谩s grande dislocaci贸n de la vida ordenada que cualquier hombre racional hubiera cre铆do posible. Tal mundo est谩 en peligro de pestilencia. Es pronto para jactarse鈥. El relato heroico de la epidemiolog铆a se ve afectado por la sombra de la historia tr谩gica y familiar de la arrogancia y la ambici贸n humana. Es el cuento de la sombra que comprende el drama de la propagaci贸n y la contenci贸n de las enfermedades transmisibles.



Ninguna figura encarn贸 mejor la tensi贸n entre el logro cient铆fico y el factor humano incontrolable que el portador humano sano, que fue el eje de la teor铆a bacteriol贸gica del contagio. 鈥淓ra dif铆cil creer sin reservas en el contagio cuando A estaba enfermo mientras B, a su lado, se manten铆a bien, pero C, al lado de B, se enfermaba de la enfermedad de A; los hombres se volvieron naturalmente hacia el aire y las estrellas para explicar c贸mo la infecci贸n cay贸 tanto en A como en C鈥, escrib铆a Smith. As铆, los descubrimientos de bacteriolog铆a que permitieron a los cient铆ficos identificar y explicar al portador sano convirtieron la superstici贸n en ciencia. Smith se equivocaba, sin embargo, cuando observaba que 鈥渃omo Dios en el epigrama de Voltaire, el portador o el caso perdido habr铆a tenido que inventarse si no hubiera existido, y ahora postulamos B 鈥攃omo en la propagaci贸n de la poliomielitis鈥 incluso antes de demostrarlo鈥. Descubrimiento de la ciencia e invenci贸n del arte (narrativo) de la epidemiolog铆a, dice Smith al respecto: 鈥淟a principal fuente de infecci贸n para la humanidad... es la humanidad misma. La mayor铆a de las enfermedades transmisibles que sufren los hombres se mantienen en circulaci贸n, como el pecado original, por la raza humana鈥. La met谩fora es reveladora; la enfermedad transmisible conserva sus asociaciones religiosas, a pesar del descubrimiento del microbio. Como la transmisibilidad personificada, los portadores son sus figuras (humanas), sus agentes, que abarcan desde la diseminaci贸n involuntaria de g茅rmenes hasta el contagio intencional. La recalcitrancia humana est谩 animada para Smith en la figura de 鈥淢ar铆a Tifoidea, de triste fama鈥. Como soluci贸n al rompecabezas del contagio, los portadores tambi茅n prometen una salvaci贸n que finalmente no pueden entregar.



La enfermedad transmisible ilustra la l贸gica de la responsabilidad social: el mandato de vivir con conciencia sobre los efectos de las acciones de uno sobre los dem谩s. La idea del portador humano sano significa que es posible constituir una amenaza sin saberlo, lo que hace que el mandato sea especialmente pertinente. En las primeras descripciones el portador es con frecuencia un desconocido, un extra帽o, una figura convencionalmente marcada como objeto de deseo y miedo. Pero el portador tambi茅n podr铆a ser la figura ominosa del familiar distanciado. Al igual que Edipo, sin darse cuenta de qui茅n y qu茅 es 茅l, y por lo tanto fuente involuntaria de la peste, el portador confunde las categor铆as. En una ilustraci贸n especialmente sorprendente de tal confusi贸n, Smith define a los ni帽os como 鈥渋nmigrantes en el reba帽o humano, inmigrantes cuya susceptibilidad diluye la resistencia del reba帽o y ayuda a mantener ciertas enfermedades en circulaci贸n鈥. La observaci贸n captura la naturaleza ca贸tica y recombinante de las enfermedades transmisibles, a medida que los familiares por excelencia se convierten en los extra帽os por excelencia. Ir贸nicamente, son amenazantes debido a su propia susceptibilidad 鈥攑orque, esto es, est谩n amenazados鈥, y los futuros agentes de la reproducci贸n de la comunidad conllevan la amenaza de su aniquilaci贸n. Al mostrar a los ni帽os como inmigrantes, Smith identifica la inestabilidad fundamental de la comunidad. Las enfermedades transmisibles marcan tanto la destrucci贸n potencial de la comunidad como las consecuencias de su supervivencia. Es la figura de un desequilibrio necesario, e incluso productivo.



Tambi茅n es la coartada para los mecanismos de gobernanza de la comunidad, que deben salvaguardar sus embates contra la enfermedad. Para Smith, que anticip贸 a Rosen y Foucault, esos esfuerzos se ejemplifican mejor con la cuarentena, particularmente en los puertos mar铆timos y en los aeropuertos, lo que marca 鈥渆l esfuerzo para poner una cerca alrededor de una naci贸n entera鈥. Con tal barrera, el Estado imagina la enfermedad como una amenaza externa, y de hecho usa la enfermedad para imaginar a la naci贸n como un ecosistema discreto, con sus propias conexiones biol贸gicas y sociales. Para el modelo que proporciona a la organizaci贸n espacial, la cuarentena imparte el imperativo de la salud p煤blica. Los portadores saludables plantean un desaf铆o particular a los esfuerzos de cuarentena y, por lo tanto, a la naci贸n as铆 concebida. La bacteriolog铆a dio la explicaci贸n biol贸gica de una figura m铆tica, pero la ciencia no pudo desprenderse por completo de la inflexi贸n m铆tica.



La imprevisibilidad llev贸 a los epidemi贸logos, seg煤n el relato de Smith, a buscar 鈥渦na f贸rmula para epidemias鈥 o a desentra帽ar 鈥渓a trama de una epidemia鈥. Estas formulaciones proyectaban una l贸gica narrativa sobre las epidemias, y el papel de la epidemiolog铆a era leer y escribir la epidemia como una historia de detecci贸n con valor predictivo. La narrativa fue, por lo tanto, fundamental para la epidemiolog铆a, que marc贸 una conjunci贸n del arte y la ciencia en la que personific贸 la fe m谩s profunda en los logros humanos. Las historias de detectives de enfermedades que Smith incluye en Plague On Us, aunque rudimentarias, manifiestan su comprensi贸n de los supuestos de un campo emergente y sus intuiciones sobre su valor de entretenimiento.



Detectives de enfermedades



Los contornos de estas historias de detectives epidemiol贸gicos comenzaron a completarse en la d茅cada de 1950, con la aparici贸n en los medios populares de informes que presentaban el trabajo del reci茅n formado y provocativo Servicio de Investigaci贸n Epidemiol贸gica (EIS, por su sigla en ingl茅s) del Centro de Enfermedades Transmisibles (CDC). Time y Newsweek publicaron breves art铆culos con el mismo t铆tulo, 鈥淒etectives de enfermedades鈥, el mismo d铆a, 19 de enero de 1953. Ambos adjudicaron la formaci贸n del EIS (en 1951) a un ambicioso funcionario de la salud p煤blica, Alexander D. Langmuir, quien se hab铆a unido al CDC dos a帽os antes, en 1949. La creaci贸n del EIS fue impulsada por las ansiedades imperantes en torno a la guerra biol贸gica, que se hab铆an intensificado con el comienzo de la Guerra de Corea, en 1950. Langmuir, un jugador clave en la pol铆tica de salud p煤blica institucionalizada, utiliz贸 esa situaci贸n para argumentar sobre la importancia de la epidemiolog铆a, y contribuy贸 significativamente a la construcci贸n del CDC. Dotado para las relaciones p煤blicas, Langmuir bien pudo haber iniciado cr贸nicas como las que aparecieron en Time y en Newsweek, que vio como excelente publicidad para el EIS y para la epidemiolog铆a en general. Con t铆tulos dise帽ados para evocar al detective m谩s famoso de Arthur Conan Doyle 鈥斺淓l caso de las aguas servidas del campamento鈥 o 鈥淓l caso de la ensalada de zanahoria鈥濃, ofrec铆an breves relatos de misteriosos brotes resueltos por los sabuesos de la enfermedad de Langmuir.



Relatos similares aparecieron durante las siguientes dos d茅cadas en revistas como Reader鈥檚 Digest y Parents鈥 Magazine, pero nadie hizo m谩s para popularizar y desarrollar el g茅nero que un emprendedor periodista de The New Yorker llamado Berton Rouech茅. Autor de una columna titulada 鈥淭he Annals of Medicine鈥 (鈥淟os anales de la medicina鈥), Rouech茅 hab铆a estado investigando material del Departamento de Salud de la ciudad de Nueva York cuando el EIS llam贸 su atenci贸n. Se acerc贸 a Langmuir, quien r谩pidamente reconoci贸 la oportunidad que las columnas de Rouech茅 podr铆an proporcionar para reclutar e incluso entrenar a oficiales para el EIS, como se帽al贸 en su introducci贸n a una colecci贸n de ensayos de Rouech茅 de 1967, titulada The Annals of Epidemiology (鈥淟os anales de la epidemiolog铆a鈥).



Tanto Rouech茅 (en su prefacio) como Langmuir llaman la atenci贸n sobre la importancia de la forma narrativa de las historias de Rouech茅. El periodista reconoce espec铆ficamente a Conan Doyle como su modelo, pero se apresura a se帽alar que su progenitor 鈥渄eriv贸 del m茅todo holmesiano del gran diagnosticador de Edimburgo, el doctor Joseph Bell鈥. Langmuir tambi茅n localiza 鈥渓os or铆genes de la ciencia en las descripciones narrativas y los relatos hist贸ricos de epidemias鈥. La narraci贸n surge naturalmente, como 茅l lo explica, del pensamiento sistem谩tico de los observadores cient铆ficos; representa el descubrimiento y la expresi贸n de la propia l贸gica de la epidemia. Langmuir identifica 鈥渦n patr贸n que llama la atenci贸n鈥 que hace que las historias de Rouech茅 sean tan 煤tiles como interesantes, y al hacerlo articula la f贸rmula de una narrativa de brote que parte de 鈥渦n solo paciente colocado en un momento y lugar exactos, y con s铆ntomas descritos v铆vidamente鈥, y lleva 鈥渁 la principal pregunta epidemiol贸gica鈥 acerca de la fuente, los medios y las rutas de transmisi贸n 鈥渉asta que todas las piezas del rompecabezas caen en su lugar l贸gico y se resuelva el problema鈥. As铆 se escribe la narrativa epidemiol贸gica del brote. Al afirmar que este 鈥減atr贸n鈥 deriv贸 en la observaci贸n cient铆fica, Langmuir lo establece como intr铆nsecamente cient铆fico (por lo tanto, autorizado): la ciencia como inherente al acto narrativo. Las historias deben su autoridad a su previsibilidad, y, a su vez, establecen la validez cient铆fica del enfoque que describen.



Tambi茅n les otorgan un contexto nacional a los detectives de enfermedades. Parents鈥 Magazine los llama 鈥渘uestros detectives nacionales de enfermedades鈥 y compara el CDC con el FBI, al igual que Reader鈥檚 Digest en su art铆culo 鈥淔BI de la medicina鈥. Denominan a los microbios 鈥渆nemigos p煤blicos mucho m谩s peligrosos鈥 que los delincuentes m谩s buscados por el FBI. El EIS es la 鈥渦nidad de vigilancia鈥 del CDC, y 鈥渧igila los brotes de enfermedades en todo el mundo鈥. La vigilancia global se configura aqu铆 como una necesidad nacional de salud p煤blica nacida de una interdependencia cada vez m谩s global: debido al viaje en avi贸n, 鈥渆l c贸lera en Bombay puede ser una amenaza inmediata para San Francisco, la fiebre amarilla en 脕frica Occidental, un peligro potencial para Nueva Orleans鈥. As铆 se establecieron las convenciones para la narrativa de la aparici贸n de enfermedades que surgir铆an tres d茅cadas despu茅s.



En los a帽os intermedios, a medida que las enfermedades transmisibles se hab铆an convertido en una amenaza cada vez menos importante y que la muy publicitada vacuna contra la poliomielitis puso a una de las m谩s devastadoras bajo control, y cuando las epidemias de enfermedades transmisibles potencialmente mortales comenzaron a desaparecer de la memoria hist贸rica en Am茅rica del Norte y Europa, los epidemi贸logos centraron cada vez m谩s su atenci贸n en las enfermedades no transmisibles, como el c谩ncer y las enfermedades autoinmunes, en comportamientos colectivos perjudiciales, como el tabaquismo y la violencia, y en los peligros ambientales. La erradicaci贸n mundial de la viruela, liderada por Donald A. Henderson, del CDC, durante la d茅cada de 1970, marc贸 el comienzo de una actitud de optimismo general respecto de la amenaza de brotes de enfermedades transmisibles. Sin embargo, fue un optimismo de corta duraci贸n, y las Casandras entre los especialistas en enfermedades tropicales e infecciosas, que nunca cesaron de hacer advertencias, demostraron estar muy acertadas, ya que la primera de las llamadas 鈥渆nfermedades emergentes鈥 afect贸 pueblos enteros, aunque apenas se notaron hasta que comenzaron a aparecer en las metr贸polis del mundo.



Con los informes de aparici贸n de infecciones se gener贸 el concepto de enfermedades emergentes. La globalizaci贸n fue, de hecho, la fuente de la propagaci贸n. Como se predijo, los microbios circulaban a trav茅s de los viajes a茅reos, el comercio y los circuitos de capital, y materialmente expresaban las ansias de contacto. Pero, como he sugerido, la experiencia de las enfermedades transmisibles y la idea de contagio evidente en estos relatos no eran nuevas.



Mientras que en el siglo XIX Estados Unidos se qued贸 atr谩s de Europa Occidental tanto en iniciativas de salud p煤blica como en desarrollos cient铆ficos en bacteriolog铆a en los primeros a帽os de esos campos, el siglo XX fue testigo de un creciente dominio econ贸mico y pol铆tico de Estados Unidos en la institucionalizaci贸n de ideas sobre la salud en todo el mundo. A finales de siglo, la producci贸n cultural reforzar铆a la importaci贸n de estas ideas. La 鈥渘arrativa del brote鈥, aunque no es exclusivamente un fen贸meno estadounidense, es parte de esa producci贸n. Su circulaci贸n entre los g茅neros y los medios hace que sea al mismo tiempo el reflejo y el principio estructurante de los relatos cient铆ficos y period铆sticos, de las representaciones novel铆sticas y cinematogr谩ficas de brotes de enfermedades transmisibles e incluso de la proliferaci贸n contempor谩nea de estudios hist贸ricos sobre el papel central de las enfermedades transmisibles en la historia humana.



He descrito la importancia de la identificaci贸n del portador humano sano para las historias y la historia de la epidemiolog铆a. Nadie es m谩s recurrido que Mary Tifoidea, una figura notoria de la literatura cient铆fica y el periodismo de principios del siglo XX. La transformaci贸n de Mary Mallon en Mary Tifoidea fue una historia de salud p煤blica que cre贸 un vocabulario de responsabilidad social a partir de las lecciones de bacteriolog铆a. Reflej贸 una nueva forma de pensar sobre las relaciones sociales y las responsabilidades individuales en Estados Unidos en un mundo cada vez m谩s interconectado. Y se convirti贸 en un ejemplo caracter铆stico del dilema de la salud p煤blica.



La ciudad fue la ubicaci贸n de la mayor铆a de esas historias de salud p煤blica, y las ideas cambiantes sobre las interacciones sociales y los entornos urbanos sirvieron como su tel贸n de fondo. Esos cambios fueron el tema del campo naciente de la sociolog铆a urbana. La evoluci贸n a la par de las teor铆as de transmisi贸n cultural y microbiana es clara, por ejemplo, en el trabajo del soci贸logo Robert Park y sus colegas en los primeros a帽os del Departamento de Sociolog铆a y Antropolog铆a de la Universidad de Chicago. Central a lo que llamaron su 鈥渃iencia de la sociedad鈥 fue el concepto de 鈥渃ontagio social鈥, que describ铆a c贸mo la circulaci贸n de ideas y actitudes convirti贸 a los individuos en grupos sociales y, finalmente, en culturas. Sus principios explicativos de las formaciones sociales inclu铆an una visi贸n ecol贸gica de la interdependencia y la figura del desconocido como agente de cambio peligroso y productivo. Con sus ideas sobre el contagio social, las ecolog铆as urbanas y los ciclos de asimilaci贸n, Park y sus colegas imaginaron la transformaci贸n de las comunidades locales en comunidades nacionales en un contexto global al formular lo que yo llamo un 鈥渁mericanismo transmisible鈥. La mezcla de teor铆as sociales y cient铆ficas del contagio condujo a la articulaci贸n de una forma de identidad colectiva y de un principio de pertenencia que est谩 en el coraz贸n de la narrativa del brote.



La imagen de una 鈥渋nvasi贸n鈥 cultural que Park tom贸 prestada de la bot谩nica y la zoolog铆a para su estudio de la ecolog铆a humana asumir铆a un papel m谩s siniestro en el clima paranoico que sigui贸 a la Segunda Guerra Mundial. El lenguaje de la amenaza interna (鈥渆nemigos p煤blicos鈥) y la amenaza inminente del exterior, as铆 como la necesidad de vigilancia, que present贸 el art铆culo del Reader鈥檚 Digest 鈥淔BI de la medicina鈥 ejemplifica el vocabulario de la virolog铆a de la d茅cada de 1950, cuando el organismo fue incluido en la pol铆tica de Estados Unidos ante la Guerra Fr铆a. La ciencia y la pol铆tica impactaron en la idea de contagio y de evoluci贸n de la narrativa del brote. Con apariciones constantes en las narrativas del brote, este lenguaje estableci贸 que los estallidos de enfermedades eran agentes 鈥渇or谩neos鈥 o 鈥渆xtranjeros鈥 que representaban una amenaza nacional. En los principales medios de comunicaci贸n, as铆 como en los documentos de pol铆ticas p煤blicas, la amenaza encontr贸 expresi贸n literal en las invocaciones de la guerra de g茅rmenes; es evidente, por ejemplo, en la conclusi贸n del art铆culo de Time 鈥淒etectives de enfermedades鈥, en la que se asevera que 鈥渓os oficiales de salud p煤blica que han tenido un a帽o de servicio en el EIS ser铆an los mejores detectives de enfermedades si llegara la guerra biol贸gica鈥.



El portador gan贸 una atenci贸n renovada en estos estudios de caso, y encarn贸 tanto la importancia de la responsabilidad social como la necesidad de detectives de enfermedades capacitados para identificar a esas personas. Estas ideas, as铆 como su forma narrativa, se desarrollaron en las ficciones populares de la 茅poca, en las que el virus animado adopt贸 una variedad de formas, entre ellas, como argumenta Kirsten Ostherr, el alien invasor de la ciencia ficci贸n de la d茅cada de 1950. Los duplicados de personas surgidos de vainas alien铆genas de la novela de Jack Finney The Body Snatchers (Los invasores de cuerpos) tuvieron una influencia especialmente fuerte en la imaginaci贸n popular, y ejemplificaron el tipo de historia de horror epidemiol贸gico que vendr铆a a dotar a la narrativa del brote de las convenciones del horror. Las numerosas versiones de la historia de Finney demuestran su evoluci贸n seg煤n las cambiantes teor铆as cient铆ficas y las preocupaciones sociales, desde sus encarnaciones novel铆sticas y cinematogr谩ficas en la cultura de la paranoia de la d茅cada de 1950 hasta su animaci贸n en la pel铆cula de 1978, que misteriosamente pronostica los primeros a帽os de la epidemia del VIH/sida, que llamar铆a la atenci贸n del p煤blico s贸lo unos a帽os despu茅s de su lanzamiento.



El atenuamiento de la Guerra Fr铆a y el optimismo precipitado por la desaparici贸n de las pandemias de enfermedades transmisibles hab铆an convertido a las personas nacidas en vainas en algo anacr贸nico y rid铆culo en 1978, pero sus herederos resurgir铆an para vengarse tras la identificaci贸n del VIH y el fracaso de esfuerzos por contenerlo. El VIH/sida llev贸 la idea de las infecciones emergentes a la conciencia p煤blica. La devastadora epidemia tuvo todas las caracter铆sticas de una narraci贸n de brote, excepto una: no pudo ser contenida. Seguramente es la epidemia m谩s documentada de todos los tiempos, pero no se puede incorporar directamente a las dimensiones m铆ticas de las narrativas de brotes de enfermedades transmisibles. Sin embargo, indirectamente, la epidemia del VIH/sida es una presencia influyente en esas narraciones en sus muchas manifestaciones, y los siniestros virus encarnados en el Paciente Cero, esa figura cient铆fica, period铆stica y ficcional, est谩n entre sus legados. Estas figuras nos recuerdan a la gente nacida en vainas de la d茅cada de 1950, en tanto anunciaban a los bioterroristas de la ficci贸n y el cine contempor谩neo. Para conocer la evoluci贸n de estos personajes y las narrativas que los presentan es fundamental comprender el atractivo y las consecuencias de las historias sobre brotes de enfermedades y emergencias sanitarias. La narrativa del brote es convencional y se vale de f贸rmulas, pero tambi茅n est谩 en constante evoluci贸n. Las historias de aparici贸n de enfermedades, en todas sus encarnaciones, son poderosas porque son tan din谩micas como las poblaciones y las comunidades a las que afectan.

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