México/ Ciudad Juárez: Las maquiladoras van cesando su actividad a golpe de muertos [Carmen Morán Breña]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Abr 24 08:15:05 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

24 de abril 2020

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México

 

Las maquiladoras de Ciudad Juárez van cesando su actividad a golpe de
muertos

 

Carmen Morán Breña, desde Ciudad Juárez

El País, 23-4-2020

https://elpais.com/

 

Un empleado de la funeraria Ramírez está sacando el cuerpo de una mujer de
los asientos traseros de un coche azul. El marido y dos hijas la han traído
hasta las puertas del Hospital 66 de Ciudad Juárez. Está muerta. Todavía
viste ropa de calle, mallas de motivos grisáceos y una camiseta. Se llamaba
Gregoria, tenía 56 años y trabajaba en Electrolux, una maquiladora de
capital estadounidense que no ha cesado su actividad a pesar del decreto de
emergencia dictado por el Gobierno de México. Estas enormes naves con miles
de obreros están salpicadas por toda la frontera entre ambos países y
suponen uno de los más temidos focos de contagio del coronavirus. Solo en
Ciudad Juárez hay unas 320 que emplean a cerca de 300.000 personas. Muchas
han parado sus máquinas, pero un puñado aún se resiste. Van cerrando a golpe
de muertes.

 

Electrolux anunció que esta semana no abriría sus puertas. Ya es tarde para
doña Gregoria. Su cuerpo, el pasado sábado, pasa del coche familiar a la
carroza funeraria, que arranca hacia el crematorio. Las autoridades de Salud
del Estado mexicano de Chihuahua no contestan sobre el irregular traslado
del cadáver de un vehículo a otro, en plena calle, a pleno sol, con la ayuda
del marido que se cubre apenas con una fina mascarilla. Todos saben que se
la ha llevado la covid-19. La funeraria asegura que tiene el certificado
médico. Las hijas, también con cubrebocas, piden a la periodista que se
distancie de ellas. “Por si le contagiamos”. En el Facebook, otros contarán
después que toda la familia está infectada y piden una oración por esa
trabajadora cuyo retrato publican. El lunes, cientos de obreros protestan a
las puertas de algunas maquiladoras para que cesen su actividad y les paguen
el 100% del sueldo.

 

El esposo de Gregoria y el personal de la funeraria al momento de trasladar
el cadáver a las afueras del Hospital 66 del Instituto Mexicano del Seguro
Social. 

El esposo de Gregoria y el personal de la funeraria al momento de trasladar
el cadáver a las afueras del Hospital 66 del Instituto Mexicano del Seguro
Social. Hector Guerrero 

 

Ciudad Juárez, con 1,3 millones de habitantes, es el paraíso de estas
empresas, mayoritariamente estadounidenses, pero también europeas, que se
instalaron en México en busca de mano de obra barata, casi esclava. De
Estados Unidos llega la materia prima y a Estados Unidos se retornan las
piezas ensambladas: lo mismo son cajeros automáticos de bancos que las
tripas de una computadora, piezas para vehículos, aparatos de telefonía o el
cableado de los electrodomésticos. Tres turnos de ocho horas cada uno para
no interrumpir la producción ni de día ni de noche, a 215 pesos la jornada,
unos 10 euros. Viejos autobuses recogen a los obreros en sus colonias y,
bien apiñaditos durante el trayecto, los depositan en las empresas y de
vuelta a casa.

 

No hay nada que merezca el nombre de sindicato en Ciudad Juárez. Los
trabajadores desconocen sus derechos más básicos, son presa fácil de la
voracidad empresarial y estos días están más expuestos que nunca, aunque el
Gobierno haya decretado el cierre industrial. Si piden suspender la
actividad les amenazan con el despido. Si a pesar de todo insisten en
quedarse en casa como machaconamente exigen las autoridades sanitarias y la
televisión, la empresa les muestra un documento donde figura su renuncia
voluntaria y firman como corderitos. Son unas pocas monedas de las que no
pueden prescindir. O un bono de 100 pesos y a pasar la tarde en casa sin
hacer ruido.

 

Enfundada en su traje blanco, con mascarilla y guantes, una abogada
laboralista se desgañita a las afueras de Edumex, donde 6.000 empleados
fabrican filtros, quitapelusas y piezas para los electrodomésticos. “¡No
firmen la renuncia voluntaria! Ya la Secretaría de Trabajo dijo que mientras
se extienda la emergencia nacional sus despidos serán nulos. Se viene una
recesión muy fuerte, ¡aseguren lo que es suyo! ¡No firmen solo para llevarse
el cheque que les ponen a la vista! ¡No sean pendejos, no hagan caso a
Recursos Humanos, nadie tiene un documento que dice que se permite la
actividad en la empresa. Es fácil dominarles a ustedes, pero créanme, si la
empresa les presenta un documento como ese se va al bote [cárcel]. Ese papel
no existe”. Susana Prieto, una abogada activista bien conocida en Juárez, se
traslada de una empresa a otra, graba vídeos con su móvil y los cuelga en
las redes donde ya los ven miles de seguidores. Les enseña cómo presionar
legalmente a la empresa, porque los trabajadores apenas distinguen una
protesta en la calle de un paro laboral. “¡Organícense, abran un grupo de
WhatsApp, usen los teléfonos para lo que sirven!”. La unión hace la fuerza
es una frase con poco calado en estos predios.

 

La abogada tiene la voz ronca pero el ánimo entero. Ella también fue
maquiladora para pagarse los estudios. Es una rara avis. Las maquiladoras
son el paisaje que ven aquí los padres y los hijos, y el mismo que verán los
nietos. El ascensor social está bloqueado. Y el coronavirus no va a
contribuir a cambiar esto. Más bien al contrario. “En México se hereda en
buena medida la condición de origen. Y los que la superan no llegan muy
lejos en la escalera social. Si naciste en el lado equivocado de la
escalera, un choque epidémico como este solo incrementará la inmovilidad
social”, asegura Roberto Vélez, director ejecutivo del Centro de Estudios
Espinosa Yglesias.

 

El 40% de la población mexicana está en el primer o segundo escalón de un
total de cinco pisos. Solo el 50% de los que nacen en el primer piso
mejorará su condición, pero la mitad de ellos apenas subirá al siguiente; la
otra mitad escalará algo más. “Dos o tres personas de cada 100 alcanzan el
nivel más alto, y eso es una clase media. El accidente de cuna es el que
determina tu destino, y no el esfuerzo”, sostiene Vélez en base a estudios
del centro que dirige.

 

Esta mañana de lunes, los empleados de la planta 1 y 2 de Electrocomponentes
están protestando porque la maquiladora ha cerrado sus puertas por una
semana, pero solo les quiere pagar el 50% del salario. La disyuntiva en la
que se mueven estos empleados es perversa: trabajar con el coronavirus al
lado o hacer la cuarentena en casa sin un peso en los bolsillos. Es la misma
ecuación mortal que atrapa a 60 millones de pobres en todo México. Y muchos
parecen decir: antes muerto que despedido.

 

¿Se han dado casos de covid-19 en esta maquiladora? No lo saben a ciencia
cierta, unos dicen que dos, otros que tres. “Pero sí conocemos gente con
síntomas similares. A algunos les han dado una baja de siete días o de 14”.
¿Es por esos casos sospechosos por lo que la empresa ha decidido cerrar esta
semana? “No, creo que ha sido porque vino Sanidad el viernes y dijo que el
trabajo que se hacía aquí no era esencial. Pero si el lunes siguiente
vuelven a abrir, la gran mayoría seguro que regresa al trabajo. Aquí hay
mucha corrupción, las empresas enseñan el dinero y nadie les hace nada.
Abusan de la ignorancia de la gente”, dice un empleado que oculta su
identidad.

 

Unos ojos claros de largas pestañas pintadas es lo poco que se ve en la cara
con mascarilla de una mujer de 28 años embarazada. No quiere dar su nombre,
nadie quiere. Con la comida no se juega. Está de siete meses y ha pasado
marzo sin trabajar, cuando el Gobierno decretó la emergencia y mandó
proteger a los más vulnerables. Pero esta mañana de lunes ya le tocaba
incorporarse. Absurdo: el embarazo no hay concluido. Ni tampoco las
diabetes, ni las hipertensiones. Tiene dos hijos, necesita el dinero, así
que si la empresa cierra y solo les paga la mitad, prefiere que siga
abierta. ¿No tiene miedo? Todo el del mundo, pero se resigna. La familia
espera en casa a su madre, no al coronavirus, pero…

 

El Consejo Nacional de Maquiladoras, Index, asegura que están cerradas el
70% en Ciudad Juárez, que la mayoría ha acatado las reglas dictadas por el
Gobierno. Index es la voz de las empresas y expone las dificultades de un
sector que no tiene fácil trabajar desde casa. No le ponen una fecha a la
vuelta a la normalidad, pero están esperando que Estados Unidos se reactive.
Saben que esta es una zona de alto contagio en México, pero dicen estar
preparándose “con todos los protocolos, las mascarillas, guantes, sana
distancia”. Aunque reconocen la dificultad de comprar todo ese material
ahora: “Estamos escasos a nivel internacional, es verdad, pero aquí hay
mucha creatividad, es sencillo hacer una mascarilla”, sostiene Fabiola Luna,
gerente de una de estas maquiladoras y perteneciente al consejo nacional de
Index. “Esto no es fácil para la empresa, no salen las cuentas, dependemos
de la inversión extranjera. Esto es un negocio y urge que se reactive la
economía”, afirma. “Ya el presidente ha dicho que si arranca de nuevo el
trabajo en Estados Unidos pues que aquí en Juárez iba a poder autorizar la
actividad”, añade. Pero en Juárez las muertes se contarán por cientos en
unas semanas.

 

“En Estados Unidos han parado las empresas, pero aquí les da igual, total,
son mexicanos, qué mas da. Cuando tienen un muerto o dos cierran unos días,
dizque para sanitizar, y luego los trabajadores vuelven, creen que ya no se
van a contagiar. O les dan un bono. ¿Es que con el bono ya no se
contagian?”, ironiza la abogada laboralista. “¿Y qué hace el Gobierno? Decía
que miraba por los pobres, pues aquí tiene a los pobres, es un crimen lo que
están haciendo con ellos”.

 

El Gobierno de Andrés Manuel López Obrador ordenó la paralización de las
actividades no esenciales pero las medidas para garantizar su cumplimiento
brillan por su ausencia. De tanto en tanto parecen pedir por favor a las
empresas que no sean malitas, que atiendan sus reclamos. ¿Están obligando a
cerrar, hay sanciones? Se desconoce. En las maquilas sigue muriendo gente
con las botas puestas.

 

Un puñado de trabajadoras se cubren del sol con un paraguas mientras dura la
protesta en Electrocomponentes 1 y 2. Si la empresa hubiera abierto hoy
estarían trabajando a menos de un metro las unas de las otras. Una banda
pegada al suelo les indica que no deben sobrepasar esa distancia, como si el
coronavirus fuera a respetarla. Apenas hace unos días les dieron las
endebles mascarillas que llevan, nada de guantes, y se van pasando de una en
otra los arneses que fabrican, en cadena. “También nos dijeron que en el
autobús que nos trae solo viajara una persona cada dos asientos, pero no
mandaron suficientes camionetas, y en la última nos tuvimos que meter todos
como pudimos porque si no nos quedamos sin venir al trabajo”, dice una de
ellas.

 

De tanto en tanto se oyen aplausos en la concentración de trabajadores
cuando les hablan los abogados sobre sus derechos. Todos hacen piña para
escuchar lo que dice el cubrebocas que tiene el uso de la palabra. Pero la
mayoría estaría dentro si la empresa hubiera abierto esta mañana. Esa es la
razón, seguramente, de que la manifestación sea tan numerosa. Les ha pillado
con las puertas cerradas y aprovechan para protestar por la rebaja del
sueldo a la mitad. “Cien por ciento, cien por ciento”, corean. También se
oyen toses, secas y de todas las clases. Casi nadie parece muy consciente
del peligro.

 

Qué opina la patronal del goteo de muertes que se están registrando en las
maquiladoras. Fabiola Luna las lamenta. “Hay que determinar qué es actividad
esencial y establecer todos los protocolos de seguridad, pero no podemos
hacer controles las 24 horas de la vida de un trabajador. Ellos harán caso
de las medidas de protección o no, pero si no se lo toman en serio o no se
responsabilizan, poco podemos hacer". ¿Conoce el caso de doña Gregoria?
Murió este fin de semana. Trabajaba en Electrolux, tenía 56 años, su
maquiladora no había cerrado. "Esas situaciones se van a presentar y la
industria trata de contribuir, pero ¿cómo hacemos con los pacientes
asintomáticos? Hay cosas que no se pueden controlar ni prevenir”, dice.
Ninguna de las empresas mencionadas en el reportaje ha querido hacer
comentarios al respecto de la crisis.

 

La familia de doña Gregoria pasó el cadáver de un coche a otro y enfiló
hacia el crematorio. No fue el único deceso del sábado en el Hospital 66.
Por la tarde, otros parientes están esperando que salga la carroza funeraria
del centro sanitario con el nuevo fallecido por la covid-19 cuando llega una
camioneta con un grupo musical que da gracias a Dios y entona aleluyas y
demás prédicas por los altavoces. Anuncia la llegada de Los Ángeles de
Juárez. Son unos chavos vestidos con túnicas blancas, con la cara y el pelo
también pintados de blanco y con unas enormes alas de plástico y plumas que
el viento no deja quietas. Están subidos a unas sillas y hacen equilibrios
para no salir volando con el vendaval bíblico que se ha levantado. Sujetan
unos cartelones: “Ante la covid-19, fe y esperanza”; “Humillémonos para que
Dios salve nuestra tierra”. Ninguno lleva cubrebocas, tampoco los que se
amontonan en la camioneta de las plegarias. Cuando se escribe este artículo,
las cifras oficiales dicen que Ciudad Juárez suma 29 decesos. Serán muchos
más cuando el país alcance la cúspide de la enfermedad. Ni los ángeles
podrán decir que desconocían el peligro que se gestaba en las grandes naves
industriales de la frontera.

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