Estado español/ Guaridas fiscales: Que paguen los ricos [Miguel Urban]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Abr 29 12:05:56 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

29 de abril 2020

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Estado español

 

Guaridas fiscales

 

Que paguen los ricos

 

Miguel Urban *

Viento Sur, 28-4-2020

https://www.vientosur.info/

 

Netflix está hoy presente en alrededor de dos millones de hogares españoles.
No parecen irles muy mal las cosas. Sin embargo, la multinacional paga más o
menos los mismos impuestos que tú. ¿No te lo crees? Las dos filiales
españolas del gigante de producción y distribución audiovisual en streaming
pagaron 3.146 euros en concepto de impuesto de sociedades en su primer
ejercicio fiscal en España. Y no, no falta un “millones”. Pagaron 3.146
euros en impuestos. En todo el año 2019. Que, por cierto, no era su primer
año, porque llevan operando en nuestro país desde 2015, pero nunca antes
habían tributado. Aunque, visto el resultado, igual hasta les habría
interesado empezar antes: ¡podría haberles salido a devolver y todo! Bromas
macabras a parte, la factura fiscal por impuesto sobre beneficios de Netflix
España equivale, aproximadamente, al IRPF que paga un trabajador que ingrese
24.000 euros anuales.

 

El caso de Netflix no es una anécdota. Desde hace tiempo vemos año tras año
salir a la luz nuevas filtraciones de papeles que demuestran cómo
multimillonarios y multinacionales del mundo se consideran a sí mismos como
una “nueva aristocracia global” que goza del privilegio de estar exentos de
pagar impuestos. Leona Helmsley, esposa del multimillonario Harry Helmsley
(condenado por evasión fiscal), afirmó con orgullo que ella no los pagaba
porque los “impuestos son para la gente normal”. Y, visto lo visto, la
verdad es que razón no le falta. Mientras trabajadores y pequeños
empresarios contribuyen con sus impuestos –y ponen la parte que otros no han
pagado–, la desigualdad en el mundo se multiplica y la austeridad se instala
en las políticas públicas con recortes sobre nuestra educación, sanidad y,
en definitiva, sobre nuestros derechos. Y a lo largo de estas semanas
estamos comprobando de forma dramática cómo esos recortes en sanidad se
convierten literalmente en muertes.

 

Pero la evasión y la elusión fiscal no son casos aislados o coyunturales:
entrañan un fenómeno estructural del capitalismo líquido de nuestro tiempo,
íntimamente ligado a la ofensiva neoliberal que desde hace décadas azota
nuestras economías. No son manzanas podridas: son ladrones que arramplan con
los manzanos comunes, pero se niegan a contribuir a su cultivo colectivo. Y
aquí en Europa, la propia arquitectura económica de la UE promueve, en un
marco de libertad de movimiento de capitales y sin armonización fiscal,
regímenes fiscales dispares en su seno. Un sistema que propicia una
devaluación fiscal permanente de la que se benefician tanto las élites de
Holanda y Alemania como las de España o Italia. Así mismo, la UE (Unión
Europea) cuenta con sus propias estructuras offshore y un entramado
regulatorio cuyos desniveles, permisividades y estímulos en la sombra,
potencian la evasión y elusión que de facto beneficia sólo a los grandes
capitales, rentistas y familias más ricas, en perjuicio de las mayorías
populares. El resultado es una Europa de millonarios a costa de millones de
pobres.

 

Un entramado de elusión y evasión que no podría funcionar sin una red de
guaridas fiscales al margen de las obligaciones tributarias. Y decimos
“guaridas”, por no decir directamente “cloacas”, porque llamarlas “paraísos
fiscales” sería aceptar la gramática de la misma minoría peligrosa para
quienes esos lugares resultan paradisíacos. Gracias a estos lugares donde la
lex mercatoria impera sobre cualquier otro derecho, a la ingeniería contable
y a recovecos legales, un puñado de privilegiados ha encontrado numerosas
fisuras para ocultar o disimular una proporción sustancial de sus fortunas.
Y hoy todo el sistema hace aguas por esas grietas. Según todos los estudios,
nunca ha habido tanto dinero en paraísos fiscales como hoy. Aunque la
cantidad exacta es imposible de contabilizar: por el secretismo y por lo
obscenamente abultado del monto. Según el economista Gabriel Zucman, habría
cerca de 7,6 billones de dólares procedentes de fortunas personales ocultos
en lugares como Suiza, Luxemburgo o Singapur.

 

La evasión o elusión fiscal de las grandes fortunas y multinacionales está
en el corazón tanto del vertiginoso aumento de la desigualdad en todo el
mundo como de la tendencial carestía financiera de los estados que alimenta
el discurso de los recortes y la austeridad. Se estima que en toda la UE se
pierde cada año un billón de euros en recaudación tributaria por este
motivo. Un billón es básicamente el PIB de España. Algo especialmente
obsceno en estos años de crisis en los que desde las instituciones europeas
se pedían esfuerzos a la mayoría de la población para que aceptasen recortes
de derechos e ingresos a cambio de "salir entre todos" de la crisis. Pero a
los “paraísos” fiscales nadie les aprieta el cinturón.

 

Además, es fundamental recordar que la concentración de la renta y la
riqueza estuvo en el origen de la crisis y que, lejos de disminuir en estos
años, no ha dejado de crecer. Las políticas económicas aplicadas por las
instituciones comunitarias y por los gobiernos han producido una masiva
transferencia de recursos de abajo arriba. Una socialización de las
pérdidas. Un expolio fríamente organizado. Una economía de Hood Robin, ese
ladrón de guante invisible que roba a los pobres empobrecidos para dárselo a
los ricos enriquecidos. Y cual canciller Palpatine con el Consejo Jedi, para
que no quedase contrapeso alguno al atraco perfecto, las instituciones y las
políticas redistributivas han sido objeto de una sistemática operación de
acoso y derribo desde las tribunas, lobbies, partidos políticos y medios de
comunicación al servicio de multimillonarios y multinacionales.

 

Estos diez años desde el inicio de la crisis de la deuda en Europa han
supuesto una década perdida para las clases populares, pero una época de
ganancias para las grandes corporaciones que no han parado de aumentar sus
beneficios y su poder. Un tiempo marcado por la combinación de escasez y
desigualdad, donde la pérdida de peso de las rentas del trabajo en favor de
las del capital reluce de forma especialmente sangrante. Tiempos de
oligarquización acelerada del poder: un fenómeno que se erige a la vez como
resultado, causa y eje central del nuevo ciclo histórico que vive tanto
Europa en general como España en particular.

 

En su último informe, la OIT (Organización Internacional del Trabajo)
destaca el caso de España en esa pérdida de las rentas del trabajo en
relación con el PIB. Y le pone cifras: desde 2009, las y los trabajadores
han perdido 64.500 millones de euros al año en ese proceso, que no es otra
cosa que la lucha de clases en cifras macroeconómicas. Básicamente lo que
costó (hasta ahora) el rescate bancario. Pero como si lo tuviéramos que
pagar cada año. Revertir esta escandalosa situación pasa irremediablemente
por situar en la agenda europea la reducción del poder económico y político
de los de arriba mediante el reparto del trabajo y de la riqueza como eje
central para atajar la desigualdad creciente. Y hoy ya no es solo una
cuestión política o ideológica. Ni siquiera moral. Es también la única
manera de tener herramientas para poder enfrentar la pandemia social que se
avecina.

 

Estas últimas semanas estamos escuchando que, ante la crisis económica y
social que se avecina, será necesario implementar un ‘programa de
reconstrucción’, un ‘Plan Marshall a la europea’, un ‘New Green Deal’ o un
‘New Deal’ a secas ahora que parece que las élites se bajan de la fiebre
verde y vuelven a relegar la agenda ecológica para tiempos mejores. En
cualquier caso, muchos nombres grandilocuentes que concretan poco o nada en
qué consistirían y menos aún cómo se financiarían esos programas. Y no son
precisamente detalles menores. Porque tan importante como hablar de aumentar
el gasto social es determinar quién pagará la factura. ¿Pasará como en la
crisis de 2008? ¿Pasará como pasa con los paraísos fiscales? ¿Pasará como
con Netflix?

 

Si queremos que esta vez la historia sea diferente, tenemos que plantar cara
de forma decidida a la revuelta de los privilegiados: ese puñado de
multimillonarios y multinacionales que se niega a pagar impuestos,
practicando un auténtico terrorismo fiscal con la ayuda cómplice de
gobiernos y principales partidos, mientras se dedica a denunciar o a
amenazar directamente a quien denuncia sus prácticas de desfalco de las
finanzas públicas. Así que, cuando saquen su postureo de estadista a pasear
y nos hablen de implementar un ‘New Deal’ para rescatar la economía
post-pandémica, sería bueno recordarles que para poder financiar el
original, Franklin D. Roosevelt llevó el impuesto sobre la renta a su máximo
histórico a lo largo de los 12 años de su mandato (1933-1945). A quienes
ingresaban más de 200.000 dólares de entonces (al cambio histórico unos 3
millones de dólares actuales) se les aplicaba un tipo impositivo del 94%, el
más alto de los 24 tramos en los que se estructuró el impuesto sobre la
renta en Estados Unidos en aquellos años post-depresión.

 

Hoy puede sonar revolucionario. Seguramente porque la contrarrevolución
neoliberal se ha encargado de que solo la antigua distopía nos parezca cruda
cotidianidad. Por eso necesitamos una revolución fiscal sobresaliendo en la
caja de herramientas contra la desigualdad galopante. Pero además de un
instrumento necesario, la lucha contra la evasión y elusión fiscal y en
favor de una fiscalidad realmente progresiva constituye también hoy un
cuestionamiento del orden mundial neoliberal imperante. Un cuestionamiento
del acaparamiento del conjunto de los recursos del planeta por una minoría
peligrosa que luego se intenta lavar la cara con una especie de
“filantro-capitalismo” obsceno.

 

El ejemplo más paradigmático lo hemos tenido estos días en la Comunidad de
Madrid, con el Gobierno del PP de Díaz Ayuso un día anunciando la mayor
bajada de impuestos de la historia y al día siguiente pidiendo donaciones
por internet a empresarios y multinacionales para para financiar la sanidad
madrileña durante la pandemia del coronavirus. Solo en impuesto del
patrimonio, Madrid dejó de percibir 955 millones de euros en 2017 (el último
año en el que hay registros) por exenciones a los más ricos. No queremos su
marketing caritativo; queremos que paguen la factura de una sanidad pública,
gratuita, universal y de calidad. Porque, como hemos visto estas semanas,
entre otras cosas nos va la vida en ello. Y para que empiece a ser una
realidad hay que aumentar los impuestos de forma sustancial a quienes más
tienen.

 

Porque enfrentar la pandemia social que se avecina pasa ineludiblemente por
el combate de la desigualdad, de todas las desigualdades crecientes,
plurales e interconectadas, interviniendo en las realidades que son fuente y
reflejo de esa desigualdad, como la fiscalidad, la precariedad, la
austeridad o el poder corporativo. En definitiva, volver a poner en el
centro del debate la redistribución de la riqueza y de los recursos como eje
central de un programa ecosocialista. Porque nuestras vidas valen más que
sus beneficios. Y porque nuestro combate es tanto contra las élites que
provocan desigualdad como contra quienes se aprovechan de ella para
convertir a los más golpeados en chivos expiatorios y exculpatorios de las
primeras. Una revolución fiscal para que los paraísos de una minoría
peligrosa no sean el infierno de la mayoría social.

 

* Miguel Urbán Crespo es eurodiputado y militante de Anticapitalistas.
Artículo publicado en ctxt, 22-4-2020:
https://ctxt.es/es/20200401/Firmas/31990/ricos-impuestos-evasion-fiscal-para
isos-fiscales-netflix-miguel-urban.htm 

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