Siria/ Desplazados de Idlib, vuelven a sus casas destruidas mientras acecha el coronavirus [Sonia al-Ali/Madeline Edwards]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Abr 29 12:15:39 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

29 de abril 2020

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Siria

 

Desplazados de Idlib vuelven a sus casas destruidas mientras acecha el
coronavirus

 

Sonia al-Ali/Madeline Edwards, en Binnish

A l’encontre, 28-4-2020  

http://alencontre.org/moyenorient/

Traducción de Ruben Navarro – Correspondencia de Prensa

 

Una parte de la casa de Abu Khaled está en ruinas. Es una casa de hormigón
en Binnish, una ciudad al este de la ciudad de Idlib en el noroeste de Siria
que fue blanco de bombardeos mortales por parte de sirios y rusos, con
ataques aéreos y de artillería que golpearon los barrios residenciales.

 

Un proyectil atravesó el salón de Abu Khaled, contó. Todo lo que queda en la
habitación son pilas de escombros y en el aire las barras de acero del
hormigón armado.

A principios de febrero de este año, el momento en que los bombardeos que
devastaron gran parte del noroeste de Siria ocupado por la oposición eran
más intensos, Abu Khaled abandonó su casa. Él, su esposa y sus ocho hijos se
mudaron a un apartamento sin terminar en la ciudad de Idlib, a pocos
kilómetros de la autopista.

 

El apartamento estaba suficientemente lejos del epicentro de los bombardeos
como para suponer que estarían en seguridad por cierto tiempo. Pero no tenía
con qué satisfacer las necesidades básicas de la familia. No tenían con qué
calentar un poco el apartamento en medio de un invierno glacial y no
recibían ninguna ayuda.

 

Un mes después, Rusia y Turquía llegaron a un acuerdo sobre una tregua que,
desde entonces, ha sido en gran medida respetada. Es uno de los períodos más
largos de respiro para el pueblo de Idlib desde que el gobierno de Bashar y
Rusia lanzaron una devastadora campaña de bombardeos, hace ya un año.

 

Abu Khaled tuvo que volver a Binnish y vio que sólo quedaban en pie la
cocina y una habitación de su casa, pero al menos no había bombarderos en el
cielo. Entonces, como había sido trabajador de la construcción, aprovechó
esa paz relativa para limpiar los escombros del salón y empezar a levantar
de nuevo las paredes.

 

Alrededor de 185.000 personas han vuelto a sus pueblos de origen en las
provincias rurales de Idlib y Alepo, controladas por la oposición, desde el
comienzo del alto el fuego a principios del mes pasado, según el Grupo de
coordinación de la intervención, una organización local.

 

Vienen de campamentos improvisados agrupados a lo largo de la frontera
turca, en los que las familias se refugian aún en tiendas de campaña en mal
estado, en apartamentos de alquiler sin terminar o simplemente al aire
libre, cubriéndose con una pila de mantas.

 

Los que han podido volver a sus hogares representan menos de la quinta parte
del millón de personas que tuvieron que huir en camiones, llevándose lo que
podían, a los campamentos fronterizos en diciembre de 2019 y a principios de
este año, buscando ponerse al abrigo del gobierno sirio y de las bombas
rusas.

 

Sin embargo, el retorno es bastante importante. Binnish, en particular, ha
visto regresar a sus hogares a "casi el 100%" de sus habitantes en las
últimas semanas, dijo el presidente del consejo local de la ciudad, Fadhel
Abu Tayseer.

 

La vida en las casas bombardeadas es más fácil que en los campos, dicen los
repatriados. "Los campos están demasiado superpoblados y no pueden
satisfacen las necesidades básicas de la gente".

Ramadán durante la pandemia de coronavirus

 

Frente a la casa de Abu Khaled, las calles que hace poco más de un mes
estaban prácticamente desiertas a causa de los desplazamientos, están ahora
llenas de familias que hacen las compras o que comen meshawi, parrilladas,
en las aceras.

 

Algunos compran dulces antes del mes santo de Ramadán, que empezó el viernes
(24 de abril). Umm Alí, una viuda que regresó recientemente a su casa de un
campamento improvisado para personas desplazadas con sus cinco hijos, dice
que ha podido volver a reunirse con sus amigos y vecinos para tomar el café
de la mañana.

Pero no es fácil volver a la vida normal. Muchos de los que regresaron están
ahora desocupados en una ciudad devastada por los bombardeos antes del alto
el fuego. Otros temen que las bombas caigan, inevitablemente, de nuevo.

 

Abu Tayseer describe una ciudad ya diezmada por "largos años de guerra" y
bombardeos, con carreteras y redes de agua en mal estado con pocas
organizaciones humanitarias con capacidad de intervenir.

Y los comercios locales están llenos de gente a pesar de las advertencias de
los médicos y los trabajadores de las organizaciones humanitarias, sobre el
riesgo de que el nuevo coronavirus aparezca pronto en el noroeste de Siria,
territorio que sigue siendo controlado por la oposición.

 

Hasta la fecha no se ha registrado ningún caso en Idlib ni en las zonas
rurales vecinas de Alepo, que siguen en manos de los rebeldes, pero se ha
informado que, por ahora, 42 personas han sido infectadas con el virus en
otros lugares del territorio controlado por el gobierno. Hay muy pocas camas
de cuidados intensivos y ventiladores en el noroeste de Siria, insuficientes
en caso de que el virus llegara a los campamentos de desplazados
abarrotados, o a ciudades como Binnish.

 

En Binnish, los repatriados que hablaron con Middle East Eye dijeron que
todavía no estaban preocupados. Entre ellos se encuentra Ibraham al-Barakat,
un padre de tres hijos que regresó a su casa en Binnish con su familia hace
unas semanas. La familia había alquilado un apartamento sin terminar en
Sarmada, una ciudad que está cerca a la frontera turca en la que hay varios
campamentos improvisados de desplazados internos. En Sarmada hacía mucho
frío y Barakat no encontraba trabajo para seguir pagando el alquiler.
"Estamos felices de estar de vuelta en casa ahora", dice. Desde entonces ha
vuelto a su antiguo trabajo de vendedor de productos de limpieza para el
hogar en un mercado local. Los restaurantes y otros comercios a su alrededor
aún no han cerrado, la pandemia de coronavirus todavía no ha llegado a esta
ciudad. A veces, sus hijos más pequeños se asustan cuando oyen ruidos
fuertes, dice Barakat. Pero la familia quiere creer en esta apariencia de
paz. Él y su esposa habían preparado dulces de Ramadán para sus hijos. "La
destrucción y la muerte han pasado ya".

En algunas partes de la ciudad hay señales inquietantes. Aziz al-Asmar es un
artista de Binnish, sus habitantes lo conocen por sus murales que hablan de
la guerra en Siria. Adornan las paredes derrumbadas de los edificios de
hormigón destruidos por los ataques aéreos y el fuego de artillería. En uno
de ellos, las manos de una persona invisible sostienen a un bebé
aparentemente herido bajo la palabra "guerra" pintada de negro. El viento
hizo volteó el resto de la pared tambaleante. En el primer piso, se ven
trozos de barras de metal deshilachadas en lo que fue una vez un
apartamento.

 

Las pinturas de este artista de 47 años han cambiado de tono en las últimas
semanas. En Binnish, hay ahora pinturas relacionadas con el coronavirus al
lado de otras que representan las bombas que hace poco tiempo destruyeron la
ciudad. Uno de los murales muestra las puntas en forma de corona del virus
que aparecen encima de la cabeza de un hombre, junto a una leyenda que
critica a las Naciones Unidas y a la comunidad internacional por su (escasa)
respuesta humanitaria. Otro advierte a los habitantes: "Siria no está al
abrigo" del virus.

"La gente no tiene miedo (del coronavirus) todavía", dijo Asmar a Middle
East Eye. "La mayoría de la gente es imprudente, tal vez porque es imposible
quedarse en casa en estas condiciones sin ir a trabajar, sin ganar dinero
para cubrir las necesidades diarias."

 

Una tranquilidad precaria

 

Abu Bassel se siente seguro por ahora. Este hombre de 44 años vive con su
esposa y su madre anciana en Binnish. Volvieron a su casa el mes pasado, de
los campamentos en la frontera turca. La vida en los campos era difícil,
dice. Cuando vieron que el alto el fuego parecía estable, los tres
decidieron arriesgarse y volver. Cuando llegaron, encontraron su casa
bombardeada y deteriorada. Sólo quedaba una habitación intacta. Ahí es donde
la familia puso las pertenencias que les quedaban. Para ellos, esta
situación es mejor que la que tuvieron que vivir en una tienda de campaña al
norte de Idlib. "La tienda ya no podía servir como hogar, ni podía
reemplazar al nuestro en nuestra ciudad natal."

 

Por su parte, Abu Bassel no ha empezado todavía a sacar los escombros de su
casa, como lo hizo Abu Khaled. No tiene todavía suficiente dinero para hacer
las reparaciones necesarias, aunque empezó a trabajar en las últimas semanas
en la tienda de ropa de un pariente. Al no poder hacer los arreglos, cubre
provisoriamente las viejas paredes de su casa con plástico, con la esperanza
de poder un día al fin reconstruirla. Abu Bassel no sabe cuándo podrá
hacerlo. Tanto él como otros habitantes de Binnish, temen que los aviones
militares regresen pronto. Cuando le preguntamos a qué le teme más, si al
coronavirus o al regreso de las bombas rusas y del gobierno que expulsaron a
un millón de personas de sus hogares hace sólo unos meses, Abu Khaled
contesta sin dudarlo: "Le tememos a las bombas. Las bombas y los
desplazamientos ya nos han hecho sufrir mucho". 

 

* Publicado en Middle East Eye, 27-4-2020:
https://www.middleeasteye.net/news/coronavirus-syria-idlib-displaced-syrians
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