Crisis global/ El monstruo ya está aquí [Mike Davis - Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Ago 13 13:54:02 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

13 de agosto 2020

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Crisis global



Entrevista a Mike Davis



El monstruo ya está aquí



El reconocido historiador Mike Davis acaba de publicar El Monstruo ya está
aquí, un libro sobre la pandemia, los sistemas sanitarios y las
desigualdades provocadas por el capitalismo. El trabajo retoma los
pronósticos realizados por el mismo autor en su libro El monstruo llama a
nuestra puerta, publicado hace poco más de una década. En esta entrevista,
Davis afirma que viviremos una época de pandemias múltiples y plantea que el
sistema actual difícilmente pueda atajarlas de modo correcto.



Josefina Martínez *

Nueva Sociedad, julio 2020

https://nuso.org/



-Se ha hablado mucho sobre el origen de los coronavirus. ¿Cómo se relaciona
con la agricultura industrial y el papel de las multinacionales? ¿Son estas
las nuevas plagas del capitalismo?



Sabemos que el virus pandémico, el SARS-CoV-2, se originó en los
murciélagos, al igual que los SARS iniciales de 1992-1993. Una cuarta parte
de todos los mamíferos son murciélagos –unas 1.500 especies– y albergan una
increíble variedad de virus, incluyendo cientos de coronavirus, que tienen
el potencial de dar el salto a los seres humanos, ya sea directamente o a
través de un animal salvaje que actúa como intermediario. La cadena de
transmisión del virus actual no se conoce y, de hecho, puede que nunca se
conozca, pero la constante expansión de cultivos y granjas en zonas
silvestres de China es probablemente un factor clave, junto con la tradición
cultural de consumir murciélagos y animales exóticos.



En el caso de nuevas gripes –que siguen representando un riesgo inminente–,
el crecimiento exponencial de la producción industrial de cerdos y pollos en
el suroeste de Asia y en otros lugares ha amplificado enormemente est-a
amenaza pandémica. Los cerdos, que pueden ser huéspedes de una doble
infección de cepas de gripe aviar y humana, son reactores biológicos claves,
ya que los segmentos del genoma de dos virus pueden a veces recombinarse
para crear híbridos monstruosos. Las industrias avícolas, por su parte,
actúan como aceleradores virales para la propagación de estas nuevas cepas.



A escala mundial, la deforestación es el mazazo que rompe los muros entre la
naturaleza salvaje y sus enormes reservas de virus, por un lado, y las
ciudades humanas superpobladas por el otro. Un ejemplo citado en mi libro es
el caso de la región costera del África occidental, la zona de más rápida
urbanización del planeta. Tradicionalmente, las aldeas y ciudades dependían
del pescado como la principal fuente de proteínas. Pero a partir de la
década de 1980 las flotillas industriales de Europa y Japón extrajeron
aproximadamente la mitad del pescado del Golfo de Guinea. Los pescadores
locales perdieron sus medios de vida y los precios del pescado se dispararon
en los mercados urbanos.



Simultáneamente, las multinacionales madereras estaban abriéndose paso con
motosierras a través de los bosques tropicales del Congo, Gabón y Camerún.
Con el objeto de mantener bajos los costos de la mano de obra, contrataron a
cazadores para matar animales salvajes, incluyendo primates, para alimentar
a las cuadrillas. Esta «carne silvestre» pronto encontró una enorme demanda
en las ciudades ávidas de proteínas, especialmente entre las poblaciones de
los barrios pobres que vivían en condiciones sanitarias terribles. Esta
cadena causal –la expoliación de los recursos pesqueros sostenibles, la tala
de bosques que rompió las barreras naturales entre las poblaciones humanas y
los virus salvajes, el aumento de la caza de animales silvestres a gran
escala para abastecer de carne los mercados urbanos y el crecimiento
exponencial de los barrios pobres– fue la fórmula maestra para la aparición
tanto del virus de inmunodeficiencia humanaVIH como del ébola.



-Hace quince años escribió El monstruo llama a nuestra puerta: la amenaza
global de la gripe aviar. Desde aquel momento, numerosos estudios
advirtieron de la posibilidad de una pandemia. ¿Por qué hemos llegado a este
punto casi sin ninguna prevención y sin el desarrollo de la investigación
científica adecuada para combatir este tipo de virus?



En realidad, en los últimos 25 años ha habido una enorme cantidad de
investigaciones y modos de preparación para una pandemia. En cierto sentido
todo fue vaticinado, pero algunos países se negaron a prestar atención a las
advertencias o, como Estados Unidos bajo Donald Trump, desmantelaron
deliberadamente estructuras cruciales para la alerta temprana y el control.
Además, Reino Unido, Estados Unidos y algunos países europeos habían
recortado drásticamente el gasto en salud pública, ya sea por razones
ideológicas o por las medidas de austeridad posteriores a 2008. En Estados
Unidos, por ejemplo, nos enfrentamos al brote a finales de enero con 60.000
trabajadores sanitarios menos que los que habían estado en las nóminas de
los gobiernos locales y del Estado en 2007.



Mientras tanto, la gran industria farmacéutica ha continuado obstaculizando
el desarrollo de antivirales que se necesitan con urgencia, antibióticos de
nueva generación y vacunas genéricas. El otoño pasado, el propio Consejo de
Asesores Económicos de Trump le advirtió que no se podía contar con las
grandes empresas farmacéuticas en una crisis pandémica, ya que en general
habían abandonado el desarrollo de medicamentos para enfermedades
infecciosas, a menos que el gobierno federal interviniera con miles de
millones de dólares de subsidios.



Por otra parte, las empresas de biotecnología más pequeñas que estaban
siendo precursoras de nuevos medicamentos y vacunas se vieron privadas del
capital necesario para llevar sus descubrimientos a las etapas finales de
prueba y producción. Después de la aparición del SARS en 2003, por ejemplo,
un consorcio de laboratorios de Texas había desarrollado una posible vacuna
contra el coronavirus que nadie estuvo dispuesto a financiar. Si se hubiera
desarrollado, dada la coincidencia de 80% entre los genomas del SARS-1 y el
SARS-2, podría haber sido una base excelente para la producción acelerada de
una vacuna contra el covid-19.



Lo más importante es que la mayoría de los países de Asia oriental, tanto
los autocráticos como los democráticos, han logrado contener la pandemia
hasta ahora gracias a planes de respuesta bien preparados (un legado de las
anteriores crisis del SARS y de la gripe aviar), una amplia aceptación del
liderazgo científico, la inmediata aceleración de la producción de
mascarillas y respiradores y, un factor clave que en su mayor parte ha sido
ignorado, la capacidad de movilizar a grandes ejércitos de trabajadores y
voluntarios para responder a nivel de base. A pesar de su condición de
nación en vías de desarrollo y de la escasez de médicos, el éxito de Vietnam
ha sido notable y probablemente sea el resultado de la combinación de
laboratorios de categoría mundial (los Institutos Pasteur en Hanoi y Ciudad
Ho Chi Minh) con una red nacional de trabajadores sanitarios públicos a
escala de aldea y de barrio.



El talón de Aquiles de la planificación previa en muchos países ricos ha
sido apoyarse exclusivamente en los profesionales de la salud, cuando una
educación pública universal acerca de las amenazas de enfermedades y la
organización de una reserva de voluntarios capacitados son casi igualmente
importantes para combatir las tormentas virales. Como la tragedia nos está
obligando a comprender, no vivimos en una pandemia sino en una era de
pandemias.



-El discurso de los gobiernos es que de esta pandemia «salimos todos
juntos», pero la realidad es que el virus sí entiende de racismo y
capitalismo. ¿Cómo afecta esta crisis a los trabajadores precarios, latinos
y afroamericanos?



Los distintos países, por supuesto, difieren ampliamente en cuanto al acceso
a una atención médica asequible, los indicadores de la desigualdad de
ingresos y los legados estructurales de la discriminación racial y étnica.
Entre las naciones de altos ingresos, Estados Unidos es la que tiene la peor
puntuación en las tres categorías. Pero incluso en países con atención
médica universal y niveles de desigualdad mucho más bajos hay poblaciones
vulnerables que han quedado desprotegidas y a menudo invisibles en la crisis
actual.



Las residencias de ancianos se han convertido en morgues a ambos lados del
Atlántico, y son el origen de 40% a 50% de las muertes de covid-19 en muchos
países. En Estados Unidos, donde el número de víctimas de este tipo supera
ya las 50.000, se estima que la mitad son afroestadounidenses. Aquí es donde
las vidas de los negros parecen importar menos.



Si los expertos en salud pública sabían que estas instalaciones se
convertirían rápidamente en focos de infección, ¿por qué los gobiernos
nacionales y locales no crearon inmediatamente grupos de trabajo especiales
para intervenir? ¿Y por qué las ONG y los partidos políticos progresistas no
hicieron de esto una demanda contundente? Las mismas preguntas, por
supuesto, deberíamos hacernos sobre las cárceles, las prisiones y los campos
de refugiados. La actitud pasiva de las autoridades solo puede ser
caracterizada como una negligencia criminal.



-La crisis también permitió visibilizar la importancia de los «trabajadores
esenciales» para el funcionamiento de la sociedad. Y son los más expuestos
al contagio.



Los que ahora reconocemos como «trabajadores y trabajadoras esenciales» ante
la pandemia incluyen desde investigadores científicos hasta conserjes y
personal de cuidado a domicilio. Además de todas las categorías de personal
médico, millones de personas que trabajan en la agricultura y en la
industria frigorífica, en la venta y distribución de alimentos, en servicios
públicos como el transporte, la vigilancia y la sanidad, y en la industria
logística (almacenamiento y reparto). Estos son precisamente los sectores
que tienen los mayores porcentajes de trabajadores pertenecientes a minorías
con salarios bajos, inmigrantes recientes y empleados eventuales.



En Estados Unidos, casi la mitad de estos trabajadores son negros, latinos o
asiáticos y, salvo que pertenezcan a un sindicato, es poco probable que
tengan un seguro médico adecuado (o que tengan alguno). Muchos han pasado
largos periodos sin recibir tratamiento por enfermedades que se habrían
atendido de forma rutinaria de haber tenido seguro médico y, por lo tanto,
sufren de dolencias crónicas como el asma y la diabetes. Sus trabajos están
entre los más peligrosos, tienden a trabajar jornadas más largas y, en el
caso de quienes tienen bajos ingresos, viven en las peores condiciones de
vivienda. Durante seis meses se han enfrentado al mayor grado de exposición
ante la amenaza del coronavirus, generalmente sin equipos de protección o
sin el derecho a reclamar contra las precarias condiciones laborales.



Estos trabajadores han sido completamente traicionados por la Administración
de Seguridad y Salud Ocupacional (OSHA) –un organismo del Departamento de
Trabajo de Estados Unidos–, que se ha negado a poner en marcha normas
obligatorias para proteger a los trabajadores o atender las miles de quejas
que se han presentado de forma oficial. Por eso, la industria frigorífica en
el Medio Oeste, donde la mayoría de los trabajadores pertenecen a minorías o
son inmigrantes recientes, ha sido tan devastada por el covid-19. Y por eso
los trabajadores estadounidenses han hecho huelga o han organizado protestas
furiosas en más de 500 ocasiones desde abril.



-En este contexto, ¿qué papel están jugando empresas como Amazon?



El blanco frecuente de protestas ha sido Amazon, el máximo especulador con
la pandemia, y que ha violado notoriamente los derechos de los trabajadores.
El patrimonio personal de Jeff Bezos aumentó en unos astronómicos 33.000
millones de dólares entre marzo y abril, en tanto que la empresa se
convirtió en una vía fundamental para la entrega de alimentos y suministros
básicos para las familias confinadas en sus hogares. Al mismo tiempo, se ha
apresurado a ocupar de forma permanente los espacios vacíos dejados por el
cierre de tantos miles de pequeños negocios minoristas (una estimación común
en la prensa internacional especializada es que una cuarta parte de las
pequeñas tiendas afectadas en Europa y Estados Unidos nunca volverán a
abrir).



Los demócratas, con excepción de Elizabeth Warren, no han abordado los
problemas que plantea el creciente poder monopólico de Amazon. Durante las
dos guerras mundiales del siglo pasado, se impusieron con éxito impuestos a
los «beneficios extraordinarios» de las principales empresas en la industria
armamentística, pero los dirigentes demócratas se han negado a considerar
una regulación similar para Amazon o para las grandes empresas
farmacéuticas. Hacia fin de año, la economía estadounidense se parecerá aún
más a la sociedad capitalista pura y dura descrita por Fritz Lang en su
famosa película Metrópolis.



-En su libro Planeta de las ciudades miseria, analiza ese fenómeno de las
gigantescas metrópolis donde la superpoblación y el hacinamiento son la
normalidad. ¿Puede haber derecho a la salud en estas condiciones de la
geografía urbana capitalista?



Desde principios del siglo XX ha habido un debate esencial y recurrente
sobre cómo controlar las epidemias a escala mundial. La posición
estadounidense, respaldada por los enormes recursos de la Fundación
Rockefeller, se centró en librar guerras contra enfermedades específicas con
recursos masivos enfocados en el desarrollo y la distribución de vacunas.
Estas cruzadas por las vacunas han dado lugar a grandes éxitos (viruela y
poliomielitis) e igualmente a grandes fracasos (paludismo y sida). El
enfoque basado en intervenciones técnicas específicas para cada enfermedad
ha salvado vidas, pero deja en su sitio las condiciones sociales que
promueven las enfermedades.



La otra vertiente en el debate ha dado prioridad a la inversión en
infraestructuras de atención primaria de salud en las regiones y países más
pobres. Se inspira en las ideas de la «medicina social» propuestas por el
gran patólogo alemán Rudolf Virchow en la década de 1880 y ampliamente
adoptadas en el siglo XX por partidos de la izquierda, así como por un
amplio espectro de reformadores que deseaban reorientar la medicina hacia la
prevención de enfermedades junto con reformas sociales radicales.



Durante gran parte de la posguerra, la Organización Mundial de la Salud
(OMS) estuvo dominada por Estados Unidos y el paradigma Rockefeller, pero
los defensores de la medicina social obtuvieron una importante victoria en
1978 cuando la OMS emitió la «Declaración de Alma-Ata», en la que se
afirmaba que el acceso a servicios sanitarios de calidad era un derecho
humano universal. Se adoptó un plan de campaña que subrayaba la importancia
de la participación de la comunidad y de un enfoque desde abajo para lograr
«salud para todos en el año 2000». Pero la contrarrevolución neoliberal que
siguió a la elección de Margaret Thatcher y Ronald Reagan convirtió esta
declaración en letra muerta.



El covid-19 está revelando hasta qué punto hay dos humanidades
inmunológicamente diferenciadas. En las naciones ricas, alrededor de un
cuarto de la población cae en la categoría de alto riesgo debido a la edad y
a los problemas de salud crónicos, a menudo relacionados con la raza y la
pobreza. En cambio, en los países con ingresos bajos y en muchos países con
ingresos medios, entre la mitad y tres cuartas partes de la población se
encuentra en situación de riesgo. El cofactor más importante es la
disminución de la inmunidad debido a la malnutrición, las infecciones
gastrointestinales generalizadas y las enfermedades descontroladas y no
tratadas como la malaria y la tuberculosis.



1.500 millones de personas viven actualmente en asentamientos precarios en
África, el sur de Asia y América Latina, que son las perfectas incubadoras
de la enfermedad. Sabemos que allí la pandemia está fuera de control, pero
en gran medida permanece invisible en las actuales estadísticas
fragmentarias. Y si Europa muestra cierta disposición a compartir eventuales
stocks de vacunas con los países pobres, el gobierno de Trump demostró
recientemente, con la compra de todas las existencias mundiales del
medicamento Remdesivir, que no tiene intención de compartir nada. America
First significa África en último lugar.



En las últimas campañas, la corriente progresista del Partido Demócrata ha
ignorado en gran medida estas cuestiones de la salud y la pobreza a escala
mundial. También ha defraudado las expectativas de sus simpatizantes. Hace
pocas semanas se anunció que las negociaciones entre los sectores de Joe
Biden y Bernie Sanders han dado lugar a una plataforma demócrata que está
muy por debajo de «seguro médico universal», la demanda central de la
campaña de Sanders, a pesar de que la pandemia y el colapso económico han
demostrado un millón de veces su urgente necesidad.



* Historiadora y periodista. Es autora del libro Revolucionarias (Lengua de
Trapo, Madrid, 2018).

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