México/ Dar a luz bajo la sombra del covid. Parteras y médicos batallan para ayudar a las mujeres. [Janet Jarman]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Dic 27 15:33:23 UYT 2020


  _____

Correspondencia de Prensa

27 de diciembre 2020

 <https://correspondenciadeprensa.com/> https://correspondenciadeprensa.com/

redacción y suscripciones

germain en montevideo.com.uy <mailto:germain en montevideo.com.uy>

  _____



México



Dar a luz en México bajo la sombra del covid



Parteras y médicos batallan para ayudar a las mujeres a parir de manera
segura en los días sombríos de la pandemia.



Janet Jarman

The New York Times, 23-12-2020

https://www.nytimes.com/es/



Rafaela López Juárez estaba decidida: si tenía otro hijo sería en casa con
la ayuda de una partera de confianza, rodeada de su familia. Su primer parto
en el hospital había sido traumático y su perspectiva cambió drásticamente
después, cuando se capacitó como partera profesional.



“Lo que quieren las mujeres es una experiencia de parto centrada en el
respeto y la dignidad”, dijo. Ella cree que los partos de bajo riesgo
deberían darse fuera de los hospitales, en los hogares o en centros
especiales para ello, donde las mujeres puedan elegir el modo en que van a
dar a luz.



A finales de febrero, López y su familia esperaban la llegada de su segundo
bebé en su casa de Xalapa, México, mientras seguían las noticias del avance
de la pandemia del coronavirus. Ella dio a luz a Joshua, un bebé saludable,
el 28 de febrero, el mismo día que México confirmó su primer caso de
COVID-19. López se preguntó cómo afectaría la pandemia a su profesión.



Alrededor del 96 por ciento de los partos en México suceden en hospitales
que a menudo están abarrotados y mal equipados en los que muchas mujeres
relatan haber recibido tratamiento deficiente o irrespetuoso. El inicio de
la pandemia despertó preocupación de que las mujeres embarazadas podrían
estar expuestas al virus en los hospitales y los defensores de los derechos
de salud de las mujeres en México y en el mundo expresaron la expectativa de
que la crisis pudiera detonar cambios duraderos en el sistema de atención a
las embarazadas.



Un movimiento nacional ha logrado avances decididos pero desiguales para
integrar a la partería en el sistema público de salud de México. Algunas
autoridades indican que sería muy valioso contar con parteras bien
capacitadas, en particular en las zonas rurales, pero también en pequeñas
clínicas no quirúrgicas en todo el país. Sin embargo, hasta ahora no ha
habido voluntad política para proveer la regulación, la infraestructura y
los presupuestos necesarios para emplear a suficientes parteras como para
causar un impacto significativo.



Durante los primeros meses de la pandemia, la evidencia anecdótica parecía
indicar que las parteras ganaban terreno en el país. En todo México, las
comadronas recibieron aluviones de pedidos para asistir partos caseros. El
gobierno alentó a las autoridades de los estados a que establecieran centros
de salud alternativos que pudieran concentrarse solo en los partos,
atendidos por personal de enfermería y parteras.



Al propagarse los brotes de covid, las autoridades sanitarias del país
empezaron a ver una caída pronunciada de las consultas prenatales y los
partos hospitalarios. En el Hospital General de Acapulco, en el estado de
Guerrero, Juan Carlos Luna, el médico que dirige el área de salud materna,
notó una caída del 50 por ciento en los partos. Con personal disminuido, a
menudo cubriendo doble turno, el personal médico y de enfermería batallaba
en condiciones extremas. “Casi todos en mi equipo han dado positivo por el
virus en algún momento”, dijo Luna.



Dentro de la unidad de cuidados intensivos para COVID-19 en el Hospital
General de Acapulco, los médicos atendieron a María de Jesús Marroquín
Hernández. A las 36 semanas de embarazo desarrolló problemas para respirar,
lo que hizo que su familia condujera cuatro horas para llevarla al hospital.
Los médicos aislaron a Marroquín en tanto su familia esperaba afuera, donde
podían ver a los trabajadores funerarios sacar los cuerpos de los pacientes
fallecidos a causa de la covid y se preocupaban de que ella fuera la
siguiente. A los cinco días la dieron de alta y pronto dio a luz, por
cesárea de emergencia, en un hospital cercano a su casa. Ella y su esposo
decidieron poner a su bebé Milagros.



En las comunidades indígenas de México, las mujeres hace mucho que recurren
a las parteras tradicionales, que hoy tienen incluso mayor importancia. En
Guerrero, algunas mujeres han dado a luz con ayuda de parteras en las
llamadas Casas de la Mujer Indígena o Afromexicana, a donde también acuden
en busca de ayuda en situaciones de violencia doméstica, algo que los
trabajadores de los CAMIs dicen que también se ha incrementado. Pero las
medidas de austeridad relacionadas con la pandemia han desprovisto a los
centros del financiamiento esencial del gobierno federal.



Otras mujeres han elegido hacer cuarentena en sus comunidades y recurren a
la ayuda de parteras como Isabel Vicario Natividad, de 57 años, que sigue
trabajando a pesar de que sus propias condiciones de salud la hacen
vulnerable al virus.



A medida que aumentaban los casos de COVID-19 en Guerrero, las autoridades
de salud del estado se acercaron a mujeres y parteras en áreas remotas que
presentaban tasas potencialmente altas de mortalidad materna e infantil.



“Si tienen las mujeres demasiado miedo de llegar a nuestros hospitales,
deberíamos ir a buscarlas donde están”, dijo Rodolfo Orozco, director de
salud reproductiva en Guerrero. Con el apoyo de varias organizaciones
internacionales, el equipo del doctor empezó hace poco a visitar a parteras
tradicionales para impartirles talleres y entregarles equipo de protección
personal.



En la capital estatal de Chilpancingo, muchas mujeres descubrieron la Unidad
de Partería Alameda, que abrió en diciembre de 2017. Durante la fase inicial
de la pandemia, el número de nacimientos atendidos por el centro se duplicó.
En octubre, Anayeli Rojas Esteban, de 27 años, viajó dos horas al centro
después de que su hospital local no pudiera atenderla. Se sorprendió
gratamente al encontrar un lugar con parteras que de hecho le permitieron
dar a luz acompañada de su esposo, José Luis Morales.



“Estamos realmente muy agradecidos de que no la cortaran, como hicieron
durante su primer parto en el hospital”, dijo Morales, refiriéndose a la
episiotomía, un procedimiento de rutina en los hospitales que cada vez
parece más innecesario.



Mientras las autoridades de salud de los estados de México luchaban por
contener el virus, la situación en la capital del país ilustra aún más los
peligros y frustraciones que sentían las mujeres.



En la primavera, las autoridades sanitarias de Iztapalapa, el barrio más
densamente poblado de Ciudad de México, batallaron cuando la zona se
convirtió en el epicentro del brote de coronavirus del país. El gobierno de
la ciudad reconvirtió varios de los grandes hospitales públicos de
Iztapalapa en instalaciones para atender a pacientes de COVID-19, lo que
dejó a miles de mujeres embarazadas desesperadas y en busca de alternativas.
Muchas buscaron refugio en maternidades como Cimigen, donde la cantidad de
partos atendidos se duplicó y las atenciones prenatales se cuadruplicaron,
según dijo la directora ejecutiva de la clínica, Marisol del Campo Martínez.



Otras embarazadas se unieron al creciente número de mujeres que, por razones
de seguridad y para evitar una cesárea potencialmente innecesaria, buscan
una experiencia de parto en casa. En México, aproximadamente el 50 por
ciento de los bebés nacen por cesárea, y las mujeres embarazadas enfrentan
la presión social, familiar y médica para someterse al procedimiento.



En julio, Nayeli Balderas, de 30 años, que vivía cerca de Iztapalapa, buscó
a Guadalupe Hernández Ramírez, una experimentada enfermera perinatal y
presidenta de la Asociación de Parteras Profesionales de México. “Cuando
empecé a investigar sobre el parto humanizado, la lactancia materna,
etcétera, se me abrió un mundo completamente nuevo”, dijo Balderas. “Pero
cuando le contamos a nuestro ginecóloga sobre nuestro plan, todo su cara
cambió, y trató de asustarnos”. Sin amedrentarse, Balderas siguió adelante
con su plan de dar a luz en casa.



Su trabajo de parto fue largo y cada vez más complicado. Luego de 12 horas,
Balderas y su esposo consultaron con Hernández y decidieron activar su plan
B. A las 3 de la mañana fueron a la clínica privada de Fernándo Jiménez, un
ginecoobstetra y colega de Hernández. Ahí se decidió que era necesaria una
cesárea.



En septiembre, del otro lado de la Ciudad de México, Maira Itzel Reyes
Ferrer, de 26 años, también había estado investigando sobre los partos en
casa y dio con María Del Pilar Grajeda Mejía, una partera tradicional de 92
años certificada por el gobierno que trabaja con su nieta, Elva Carolina
Díaz Ruiz, de 37 años, enfermera obstétrica licenciada. Ambas guiaron a
Reyes en su parto en casa.



“Mi familia admitió que durante el parto a veces tenían miedo”, dijo Reyes.
“Pero al final les gustó mucho, de hecho que ahora mi hermana está tomando
un curso de partería. Ya pagó y ahorita ya lo está tomando”.



Mientras inicia el invierno, México enfrenta una devastadora segunda ola de
coronavirus. Los hospitales de la capital rápidamente se están quedando sin
sitio. Los tan mencionados centros de partería gubernamentales no se han
materializado y los trabajadores médicos en hospitales de prestigio, como el
Instituto Nacional de Perinatología, o INPer, trabajan veinticuatro horas al
día.



A principios de la pandemia, el personal del INPer descubrió que alrededor
de una cuarta parte de todas las mujeres hospitalizadas daban positivo al
coronavirus. Los administradores implementaron una ala separada de COVID-19
y la doctora Isabel Villegas Mota, directora de epidemiología y enfermedades
infecciosas logró conseguir equipo de protección personal adecuado para el
personal. No todos los trabajadores sanitarios de primera línea en México
han corrido con tanta suerte. La tasa de mortalidad para el personal médico
en México se encuentra entre las más altas del mundo.



Cuando Grecia Denise Espinosa se enteró de que estaba embarazada de gemelos,
hizo planes para dar a luz en una conocida clínica privada. Pero el alto
costo la desalentó y decidió consultar a los médicos en INPer. Para su
sorpresa, cuando ingresó al hospital en noviembre, dio positivo por el virus
y fue enviada a la unidad COVID-19, donde los médicos le practicaron una
cesárea.



Desde hace mucho tiempo, los defensores de la salud materna han dicho que el
modelo obstétrico de México debe cambiar y enfocarse en las mujeres. Si
alguna vez hubo un momento para que las autoridades de salud adopten
plenamente la partería, este es ahora, dicen, al argumentar que las miles de
parteras en todo el país podrían ayudar a aliviar la presión que sobrecarga
al sistema sanitario —del que con frecuencia se desconfía— y brindar
atención de calidad a las mujeres.



“El modelo que tenemos en México es un modelo obsoleto”, dijo David
Meléndez, director técnico del Comité Promotor por una Maternidad Segura en
México, una organización sin fines de lucro. “Es un modelo en que perdemos
todos. Pierden las mujeres, y pierde el país, y pierde el sistema de salud y
el personal médico. Realmente estamos con un mal modelo y además en el peor
momento, en la pandemia”.

  _____





--
El software de antivirus Avast ha analizado este correo electrónico en busca de virus.
https://www.avast.com/antivirus


------------ próxima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: http://listas.chasque.net/pipermail/boletin-prensa/attachments/20201227/4d4c6fa9/attachment-0001.htm


Más información sobre la lista de distribución Boletin-prensa