Portugal/ La recuperación después de la austeridad (y los fantasmas en el armario) [Francisco Louçã]
Ernesto Herrera
germain5 en chasque.net
Mie Ene 1 14:42:14 UYT 2020
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Correspondencia de Prensa
1° de enero 2020
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Portugal
La recuperación después de la austeridad (y los fantasmas en el armario)
Francisco Louçã *
Viento Sur, 29-12-2019
https://www.vientosur.info/
Traducción Eduardo López-Jamar – eldiario.es
Las elecciones europeas son ignoradas por la mayor parte de la población
portuguesa (un 69% de abstención). Pero, incluso con esa limitación, el
tercio de la población que ha votado ha confirmado el hundimiento electoral
de las distintas derechas que, desde 2015, han perdido representatividad: el
principal partido de la derecha, el PSD, ha logrado cerca del 22%, el peor
resultado de su historia, a un 11% de distancia del PS, el partido del
Gobierno, que ocupa el centro del espectro político. Las izquierdas
mantienen cerca del 16%, debido a que el Bloco de Esquerda ha duplicado sus
resultados. Así, estos resultados confirman el apoyo popular mayoritario a
los acuerdos establecidos hace cuatro años entre el PS y los partidos a su
izquierda, el llamado Gobierno de la jerigonza, así como el rechazo al
regreso a las políticas de austeridad.
Una sorpresa política
En octubre de 2015, las elecciones al parlamento crearon una situación
política inédita. La coalición de las derechas, que había gobernado en los
cuatro años anteriores y había aplicado una dura política de austeridad,
consiguió un 38% de los votos, mientras que el PS obtuvo un 32%. El
presidente de entonces, Cavaco Silva, él mismo ex primer ministro y una
figura histórica de la derecha, encargó a Passos Coelho, que había gobernado
desde 2011, formar un nuevo gobierno. Pero un acuerdo parlamentario entre el
PS y las izquierdas impidió la formación de ese gobierno y otorgó el cargo a
António Costa, secretario general del PS, que formó un gobierno minoritario
sustentado por un acuerdo pactado con las izquierdas. Fue así como se formó
lo que ha venido a conocerse como la jerigonza.
Esto nunca había sucedido en los 40 años de la democracia constituida
después de la revolución de abril de 1974. Ni el PS había aceptado jamás un
acuerdo con las izquierdas, ni estas lo habían concebido como posible. Así,
esta solución política fue una sorpresa, y quizás por ello ha sido seguida
con curiosidad en otros países, como ha sido el caso de España. La razón
fundamental de este cambio en el modo de hacer política fue la presión
popular sobre los partidos, después de la catástrofe social provocada por el
programa de austeridad entre 2011 y 2015: la mayoría del pueblo no aceptaba
continuar con una regla de sacrificios, de subida de impuestos y de
reducción de salarios y pensiones, lo que el primer ministro del momento
llegó a llamar la estrategia de "empobrecimiento de Portugal".
Más aún, el efecto de ese empobrecimiento fue dramático. Entre 2009, cuando
se inicia la recesión tras la crisis financiera internacional, y 2014, un
tercio de la población entra en algún momento en situación de pobreza
(32,6%), y una parte importante lo hace durante un año entero (12,6%), sin
contar el cerca del 20% que vive en la pobreza. Así, en 2012, el 24,5% de
los pobres lo eran por primera vez en su vida. La escalera social solo
funcionó hacia abajo. Durante la vigencia del programa de la troika (FMI,
Comisión Europea y BCE), la pobreza se instaló incluso entre las familias
con uno o dos sueldos.
En el caso de los jóvenes, los ingresos medios cayeron un tercio; para
quienes contaban con un título de enseñanza superior, la pérdida de renta
fue del 20%; para el 10% más pobre, la pérdida fue del 25%. La crisis
económica se agravó por la política de austeridad y también por las medidas
discrecionales contra algunos sectores de trabajadores o de población pobre
(el gobierno de las derechas eliminó de la lista de ayudas a 400.000
personas que recibían la Renta Social de Inserción, una prestación para
desempleados y mayores en situación de pobreza). El desempleo real superó el
20%. La miseria creció.
Con esa experiencia, cuando las izquierdas y el PS firmaron acuerdos para
comprometer al nuevo gobierno a rechazar privatizaciones, a aumentar el
salario mínimo en un 20%, a recuperar los salarios y las pensiones, a
reducir el impuesto sobre la renta, a garantizar la gratuidad de todos los
libros de texto y a bajar el coste de la enseñanza superior, a garantizar
contratos estables para los trabajadores precarios o las 35 horas en la
Administración, esas medidas fueron vistas como un alivio. Durante los
últimos cuatro años, este programa ha supuesto una respuesta a la austeridad
con amplio apoyo popular.
Sin embargo, el acuerdo de la jerigonza no incluía ni políticas europeas ni
la gestión del sistema financiero y de la banca. Se dieron incluso momentos
de fuertes discrepancias entre los socios, cuando el Gobierno decidió la
venta de BANIF, un pequeño banco regional, al Santander; o cuando vendió un
gran banco, el Novo Banco, al fondo estadounidense Apollo, en ambos casos
con pérdidas millonarias para las cuentas públicas. Las discrepancias son
importantes, porque manifiestan visiones enfrentadas sobre el lugar que debe
tener el sector financiero en la vida económica portuguesa, una cuestión que
ha sido ilustrada por sucesivos casos de fraudes y escándalos. Un repaso a
la historia de este modelo de poder financiero permite conocer por qué este
tema es tan esencial.
Señor Millón
En el cambio al siglo XX, la figura dominante de la banca portuguesa era
Henry Burnay, nacido en Lisboa de padres belgas. Hizo carrera en una agencia
financiera, se casó con la hija del propietario, hizo fortuna especulando
con deuda pública (compró por nada y menos títulos de deuda del pretendiente
derrotado en la guerra civil de los años anteriores, D. Miguel, y los cobró
por el valor nominal) y con negocios coloniales. Invirtió en transportes y
en el Banco Nacional Ultramarino. Desde su palacio de Junqueira dirigió un
imperio y, cuando murió, era uno de los hombres más ricos de Europa.
El dibujante Bordalo Pinheiro, que plasmó esos tiempos, lo retrató como un
ambicioso hombre de negocios, pero el escritor Fialho de Almeida, más
atrevido, le llamó “pulgón polimórfico”. La prensa, respetuosa, le puso el
mote de Señor Millón. Pero fue Eça de Queiroz, el mayor de los escritores
portugueses de comienzos de siglo, quien dejó de él el retrato más completo,
como el banquero Jacob Cohen, “un hombre pequeño, esmerado, de hermosos ojos
y patillas tan negras y lustrosas que parecían pintadas, sonreía, quitándose
los guantes, y contaba que según los ingleses, existía también la gota del
pobre. Era esa, naturalmente, la que a él le aguardaba…”. Los Maia, el libro
que narra la historia, desvela el negocio del banquero. Aquí se encuentra en
una cena de gala:
"—Entonces, Cohen, díganos, cuente… El empréstito, ¿se hace o no se hace?
Y picó la curiosidad de la concurrencia añadiendo que aquello del empréstito
era un asunto grave. ¡Una operación tremenda, un auténtico episodio
histórico!… Cohen se puso una pulgarada de sal en el borde del plato y
respondió, con autoridad, que el empréstito debía hacerse "absolutamente".
Los empréstitos, en Portugal, constituían una de las fuentes de ingresos del
Estado, tan regular, tan indispensable, tan obvia como los impuestos. Si se
le apuraba, la única ocupación de los ministerios era ésa: "Cobrar los
impuestos" y "tomar el empréstito". Y así debía seguir siendo.
Carlos no entendía de finanzas, pero le daba la impresión de que por
semejante camino el país iba alegremente, bonitamente, a la bancarrota.
—Sí, a un galope discreto pero seguro —dijo Cohen sonriendo—. A ese respeto
nadie se hace ilusiones, mi querido amigo. ¡Ni los propios ministros de
Hacienda!… La bancarrota es inevitable: como dos y dos son cuatro…
Ega se mostró muy impresionado. ¡Menuda broma! Todos escuchaban a Cohen.
Ega, tras llenarle la copa de nuevo, hincó los codos en la mesa para beberle
mejor las palabras.
—La bancarrota es tan probable, las cosas están tan a punto para ello —
continuaba Cohen— que sería facilísimo para cualquiera, en dos o tres años,
hacer que el país quebrara…".
La novela ilustra un hecho histórico, ya que en la bancarrota de 1890-2
Burnay consiguió su mejor negocio. Como intermediario de una asociación de
acreedores que concedió el préstamo a un gobierno sin liquidez, el banquero
exigió la contrapartida más rentable, el monopolio sobre el tabaco. Durante
25 años ese monopolio fue su tesoro. Como su retrato en la novela, Burnay
sabía cómo se podía hacer quebrar al país en poco tiempo y empleó el
chantaje de la deuda. Se hizo rico como Midas. El poder del Señor Millón era
inmenso.
La novela es también un retrato de la acumulación del capital que ha
conformado la historia de la economía portuguesa. Un siglo más tarde, los
contratos del tabaco tienen otra forma: son las privatizaciones de
infraestructuras en régimen de monopolio, como el agua, el gas, los
combustibles, la electricidad, las ventas de las presas, las concesiones de
autovías y muchas otras forma de una economía de rentas. Las nuevas fortunas
son amasadas en operaciones que garantizan privilegios respaldados por el
Estado.
Un fraude de banqueros
No hace mucho se debatía en Portugal el caso de Joe Berardo, condecorado con
la Gran Cruz de la Orden del Infante D. Henrique, y que ha construido su
imperio sencillamente acumulando mil millones de euros de deudas a la banca.
Con la quiebra del mayor banco privado, Espírito Santo, se descubrió un
fraude de miles de millones de euros, rutas hacia paraísos fiscales e
ingenierías contables para ocultar las cuentas, para beneficio de algunos
banqueros. En otros casos, es una casta que se organiza para ejecutar las
deudas o las transferencias de beneficios: en un estudio realizado con
algunos compañeros sobre las carreras profesionales de todos los gobernantes
desde 1975, constaté que uno de cada tres ministros o secretarios de Estado
o bien había entrado en el gobierno procedente de un banco o de una empresa
financiera, o bien terminó en el consejo de una de esas empresas tras
finalizar su mandato.
Con estas puertas giratorias, la conexión entre el poder y el sector
financiero se ha ido estrechando. Este es el fantasma dentro del armario
portugués; y es la razón por la que los primeros pasos en la lucha contra la
austeridad exigen una política comprometida con la eliminación de las rentas
de los señores millones.
* Francisco Louçã - Catedrático de Economía de la Universidad de Lisboa.
Fundador del Bloco de Esquerda. Autor junto con Michel Ash de Sombras. El
desorden financiero en la era de la globalización. Ver:
https://www.vientosur.info/spip.php?article15441
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