Bolivia/ Los militares antes del golpe. Radiografía de las Fuerzas Armadas [Agostina Dasso]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Ene 11 16:04:46 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

11 de enero 2020

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Bolivia

 

Radiografía de las Fuerzas Armadas

 

Los militares antes del golpe

 

La posición de los militares en Bolivia ha sido cambiante. ¿Qué rol tuvieron
antes de la llegada de Evo al poder y cuál adquirieron durante su mandato?
¿Qué pasó con las Fuerzas Armadas que, durante los gobiernos del MAS,
incorporaron la wiphala a sus uniformes y modificaron su clásico lema
«Subordinación y constancia. ¡Viva Bolivia!» por el revolucionario «Patria o
muerte. ¡Venceremos!».

 

Agostina Dasso *

Nueva Sociedad, enero 2010

https://nuso.org/

 

El rol de los militares es un elemento clave para esclarecer el tipo de
golpe que se llevó adelante en Bolivia. El éxodo del poder de Evo Morales no
fue ni es el resultado de un plan del poder militar para derrocarlo. La
renuncia se motiva, en primer lugar, por un levantamiento masivo de sectores
urbanos y de clase media que paralizó al país. La maniobra de Morales para
desconocer el referéndum del 2016 y las irregularidades del proceso
electoral del 20 de octubre pasado decantaron en una movilización social
radicalizada y en un motín policial. El 10 de noviembre, el jefe del mando
militar, Williams Kaliman, envió una carta donde le «sugirió» a Morales que
dimitiera a modo de evitar, o al menos apaciguar, la violencia que se
desataba en las calles. Acorde a la sucesión de los hechos, la renuncia se
produjo inmediatamente después de este pedido, permitiendo inferir que
resulta efecto y desenlace de la sugerencia de las Fuerzas Armadas.

 

Para buena parte de la sociedad boliviana y miembros de la comunidad
internacional lo que sucede en Bolivia es producto de una «revolución
popular». Pero la situación es, a todas luces, más compleja que la que se
expresa en el binomio «revolución-golpe». Si el concepto es lo que se hace
de él, una misma situación y una misma realidad pueden derivar en una
atribución de clasificaciones diferentes con significados claramente
antagónicos. En este contexto se hace necesario analizar las relaciones
entre civiles y militares más allá de la coyuntura.

 

Estado es Patria

 

Tras las dictaduras de Hugo Banzer (1971-1978) y Luis García Meza
(1980-1981), el modelo burocrático-autoritario boliviano comenzó a agotarse.
Las prácticas represivas, el desprestigio de las cúpulas militares y la
fragmentación corporativa, condujeron al ocaso de la Junta Militar que
entregó el poder en 1982. La post-transición democrática obligó a las
Fuerzas Armadas a mostrar una imagen institucionalista y de respeto a la
Constitución. Sin embargo, esta imagen no estuvo acompañada de una clase
política dirigente que asumiera una conducción civil adecuada y limitó al
proceso de democratización boliviano a un «pacto de coexistencia pragmática
civil-militar», en palabras del militar y sociólogo Juan Ramón Quintana.

 

En 1985, en el marco de un contexto político conocido como Pacto por la
Democracia, el General de brigada César López cuestionó abiertamente la
Doctrina de Seguridad Nacional que comprometía a los militares a la lucha
contra el narcotráfico, el terrorismo y la subversión. Antes de la llegada
de Morales al poder, las filas armadas comenzaron a reconocer que las
amenazas a la seguridad boliviana estaban interpeladas por la pobreza, la
corrupción, la desigualdad y la debilidad de las instituciones. Para 1985,
la doctrina había cambiado. El enemigo de Bolivia había pasado a ser la
injusticia social. 

 

Devenidos los años democráticos, las Fuerzas Armadas viraron su foco a
mantener el orden interno y conservar cierta autonomía para tutelar la
institucionalidad y la democracia boliviana bajo el principio de «Estado es
Patria». Dos momentos críticos precedieron al triunfo electoral de Evo
Morales en 2006. En el año 2003 se produjo el llamado «Octubre Negro». Se
trató de una violenta represión de los militares frente a la insurrección
popular que llevó al enjuiciamiento del entonces presidente Sánchez de
Lozada y el Alto Mando militar. En 2005, el desplazamiento de Carlos Mesa
del gobierno a partir de una poderosa insurrección popular que exigía la
nacionalización del gas, volvió a mostrar a las Fuerzas Armadas en el centro
de la escena. Este último evento dividió a los militares entre un mando más
tradicionalista y los sectores ligados al Movimiento al Socialismo (MAS), la
base operativa y política de Evo. Cuando Morales asumió la presidencia,
buena parte de los militares jóvenes respondían directamente a él. La
llegada de Evo en 2006 encaminó un proyecto para recuperar la tradición
nacionalista declarando a las Fuerzas Armadas «socialistas,
antiimperialistas y anticapitalistas» y convirtiéndolas en una pieza central
de su proyecto político.

 

«Patria o muerte. ¡Venceremos!»

 

La incorporación de un paradigma de «seguridad integral» como parte del
proceso de cambio encarado por Evo Morales condujo a un aumento de las
funciones de las Fuerzas Armadas. Para el primer Ministro de Defensa de la
era evista, Walker San Miguel, la visión clásica de seguridad ya no se
acomodaba al proyecto boliviano, sino que estaba siendo reemplazada por una
visión multidimensional que hacía foco en la integración y el desarrollo. 

 

A diferencia de otros países de la región, la política de defensa boliviana
compromete explícitamente a los militares en tareas de seguridad tanto
externa como interna. Es la propia Constitución vigente desde 2009 la que le
asigna a las Fuerzas Armadas la misión de «defender y conservar la
independencia, seguridad y estabilidad del Estado, su honor y su soberanía;
asegurar el imperio de la Constitución, garantizar la estabilidad del
gobierno legalmente constituido y participar en el desarrollo integral del
país» (artículo 244). Se entiende, entonces, que la extensión del rol de las
Fuerzas Armadas (más allá del que tienen tradicionalmente) les permite
abarcar aspectos internos relacionados a la estabilidad política y el
desarrollo. El Plan Nacional de Desarrollo decretado en 2007 reafirma un rol
donde la política de defensa tiene «el objeto de restablecer y fortalecer
las capacidades institucionales».

 

En 2010, el documento «Bases para la Discusión de la Doctrina de Seguridad y
Defensa del Estado Plurinacional de Bolivia» fijó entre sus objetivos la
«seguridad y defensa integral», es decir, la protección del territorio y su
población, así como la defensa de sus recursos naturales de carácter
estratégico ante amenazas de índole externa e interna. Otro elemento de gran
acercamiento de Evo a las Fuerzas Armadas fue la reivindicación marítima de
la soberanía, objetivo destacado en la Política de Defensa del Estado. Desde
ese momento, el proceso de modernización y equipamiento de la institución
castrense comenzó a crecer de manera exponencial. El presupuesto,
directamente relacionado con el PIB, se mantuvo entre el 1,5% y el 1,9%
entre 2008 y 2018. 

 

La transformación no solo fue constitucional, sino que también atrajo
medidas simbólicas: la incorporación de la Wiphala a los uniformes y el
nuevo lema «Patria o muerte. ¡Venceremos!». A esto se sumó un mayor
financiamiento, el otorgamiento de cargos civiles en la administración
pública nacional y la creación de la Escuela Antiimperialista. Además, para
mantener su relación libre de rivalidades, Evo reconoció públicamente que
los militares no habían sido las culpables de los cruentos actos de la
dictadura, justificándolos con el argumento según el cual se habían limitado
a obedecer órdenes civiles e imperialistas. 

 

Es una trampa

 

La gran expansión de la misión de los militares en Bolivia ha llevado al
involucramiento en políticas sociales, la retención de una importante cuota
de poder y un alto nivel de autonomía para la planificación presupuestaria,
el diseño de planes y el control del gasto, debilitando la supervisión civil
de las actividades militares. La identificación de las Fuerzas Armadas con
estas medidas también permitió la protección de los intereses de la
institución y la relegitimación del rol castrense.

 

No es curioso que un país con déficits estructurales, una burocracia
debilitada y un Estado que no alcanza a colmar las necesidades sociales en
todo el territorio, emplee sus Fuerzas Armadas para cubrir sus necesidades
institucionales. Sin embargo, la lógica del MAS ha consistido en un estilo
de liderazgo personalista y el otorgamiento de autonomía y poder a cambio de
lealtad y apoyo político. En un continente de instituciones y partidos
políticos débiles, este tipo de relación puede resultar peligrosa. Se genera
una situación de gran dependencia que deteriora la calidad de la
institucionalización del control civil y limita a los gobiernos a la
contención del poder militar. El rol del Ministerio de Defensa es prueba de
esta pasividad: un ministerio que es menos relevante que el Comando Conjunto
Militar y que tampoco somete jerárquicamente al comandante en jefe de las
Fuerzas Armadas (depende del presidente y ejerce un poder paralelo al
Ministro de Defensa). Ante la ausencia de una burocracia especializada, la
planificación y la gestión han quedado en las manos de los propios
militares. 

 

Fue el proyecto político de Evo el que llevó a los uniformados a alcanzar
altos niveles de relevancia, pero terminó condicionando aquella dimensión
política y democrática donde hizo más transformaciones. Al fin y al cabo, la
necesidad de evitar rivalidades, la construcción de relaciones personales
cercanas, la pobre implementación de mecanismos efectivos de supervisión y
la limitación a la contención, se sumaron al exabrupto legal y
constitucional de quien construyó este esquema y lo condujeron directamente
hacia una trampa.

 

Cuando el gobierno de facto tomó el poder, las Fuerzas Armadas se volvieron
corresponsables más por omisión que por acción. Su involucramiento ha sido
posterior, tutelando la transición -cuanto menos peligrosa- del gobierno
interino. Mientras tanto, Bolivia y su democracia interrumpida agonizan. 

 

* Agostina Dasso es licenciada en Estudios Internacionales por la
Universidad Torcuato Di Tella y profesora asistente de la misma institución
en el curso Seguridad y Conflictos Internacionales.

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