México/ Política y moral en la "Cuarta Transformación" obradorista [Manuel Aguilar Mora]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Ene 11 16:06:50 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

11 de enero 2020

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México

 

Política y moral en la Cuarta Transformación obradorista

 

Manuel Aguilar Mora *

Ciudad de México, 10-1-2020

 

En diciembre pasado se cumplió el primer año del gobierno de la Cuarta
Transformación (4t) de Andrés Manuel López Obrador (AMLO). La cascada de
comentarios producida inundó la televisión, la radio y la red, se expresó
por igual en los múltiples medios impresos y, por supuesto, en las pláticas
de los mexicanos y mexicanas atosigados por el tsunami verbal de las
conferencias mañaneras cotidianas del propio presidente. Para éste la
situación en México es la de un “pueblo feliz, feliz, feliz”, así lo ha
dicho textualmente reiterando su enorme satisfacción por haber realizado “un
cambio de régimen de manera pacífica […] apenas un año ha bastado para
demostrar que el cambio de gobierno no ha sido más de lo mismo; por el
contrario, está en marcha una auténtica regeneración de la vida pública de
México.” (AMLO, Hacia una economía moral, Planeta, Ciudad de México, 2019.)

 

Pero, ¿cuánto hay que celebrar de acuerdo a los discursos de AMLO?, ¿cuánto
de la euforia presidencial resiste a la realidad cruda vivida por la
abrumadora mayoría de la población? Ciertamente no el descenso de la
violencia en el país con las estadísticas que señalan que 2019 fue el año de
la década con más homicidios y feminicidios. Los periodistas tampoco podrían
estar “felices” con la cuota de asesinatos de sus colegas que no cesa y que
hace de México junto con Siria los dos países en donde es más peligroso
ejercer el trabajo de periodistas. Y qué decir de la Guardia Nacional que
más que perseguir a los delincuentes está ocupada en vigilar las fronteras
del norte y el sur, deteniendo a decenas de miles de emigrantes
centroamericanos, caribeños e incluso africanos para impedirles llegar a su
meta deseada en Estados Unidos para gran satisfacción de Trump. Es verdad
que en algunos otros (pocos) momentos de sinceridad el mismo AMLO ha
reconocido que su primer año de gobierno ha dejado mucho que desear con
respecto a sus promesas de campaña y ha pedido que le den otra oportunidad
en 2020. Y de nuevo surge la pregunta: ¿cuál es la perspectiva que tiene
AMLO de cumplir sus promesas? 

 

Una economía estancada

 

Al nivel económico la perspectiva no es muy optimista para 2020. Lo dicen
una gran mayoría de encuestas, los inversionistas y los financieros, tanto
en los medios nacionales como internacionales. Con muy pocas excepciones, en
la que destaca la industria automotriz, los pronósticos para el año que
comienza, no son favorables a la industria manufacturera y la de
construcción. Se prevé una gran volatilidad en las inversiones nacionales y
extranjeras. Y en su primer año ha demostrado un fracaso rotundo como
pronosticador económico pues a pesar de sus vehementes declaraciones sobre
su creencia de que el índice de crecimiento económico en 2019 sería del 4
por ciento, los indicadores del Banco de México y del Inegi son contundentes
en concluir que en realidad hubo una caída de la actividad económica del 0.5
por ciento negativo. Todo ello con el agravante de que una de las causas más
importantes de esa caída fue la política económica del propio gobierno,
caracterizada por un subejercicio escandaloso de las finanzas
gubernamentales que golpearon fuertemente el gasto social. La inversión de
la infraestructura (en los rubros de protección social, ciencia, tecnología,
innovación) descendió un 14 por ciento con respecto a 2018. (La Jornada,
05.01.2020). Este resultado es la consecuencia de la concepción central
típicamente neoliberal que ha sido erigida por el presidente como el eje de
su política económica: la austeridad disfraza de lucha contra la corrupción.

 

Ahora bien, dicha austeridad se ha aplicado en detrimento del empleo
gubernamental con el aumento notable de los desempleados del sector y el
recorte del gasto en áreas sensibles como la salud y la ecología ejemplos
especialmente notorios. La austeridad en los aparatos represivos no se
aplicó de la misma manera, cuyo testimonio es la creación con un altísimo
costo de la Guardia Nacional la cual, no obstante, todavía está muy lejos de
abatir la violencia asesina como lo reconocen sus propios dirigentes. Una
austeridad que no porque se le agregue el calificativo de pieza clave de una
“economía moral” es menos integrante de una política económica austericida
prevaleciente como patrón económico neoliberal hegemónico del capitalismo.

 

El modesto aumento del salario mínimo era una necesidad más que anunciada
después de haberlo mantenido prácticamente estancado al precio del
empobrecimiento en picada de los trabajadores en los últimos treinta años.
Un aumento al que por supuesto muchos patrones se han opuesto y que, dadas
las condiciones de estancamiento, va a ser rápidamente superado por la
inflación. A la cual también contribuye la multiplicación fenomenal del
asistencialismo de tarjetas, principalmente para el consumo de alimentos, a
los jóvenes, a las personas de la tercera edad y a las familias en situación
precaria. La inflación, a pesar de la apuesta del presidente firmemente
partidario de mantenerla controlada, se puede disparar incontenible dada la
situación de estancamiento de la actividad económica. O sea estamos entrando
a un círculo vicioso que lejos de sacarnos de los lineamientos del “antiguo
régimen” los reproducirá con creces.

 

“En mi gobierno no habrá reforma fiscal”, tajantemente lo ha repetido AMLO
muchas veces. Y sin embargo, una reforma fiscal que vaya contra la
concentración enorme del ingreso nacional y promueva una redistribución de
la riqueza sería precisamente una de las formas más eficientes para darle al
mercado interno los recursos suficientes para promover el crecimiento
económico. Pero ella se topa, como lo ha hecho durante décadas, con el muro
de la oposición de una burguesía mexicana acostumbrada a gozar de los
privilegios de un estado que le ha concedido enormes privilegios y con
empresas imperialistas, en especial estadounidenses, que han invertido sus
capitales con las promesas de exención de impuestos y de concesión de
facilidades innumerables.

 

Los ecoicidios que vienen

 

Ante todo lo anterior, precisamente en las celebraciones del primer año de
la 4t, emergió de modo inesperado para el gran público, la catástrofe
ecológica en ciernes con los megaproyectos estrellas en el sureste del país.
Cuestiones ecológicas candentes que hasta hoy sólo habían aparecido
brevemente y casi a escondidas en las agendas de AMLO pero que ya definen y
definirán aún más el destino de su gobierno. Dicha catástrofe confronta a la
población de esa vasta región a tremendos retos de devastación ecológica y
destrucción de tejidos sociales comunitarios: se trata de tres megaproyectos
la refinería de Dos bocas en Tabasco, del Tren Maya y del tren en el
Corredor Interoceánico –o Transistmico—en el istmo de Tehuantepec.

 

La ya iniciada construcción del Tren Maya atravesará los estados de Chiapas,
Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo, los cuales constituyen junto con
los estados sureños de Guerrero, Puebla, Tlaxcala y Oaxaca, la amplia región
en donde se asienta la abrumadora mayoría de la población indígena de
México, aproximadamente un 10 por ciento del total (125 millones). Se trata
de 1500 kms de vías férreas que tendrán un costo según el gobierno de 7 mil
millones de dólares. Ya de por sí el director del proyecto del Tren Maya
apunta a los reales objetivos del mismo: Rogelio Jiménez Pons, titular del
Fondo Nacional del Turismo (Fonatur). 

 

En efecto, de eso se trata, en profundizar todavía más el carácter de
emporio turístico de la ya visitadísima península de Yucatán para que pueda
recibir en 2030 de 60 a 70 millones de turistas. Teniendo como ejemplo lo
sucedido en Cancún, que hace 50 años era un paraíso tropical y hoy es un
remedo subdesarrollado de Miami, esta perspectiva no es muy gratificante.
Así el tren atravesará una de las regiones más visitadas del mundo, entre
las que están Cancún y Playa del Carmen o importantes ruinas arqueológicas
mayas como Tulum, Palenque, Kalakmul, Chichén Itzá, Bacalar, Campeche o
Mérida. Ciertamente este proyecto es un manjar para capitalistas que por
supuesto invertirán millonadas en hoteles y centros comerciales en los
alrededores de cada estación. 

 

Para muchos que votaron por AMLO comienza a haber una gran decepción, muchas
de sus esperanzas en “una gran transformación” se están disipando o de plano
ya se esfumaron. Su concepción energética del país se basa en modelos de los
años 70 fundamentados en el carbón y el petróleo. Sólo la construcción de la
refinería de Dos bocas ha supuesto talar 300 hectáreas de selva y manglares
sin la realización de ningún estudio de las consecuencias del impacto
ambiental. Para los ambientalistas, la construcción más dañina será
precisamente el Tren Maya que atraerá la inversión más grande que se haga en
un sexenio en materia turística. La constatación de la indiferencia
obradorista de los problemas candentes de la ecología, de las amenazas del
medio ambiente se expresa de modo elocuente en el recorte del 20 por ciento
del presupuesto de la secretaria gubernamental del ramo.

 

La resistencia popular 

 

Ante este panorama es más que comprensible la resistencia y la oposición que
se ha levantado en la región con el EZLN destacándose como uno de sus
principales impulsores. En diciembre pasado el EZLN y el Congreso Nacional
Indígena (CNI) realizaron su Cuarta Asamblea Nacional en los territorios de
los “caracoles” en la que participaron los habitantes de los mismos (muy
especialmente destacó la presencia de miles de mujeres zapatistas),
acompañados de cientos de representantes de organizaciones nacionales y
extranjeras. En ella delinearon su estrategia contra el Tren Maya.
Reconocieron su reacción tardía ante las iniciativas del gobierno, por lo
cual se comprometieron a forjar con toda firmeza y determinación una fuerte
resistencia a su construcción, pacífica subrayaron, basada en la
organización social de las comunidades, la denuncia en los medios y las
instancias de derechos humanos nacionales e internacionales y el recurso de
los medios legales (amparos, etc.) sin tregua alguna.

 

Aunque tardía dicha resistencia ya molesta mucho a AMLO. En su visita a la
región descalificó a quienes se oponen a la construcción del Tren Maya. Ante
una audiencia de representantes de los pueblos mazahua, matlazinca, nahua,
otomí y tlahuica, sin referirse expresamente al EZLN, no se mordió la lengua
para criticar a sus opositores que le señalan como el Tren Maya profundizará
la destrucción de la selva como ejemplo de la devastación que se anuncia.
Dijo él: “No se va a tumbar un solo árbol […] los opositores quieren que
quedemos mal. Actúan como conservadores; la extrema derecha y la extrema
izquierda se tocan”. Y concluía: “no se puede hacer oposición a un gobierno
que está trabajando para servir al pueblo; si fuera un gobierno corrupto,
opresor, se tendrían razones, pero estamos representando uno democrático,
humanista. No vamos a cometer ninguna arbitrariedad”. (La Jornada,
06.01.2020).

 

¿”Ninguna arbitrariedad”? El mismo día en que AMLO declaraba lo anterior se
reportaba que su gobierno había dado decenas de contratos de cientos de
millones de pesos a compañías mexicanas y extranjeras un año antes de que se
efectuaran las consultas a las comunidades de indígenas afectadas por el
megaproyecto. Situación que no había sucedido así antes de la construcción,
finalmente abortada, del aeropuerto en Texcoco, ni tampoco con el proyectado
corredor en el istmo de Tehuantepec. (Idem).

 

La consulta que AMLO considera el aval de las comunidades indígenas a su
megaproyecto del Tren Maya depredador en gran escala de ecosistemas y de
destrucción arqueológica se realizó el 15 de diciembre ante la indiferencia
generalizada de la abrumadora mayoría de la población de los 84 municipios
donde se instalaron las casillas. Las boletas de votación registradas, de
acuerdo con los datos oficiales, fueron un poco más de 100 mil, o sea, no
más del 3.0 por ciento del padrón electoral de la población mencionada. El
resultado de la consulta favorecía con más del 90 por ciento la construcción
del Tren Maya.

 

En una situación mundial tan evidentemente contradictoria y en la que están
de juego numerosas y candentes cuestiones medioambientalistas de todo tipo
que explotaron en el escenario mundial en 2019, el año en que se incendió la
Amazonia, en que otro incendio devastó, sin que se haya podido apagarse
hasta la fecha, el sureste de Australia y en el que tuvieron lugar las
mayores movilizaciones masivas de la historia en defensa del planeta
amenazado por el cambio climático, la consulta de AMLO no podía dejar de
tener repercusiones internacionales. Así fue como el Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ONUDH) se pronunció días después
de la misma con una lapidaria declaración que tampoco fue, por supuesto, del
agrado del gobierno mexicano. Consideraba que la consulta “no ha cumplido
con todos los estándares internacionales en la materia”. “Con un tono
cauteloso pero sin equívocos, el organismo cuestionó el cumplimiento de la
consulta con cada uno de los elementos básicos del Convenio 169 [de la
Organización Internacional del Trabajo]; es decir, determinó que no fue
totalmente ‘previa’, ni ‘libre’ ni ‘informada’ ni ‘culturalmente adecuada’”.
En su declaración el ONUDH destacó como los procedimientos de la consulta
mostraron que el gobierno consideraba que el Tren Maya se construiría
independientemente del resultado de la misma. Finalmente deploró que el
Fonatur solamente dio a conocer los “posibles beneficios” del proyecto” sin
mencionar “los impactos negativos que pudiera ocasionar”. Conclusión: los
participantes de la consulta no tuvieron la información requerida para
definir sus posiciones, los interlocutores del gobierno fueron
“unilateralmente escogidos” –autoridades ejidales, principalmente—se dio un
periodo “demasiado corto” para deliberar y no  se proporcionaron “
traducciones adecuadas”. (Proceso, 05.01.2020).

 

La moral obradorista

 

La voz de quienes rechazan los megaproyectos del sureste fue escuchada
fuerte y sin miramientos en la mencionada Cuarta Asamblea Nacional del CNI y
el EZLN. De “engaño”, de regalo al “gran capital industrial y turístico”, de
“consulta simulada” así fue definido el megaproyecto y la consulta
gubernamental sobre el Tren Maya, oposición que encontró en el subcomandante
Moíses su vocero: “Sólo quien es un imbécil puede decir que son buenos los
megaproyectos”. Y refiriéndose a AMLO no escatimó las duras críticas: “El
capataz no se quedó ahí, también retó a todos los pueblos originarios y dijo
que no le importa lo que pensamos y sentimos que ‘les guste o no les guste’
a los indígenas, él va a hacer lo que le ordenó su patrón, o sea, el mandón,
o sea, el gran capital”. Así comienzan a detectarse por arriba de los
discursos y las maniobras políticas diversionistas los verdaderos objetivos
de un gobierno que supuestamente lucha contra el neoliberalismo, expresión
actual dominante del capitalismo realmente existente, pero que en la
práctica sigue plenamente al servicio del capital, conformándose apenas con
limar algunos de sus perfiles más crudos y excesivos así como los abusos de
explotadores más descarados.

 

El propio presidente en el libro publicado a fines de 2019 para celebrar el
primer año de la 4t, titulado significativamente Hacia una economía moral
nos proporciona los elementos para ir desenredando los enigmas de un proceso
que desde el triunfo electoral aplastante de julio de 2018 han desafiado una
caracterización política precisa. En las cuatro breves páginas (pp.183-186)
del epílogo de su libro AMLO define claramente sus objetivos. El mismo
título del libro ya anuncia la concepción obradorista de la economía y la
política. Se trata de desarrollar no una economía política, sino moral, lo
cual tiene implicaciones importantes. Para AMLO “la economía moral” no “debe
ser orientada a alcanzar a otros países; a multiplicar de manera irracional
y acrítica la producción, la distribución y el consumo; ni mucho menos a
concentrar la riqueza en unas cuantas manos”. Para él es el bienestar de la
población la meta fundamental, prioritaria de la economía moral. “En dicha
tarea hay lugar para empresarios y campesinos, para artistas y comerciantes,
para trabajadores y profesionistas, para jóvenes y viejos, para hombres y
mujeres, para indígenas y mestizos, para norteños y sureños, para potentados
y desempleados. Nada humano es ajeno y nadie debe faltar a la cita que
tenemos para saciar el hambre y la sed de justicia de nuestro pueblo.” Todo
lo cual reúne “las inmejorables condiciones” que pueden convertir a México
“en el laboratorio social y cultural del mundo” (¡¡!!).

 

En el primer año de la 4t se “ha puesto en marcha un proceso de regeneración
pública” que ya no es posible detener. La transformación de 2019 se ha dado
“de manera profunda y sin violencia, a tal punto que ni aún regresando al
poder el conservadorismo faccioso y corrupto pueda darse marcha atrás a lo
establecido y logrado en beneficio del pueblo.” Aunque no han desaparecido,
“las protestas de nuestros adversarios, los conservadores que se oponen a
cualquier cambio verdadero y están como fuera de quicio […] no han podido
constituir un grupo o facción con la fuerza de los reaccionarios de otros
tiempos […] Además, están moralmente derrotados porque no han tenido
oportunidad de establecer un paralelo entre la nueva realidad y el último
periodo de prostitución y oprovio [sic] neoliberal, que ha pasado a ser una
de las épocas más vergonzosas en la historia de México”.

 

Y concluye triunfalmente diciendo: “Afortunadamente, mientras que los
opositores viven aturdidos y desconcertados, la mayoría de la gente está
contenta y apoya la transformación, hasta empresarios están cooperando:
invierten, crean empleos, aceptan utilidades razonables y pagan sus
contribuciones. Todo ello me mantiene optimista y feliz.” Y cierra el libro
con las frases siguientes: “solo con libertad, dignidad, justicia,
soberanía, cultura, democracia, respeto a la naturaleza y moralización,
habrá una patria nueva […] la obra de transformación que ahora estamos
consumando desde abajo y entre todos, en bien del pueblo y de las futuras
generaciones. Así sea. Somos dichosos”.

 

Hacia la liberación nacional y la emancipación social 

 

Ciertamente hay en México una mayoría que tal vez no esté tan feliz como
AMLO pero que no ha adoptado una postura de oposición y aprueba o se
mantiene a la expectativa con respecto a su gobierno, autoproclamado como
firme adversario de los nefastos gobiernos anteriores de Fox, Calderón y
Peña Nieto. Sin embargo, el primer año de la 4t ha demostrado ya que mucho
del discurso obradorista no se mantiene ante la realidad social y económica
de precariedad, injusticia y de peligrosas muestras de represión que se ha
ejercido contra defensores de territorios y derechos en todo el país. En
realidad no hay lugar para una actitud de felicidad en México como AMLO
considera es y debe ser el sentimiento imperante en la república. De hecho
los sectores en oposición (calculada en una tercera parte de la población)
se han moderadamente incrementado con los desengañados y desilusionados en
este primer año de la 4t.

 

La dignidad y la soberanía nacionales han sido pisoteadas con la
subordinación a los dictados de Trump que ha exigido que el gobierno
mexicano colabore como asistente decisivo de la detención del flujo
migratorio hacia Estados Unidos, convirtiéndose en un factor coadyuvante de
la “Border Patrol” del país vecino. 

 

Los megaproyectos mencionados arriba son señales inequívocas que en los
planes del gobierno no tiene mucha importancia “el respeto a la naturaleza”.
La ciencia y la cultura no están entre los rubros prioritarios de la
política gubernamental como lo ejemplifican los numerosos recortes en las
dependencias respectivas.

 

En el rubro de la justicia las cosas son incluso más complejas y
preocupantes. En el año transcurrido no se ha avanzado nada o muy poco en la
concesión de justicia a los miles de familiares de los desaparecidos,
destaca en especial el caso de los 43 estudiantes desaparecidos de la normal
de Ayotzinapa, prácticamente estancado. Tampoco ha habido justicia para el
pueblo mexicano que sigue esperando el castigo a los culpables mayores de
los crímenes de estado de los gobiernos de Fox, Calderón y Peña Nieto. El
juicio que está por comenzar en Nueva York contra Genaro García Luna quien
fue el policía mayor del gobierno de Calderón, preso y acusado de ser
cómplice de los cárteles del tráfico de la droga, será la oportunidad, ha
dicho AMLO de “que se permita conocer toda la verdad y se señale a todos los
involucrados”. Para él se trata de un proceso legal más grave incluso que el
caso Oderbrecht, por lo que implica con respecto a la seguridad nacional y a
la pérdida de vidas. Y agregó: “Nada de quedarse a medias, no a las medias
tintas. Justicia. Nada de simulación, nada de sólo tener información para
seguir administrando el grave problema del tráfico de drogas [se debe] decir
todo, hablar con libertad”. (La Jornada, 08.01.2020).

 

Estos acontecimientos demuestran que la política obradorista del “perdón y
no venganza” hacia los principales culpables de los crímenes de estado
abominables cometidos por los gobiernos anteriores no puede “ser cómplice ni
tapadera de nadie” y que es necesaria la procuración de una verdadera
justicia ante las demandas populares que exigen castigo para los verdugos
mayores de los mismos. Pero la iniciativa del  cambio no ha venido del
gobierno mexicano sino que fue necesaria la detención en Estados Unidos de
García Luna para que AMLO reconozca que su política de “perdón, de no
venganza” se quedaba corta ante la enormidad de los crímenes cometidos. Y él
mismo se ha planteado las preguntas que millones de mexicanos y mexicanas
nos hemos hecho cuando declaró: “¿Cómo han actuado las corporaciones
extranjeras en nuestro país?, ¿cuáles son los acuerdos?, ¿qué arreglos?, si
existen protegidos y, como en este caso, si estaban o no involucrados otros
altos funcionarios”. (La Jornada, idem.) Preguntas pertinentes que sólo les
faltó mencionar si estaban o no involucrados algunos militares del ejército
mexicano. Mucho dependerá de las respuestas a tales preguntas la procuración
de justicia en México.

 

Finalmente, “la moralización”. AMLO ha sellado una alianza tácita con
miembros de iglesias evangélicas, tan dogmáticas y reaccionarias como la
iglesia católica. Con ellos planea realizar una operación
“política-religiosa” que ya se concretó en la distribución de una “Cartilla
Moral” en varias dependencias gubernamentales, por ejemplo la Secretaria de
Trabajo y Previsión Social. Entre sus planes está el convocar a una reunión
para elaborar una Constitución Moral en donde se codifiquen las normas que
presidan la búsqueda de la felicidad a través del bienestar material pero
sobre todo del alma. Esta operación ha significado la alerta entre sectores
que consideran que estos coqueteos obradoristas con grupos evangélicos
tienden a la constitución de una iglesia de Estado, al fin de la separación
entre el Estado e iglesias y al desarrollo de sensibilidades teocráticas. En
el libro AMLO y la religión. El Estado laico bajo amenaza, los autores
escriben: “el mismo combate a la corrupción se convierte en un lucha
religiosa […] Mezclada además con posturas económicas nacionalistas. Como si
quisiera construir una alianza católica-cristiana-nacionalista en la que el
jefe del Ejecutivo es una especie de supremo que conduce al pueblo a su
salvación tanto material como espiritual”. (“Una amenaza para el Estado
laico”, en Proceso, 08.12.2019)

 

El entorno latinoamericano

 

Al irse desarrollando estas profundas contradicciones, en 2020 se ha
iniciado así un año de pronósticos reservados. Un año en que también
múltiples contradicciones se presentan en el entorno latinoamericano y
mundial. El trágico destino de los gobiernos y procesos progresistas en los
más de quince años pasados en América del sur, en Ecuador, Brasil, Uruguay y
Bolivia, junto con las traumáticas experiencias fallidas del chavismo y en
especial del madurismo en Venezuela y las peronistas y neoperonistas en
Argentina, todas ellas son experiencias que representan una lección
fundamental para los pueblos de la región. Para no hablar de Brasil, el país
más importante del subcontinente, en donde la experiencia insignia del
progresismo latinoamericano con las victorias de Lula y su Partido de los
Trabajadores terminó trágicamente con el triunfo de la extrema derecha
encabezada por un líder superreaccionario, cuasifascista, como lo es
Bolsonaro.

 

Las circunstancias nacionales actuales nos exigen en México una evaluación
profunda de ellas así como de sus importantísimas lecciones para nuestra
situación específica actual. Todas ellas fueron procesos en que la
movilización popular y su lucha por la liberación nacional y la emancipación
social fueron encabezadas por direcciones y gobiernos que nunca rompieron
con el capitalismo, ni con la dependencia con respecto al imperialismo
mundial. En todos estos casos los conservadores “moralmente derrotados”
volvían con más ínfulas represivas pues sus acervos capitalistas seguían
siendo los dominantes y así terminaban siendo finalmente “económicamente
victoriosos”.

 

Los acontecimientos de 2019 en Ecuador, Colombia y ante todo en Chile, las
enormes movilizaciones semiinsurrecionales presenciadas en estos países así
como los acontecimientos del golpe de estado blando en Bolivia y la derrota
contundente de Macri en Argentina, apuntan hacia un panorama latinoamericano
complejo en el que más que nunca se impondrán como necesarias las decisiones
de nuevos liderazgos revolucionarios más audaces. Un gran tsunami
continental se perfila ya en el horizonte latinoamericano, en México también
y no será sólo de carácter electoral como el del 1° de julio de 2018. 

La alternativa socialista revolucionaria

 

El empuje de las masas populares que se ha manifestado con la estrepitosa
derrota electoral del PRI y el PAN, los dos partidos burgueses dominantes
durante décadas, ha impuesto una situación en que la libertad de expresión y
la de acción se están ejerciendo sin las limitaciones prevalecientes durante
los gobiernos del priismo y el panismo. Morena (Movimiento de Regeneración
Nacional), la amplia y heterogénea coalición que sirvió a AMLO para
conquistar la presidencia de la República no tiene ni de lejos las
características de un partido como lo era el PRI, para ser el fundamento
estable de un largo gobierno. Las dificultades que se han presentado en la
organización de su próximo Congreso así lo demuestran: una lucha de
facciones en su abrumadora mayoría oportunistas, corriendo tras las
prerrogativas millonarias que le corresponden por ley a Morena como
“partido” super mayoritario del Congreso de la Unión, todas ellas dirigidas
con personajes proveniente de las organizaciones más diversas: antiguos
miembros del PRI y el PAN, antiguos comunistas e izquierdistas de todos los
matices, sectores de los grupos cristianos como los cada vez más importantes
de las iglesias protestantes y simples ciudadanos virginalmente
obradoristas. Resultado: los genes autoritarios muy evidentes en AMLO están
siempre en potencia pronto a desarrollarse rápidamente en esta ausencia
política de formaciones estables y definidas. Los exabruptos que le surgen
de repente en situaciones en que se enfrenta a embriones de oposición son
testimonio de ello. Hasta ahora el ejemplo más notorio de esto es su
declaración frente a grupos que se oponían a la construcción del Tren Maya
cuando dijo:”Les guste o no les guste el Tren Maya va”. Es la actitud en que
surge de inmediato la represión como el recurso siempre a punto de
convertirse de potencia en acto. Ya ha habido casos en que así ha ocurrido.

 

La inevitable evolución de la crisis tenderá a acelerarse. En los tiempos
que vienen muchos de los millones de hombres y mujeres que en julio de 2018
abrieron una puerta que sin embargo todavía no los conduce a las metas del
país democrático, igualitario, independiente e internacionalista, el único
que puede satisfacer sus necesidades de bienestar (la meta prioritaria de
sus luchas y esperanzas), entenderán que no será a través de una “república
amorosa” que lo conseguirán. Qué es necesario un gobierno democrático,
independiente surgido de las luchas de los trabajadores, mujeres,
campesinos, jóvenes y del pueblo oprimido y explotado, para enfrenta al
capitalismo. En su libro sobre “la economía moral” así como en sus
discursos, AMLO no dedica una sola línea, ni menciona nunca las palabras de
capital, de capitalismo. Y no obstante es el capitalismo aquí en México y en
el mundo entero el sistema que nos ha llevado a la crisis histórica que
atravesamos. Según él lo que necesitamos no es menos sino más capitalismo,
más oportunidades de inversiones expoliadoras y devastadoras del medio
ambiente y de la fuerza de trabajo barata tan abundante en nuestro país.

 

En efecto en México es necesaria una “gran transformación”, una ruptura
social como las grandes revoluciones de su pasado histórico, en el siglo XIX
y en el XX. Pero la pomposamente denominada “Cuarta Transformación”
obradorista no se parece en nada a ellas. Se trata más bien de una operación
ideológica y política forjada para superar la crisis de estado tan grave
acaecida durante las tres décadas de los gobiernos de Salinas, Zedillo, Fox,
Calderón y Peña Nieto y que representa un peligro para todo el sistema
capitalista en su conjunto. Pero su objetivo no es desmontar las estructuras
podridas dominantes del aparato estatal forjado en los años del imperio del
PRI que el nuevo gobierno mantiene. El personal humano del estado mexicano
(gobiernos, tribunales, ejército) sigue siendo fundamentalmente el mismo
existente antes de 2018, con el agravante que AMLO expresamente se
comprometió a no tocar a los más altos exponentes del mismo o sea los ex
presidentes y sus ministros de estado. Por eso la prisión de García Luna en
Estados Unidos, el primer personaje de la cumbre estatal mexicana tras las
rejas, es tan importante. Pero su encarcelamiento fue ejecutado por no
sabemos exactamente cuales razones, por el aparato judicial estadounidense
aunque sus repercusiones en México son ya enormes.

 

Esa gran transformación necesaria sólo puede ser la obra de la movilización
en las calles, en las huelgas, en las manifestaciones, de las masas
populares con su decisión radical de cambio y su capacidad de
autoorganización en todos los niveles: político, económico, educativo,
cultural. El actual gobierno como los anteriores teme y hace todo lo posible
por evitar ese despertar de rebeldía y de toma de consciencia de los
trabajadores y los sectores oprimidos, canalizando siempre todas las
iniciativas hacia las instancias políticas establecidas y dominadas por ese
estado, cuya pieza fundamental es precisamente el centro de poder entorno al
presidente de la República. 

 

Los socialistas debemos permanecer firmes propagando el programa y las metas
socialistas y forjando desde hoy la organización revolucionaria democrática,
independiente, feminista, medioambientalista e internacionalista necesaria
para participar y garantizar el triunfo de esas luchas proletarias y
libertarias que se avecinan y su consecuente culminación con la instauración
de un gobierno de los trabajadores, mujeres, indígenas y de los demás
explotados y oprimidos del pueblo de México. 

 

* Militante de la Liga de Unidad Socialista (LUS). Profesor de la
Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), En 1968 integró el
Comité de lucha de Filosofía y Letras al lado de José Revueltas. Fue
fundador del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Autor de
numerosos libros sobre la historia política y social de México.

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