Brasil/ La mano visible. El respaldo empresarial a Bolsonaro se mantiene sólido [Marcelo Aguilar]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Jul 17 12:51:46 UYT 2020


  _____

Correspondencia de Prensa

17 de julio 2020

https://correspondenciadeprensa.com/

redacción y suscripciones

germain5 en chasque.net <mailto:germain5 en chasque.net>

  _____



Brasil



La mano visible



La mayoría de la clase dominante brasileña mantiene un sólido apoyo al
presidente y, hasta ahora, nada parece quebrar esa alianza. En todo caso, lo
que le preocupa a ese grupo social no son los planes del gobierno, sino que
los devaneos del mandatario pongan en riesgo su concreción.



Marcelo Aguilar, desde San Pablo

Brecha, 17-7-2020

https://brecha.com.uy/



«Está claro que la elección del presidente fue responsabilidad de las elites
brasileñas, del agronegocio a la industria, pasando evidentemente por el
mercado financiero. No hay ningún cliché izquierdista en esa afirmación […].
Fueron, sí, los más ricos y teóricamente bien informados quienes eligieron o
trabajaron con manos y mentes para la elección del actual presidente.
Precisan ahora hacer mea culpa», escribió en junio Pedro Cafardo, editor
ejecutivo del diario Valor Económico, tribuna en la que las elites
económicas de Brasil se hablan sin tapujos.



Pero, a pesar del pedido de Cafardo y de la constante inestabilidad
política, de la tragedia del sistema de salud y la mala reputación
internacional generadas por el presidente Jair Bolsonaro, los empresarios
brasileños mantienen su respaldo al gobierno. Y es que el presidente, su
equipo económico, el empresariado y el mercado financiero coinciden hoy en
un mismo programa neoliberal.



Afinidades electivas



«El ministro Guedes y Sérgio Moro son los que sustentan el apoyo empresarial
al gobierno. Esperamos que Guedes se mantenga en el cargo», explicó en abril
a la revista Veja uno de los entusiastas más radicales de Bolsonaro, el
millonario Luciano Hang. Fue a pocos días de la renuncia de Moro al
Ministerio de Justicia. Por el momento, Guedes sigue en su puesto.



«Los empresarios y las finanzas reconocen en los valores liberales del
ministro Guedes valores compartidos», dice a Brecha el corredor de la Bolsa
de Valores de San Pablo (Bovespa), André Perfeito, economista jefe de la
empresa de inversiones Necton y especialista en mercados financieros. «Hoy,
dentro del segmento empresarial, el porcentaje de apoyo al gobierno es mayor
que el promedio general», recuerda a su vez André Rebelo, asesor de asuntos
estratégicos de la poderosa Federación de Industrias del Estado de San Pablo
(FIESP). A fines de mayo Datafolha reveló que el 56 por ciento de los
empresarios brasileños considera la gestión de Bolsonaro como «buena» u
«óptima», contra un 32 por ciento entre los asalariados. Rebelo señala a
este semanario que ese apoyo se relaciona con que, en los últimos tiempos,
«la agenda liberal ha ganado fuerza con el desgaste de la agenda de
izquierda».



Guedes, doctor en Economía por la Universidad de Chicago, es un admirador
confeso de las reformas económicas realizadas en Chile a partir de 1973 por
la dictadura de Pinochet y su equipo de asesores, encabezado por Milton
Friedman y otros Chicago boys. Las reformas que espera concretar en Brasil
giran en torno a la disminución de la inversión pública y a la mayor
desregulación posible de la economía. En ese camino van la anunciada
privatización de la estatal Eletrobras y el paso a manos privadas de la
totalidad de la extracción y distribución de gas y petróleo, un proceso que
se viene desarrollando desde 2016. Otros dos proyectos en la mira del
Ejecutivo son las reformas tributaria y administrativa.



El presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, ha adelantado que
algunas de estas medidas sólo podrán ser discutidas el próximo año, debido a
la situación sanitaria. Pero, como ejemplo de su voluntad política, el
gobierno aprovechó la pandemia para establecer un nuevo marco regulatorio
del saneamiento básico que incentiva a nivel nacional la participación del
capital privado y obliga a los estados y municipios a privatizar sus
empresas públicas de agua potable y saneamiento.



Con la carencia de acceso a esos servicios, que sufren más de 100 millones
de brasileños, como excusa, el Congreso aprobó la iniciativa a fines de
junio. Su relator fue Tasso Jereissati, uno de los políticos más ricos del
país (es accionista mayoritario de la Solar BR, una de las mayores
productoras y distribuidoras de Coca-Cola en Brasil).



¿Desvío?



Con la pandemia de coronavirus pareció por un momento que el gobierno se
vería obligado a cambiar de rumbo. «Estábamos yendo hacia reformas
estructurales y tuvimos que salir en la dirección de auxilios de
emergencia», reconoció el ministro Guedes el domingo 5, en una entrevista a
la CNN Brasil.



En abril, la caída fue de 18,8 por ciento en la industria, 16,8 por ciento
en el comercio y 11,7 por ciento en el sector de servicios, según los datos
del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística. La crisis obligó al
gobierno a generar mecanismos de ayuda económica para los sectores más
afectados, puso en debate el papel del Estado y generó contradicciones y
discusiones dentro de la elite brasileña.



Según Perfeito, al mercado financiero, por ejemplo, «le sigue yendo bien»:
la Bovespa, a pesar de haber tenido su punto más bajo cuando se desvalorizó
en un 45 por ciento en marzo, volvió a crecer durante mayo y junio, cerrando
el trimestre con un incremento de 30,2 por ciento. Pero no ha sucedido así
con los sectores productivos, aclara el economista.



En ese escenario y a poco de empezada la crisis, sucedió una serie de hechos
llamativos. En una conferencia de prensa liderada por el ministro de la Casa
Civil, el general Walter Braga Netto, y sin la presencia de ningún miembro
del equipo económico, el 22 de abril se presentaba el plan Pro-Brasil,
entendido como una posible guiñada estatista que anunciaba, como posible
salida de la crisis, millonarias inversiones estatales en infraestructura y
desarrollo regional.



El 24 de abril, el exjuez Moro renunciaba al gabinete alegando que el
presidente estaba interfiriendo en la Policía de forma indebida. Minutos
después, Gabriel Kanner, presidente del Instituto Brasil 200 –un grupo de
empresarios que se encolumnó tras Bolsonaro en la campaña electoral–,
declaraba a O Estado de São Paulo que con la salida del ministro de Justicia
su apoyo al presidente se veía gravemente golpeado. «Es el comienzo del fin
de este gobierno», diría. Lo secundarían de inmediato el magnate de la
industria petroquímica Winston Ling –quien en su momento presentó a
Bolsonaro a su ahora ministro Guedes– y el propio Luciano Hang.



Una semana después, el plan Pro-Brasil había desaparecido de la agenda
oficial y Guedes retomaba el protagonismo en la conducción de la economía.
Aunque la salida Moro ya estaba consumada, Kanner diría a Época: «Nadie es
un santo en la historia […] tenemos que mantener nuestros valores e intentar
amenizar las disputas políticas. Somos liberales y conservadores, y estamos
alineados con el gobierno». Para entonces, Ling y Hang ejercitaban una
marcha atrás igual de aceitada. Desde aquellos días, Guedes ha fortalecido
su discurso antiestatista y promercado en todas las entrevistas que ha dado
a los medios, en las que insiste en que sus reformas siguen en pie.



Paciencia



El de Braga Netto no fue el primer mensaje confuso que da el gobierno ni la
pandemia es la primera situación crítica que enfrenta. «Bolsonaro no trae
estabilidad, trae relaciones diplomáticas difíciles, problemas en la salud y
la educación. Los empresarios y el mercado financiero pueden llegar a
aceptar que no está haciendo un buen gobierno», dice Perfeito, pero, en todo
caso, dice el economista, acto seguido se preguntan: «¿Para qué lo voy a
sacar? Cualquier alternativa podría ser peor. Ahora el ruido político es tan
grande que buena parte de la clase empresarial entiende que en nombre de una
cierta estabilidad, por más mala que sea, lo mejor es mantener a Bolsonaro
en el gobierno y presionarlo todo el tiempo para intentar mantenerlo
controlado».



Para la economista y doctora en desarrollo económico de la Universidad
Federal de Campinas Marilene Teixeira el pragmatismo de los grandes
empresarios los lleva a desvincularse de cuestiones más «políticas»: «No hay
un posicionamiento en relación con la agenda conservadora y su componentes
machistas, retrógrados, fascistas». La académica sostiene a Brecha que «los
únicos que se posicionan públicamente en temas de este tipo, y lo hacen a
favor del presidente, son los sectores del comercio mayorista y minorista,
que dependen básicamente del consumo popular y van para donde sople el
viento».



En todo caso, si hay divisiones en los empresarios, responden a otros temas.
Teixeira cree que «entre lo que algunos tenían como expectativas y lo que se
terminó realizando» hay capitalistas que se pueden haber sentido
decepcionados. «Guedes no aplicó una política volcada al sector industrial
nacional. Brasil ha perdido mucho peso en ese rubro», afirma. En 2019 la
industria de transformación tuvo el porcentaje más bajo de la historia de
participación en el PBI: 11 por ciento, como corolario de un proceso de
desindustrialización que se arrastra desde la década del 80.



Pero, de todos modos, para ella lo cierto es que «ya en la campaña era
previsible que esto no se iba a revertir con las propuestas de Guedes». La
mayoría de las grandes fortunas, sostiene, «tuvieron un papel muy relevante
en el apoyo a Bolsonaro y en su resultado positivo en la elección, por lo
que continuarán apoyándolo en la medida en que sus demandas e intereses sean
contemplados».



En el origen, la plusvalía



¿Cómo comenzó este amorío? Más allá del destape ocurrido en los últimos años
con los discursos más rancios del conservadurismo brasileño y de las
referencias al caos económico que habría generado la presidenta Dilma
Rousseff, o buraco é mais embaixo (el agujero está más abajo), como dice la
jerga popular. Los motivos que llevaron a buena parte del empresariado
brasileño a apoyar el derrocamiento de Rousseff primero y luego el ascenso
de Bolsonaro tienen orígenes más profundos y, predeciblemente, se relacionan
con el dinero.



Según Perfeito, en los últimos años el objetivo central de los empresarios
ha sido recuperar los antiguos márgenes de ganancia, tradicionalmente
elevados en Brasil. «Cuando suben los salarios y cae el desempleo, se genera
más consumo y más actividad económica y, por tanto, se genera más lucro.
Pero, al mismo tiempo, la suba de los salarios genera más costos para el
empresario. Gracias a esta paradoja, afirma Perfeito en diálogo con Brecha,
lo que se veía en los últimos años de gobierno del Partido de los
Trabajadores (PT) era que, a pesar del aumento del consumo, el margen de
ganancias venía cayendo.



«¿Cómo recuperás ese margen de ganancias? Reduciendo costos. ¿Qué costos?
Impuestos y costos laborales», dice Perfeito. Por eso los empresarios,
afirma, «adhirieron de forma intuitiva a una agenda liberal y no quieren
reconocer que, en términos absolutos, ganaban más en el período anterior […]
no es que sean burros, es que sabían que el consumo de las familias no iba a
seguir en aumento. Y ahí empezaron a retraerse». Para el economista, las
apelaciones de los empresarios a la corrupción del gobierno o al
supuestamente exagerado tamaño del Estado para justificar su oposición
actual al PT son simplemente excusas: «La cuestión central eran las
ganancias».



Pagar la cuenta



Las prioridades no han cambiado. Teixeira afirma que en los últimos meses
muchos empresarios se han mostrado de acuerdo en que ahora «se precisa mucho
papel del Estado como inductor del desarrollo», ya que es el que tiene
capacidad de invertir en momentos en que la capacidad ociosa es del 60 por
ciento y muchos sectores económicos están operando por la mitad». Pero, de
todos modos, Guedes ya avisó que el alcance de las medidas de emergencia no
debería pasar del próximo 31 de diciembre.



«No tenemos mucha libertad para errar. La situación fiscal, que ya era mala,
está muy delicada. Después de este año de gastos excesivos que estamos
teniendo –y que debemos tener–, precisamos volver a la normalidad cuanto
antes», coincide Rebelo. Para el asesor de la FIESP, los inversores saben
que «si se decide insistir en mantener algunos mecanismos de gastos
excesivos, creados para enfrentar la pandemia, se generará un nuevo caos
económico».



Lo único que puede hacerle perder un apoyo empresarial al gobierno es
fracasar en la salida económica de la crisis, agrega Rebelo: «No ser capaz
de lograr salir de esta pandemia con una transición organizada en la
conducción de la economía». Perfeito, por su parte, cree que hay tensiones
con respecto a la discusión sobre el gasto público y el desarrollo, que
pueden ir en aumento hacia fin de año: «Todo el mundo está de acuerdo en que
ahora el Estado tiene que intervenir. La discusión dura va ser a final de
año y es quién va a pagar la cuenta».



«¿Cuál va a ser la salida?, ¿pasarle el costo a gente que no tiene para
pagar un plan de salud, a gente que no tiene para jubilarse y que trabaja de
forma precarizada?», se pregunta el corredor de bolsa. Guedes, por su parte,
ya dejó claro cómo piensa navegar los próximos meses. En aquella entrevista
a la CNN a comienzos de este mes, anunció que hará «cuatro grandes
privatizaciones en los próximos 30, 60, 90 días». Y repitió algo que había
dicho el año pasado, durante aquella «vieja» normalidad: «Quiero privatizar
todas las empresas públicas».



*****



Sentido práctico



En un principio, la apuesta del empresariado para la elección presidencial
de 2018 era Geraldo Alckmin, del tradicional centroderechista Partido de la
Socialdemocracia Brasileña. Sin embargo, durante la campaña su candidatura
se deshidrató vertiginosa y prematuramente. Con escaso carisma y poca
llegada popular, el voto al exgobernador de San Pablo se convirtió pronto en
inútil a la vista de las encuestas. Frente a su anunciado fracaso, las
elites empresariales entendieron que ante la amenaza representada por el
liderazgo de Lula en los sondeos resultaba necesario arriesgar con
Bolsonaro. Alckmin terminaría la elección muy mal, ocupando una amarga
cuarta posición, con el 4,7 por ciento de los votos, la peor performance de
su partido en la historia.



Bolsonaro, en cambio, supo encarnar el papel esperado. Aprovechó el desgaste
del PT y se colocó como alternativa antizquierdista y proempresarial con
lemas como «Nuestra bandera nunca será roja», «Mi partido es Brasil» y
promesas de apertura económica.



Para los empresarios y para el mercado financiero, todo aquello fue música
para sus oídos, en un contexto que los incomodaba. «La agenda ambiental, la
de inclusión, todo eso empezó a ser visto como una imposición a las empresas
que generaba más y más costos. Donde fuera que miraras tenías una
restricción a la operativa de la empresa, y el cansancio que eso generó hizo
que se fuera por el camino opuesto», dice André Rebelo. El asesor de los
industriales paulistas remata: «Nosotros no queremos reglamentación, no
queremos cupos ni reglas».



*****



Patito amarillo



Sobre los gobiernos de Lula casi no hay dudas: le fue bien a todo el mundo.
Crecimiento económico con inclusión social, aumento del poder de consumo,
generación de empleo. Los bancos nunca ganaron tanto. Ya con Rousseff
empezaron los ruidos, sobre todo después de su reelección. Hasta finales de
2013, año en que explotaron las protestas en su contra, se mantenía una
tendencia al crecimiento. Pero en 2014 la economía se estancó. En el segundo
año de su segundo mandato, 2015, la recesión fue de 3,8 por ciento del PBI y
la inflación subió más del 10 por ciento.



A fines de ese año, la Federación de Industrias del Estado de San Pablo
organizó una encuesta entre sus asociados, y el resultado fue avasallante:
más del 90 por ciento apoyaba el impeachment a la presidenta y el
posicionamiento público de la gremial. A partir de allí, los empresarios
organizados se convirtieron en un factor de presión fundamental para el
derrocamiento de Rousseff. La FIESP inició una campaña que tenía como logo
un patito amarillo que decía: «No vamos a pagar el pato», que se convertiría
en ícono de las manifestaciones a favor del juicio político.



Rebelo recuerda que organizar el impeachment «fue fácil»: había «una
presidenta incompetente, una gran desorganización de la economía, un grave
desajuste de las cuentas públicas y un vicepresidente que era el perfil
típico del Congreso».



Una vez en el gobierno, Michel Temer preparó la cancha para todo lo que
vendría después. Algunas de sus primeras medidas fueron el congelamiento de
las inversiones públicas por 20 años y la modificación del régimen de
explotación del presal brasileño, una de las mayores reservas petroleras del
mundo. Temer se encargó de que la nueva legislación favoreciera la
participación de empresas transnacionales en su explotación, en desmedro de
la Petrobras, que hasta entonces tenía la exclusividad.



El Ejecutivo surgido del golpe también aprobó una reforma laboral favorable
a las patronales e intentó, sin éxito, la aprobación de una reforma
previsional. Para Teixeira, esas iniciativas fueron «un remiendo de demandas
presentadas individualmente por sectores empresariales en las que todos
resultaron contemplados». Así se inició el ciclo de reformas que continúa
hoy el equipo económico de Bolsonaro.

  _____





--
El software de antivirus Avast ha analizado este correo electrónico en busca de virus.
https://www.avast.com/antivirus


------------ próxima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: http://listas.chasque.net/pipermail/boletin-prensa/attachments/20200717/a99e7396/attachment-0001.htm


Más información sobre la lista de distribución Boletin-prensa