Nicaragua/ La estrategia de la dictadura de cara al coronavirus [Oscar-René Vargas]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Jul 23 00:51:09 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

23 de julio 2020

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Nicaragua



La estrategia de la dictadura de cara al coronavirus



Oscar-René Vargas

San José, Costa Rica,  21-7-2020



El coronavirus no está controlado. Los nuevos contagios anuncian una
profundización de la crisis económica. La política errada del régimen
respecto del virus tiene consecuencia y no es un secreto. Los argumentos de
Ortega de que los muertos no son tantos y que es el precio para mantener la
economía parecen indecentes. Ortega lo puede justificar mientras sean otros
los que enferman y mueren, otros los que se arriesgan atendiendo en los
hospitales.



En estas condiciones hemos hecho pronósticos del costo económico de la
pandemia: menos producción, más desempleo, menos ingresos de las familias,
menos recaudación de impuestos, menos gasto; más fragilidad de los negocios,
más debilidad de los bancos, las microfinancieras, las pensiones, etcétera.



El régimen especula de una posible recuperación de la actividad económica en
el corto plazo. No puede especificar qué tipo de recuperación y en base qué
habrá un crecimiento en los próximos meses. Hay mucha fantasía en las
suposiciones del régimen.



Seguramente la recuperación, cualquiera que sea su magnitud y cuando sea que
ocurra, será muy desigual. Esto definirá un escenario distinto al que se
desprende del discurso oficial del régimen. En la predicción de los
escenarios económicos y sociales que hace el régimen no puede eludirse el
elemento de la incertidumbre de la salida a la crisis política; conviene no
olvidarlo.



Todo esto repercute en la estructura social y productiva del país, en la
fragilidad creciente que se extiende entre una gran parte de la población.
No es posible avizorar ahora el detalle del grado de afectación del armazón
social del país a raíz de esta crisis mixta: sanitaria, económica, social y
política. Pero sí adelantar que será profunda y con efectos duraderos.



Tres razones básicas podemos señalar para comprender por qué Nicaragua se
puede convertir en el centro centroamericano de la pandemia y que la crisis
sanitaria será de larga duración.



La primera es la desigualdad, que carga en sus ancas, la corrupción, la
debilidad de los servicios sanitarios y la pobreza estructural de más de la
mitad de la población. Por ejemplo, de acuerdo a los datos oficiales de la
Encuesta de Medición de Nivel de Vida de 2014, solamente el 62 por ciento de
las familias totales del país, sumando todos sus ingresos, no podía obtener
todos los 53 productos de la canasta básica. Después de once trimestres de
recesión ese porcentaje se habrá incrementado hasta alrededor del 75 por
ciento. Es decir, los recursos económicos de las familias se han hundido.



El segundo problema es la violencia policial y paramilitar, que ha
desestructurado la sociedad y convertido a los poderes fácticos del
estado-nación en espectadores cómplices del régimen Ortega-Murillo. La
violencia policial y paramilitar no es una broma macabra, la actividad
paramilitar ha eliminado las diferencias entre el poder mafioso y el poder
del estado. Cada asesinato cometido, cada crimen contra los campesinos, cada
delito contra las poblaciones originarias de la Costa Caribe y cada atentado
contra los ciudadanos de las distintas ciudades del país ha gozado de la
complicidad de los cuerpos armados y ha tenido la connivencia del régimen.

10. La tercera causa se deriva de las anteriores: un régimen cuyo modelo
epidemiológico y las verdaderas cifras de contagiados y fallecidos han sido
ocultadas y poca claridad en torno a la estrategia de futuro. Desde el
inicio, no creyó en las pruebas como un método necesario para combatir el
coronavirus y le apostó al cuestionado método de la “inmunidad de rebaño”.



El régimen 10. La tercera causa se deriva de las anteriores: un régimen cuyo
modelo epidemiológico y las verdaderas cifras de contagiados y fallecidos
han sido ocultadas y poca claridad en torno a la estrategia de futuro. Desde
el inicio, no creyó en las pruebas como un método necesario para combatir el
coronavirus y le apostó al cuestionado método de la “inmunidad de rebaño”.

desestimó la importancia del cubrebocas de manera masiva, el rastreo de los
contagios y la importancia de aislarlos. Despreció las pruebas porque temía
que fuera a revelar la extensión de la pandemia y consideró que las pruebas
no eran necesarias para saber dónde están los focos de infección y poder
contenerlos. No hubo un proceso de reconversión hospitalaria, ni
entrenamiento del personal de salud o compra de ventiladores a tiempo.



Es decir, estamos en presencia de un régimen dictatorial, errático, inepto,
incapaz no sólo de contener la pandemia sino de aceptar sus fracasos, con un
mínimo de humildad. La crisis sanitaria muestra tanto la crisis de la
gobernabilidad, como las consecuencias negativas de trece años de control
dictatorial sobre las instituciones y contra la población. El régimen no
gobierna, reprime.



La pandemia continúa creciendo. La curva de casos acumulados se mantiene al
alza en números absolutos. El conflicto entre trabajar y arriesgar la salud
y la vida o quedarse confinado se agrava a medida que transcurre el tiempo.



Todo indica que la pandemia durará hasta finales del 2020 o hasta tener la
posibilidad de hacer uso de una vacuna; mientras tanto, el régimen
Ortega-Murillo sigue sin tomar medidas para proteger el ingreso de los
hogares, evitar la quiebra de empresas y mitigar la curva de contagios y
muertes.



La Organización Panamericana de la Salud (OPS) le ha solicitado al
Ministerio de Salud (MINSA) indicar dónde se ubican los brotes más fuertes
de coronavirus para decretar medidas más fuertes en las zonas de contagios y
que la población se proteja mejor.



En un país democrático, un presidente y partido de gobierno estarían
horrorizados ante cómo se han desarrollado los contagios y fallecimiento
productos del coronavirus. Reconocerían que tomaron una estrategia
equivocada y de que es momento, cinco meses después, de corregir el rumbo y
empezarían por tomar en serio las recomendaciones de los expertos de salud.



Los mensajes oficiales y oficiosos de personeros del régimen buscan azuzar a
los sectores más atrasados del orteguismo mediante una imagen de prepotencia
y bravuconería con el objetivo de evitar mayor erosión de sus bases y
producir muy buenos resultados en las urnas en las elecciones de 2021.



¿Cómo podemos entender la respuesta inepta de Ortega-Murillo al coronavirus?
Hay un núcleo subyacente de delirio, cinismo y crueldad total. Ni a
Ortega-Murillo ni a su círculo íntimo del poder les importa mucho cuántos
compatriotas mueran o sufran daños perdurables a causa del coronavirus,
siempre y cuando que la política les permita permanecer en el poder.



En lugar de enfrentar la crisis sanitaria siguiendo las recomendaciones de
los expertos, el régimen ha pasado en los últimos cinco meses tratando de
hacernos creer que vivimos en la “normalidad”. Su preocupación ha sido salir
de la recesión, aniquilar la protesta social y establecer las condiciones
para un nuevo pacto con los poderes fácticos para permanecer en el poder.



A estas alturas está claro que la decisión de sacrificar vidas nicaragüenses
para sacar ventaja política, desarticular los movimientos sociales, ha
fracasado al sufrir las consecuencias su propia base social. Las encuestas
nos demuestran que la negación de la dimensión de la pandemia no le ha
producido ganancias políticas, el rechazo del régimen no ha dejado de
empeorar.



La falta de una política nacional coordinada para hacerle frente al avance
de la pandemia fue reemplazada por la política de la “guerra biológica”
impuesta a partir de las oficinas de “El Carmen”, con la consecuencia que la
tragedia crecerá más y más en el país. Los funcionarios del Ministerio de
Salud tienen un solo objetivo: enmascarar la realidad.



En el ambiente nacional existe la sensación como si estuviéramos atrapados
en un barco en alta mar, al mando de un capitán loco que insiste en
dirigirse directamente al iceberg. Y su tripulación es demasiado cobarde
para contradecirlo, muchos menos para amotinarse y salvar a los pasajeros.



El régimen Ortega-Murillo, por su incapacidad de ver la realidad, viendo no
ve, oyendo no oye, escuchando no entiende. Se ha quedado ciego, sordo y mudo
frente al crecimiento exponencial de la pandemia que se nos avisa.

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