Francia/ La confluencia de los apaleados. Debates frente al racismo y la brutalidad policial [Daniel Gatti]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Jun 22 14:45:57 UYT 2020


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Correspondencia de Prensa

22 de junio 2020

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Francia



La confluencia de los apaleados



La muerte por asfixia del negro estadounidense George Floyd en Mineápolis a
manos de un policía blanco fue en Europa el puntapié inicial de
manifestaciones y ataques a monumentos de figuras emblemáticas del pasado
colonial. Como en Estados Unidos, el racismo y la brutalidad policial son
los ejes del movimiento, pero en países como Francia volvieron al primer
plano los debates sobre la identidad, el universalismo, el comunitarismo y
la confluencia de las luchas.



Daniel Gatti

Brecha, 19-6-2020

https://brecha.com.uy/



En Londres, París, Viena, Bruselas, Zúrich y Berna fueron decenas de miles
los manifestantes que salieron a las calles para protestar por el asesinato
de George Floyd. En Francia se produjeron las marchas más numerosas. Y, una
vez más, los debates más intensos.



En París, el 2 de junio se habló de más de 40 mil personas reunidas, a pesar
de la prohibición pandémica, por el llamado del Comité Verdad y Justicia
para Adama Traoré (1) en homenaje a un joven de origen maliense asesinado en
2016 por la Policía en condiciones bastante similares a las de Floyd (“No
puedo respirar”, le dijo a un gendarme que le apretaba el pecho con la
rodilla). Según la crónica del diario Libération, los concentrados eran
sobre todo jóvenes, una mezcla bastante pareja de blancos y racializados,
reunidos para protestar contra la violencia policial y decir que el racismo
en Francia es un fenómeno estructural.



Una semana después, otro acto, convocado por Sos Racisme, la organización
“oficial” del antirracismo, surgida con fuerza a comienzos de los ochenta
pero convertida después en un grupo con escaso contacto con los barrios
populares, agrupó a toda la izquierda política: postrotskistas del Nuevo
Partido Anticapitalista, comunistas, socialistas, ecologistas, Francia
Insumisa y grupos antirracistas de diverso pelaje se dieron cita en varios
puntos de la capital francesa. Sólo algunos de ellos (insumisos,
ecologistas) estarían presentes en una nueva y masiva concentración
convocada el 13 de junio por el Comité Adama. Desde hace años el
antirracismo en Francia tiene profundas divisiones.



***



Aunque disientan sobre su alcance, la denuncia de la violencia policial, eso
sí, los unifica a todos. Los franceses no tienen que recurrir a ejemplos
extranjeros para poner en el tapete el tema de la violencia de las fuerzas
del orden. La suya es, desde hace mucho tiempo, la Policía más violenta de
Europa, la más tecnificada, la más sofisticada en cuanto a métodos de
represión. Datos del propio Ministerio del Interior indican que en 2018 la
Policía disparó 19.700 balas de goma contra civiles que se manifestaban –480
veces más que una década antes– y utilizó 50 veces más granadas que en 2009.



Los blancos de esa represión fueron los chalecos amarillos, pero también los
sindicalistas y los jóvenes de los barrios populares. Contra ellos la
Policía ha multiplicado el uso de armas a las que llama no letales, como las
pistolas Taser, las granadas, las balas de goma, los gases. “Han matado esas
armas ‘no letales’. Y, sobre todo, han dejado un reguero de cuerpos
mutilados, de personas sin dedos, sin una mano, sin ojos”, dice Paul Rocher
(Mediapart, 5-VI-20), un economista que acaba de publicar Gazer, mutiler,
soumettre (Gasear, mutilar, someter), un libro en el que da cuenta del
“aumento fenomenal de la violencia policial” en Francia en los últimos años
y la voluntad manifiesta de los distintos gobiernos de apostar a una
intensificación de la represión.



Salvatore Palidda, profesor de sociología en la Universidad de Génova,
inscribe la escalada de la violencia policial en un modelo de dominación que
necesita cada vez más de un aparato de represión fuerte incluso en países en
los que el discurso oficial va en sentido contrario, como Francia. “El
‘menos Estado y más mercado’ refuerza, sin embargo, al Estado y a su aparato
militar y policial al ser indispensables a la dominación de lo privado […] y
al disciplinamiento social”, escribe el universitario italiano en su blog en
Mediapart (12-VI-20). Todas las Policías europeas y todas las Policías de la
Otan “han sido dotadas de dispositivos, medios, recursos y entrenamiento
militar-policial”, dice Palidda. Y compara las modalidades represivas
adoptadas en Europa, en especial en Francia, con las empleadas por los
israelíes contra los palestinos (“por ejemplo, proceder a muchas
detenciones, provocar numerosos heridos y cada tanto algunas muertes”).



Otro italiano, el periodista Antonio Mazzeo, constata lo mismo. “Las
imágenes de Mineápolis son absolutamente idénticas a las que se registran
diariamente en Jerusalén, Gaza, el Golán y Líbano, donde actúan impunemente
las fuerzas de la Policía y los militares israelíes”, escribió en su blog.
La Policía, los militares y los servicios de inteligencia israelíes,
recuerda este periodista especializado en temas de geopolítica militar,
formaron a sus semejantes de varios estados de Estados Unidos y países
europeos, así como de América Latina, en el manejo de multitudes y técnicas
represivas. Entre las fuerzas de seguridad francesas y las israelíes hubo un
intercambio y una cooperación constantes a lo largo de las últimas décadas.
En los sesenta y los setenta, los militares franceses introdujeron a las
fuerzas de seguridad israelíes (y latinoamericanas) (2) en las técnicas de
contrainsurgencia, y ahora los israelíes les devuelven el favor.



***



En Francia, por otra parte, apunta Salvatore Palidda, “la readaptación de la
Policía colonial durante la guerra de Argelia condujo a la proliferación de
las Bac (brigadas de acción criminal), que vienen actuando a sus anchas en
las periferias” urbanas contra los jóvenes nacidos de la inmigración.



El racismo de la Policía francesa no es fruto de “algunas ovejas negras”,
como acaba de afirmar el ministro del Interior, Christophe Castaner, y como
sostienen algunos grupos de la izquierda política, como el Partido
Socialista, sino una conformación cultural, una marca estructural, escribe
David Dufresne. Periodista, novelista y documentalista, desde hace años
investiga la “represión a la francesa”. En 2019 creó una suerte de
observatorio de la violencia policial durante la represión de los chalecos
amarillos.



Algunos policías se están preparando para una guerra civil, dijo Dufresne la
semana pasada, citando mensajes intercambiados en las redes sociales por
miles de uniformados y revelados por Mediapart, Street Press y Arte Radio.
En uno de ellos, un policía proclamaba: “Viva la guerra civil. No sólo la
diversidad lo pagará caro, sino también la izquierda. Vamos a tener que
eliminar a estos hijos de puta”. Otro cuenta que en su casa tiene rifles de
asalto. Otro, que con los árabes hay que hacer como se hace en Estados
Unidos con los negros: “Molerlos a patadas, apretarlos contra el piso con
una buena llave”. “Ahogarlos”, comentó otro.



El 8 de junio el ministro Castagner anunció que la técnica del
estrangulamiento ya no será enseñada en las escuelas de Policía francesas.
También afirmó que se suspenderá de inmediato “a los agentes que tengan
comportamientos racistas”. Los sindicatos policiales mayoritarios
reaccionaron advirtiendo que no se podía privar a las fuerzas de seguridad
de los medios de control que han probado ser eficaces que, si bien entre
ellos “hay algunos racistas”, la mayoría no lo son y que se sentían
“desalentados” por la “insolidaridad” del gobierno.



Medios conservadores, como el diario Le Figaro, denunciaron que Castagner
estaba cediendo ante los manifestantes. Y el miércoles 17 la extrema derecha
aprovechó los enfrentamientos violentos “a la americana” en la ciudad de
Dijon entre grupos de dos comunidades, la chechena y la magrebí, y choques
entre la Policía y los sindicatos de enfermeros para hablar de caos y un
país a merced de minorías y sindicalistas, pedir la renuncia del ministro
del Interior y reclamar la mano dura para “restaurar el orden”.



***



“Es obvio que no todos los policías son racistas y que no todos son
violentos, pero lo que hay que ver es el comportamiento global de la
institución. La denuncia de las violencias policiales no apunta a tal o cual
individuo concreto, sino a la sistematicidad con la que la institución toma
como blanco a grupos precisos de la población. En ese sentido sí se puede
afirmar que hay un racismo estructural en la Policía, como lo hay en la
sociedad”, dijo en una entrevista en Mediapart (8-VI-20) Nadia Yala
Kisukidi, una de las pocas filósofas negras que ejercen en Francia. “La
propia idea de que un cuerpo negro pueda ser un cuerpo pensante debe
recorrer todavía un largo camino en Francia”, donde el universalismo, la
igualdad de todos ante la ley y el laicismo son conceptos muy arraigados en
el discurso, pero muy poco en la realidad, afirmó en la Universidad París
VIII.



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Nadia Yala Kisukidi estuvo presente en la gran concentración parisina del 2
de junio organizada por el Comité Adama. Libération (12-VI-20) habló de
“acto histórico”, de “pequeña revolución en el terreno militante y en el
debate intelectual” y del surgimiento de una “nueva generación de
activistas”, que aspira a “una confluencia entre todos los combates
(antirracista, feminista, social, ecológico, descolonial)” y no a que cada
cual vaya por su lado, rancho aparte con sus reivindicaciones en bandolera.
En Francia habría sonado, sugería el diario Libération, la hora de la
interseccionalidad, ese concepto surgido en Estados Unidos a fines de los
ochenta para “sacar a la luz del día los complejos mecanismos de la
discriminación, cruzando y combinando las grandes categorías sociales (sexo,
clase, raza, edad, orientación sexual)”.



Hay una gran diferencia entre las movilizaciones de ahora y las de décadas
atrás, cuando también se marchaba todos juntos, pero las distintas
categorías eran invisibilizadas detrás de la noción de clase, piensa
Kisukidi. Entremedio pasaron las grandes movilizaciones feministas, las
revueltas de los jóvenes de la inmigración, los movimientos Lgtb, el
ecologismo social. Años, lustros, les costó a las izquierdas políticas
aceptar eso que se llamó “autonomía de los movimientos sociales”. Todavía
les cuesta, pero con el antirracismo hay un problema especialmente grosso.



***



Lo que pasa con el nuevo despertar del antirracismo, dijo a Mediapart una
militante del Comité Verdad para Adama Traoré, es que pega en el corazón
mismo de un discurso republicano y universalista que desde hace más de dos
siglos es “como la segunda piel del francés medio”. Es curioso que las
dirigencias políticas, de centroizquierda y centroderecha, tengan una causa
común en negar la existencia en Francia de un racismo sistémico, afirmó. En
este país, coincide Nadia Yala Kisukidi, hay “una retórica de la negación
que consiste en decir que, como la república es ciega al color de la piel,
no puede haber discriminaciones sistemáticas que afecten a grupos precisos”.
Cuando uno lo denuncia y dice que sí las hay, “se le responde, en el mejor
de los casos, que está inventando y, en el peor, que está inyectando el
veneno de la separación en el ideal unificador de la república”.



Eric Fassin, profesor de sociología en París VIII, cita en Libération
(10-VI-20) un informe de 2017 del defensor de los derechos, una suerte de
ómbudsman, que afirma que en los barrios populares los jóvenes negros o
árabes son controlados por la Policía 20 veces más que los blancos. “Tanto
para comprender el racismo como para comprender el sexismo, hay que partir
del punto de vista de quienes lo sufren”, dijo Fassin.



***



En esa delgada línea roja que delimita campos se mueven, desde hace unas
cuatro décadas, distintas sensibilidades del movimiento antirracista
francés, que aún hoy tienen dificultades para encontrar un terreno común más
allá de la denuncia de los atropellos policiales y los ataques de la
ultraderecha. “Las asociaciones del tipo de Sos Racisme tratan el racismo
como un mero comportamiento desviado que se debe corregir. Aunque reconozcan
que hay elementos estructurales que provienen de la historia colonial, no
cuestionan el funcionamiento de las estructuras sociales”, dijo Patrick
Simon, investigador en el Instituto Nacional de Estudios Demográficos.



Es este tipo de grupos el que recibe subvenciones públicas, apunta Samir
Hadj Belgacem, profesor en la Universidad Jean Monnet, de la ciudad de Saint
Etienne. “En cambio, organizaciones como el Comité Adama, que provienen de
familias directamente impactadas por la violencia policial y el racismo, no
tienen dinero, se autoorganizan y tienen un eco importante en los sectores
populares”.



A estos jóvenes de las periferias urbanas el discurso republicano,
universalista, supuestamente integrador y proveniente de las viejas
dirigencias políticas comprometidas en mayor o menor grado con el pasado
colonial les suena vacío, irreal y provocador. “Ellos sienten en su propia
piel que categorías como la de privilegio blanco –para hablar de los
beneficios que reciben en los hechos quienes no son árabes, negros ni
gitanos–, la de racismo de Estado y otras del mismo tipo utilizadas tan
comúnmente en Estados Unidos tienen mucho más que ver con su realidad
cotidiana que la reivindicación de una república integradora que piensan que
los ha traicionado o que es más papel mojado que otra cosa”, dijo una
militante del Comité Adama.



***



La izquierda política, desde la más moderada hasta la más radical, nunca ha
logrado moverse con comodidad en el terreno del movimiento antirracista, que
actualmente está viviendo un nuevo punto alto, constata Mediapart. “Desde el
Nuevo Partido Anticapitalista hasta el Partido Socialista, pasando por
Francia Insumisa, los temas relacionados con la laicidad, el velo y la
práctica del islam han fracturado profundamente a las distintas
organizaciones”, observa el portal. (La muy buena serie Baron Noir
–presentada a veces como una “House of Cards a la francesa” pero mucho mejor
trabajada en la densidad de los personajes y su relación con la vida real–
evoca estos temas en el marco de los enfrentamientos políticos globales y
las luchas palaciegas.) Si la izquierda no logra “terminar con el
antirracismo moral y el universalismo despolitizado y hacer de la cuestión
del antirracismo un tema de primer plano y no un mero punto de su programa”,
nunca podrá reconectar con los barrios populares, considera Hadj Belgacem.



Nadia Yala Kisukidi piensa que movilizaciones como las promovidas por el
Comité Verdad y Justicia para Adama Traoré “inyectan un poco de aire
fresco”. “En estos movimientos, la cuestión de las solidaridades concretas
ha sido colocada en el centro de prácticas políticas emancipadoras. Reabren,
además, la posibilidad de concebir un nuevo internacionalismo”, dijo. Y
afirmó que pensar políticamente los sexismos y los racismos no tiene por qué
conducir a comunitarismos ni especifismos de ningún tipo: “Significa pensar
el tema de las representaciones y también una economía política, reflexionar
sobre el trabajo, la distribución desigual de los derechos y los problemas
de redistribución y justicia social”. La fractura entre cuestiones raciales
y cuestiones sociales es abstracta, apuntó la filósofa: “Se la moviliza para
desacreditar las prácticas políticas que conciben las formas de opresión de
manera intersectorial y que, en consecuencia, denuncian los puntos ciegos de
un discurso que durante mucho tiempo se presentó como la única manera de
pensar la emancipación”.



El hecho de que las movilizaciones del Comité Adama hayan sido esencialmente
mixtas, con una fuerte presencia de blancos, alimenta, para Eric Fassin, la
esperanza de que las diferencias entre las distintas corrientes del
antirracismo acaben siendo reabsorbidas. Reconoce que por ahora no es el
caso, pero dice que la propia deriva represiva del Estado está unificando
sectores que se miraban con desconfianza. Desde 2016, apunta, la violencia
policial ya no se limita a los barrios populares y se ha extendido a los
movimientos sociales. Y escribe con ironía: “La confluencia de las luchas ha
pasado por una confluencia de los palazos”.



Notas



1) Leer artículo en:
https://correspondenciadeprensa.com/2020/06/15/francia-la-lucha-antirracista
-cobra-impulso-masivas-protestas-por-la-muerte-de-adama-traore/

2) Véase “Las alas francesas del Plan Cóndor”, Brecha, 20-VIII-15.

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